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NUEVA RENEGOCIACION DE LA DEUDA PARA ALIGERAR EL AJUSTE
La última baza que se juega Cavallo

Tanto local como internacionalmente, las tratativas ya están en
marcha. De ellas depende la supervivencia del mediterráneo.

Domingo Cavallo, ministro de Economía, y Horacio Tomás Liendo, asesor y candidato cavallista.

Por Julio Nudler

Cruzar la línea electoral del 14 de octubre sin consecuencias desastrosas y demostrar un par de meses más que se ha podido lograr el déficit cero son las dos condiciones que, según Economía, permitirán que cuaje la nueva renegociación de la deuda pública, ya en plena marcha. En ese caso, el Congreso nacional podría sancionar un Presupuesto que ya incluye una fuerte reducción en la factura de intereses –que depende de la reprogramación– y, por tanto, descomprimiría las tensiones provocadas por el ajuste. Sin embargo, el nuevo acuerdo erige aún varios obstáculos ante la ansiedad del equipo económico, y entre ellos la necesidad de que el Parlamento consienta embargar la recaudación impositiva para garantizar el repago de la deuda. Para conseguirlo, Domingo Cavallo cuenta con el recurso de incluir en el paquete el endeudamiento de las provincias, volcando así en su favor la influencia de los gobernadores. Pero es preciso tener en cuenta que el uso de la futura recaudación como respaldo de un pasivo dolarizado lleva implícito un compromiso de no devaluar el peso. El mediterráneo se juega en toda esta operación su destino político, seriamente afectado por los decepcionantes seis meses transcurridos desde su retorno ministerial. Sin aligerar los servicios de la deuda y despejar el horizonte de vencimientos no tiene chances de relanzar la economía. En este caso, su permanencia en el Gobierno no podría extenderse mucho más.
Más allá de la ingeniería financiera concreta, Economía intenta convencer a los bancos de que el préstamo que les pide será parte de la solución (definitivo alejamiento del peligro de default) y no del problema (más deuda). Como gran argumento exhibe el severísimo programa fiscal en ejecución. Pero los analistas de la banca saben que, como mínimo, el problema argentino también está en su rígido esquema cambiario y su incapacidad de generar oportunidades de negocio, todo lo cual se traduce en una recesión de inicio ya inmemorial y final inescrutable. Como quiera que sea, al día de hoy son éstas las cuestiones cruciales que plantea la renegociación de la deuda:
- Los 3000 millones de dólares que concedió el Fondo Monetario para aplicar a algún esquema de reprogramación por definir no alcanzan a conformar la masa crítica necesaria, nunca inferior a diez mil millones. Por tanto, la Argentina está intentando conseguir que cierto número de bancos internacionales le concedan un préstamo sindicado a largo plazo y a una tasa que, a lo sumo, llegue al 8 por ciento anual. Deberían mediar para ello garantías de organismos multilaterales.
- Un esquema posible es que ese crédito sea securitizado por el país. Es decir, que éste emita papeles contra ese activo (el préstamo). Este mecanismo permitiría eludir la imposibilidad de ofrecer a algunos tenedores de títulos avales de los que no gozan otros, ya que esa práctica no es legalmente admitida.
- Los bonos que están en las carteras de la banca que opera en la Argentina y de los fondos jubilatorios gerenciados por las AFJP (que a su vez pertenecen a esos mismos bancos) también se transformarían en un préstamo bancario a muy largo plazo. Según reveló Página/12 en su edición de ayer, ese crédito vencería a los 20 años, pagándose enteramente al final. Esos inversores institucionales harían un primer gran negocio, ya que el Tesoro les tomaría los papeles a valor nominal, y no a su depreciada cotización actual.
En realidad, la operación sólo resultaría también conveniente para el Estado si recibiera el préstamo a una tasa sensiblemente inferior a la renta que pagan esos títulos. No es correcto, en este sentido, considerar que esos bonos rinden un 15 por ciento, porque este rendimiento se refiere a su valor de mercado. Respecto de su valor facial pagan rentas que van en promedio del 8 al 9 por ciento anual, de manera que el préstamo destinado a rescatar los papeles a valor par debería serle acordado al Gobierno a un costo mucho más bajo que éste.* Es obvio que a la banca que opera en esta plaza se le genera un problema de descalce: tiene bonos dolarizados que remplazará por un crédito en dólares, y su deudor –el Estado argentino– pretende garantizarle esa deuda con la recaudación, que percibe en pesos. Sin embargo, un atajo podría encontrarse en los tributos que están vinculados a operaciones en dólares. Es el caso del IVA a la importación, que en condiciones normales puede producir más de 5000 millones anuales (aunque siempre en pesos).
- El empeño de la recaudación a favor de los acreedores provoca las conocidas controversias acerca de las prioridades que debe tener el gasto público. De todas formas, al admitir el pago de impuestos nacionales con cupones de los títulos de deuda, el Gobierno de Fernando de la Rúa ya prendó la recaudación, en este caso como aval de los intereses del endeudamiento. Pero dado que los recursos tributarios son mayores que los servicios financieros de la deuda, queda espacio para respaldar también el capital con los ingresos de la AFIP. El asesor y candidato cavallista Horacio Tomás Liendo es el gran impulsor de este mecanismo.
- Una cuestión clave a resolver es cómo cerrar trato simultáneamente con los acreedores locales y extranjeros, para que estos últimos no pierdan interés en la renegociación al ver reforzada la cobrabilidad de sus títulos argentinos por un acuerdo sellado con los bancos de esta plaza.
- Respecto de éstos, el BCRA les aflojaría el cincho para que no vean resentida su liquidez al cambiar un activo relativamente líquido, como son los bonos, por un crédito concedido a muy largo plazo. La relajación de las normas financieras podría ser justificada por el menor peligro de una crisis sistémica.
- En un sentido algo parecido, el razonamiento respecto de la banca internacional de inversión es que hoy tiene muy subrepresentada a la deuda argentina en la composición de su cartera, considerando el alto riesgo de default. Pero si se encuentra una ingeniería financiera capaz de eliminarlo, sería lógico que esa banca participara del crédito sindicado como una forma de elevar su exposición al riesgo argentino hasta el nivel que razonablemente le correspondería.

 

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