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DINAR LINEAS AEREAS
Hoy comienza el juicio por el atentado contra la AMIA de 1994
Usos y esperanzas en el juicio oral tan esperado

Las audiencias se concentrarán en un fragmento pequeño de la conspiración para realizar el atentado: la entrega de la Trafic usada como coche bomba. Falta mucho �quién hizo el atentado, quién lo apoyó�, pero se espera que salgan a la luz las complicidades para trabar la investigación y la corrupción.

Por Raúl Kollmann e
Irina Hauser

1 “Sí, yo, que tenía un taller de chapista, tuve esa camioneta. Me la trajo el subcomisario que está ahí sentado. Sí, sí, ese de ahí. Me pidió que le armara la Trafic y yo vi que después, cuando la vino a buscar el comisario, traían una bolsas de una cosa que se parecía a la cal. Sí, sí, igualita al explosivo éste que me está mostrando.” Esa es una de las esperanzas para el juicio oral: que aparezca alguien que haya jugado un papel importante en el atentado contra la AMIA y aporte un testimonio categórico, definitivo.

2 “No, vean, yo no tuve nada que ver. El que armó todo fue el comisario. El me dijo allá en la Brigada que le entregue la camioneta a una gente muy rara. Yo se las dejé en un estacionamiento, cerca de la Facultad de Medicina, y después le di las llaves en un bar. Le insisto, todo fue por orden del comisario.” Esa es otra esperanza: que los acusados se peleen entre ellos.

3 “Nooo, mire, yo estaba en la casa del Enano y él inventó toda una historia con los policías. Pero, la verdad es otra: estaba este hombre que era medio sirio o algo así y él le dio la camioneta a ese. Lo vi con mis propios ojos.” No se puede descartar esta variante: que alguien del entorno de los acusados devele un secreto íntimo.

4 “La verdad, la verdad, la SIDE y la policía armaron todo esto para inventarle un culpable a la opinión pública. Lo cierto es que se investigó poco y nada. El Gobierno no estaba interesado, no vaya a ser que se descubriera que el atentado fue producto de alguna promesa incumplida con el mundo árabe. La SIDE tapó todo, a la policía se le mezclaban los increíbles negocios oscuros que tiene y el juez Galeano quería mantener su buena relación con la SIDE y el Gobierno. Por eso aceptó todo, incluso cuando apenas le dieron unos 15 investigadores para esclarecer una causa en la que en Estados Unidos, por ejemplo, hubieran trabajado 5000 hombres del FBI. No se quiso investigar y todo fue un sainete. El juez, la SIDE y la policía deben ser procesados.” Esa es la alternativa más dramática a la que se puede llegar.
Todas estas cosas pueden ocurrir en el juicio oral por el atentado contra la AMIA. Hasta ahora, en los siete años y medio transcurridos desde el ataque contra la mutual judía, no hay ninguna evidencia firme sobre los que verdaderamente perpetraron la masacre: no se sabe quién manejaba la camioneta cuando se incrustó en la AMIA, no se conoce por dónde entró al país, a qué grupo pertenecía, quién lo ayudó a hacer el trabajo de inteligencia previa, dónde se armó la camioneta con los explosivos y si se inmoló o no en el atentado que terminó con la vida de 85 personas.

Ni la conexión local
Lo que se va a juzgar a partir de hoy en Comodoro Py no se puede llamar ni siquiera la conexión local, porque justamente lo que no se pudo –o no se quiso– encontrar fue la conexión local verdadera, posiblemente islámica, del atentado.
u En los recientes ataques en Nueva York y Washington participaron 19 suicidas que vivían en Estados Unidos, algunos desde hace 13 años. La mayoría hicieron sus cursos de pilotaje en la Florida en el año 2000. Ellos eran la conexión local.
- En el anterior atentado contra las Torres Gemelas fue detenida una célula guiada por un imán ciego, Abdel Rahmán, que también vivía en EE.UU. desde hacía tiempo. Ellos fueron la retaguardia del atentado.
- Una semana después del atentado contra la AMIA, hubo un ataque en Londres. La conexión local fueron estudiantes palestinos que vivían y estudiaban en la capital británica. En el atentado contra la AMIA y en el anterior contra la Embajada de Israel, esa pieza clave del rompecabezas –la conexión local fundamentalista– no se encontró.
- En este juicio se intentará determinar si el delincuente Carlos Telleldín y/o cuatro oficiales de la Policía Bonaerense colaboraron con esa conexión local –que no se sabe quién es– proveyendo el arma con la que se cometió el atentado: la camioneta Trafic.

¿Qué camioneta?
Un motor del vehículo se encontró entre los escombros de la AMIA. Correspondía a una camioneta propiedad de Carlos Telleldín, que usaba motores de Trafic quemadas, mandaba robar una carrocería y así armaba una camioneta trucha que después ponía en venta. Telleldín dice que hombres de la Policía Bonaerense le sacaban plata a cambio de dejarlo seguir con su negocio ilegal y como estaba sin dinero les entregó la Trafic que tenía en ese momento. Hay un problema: sostiene que les dio una carrocería determinada, sólo con puerta trasera, y se habría demostrado que eso es mentira, que el coche bomba tenía una puerta lateral. Por lo tanto, queda en pie la pregunta ¿qué camioneta fue exactamente la que explotó en la AMIA? Los policías dicen que Telleldín no les dio nada. En el expediente hay pruebas categóricas de que lo extorsionaban y le sacaron dinero para permitirle delinquir. Pero no son igualmente sólidas las evidencias de la entrega de la camioneta de Telleldín a los policías. Por ello, los oficiales de la Bonaerense se mantienen firmes y repiten la pregunta “¿qué camioneta? A nosotros no nos entregó ninguna”.

Palabras salvadoras
El juicio oral que hoy empieza podría servir para probar alguna de las dos variantes. Por ejemplo, que aparezca un testigo confiable que diga: “Los oficiales de la Bonaerense me dieron la camioneta para que yo la prepare de tal forma”. Hasta el momento eso no ocurrió o al menos los testimonios no son del todo contundentes: dicen haberlo visto al entonces poderoso y millonario comisario Juan José Ribelli con una camioneta Trafic, pero es difícil determinar si se trataba del mismo vehículo que estalló en la AMIA. Tampoco se ha roto el pacto de silencio del entorno de Carlos Telleldín. Hay una misteriosa llamada de un empresario sirio, Alberto Kanoore Edul, quien el 10 de julio, ocho días antes del atentado, se comunicó con el teléfono del Enano, como le dicen a Telleldín. Esa llamada nunca se explicó. Pero al mismo tiempo, tampoco la investigación logró pruebas contundentes sobre ese empresario, hijo de un amigo de Carlos Menem. Por ello, el juicio podría servir para que haya algún tipo de contradicción entre quienes rodeaban a Telleldín o que alguno de la familia termine contando algo.
Todo esto no es fácil: después de siete años y medio nadie se quiere meter en líos y cargarle a otro evidencias sobre el homicidio de 85 personas, más todavía si esas pruebas no fueron conseguidas por la investigación oficial. Sin embargo, no se puede descartar que la dinámica de un juicio oral, con preguntas, respuestas y repreguntas, le hagan pisar el palito a algún testigo clave.

Cómplices
Telleldín dice que le dio la camioneta a los policías y éstos sostienen que todo es una mentira. Pero aún si se probara la verdad de una de estas alternativas, faltaría agregar evidencia de que vendieron o entregaron la camioneta a terroristas sabiendo que se iba a utilizar para un crimen como el de la AMIA.
- En el caso de Telleldín, resulta al menos extraño que si sabía que la camioneta se iba a usar como coche bomba no hubiera borrado el número del motor, algo en lo que tenía mucha práctica debida a su historia de delincuente en el rubro automotor.
- En el caso de Ribelli, lo que no encaja bien es que tenía una larguísima trayectoria en extorsiones, arreglos con los delincuentes, fraudes y negocios sucios, a tal punto que recaudaba al menos 50.000 pesos por mes en su actividad delincuencial. Parece extraño que haya cortado su buen pasar sumándose a un atentado de este tipo.
Sin embargo, no se puede descartar que el entorno de Telleldín y los policías termine enfrentándose y de esa pelea surja algún dato determinante, un elemento que demuestre que entregaron la camioneta sabiendo para qué se iba usar, como lo sostienen los fiscales Eamon Mullen, José Barbaccia, Alberto Nisman y Miguel Romero.

Las instituciones
Es casi seguro que este juicio servirá –ya sirvió toda la causa judicial– para demostrar la increíble corrupción que existe en algunas de las instituciones del Estado argentino. Más allá de que Juan José Ribelli resulte condenado o no, quedará expuesta la forma en la que los policías secuestraban, armaron causas falsas, extorsionaban y terminaban arreglando con los delincuentes. Hay escuchas telefónicas que se relacionan con matanzas perpetradas por la Bonaerense y maniobras de los que supuestamente estaban investigando y que consistieron, por ejemplo, en preparar un testigo falso dentro mismo de una Brigada. Sólo por los delitos en que incurrieron oficiales como Ribelli, la pena sería altísima y el poderoso ex comisario debería quedar preso por muchos años.
Se verá también la forma increíble en que se enriquecían los funcionarios de la Policía Federal, igualmente relacionados con el negocio de los autos armados con partes robadas. También el método del borrado de pruebas y, por supuesto, la forma en que la AMIA quedó indefensa ya que ninguno de los dos policías afectados a la custodia estaban en sus puestos.

No hubo voluntad
En el juicio que empieza hoy, indudablemente se va a evaluar la calidad de la investigación. Sea cual fuere el resultado, hay elementos categóricos que se pueden citar:
- El gobierno de Carlos Menem (presidente) y Carlos Ruckauf (ministro del Interior), así como el de Eduardo Duhalde (gobernador) en la provincia de Buenos Aires no se desesperaron ni mucho menos por investigar el atentado. No hubo una presión agobiante del Ejecutivo para encontrar pruebas ni se volcó una fuerza especial de decenas de fiscales para tomarle declaración a miles de personas en los primeros días. Todas las partes involucradas reconocen que la pesquisa en los primeros años fue un desastre y es en ese momento que debió encontrarse la verdad. Estados Unidos, por ejemplo, acaba de crear un Gran Jurado que se ocupará, con miles de investigadores, de la pesquisa de los ataques del 11 de septiembre.
- El juez Juan José Galeano toleró que las policías Federal y Bonaerense prácticamente lo humillaran y jugaran con él. Muy cercano a la SIDE, el magistrado dejó pasar maniobras groseras de la central de inteligencia. En una palabra, Galeano trabajó mucho, pero prefirió mantener sus buenas relaciones con el Poder y tardó dos años –sí, 24 meses–, en detener a los policías. Además, existen ahora serias denuncias contra el magistrado por armar pruebas y destruir otras.
- Los dirigentes de la comunidad judía tampoco pusieron toda la presión que debió ponerse, a tal punto que cuando los asistentes al acto de recordación de 1997 silbaron a los ministros del menemismo, corrieron a la Casa Rosada a pedir disculpas. Los líderes de la DAIA y la AMIA quedaron sospechados de poner por sobre todas las cosas su relación con el Gobierno y buena parte de la gente creyó que su tibieza se relacionó con que estaban a la cabeza de dos bancos.
- Todos estos datos objetivos hacen a la efectividad de la investigación y de esto se habla cuando se dice que no hubo voluntad política. Este diagnóstico quedará seguramente confirmado en este juicio.

 

Daniel Sabsay *.
Una oportunidad fundamental

A más de siete años del atentado que destruyó la sede de la AMIA, finalmente dará comienzo el juicio oral. Cuánto tiempo transcurrido, qué poca credibilidad sobre los procedimientos efectuados por la instrucción. A los argentinos nos asaltan las dudas sobre el real compromiso de autoridades administrativas y judiciales en relación con la investigación de la conexión local que posibilitó el atentado. La poca transparencia del accionar oficial, la información tan a cuentagotas que con contradicciones hemos recibido a lo largo de estos años, nos hacen presumir que otra vez hemos perdido la oportunidad de cumplir con una cita clave con la verdad, enfrentando a la impunidad. Esta sensación surge, en particular, cuando comprobamos que los únicos imputados serían responsables sólo de la ejecución del atentado, nada sabemos sobre quienes lo planearon, ni de sus cómplices locales e internacionales. Sin embargo, todo juicio puede deparar grandes sorpresas, y éste tendrá lugar con el telón de fondo de una nueva tragedia que embarca al mundo en una situación bélica de consecuencias imprevisibles. Todo depende de que la dinámica que tome el proceso posibilite el “quiebre” de alguno de los acusados. Esto significa apostar a un elemento fortuito. Pero, a pesar de todos estos “déficit”, la celebración del juicio constituye en sí mismo un valor que sin lugar a dudas fortalece la consolidación de nuestras aún tan débiles instituciones de la democracia. Ojalá que en medio de tanta incertidumbre y desazón esta importante oportunidad de reencontrarnos con la justicia como valor trascendente para toda sociedad contribuya a construir el Estado de Derecho en nuestra tierra y dé un poco de sosiego a los tan sufridos familiares de las víctimas. Si ello no ocurriera, otra vez habremos perdido una oportunidad fundamental, dejando en las tinieblas el conocimiento de hechos y personas que libres de cargo y culpa continuarán amenazando la paz y la convivencia civilizada en la Argentina.
* Profesor titular de Derecho
Constitucional, UBA.

 

Diana Malamud *.
Sobre sus espaldas

El inicio del juicio oral abre una entrada a otra parte del camino. Entramos en la cuenta recesiva: hoy, lunes 24 de septiembre de 2001, es el primer día del resto de esto que llamamos causa AMIA. El mundo los estará mirando, y ésta es hoy nuestra principal esperanza. No podrán ante los ojos del mundo seguir sosteniendo tanta impunidad. Esta es la razón por la cual estamos adentro de este juicio, porque tenemos expectativas en esta nueva etapa. Servirá, nos servirá a los familiares, nos servirá a los argentinos, si el Tribunal Oral Federal Nº 3 hace su trabajo como debe y como esperamos. Valdrá la pena si no se intenta ocultar el encubrimiento, el mal desempeño, la complicidad, y los grandes negociados que han venido sucediendo en esta causa ya desde antes de aquel espantoso 18 de julio de 1994. Ya nadie podrá sostener que la instrucción del juez Galeano ha sido impecable, cuando él mismo acaba de reconocer que filmaba a imputados y testigos a escondidas y que luego destruyó los videos. ¿Quién podrá asegurarnos que no destruyó otras pruebas? ¿Quién podrá convencernos de que siguió los procedimientos que impone la ley? Este juicio servirá para que el mundo vea el minucioso trabajo de las fuerzas de seguridad para que nunca se pueda encontrar a los asesinos de la AMIA.
Hoy pesa más que nunca sobre la cabeza del juez Galeano y de los fiscales Mullen, Barbaccia y Nisman que se llegue a un juicio con tan poco. Pesa sobre ellos haber perdido miserablemente el tiempo. Pesará sobre ellos, y sobre todos los de más arriba que ellos, y sobre los de más abajo que ellos que jugaron a la obediencia debida. Y pesará sobre los de los costados que debían ser dedos acusadores y sin embargo sostuvieron esta farsa, que jamás sepamos a ciencia cierta quién mató a los muertos de la AMIA. Pesará sobre los que ejercieron el poder entonces y ahora, que nuestros familiares permanezcan por siempre sepultados bajo los escombros. Y lo que es peor, pesará sobre todos ellos los posibles y futuros atentados, porque todos ellos consintieron la impunidad. Este Tribunal Oral tiene hoy una dura y difícil prueba, nos deberá demostrar que existe una ley y que es cumplida. Nos deberán demostrar que existe castigo para los partícipes, para los cómplices y para los encubridores. Los ojos del mundo estarán puestos en ellos y lo que es peor, 85 muertos pesarán sobre sus espaldas cada día que pase y no se haga justicia.

* Miembro de Memoria Activa.

 

Hugo Ostrower *
Romper el silencio

No cabe duda de que los siniestros personajes que serán juzgados como “partícipes necesarios” del atentado han intervenido en un tramo del operativo que culminó en la masacre de 85 personas y en cientos de familias destruidas. Con su silencio y sus maniobras de simulación y distracción, amparan a “peces gordos” que se esconden y son quienes encomendaron el atentado, quienes orquestaron los preparativos, quienes realizaron la inteligencia previa y quienes siguieron con su ejecución a partir del 10 de julio de 1994. Si bien es cierto que en esta etapa se juzga sólo un eslabón de la repugnante cadena criminal, es igualmente cierto que ese eslabón ha participado en el armado de una matanza y en el ocultamiento de los demás miembros de la trama terrorista. Para nuestro derecho penal, como partícipes necesarios, les corresponde la misma pena que a los autores materiales. Y así debe ser, frente a su colaboración con el terrorismo que se prolonga en pactos de silencio.
A esta altura, resulta claro que faltó voluntad política para profundizar las investigaciones y sobraron actos de abierto sabotaje. Destinar tan sólo un puñado de hombres sin preparación ni medios para la pesquisa, como ocurrió en la causa AMIA, fue en la práctica dejar que el expediente pudiera sólo avanzar hasta cierto punto.
No obstante ello, los dramáticos momentos que atraviesa la humanidad a partir de los atentados que causaron miles de muertos en EE.UU. determinaron una nueva toma de conciencia universal: no hay más lugar para la tolerancia con las mafias, ni para el trato con narcoterroristas, ni con oscuros traficantes de armas, ni con enviados de países que sustentan organizaciones terroristas. Aunque muchos de ellos en épocas no muy lejanas se hayan alimentado de países occidentales. Tenemos fundadas esperanzas que la propia dinámica del juicio oral, además del castigo a los partícipes necesarios, dejará al descubierto elementos que nos posibilitarán avanzar a fondo, retomando asimismo el seguimiento de los tramos que no integran esta etapa del proceso. Entre ellos, el resto de la llamada “conexión local” y el componente internacional del atentado. Observadores de distintos países seguirán con atención las alternativas del juicio, por cuanto las redes del terror se extienden por todo el planeta. Tan es así que un informe emanado de la Fuerza de Tareas sobre Terrorismo y Guerra no Convencional de la Cámara de Representantes de EE.UU., agregado en 1994 a la causa AMIA (fs. 2683), ya afirmaba: “Después de los atentados de Buenos Aires y Londres se descubrió que un conductor suicida había recibido órdenes de prepararse para las operaciones en Nueva York. Si bien parecería que esta operación fue cancelada, hay temores fundados de que puede ser un preludio de lo que ocurrirá”. Desgraciadamente, los temores se convirtieron en realidad. Esperamos que el juicio oral sea sólo el comienzo de un nuevo y real impulso para el desbaratamiento de los encubrimientos y en la búsqueda de toda la verdad.

* Presidente de la AMIA.

 

OTRAS VOCES
José Hercman
(titular de la DAIA)
“En el juicio se va a tratar sólo un 10 por ciento del total del atentado, lo que tiene que ver con el episodio de la entrega de la Trafic. Si bien es un tema pequeño en la magnitud del caso, es de mucha trascendencia, porque si Carlos Telleldín o Juan José Ribelli no hubieran hecho lo que hicieron, el atentado no hubiera ocurrido. Ellos sabían que la Trafic iba a ser usada como coche-bomba y tenemos pruebas más que suficientes.”

Magdalena Ruiz Guiñazú (periodista)
“La expectativa está puesta en que alguno de los acusados se quiebre, hable y aporte datos que puedan revelar más cosas. Creo que se puede hacer un paralelo con lo que pasó con Luis Sarlenga en la causa por las armas, que cuando confesó y aportó nuevos datos generó muchísimas consecuencias. También hay que enfatizar que la nueva situación internacional generada después de los atentados en Estados Unidos genera mucha más presión sobre los acusados. Ahora se contemplará lo de la AMIA no como un hecho aislado de un país, sino como un eslabón de una cadena de sucesos mundiales”.

Sergio Widder (representante del Centro Simon Wiesenthal)
“La expectativa se basa en ver qué se puede hacer con la instrucción, que hasta ahora como sabemos todos ha sido muy criticada. Recordemos que Memoria Activa denunció ante la Organización de Estados Americanos al Estado argentino por las irregularidades en la causa y que la OEA ya aceptó el reclamo. No obstante, cuando empiezan instancias de este tipo, como el juicio, siempre pueden surgir nuevas iniciativas. Lo que puede ocurrir es un quiebre de alguno de los acusados, pero en eso tendrá mucho que ver la habilidad de los que interroguen y de las querellas.”

Luis Czyzewski (padre de una de las víctimas del atentado)
“Nosotros tenemos dos expectativas; por un lado la condena, y por el otro, que la mecánica del juicio pueda dar lugar a que en algún momento, por declaraciones, careos u otros elementos, se dé como resultado romper el pacto de silencio que hoy no tengo la menor duda de que existe. Por otro lado, es verdad que no están ni los ideólogos, ni quienes los financiaron ni los que ejecutaron ni los que diagramaron todo esto. Y me gustaría que todos aquellos que tuvieron algo que ver, los que hicieron todo lo posible por poner palos en la rueda, tengan algún tipo de castigo porque algo hicieron para que esto no siga adelante”.

Alberto Zuppi (abogado de Memoria Activa)
“Una cosa que quedará clara en el proceso es que servirá para que se evidencien los defectos en la investigación y todas las mentiras derivadas de un tribunal que dictó sus propias leyes de funcionamiento, apartándose de los códigos. Hay que recordar que nosotros hemos denunciado al Estado argentino por la actuación del juez Juan José Galeano, que, entre otras cosas, destruyó pruebas. Y lo hemos denunciado nada menos que ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Por otro lado, aunque lo más importante es que quede en claro la lamentable tarea del juez Galeano, creemos que se podrán interrogar a nuevos testigos, que aportarán cosas nuevas y que habían sido desechados antes, inexplicablemente. En realidad, también hay que decir que llegamos a este juicio por un exabrupto del tribunal, porque la instrucción no está cerrada y pese a eso, el tribunal avanzó con el proceso. Toda esta situación es lamentable”.

 

 

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