Por
Raúl Kollmann e
Irina Hauser
1
Sí, yo, que tenía un taller de chapista, tuve esa
camioneta. Me la trajo el subcomisario que está ahí sentado.
Sí, sí, ese de ahí. Me pidió que le armara
la Trafic y yo vi que después, cuando la vino a buscar el comisario,
traían una bolsas de una cosa que se parecía a la cal. Sí,
sí, igualita al explosivo éste que me está mostrando.
Esa es una de las esperanzas para el juicio oral: que aparezca alguien
que haya jugado un papel importante en el atentado contra la AMIA y aporte
un testimonio categórico, definitivo.
2 No, vean,
yo no tuve nada que ver. El que armó todo fue el comisario. El
me dijo allá en la Brigada que le entregue la camioneta a una gente
muy rara. Yo se las dejé en un estacionamiento, cerca de la Facultad
de Medicina, y después le di las llaves en un bar. Le insisto,
todo fue por orden del comisario. Esa es otra esperanza: que los
acusados se peleen entre ellos.
3 Nooo,
mire, yo estaba en la casa del Enano y él inventó toda una
historia con los policías. Pero, la verdad es otra: estaba este
hombre que era medio sirio o algo así y él le dio la camioneta
a ese. Lo vi con mis propios ojos. No se puede descartar esta variante:
que alguien del entorno de los acusados devele un secreto íntimo.
4 La verdad,
la verdad, la SIDE y la policía armaron todo esto para inventarle
un culpable a la opinión pública. Lo cierto es que se investigó
poco y nada. El Gobierno no estaba interesado, no vaya a ser que se descubriera
que el atentado fue producto de alguna promesa incumplida con el mundo
árabe. La SIDE tapó todo, a la policía se le mezclaban
los increíbles negocios oscuros que tiene y el juez Galeano quería
mantener su buena relación con la SIDE y el Gobierno. Por eso aceptó
todo, incluso cuando apenas le dieron unos 15 investigadores para esclarecer
una causa en la que en Estados Unidos, por ejemplo, hubieran trabajado
5000 hombres del FBI. No se quiso investigar y todo fue un sainete. El
juez, la SIDE y la policía deben ser procesados. Esa es la
alternativa más dramática a la que se puede llegar.
Todas estas cosas pueden ocurrir en el juicio oral por el atentado contra
la AMIA. Hasta ahora, en los siete años y medio transcurridos desde
el ataque contra la mutual judía, no hay ninguna evidencia firme
sobre los que verdaderamente perpetraron la masacre: no se sabe quién
manejaba la camioneta cuando se incrustó en la AMIA, no se conoce
por dónde entró al país, a qué grupo pertenecía,
quién lo ayudó a hacer el trabajo de inteligencia previa,
dónde se armó la camioneta con los explosivos y si se inmoló
o no en el atentado que terminó con la vida de 85 personas.
Ni la conexión local
Lo que se va a juzgar a partir de hoy en Comodoro Py no se puede
llamar ni siquiera la conexión local, porque justamente lo que
no se pudo o no se quiso encontrar fue la conexión
local verdadera, posiblemente islámica, del atentado.
u En los recientes ataques en Nueva York y Washington participaron 19
suicidas que vivían en Estados Unidos, algunos desde hace 13 años.
La mayoría hicieron sus cursos de pilotaje en la Florida en el
año 2000. Ellos eran la conexión local.
- En el anterior atentado contra las Torres Gemelas fue detenida una célula
guiada por un imán ciego, Abdel Rahmán, que también
vivía en EE.UU. desde hacía tiempo. Ellos fueron la retaguardia
del atentado.
- Una semana después del atentado contra la AMIA, hubo un ataque
en Londres. La conexión local fueron estudiantes palestinos que
vivían y estudiaban en la capital británica. En el atentado
contra la AMIA y en el anterior contra la Embajada de Israel, esa pieza
clave del rompecabezas la conexión local fundamentalista
no se encontró.
- En este juicio se intentará determinar si el delincuente Carlos
Telleldín y/o cuatro oficiales de la Policía Bonaerense
colaboraron con esa conexión local que no se sabe quién
es proveyendo el arma con la que se cometió el atentado:
la camioneta Trafic.
¿Qué camioneta?
Un motor del vehículo se encontró entre los escombros
de la AMIA. Correspondía a una camioneta propiedad de Carlos Telleldín,
que usaba motores de Trafic quemadas, mandaba robar una carrocería
y así armaba una camioneta trucha que después ponía
en venta. Telleldín dice que hombres de la Policía Bonaerense
le sacaban plata a cambio de dejarlo seguir con su negocio ilegal y como
estaba sin dinero les entregó la Trafic que tenía en ese
momento. Hay un problema: sostiene que les dio una carrocería determinada,
sólo con puerta trasera, y se habría demostrado que eso
es mentira, que el coche bomba tenía una puerta lateral. Por lo
tanto, queda en pie la pregunta ¿qué camioneta fue exactamente
la que explotó en la AMIA? Los policías dicen que Telleldín
no les dio nada. En el expediente hay pruebas categóricas de que
lo extorsionaban y le sacaron dinero para permitirle delinquir. Pero no
son igualmente sólidas las evidencias de la entrega de la camioneta
de Telleldín a los policías. Por ello, los oficiales de
la Bonaerense se mantienen firmes y repiten la pregunta ¿qué
camioneta? A nosotros no nos entregó ninguna.
Palabras salvadoras
El juicio oral que hoy empieza podría servir para probar alguna
de las dos variantes. Por ejemplo, que aparezca un testigo confiable que
diga: Los oficiales de la Bonaerense me dieron la camioneta para
que yo la prepare de tal forma. Hasta el momento eso no ocurrió
o al menos los testimonios no son del todo contundentes: dicen haberlo
visto al entonces poderoso y millonario comisario Juan José Ribelli
con una camioneta Trafic, pero es difícil determinar si se trataba
del mismo vehículo que estalló en la AMIA. Tampoco se ha
roto el pacto de silencio del entorno de Carlos Telleldín. Hay
una misteriosa llamada de un empresario sirio, Alberto Kanoore Edul, quien
el 10 de julio, ocho días antes del atentado, se comunicó
con el teléfono del Enano, como le dicen a Telleldín. Esa
llamada nunca se explicó. Pero al mismo tiempo, tampoco la investigación
logró pruebas contundentes sobre ese empresario, hijo de un amigo
de Carlos Menem. Por ello, el juicio podría servir para que haya
algún tipo de contradicción entre quienes rodeaban a Telleldín
o que alguno de la familia termine contando algo.
Todo esto no es fácil: después de siete años y medio
nadie se quiere meter en líos y cargarle a otro evidencias sobre
el homicidio de 85 personas, más todavía si esas pruebas
no fueron conseguidas por la investigación oficial. Sin embargo,
no se puede descartar que la dinámica de un juicio oral, con preguntas,
respuestas y repreguntas, le hagan pisar el palito a algún testigo
clave.
Cómplices
Telleldín dice que le dio la camioneta a los policías
y éstos sostienen que todo es una mentira. Pero aún si se
probara la verdad de una de estas alternativas, faltaría agregar
evidencia de que vendieron o entregaron la camioneta a terroristas sabiendo
que se iba a utilizar para un crimen como el de la AMIA.
- En el caso de Telleldín, resulta al menos extraño que
si sabía que la camioneta se iba a usar como coche bomba no hubiera
borrado el número del motor, algo en lo que tenía mucha
práctica debida a su historia de delincuente en el rubro automotor.
- En el caso de Ribelli, lo que no encaja bien es que tenía una
larguísima trayectoria en extorsiones, arreglos con los delincuentes,
fraudes y negocios sucios, a tal punto que recaudaba al menos 50.000 pesos
por mes en su actividad delincuencial. Parece extraño que haya
cortado su buen pasar sumándose a un atentado de este tipo.
Sin embargo, no se puede descartar que el entorno de Telleldín
y los policías termine enfrentándose y de esa pelea surja
algún dato determinante, un elemento que demuestre que entregaron
la camioneta sabiendo para qué se iba usar, como lo sostienen los
fiscales Eamon Mullen, José Barbaccia, Alberto Nisman y Miguel
Romero.
Las instituciones
Es casi seguro que este juicio servirá ya sirvió
toda la causa judicial para demostrar la increíble corrupción
que existe en algunas de las instituciones del Estado argentino. Más
allá de que Juan José Ribelli resulte condenado o no, quedará
expuesta la forma en la que los policías secuestraban, armaron
causas falsas, extorsionaban y terminaban arreglando con los delincuentes.
Hay escuchas telefónicas que se relacionan con matanzas perpetradas
por la Bonaerense y maniobras de los que supuestamente estaban investigando
y que consistieron, por ejemplo, en preparar un testigo falso dentro mismo
de una Brigada. Sólo por los delitos en que incurrieron oficiales
como Ribelli, la pena sería altísima y el poderoso ex comisario
debería quedar preso por muchos años.
Se verá también la forma increíble en que se enriquecían
los funcionarios de la Policía Federal, igualmente relacionados
con el negocio de los autos armados con partes robadas. También
el método del borrado de pruebas y, por supuesto, la forma en que
la AMIA quedó indefensa ya que ninguno de los dos policías
afectados a la custodia estaban en sus puestos.
No hubo voluntad
En el juicio que empieza hoy, indudablemente se va a evaluar la calidad
de la investigación. Sea cual fuere el resultado, hay elementos
categóricos que se pueden citar:
- El gobierno de Carlos Menem (presidente) y Carlos Ruckauf (ministro
del Interior), así como el de Eduardo Duhalde (gobernador) en la
provincia de Buenos Aires no se desesperaron ni mucho menos por investigar
el atentado. No hubo una presión agobiante del Ejecutivo para encontrar
pruebas ni se volcó una fuerza especial de decenas de fiscales
para tomarle declaración a miles de personas en los primeros días.
Todas las partes involucradas reconocen que la pesquisa en los primeros
años fue un desastre y es en ese momento que debió encontrarse
la verdad. Estados Unidos, por ejemplo, acaba de crear un Gran Jurado
que se ocupará, con miles de investigadores, de la pesquisa de
los ataques del 11 de septiembre.
- El juez Juan José Galeano toleró que las policías
Federal y Bonaerense prácticamente lo humillaran y jugaran con
él. Muy cercano a la SIDE, el magistrado dejó pasar maniobras
groseras de la central de inteligencia. En una palabra, Galeano trabajó
mucho, pero prefirió mantener sus buenas relaciones con el Poder
y tardó dos años sí, 24 meses, en detener
a los policías. Además, existen ahora serias denuncias contra
el magistrado por armar pruebas y destruir otras.
- Los dirigentes de la comunidad judía tampoco pusieron toda la
presión que debió ponerse, a tal punto que cuando los asistentes
al acto de recordación de 1997 silbaron a los ministros del menemismo,
corrieron a la Casa Rosada a pedir disculpas. Los líderes de la
DAIA y la AMIA quedaron sospechados de poner por sobre todas las cosas
su relación con el Gobierno y buena parte de la gente creyó
que su tibieza se relacionó con que estaban a la cabeza de dos
bancos.
- Todos estos datos objetivos hacen a la efectividad de la investigación
y de esto se habla cuando se dice que no hubo voluntad política.
Este diagnóstico quedará seguramente confirmado en este
juicio.
Daniel
Sabsay *.
Una oportunidad fundamental
A
más de siete años del atentado que destruyó
la sede de la AMIA, finalmente dará comienzo el juicio oral.
Cuánto tiempo transcurrido, qué poca credibilidad
sobre los procedimientos efectuados por la instrucción. A
los argentinos nos asaltan las dudas sobre el real compromiso de
autoridades administrativas y judiciales en relación con
la investigación de la conexión local que posibilitó
el atentado. La poca transparencia del accionar oficial, la información
tan a cuentagotas que con contradicciones hemos recibido a lo largo
de estos años, nos hacen presumir que otra vez hemos perdido
la oportunidad de cumplir con una cita clave con la verdad, enfrentando
a la impunidad. Esta sensación surge, en particular, cuando
comprobamos que los únicos imputados serían responsables
sólo de la ejecución del atentado, nada sabemos sobre
quienes lo planearon, ni de sus cómplices locales e internacionales.
Sin embargo, todo juicio puede deparar grandes sorpresas, y éste
tendrá lugar con el telón de fondo de una nueva tragedia
que embarca al mundo en una situación bélica de consecuencias
imprevisibles. Todo depende de que la dinámica que tome el
proceso posibilite el quiebre de alguno de los acusados.
Esto significa apostar a un elemento fortuito. Pero, a pesar de
todos estos déficit, la celebración del
juicio constituye en sí mismo un valor que sin lugar a dudas
fortalece la consolidación de nuestras aún tan débiles
instituciones de la democracia. Ojalá que en medio de tanta
incertidumbre y desazón esta importante oportunidad de reencontrarnos
con la justicia como valor trascendente para toda sociedad contribuya
a construir el Estado de Derecho en nuestra tierra y dé un
poco de sosiego a los tan sufridos familiares de las víctimas.
Si ello no ocurriera, otra vez habremos perdido una oportunidad
fundamental, dejando en las tinieblas el conocimiento de hechos
y personas que libres de cargo y culpa continuarán amenazando
la paz y la convivencia civilizada en la Argentina.
* Profesor titular de Derecho
Constitucional, UBA.
|
Diana
Malamud *.
Sobre sus espaldas
El
inicio del juicio oral abre una entrada a otra parte del camino.
Entramos en la cuenta recesiva: hoy, lunes 24 de septiembre de 2001,
es el primer día del resto de esto que llamamos causa AMIA.
El mundo los estará mirando, y ésta es hoy nuestra
principal esperanza. No podrán ante los ojos del mundo seguir
sosteniendo tanta impunidad. Esta es la razón por la cual
estamos adentro de este juicio, porque tenemos expectativas en esta
nueva etapa. Servirá, nos servirá a los familiares,
nos servirá a los argentinos, si el Tribunal Oral Federal
Nº 3 hace su trabajo como debe y como esperamos. Valdrá
la pena si no se intenta ocultar el encubrimiento, el mal desempeño,
la complicidad, y los grandes negociados que han venido sucediendo
en esta causa ya desde antes de aquel espantoso 18 de julio de 1994.
Ya nadie podrá sostener que la instrucción del juez
Galeano ha sido impecable, cuando él mismo acaba de reconocer
que filmaba a imputados y testigos a escondidas y que luego destruyó
los videos. ¿Quién podrá asegurarnos que no
destruyó otras pruebas? ¿Quién podrá
convencernos de que siguió los procedimientos que impone
la ley? Este juicio servirá para que el mundo vea el minucioso
trabajo de las fuerzas de seguridad para que nunca se pueda encontrar
a los asesinos de la AMIA.
Hoy pesa más que nunca sobre la cabeza del juez Galeano y
de los fiscales Mullen, Barbaccia y Nisman que se llegue a un juicio
con tan poco. Pesa sobre ellos haber perdido miserablemente el tiempo.
Pesará sobre ellos, y sobre todos los de más arriba
que ellos, y sobre los de más abajo que ellos que jugaron
a la obediencia debida. Y pesará sobre los de los costados
que debían ser dedos acusadores y sin embargo sostuvieron
esta farsa, que jamás sepamos a ciencia cierta quién
mató a los muertos de la AMIA. Pesará sobre los que
ejercieron el poder entonces y ahora, que nuestros familiares permanezcan
por siempre sepultados bajo los escombros. Y lo que es peor, pesará
sobre todos ellos los posibles y futuros atentados, porque todos
ellos consintieron la impunidad. Este Tribunal Oral tiene hoy una
dura y difícil prueba, nos deberá demostrar que existe
una ley y que es cumplida. Nos deberán demostrar que existe
castigo para los partícipes, para los cómplices y
para los encubridores. Los ojos del mundo estarán puestos
en ellos y lo que es peor, 85 muertos pesarán sobre sus espaldas
cada día que pase y no se haga justicia.
*
Miembro de Memoria Activa.
|
Hugo
Ostrower *
Romper el silencio
No
cabe duda de que los siniestros personajes que serán juzgados
como partícipes necesarios del atentado han intervenido
en un tramo del operativo que culminó en la masacre de 85
personas y en cientos de familias destruidas. Con su silencio y
sus maniobras de simulación y distracción, amparan
a peces gordos que se esconden y son quienes encomendaron
el atentado, quienes orquestaron los preparativos, quienes realizaron
la inteligencia previa y quienes siguieron con su ejecución
a partir del 10 de julio de 1994. Si bien es cierto que en esta
etapa se juzga sólo un eslabón de la repugnante cadena
criminal, es igualmente cierto que ese eslabón ha participado
en el armado de una matanza y en el ocultamiento de los demás
miembros de la trama terrorista. Para nuestro derecho penal, como
partícipes necesarios, les corresponde la misma pena que
a los autores materiales. Y así debe ser, frente a su colaboración
con el terrorismo que se prolonga en pactos de silencio.
A esta altura, resulta claro que faltó voluntad política
para profundizar las investigaciones y sobraron actos de abierto
sabotaje. Destinar tan sólo un puñado de hombres sin
preparación ni medios para la pesquisa, como ocurrió
en la causa AMIA, fue en la práctica dejar que el expediente
pudiera sólo avanzar hasta cierto punto.
No obstante ello, los dramáticos momentos que atraviesa la
humanidad a partir de los atentados que causaron miles de muertos
en EE.UU. determinaron una nueva toma de conciencia universal: no
hay más lugar para la tolerancia con las mafias, ni para
el trato con narcoterroristas, ni con oscuros traficantes de armas,
ni con enviados de países que sustentan organizaciones terroristas.
Aunque muchos de ellos en épocas no muy lejanas se hayan
alimentado de países occidentales. Tenemos fundadas esperanzas
que la propia dinámica del juicio oral, además del
castigo a los partícipes necesarios, dejará al descubierto
elementos que nos posibilitarán avanzar a fondo, retomando
asimismo el seguimiento de los tramos que no integran esta etapa
del proceso. Entre ellos, el resto de la llamada conexión
local y el componente internacional del atentado. Observadores
de distintos países seguirán con atención las
alternativas del juicio, por cuanto las redes del terror se extienden
por todo el planeta. Tan es así que un informe emanado de
la Fuerza de Tareas sobre Terrorismo y Guerra no Convencional de
la Cámara de Representantes de EE.UU., agregado en 1994 a
la causa AMIA (fs. 2683), ya afirmaba: Después de los
atentados de Buenos Aires y Londres se descubrió que un conductor
suicida había recibido órdenes de prepararse para
las operaciones en Nueva York. Si bien parecería que esta
operación fue cancelada, hay temores fundados de que puede
ser un preludio de lo que ocurrirá. Desgraciadamente,
los temores se convirtieron en realidad. Esperamos que el juicio
oral sea sólo el comienzo de un nuevo y real impulso para
el desbaratamiento de los encubrimientos y en la búsqueda
de toda la verdad.
*
Presidente de la AMIA.
|
OTRAS
VOCES
|
José Hercman
(titular de la DAIA)
En el juicio se va a tratar sólo un 10 por ciento del
total del atentado, lo que tiene que ver con el episodio de la entrega
de la Trafic. Si bien es un tema pequeño en la magnitud del
caso, es de mucha trascendencia, porque si Carlos Telleldín
o Juan José Ribelli no hubieran hecho lo que hicieron, el atentado
no hubiera ocurrido. Ellos sabían que la Trafic iba a ser usada
como coche-bomba y tenemos pruebas más que suficientes.
Magdalena Ruiz Guiñazú (periodista)
La expectativa está puesta en que alguno de los acusados
se quiebre, hable y aporte datos que puedan revelar más cosas.
Creo que se puede hacer un paralelo con lo que pasó con Luis
Sarlenga en la causa por las armas, que cuando confesó y
aportó nuevos datos generó muchísimas consecuencias.
También hay que enfatizar que la nueva situación internacional
generada después de los atentados en Estados Unidos genera
mucha más presión sobre los acusados. Ahora se contemplará
lo de la AMIA no como un hecho aislado de un país, sino como
un eslabón de una cadena de sucesos mundiales.
Sergio Widder (representante
del Centro Simon Wiesenthal)
La
expectativa se basa en ver qué se puede hacer con la instrucción,
que hasta ahora como sabemos todos ha sido muy criticada. Recordemos
que Memoria Activa denunció ante la Organización de
Estados Americanos al Estado argentino por las irregularidades en
la causa y que la OEA ya aceptó el reclamo. No obstante,
cuando empiezan instancias de este tipo, como el juicio, siempre
pueden surgir nuevas iniciativas. Lo que puede ocurrir es un quiebre
de alguno de los acusados, pero en eso tendrá mucho que ver
la habilidad de los que interroguen y de las querellas.
Luis Czyzewski (padre
de una de las víctimas del atentado)
Nosotros
tenemos dos expectativas; por un lado la condena, y por el otro,
que la mecánica del juicio pueda dar lugar a que en algún
momento, por declaraciones, careos u otros elementos, se dé
como resultado romper el pacto de silencio que hoy no tengo la menor
duda de que existe. Por otro lado, es verdad que no están
ni los ideólogos, ni quienes los financiaron ni los que ejecutaron
ni los que diagramaron todo esto. Y me gustaría que todos
aquellos que tuvieron algo que ver, los que hicieron todo lo posible
por poner palos en la rueda, tengan algún tipo de castigo
porque algo hicieron para que esto no siga adelante.
Alberto Zuppi (abogado de Memoria Activa)
Una cosa que quedará clara en el proceso es que servirá
para que se evidencien los defectos en la investigación y
todas las mentiras derivadas de un tribunal que dictó sus
propias leyes de funcionamiento, apartándose de los códigos.
Hay que recordar que nosotros hemos denunciado al Estado argentino
por la actuación del juez Juan José Galeano, que,
entre otras cosas, destruyó pruebas. Y lo hemos denunciado
nada menos que ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos. Por otro lado, aunque lo más importante es que quede
en claro la lamentable tarea del juez Galeano, creemos que se podrán
interrogar a nuevos testigos, que aportarán cosas nuevas
y que habían sido desechados antes, inexplicablemente. En
realidad, también hay que decir que llegamos a este juicio
por un exabrupto del tribunal, porque la instrucción no está
cerrada y pese a eso, el tribunal avanzó con el proceso.
Toda esta situación es lamentable.
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