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Cuando al mejor aliado le da un poco de miedo

Por Brian Whitaker
Desde Londres

Arabia Saudita, temerosa de agitar conflictos internos que durante mucho tiempo contuvo con éxito, rechazó ayer un pedido norteamericano de usar sus bases aéreas para apoyarse en su ofensiva contra Osama bin Laden. La negativa llegó unas pocas horas después de que Estados Unidos anunciara que había abierto un centro de operaciones y control en la base aérea de Príncipe Sultán, al sur de la capital saudita de Riad, y elogiara al rey por su “excelente” cooperación militar. Los funcionarios sauditas anunciaron que las fuerzas norteamericanas no podrán usar la base para organizar sus ataques de represalia. “Arabia Saudita no aceptará ninguna violación a su seguridad nacional, pero respalda completamente toda acción dirigida a erradicar el terrorismo y sus causas”, dijo un funcionario, que prefirió no ser identificado.
Arabia Saudita, un país con el 25 por ciento de las reservas conocidas del petróleo mundial, tiene una enorme importancia estratégica y diplomática para Estados Unidos. Los funcionarios norteamericanos esperan que este apoyo ayudará a que los países árabes y musulmanes mitiguen sus críticas a Estados Unidos. Pero ayer el alcance y la naturaleza del apoyo saudita resultaba confuso a causa de la declaración del gobierno de Riad, que debe tener en cuenta la reacción de los sauditas que apoyan a Bin Laden e incluso colaboran en financiarlo. De acuerdo con una de los cálculos, el 80 por ciento de los reclutas de la red de Bin Laden vienen de la monarquía saudita.
“El síndrome Bin Laden es fuerte en Arabia Saudita”, dijo Mai Yamani, un antropólogo social saudita. “Hablo con gente joven, y, para mi sorpresa, están muy satisfechos con Osama, porque según ellos es el único que está en contra de la hegemonía norteamericana.” El reino es uno de los dos únicos países que reconoce al régimen de los talibanes en Afganistán. El otro es Pakistán. En cuanto a los Emiratos Arabes Unidos, le retiraron su reconocimiento durante el fin de semana.
Según el FBI, hasta 13 de los secuestradores involucrados en los atentados del 11 de septiembre eran sauditas. Aunque tres o cuatro de esos nombres parecen ser en realidad meras identidades robadas, fuentes musulmanas dicen que la mayoría de los reclutas que Bin Laden hizo en los últimos años proviene de Arabia o de los Estados vecinos en el Golfo. El ministro saudita del Interior, el príncipe Nayef, dijo ayer que siete sauditas nombrados por el FBI eran inocentes.
El nivel de apoyo para los grupos radicales islámicos, incluyendo el de Bin Laden, nunca se discute en público por las autoridades saudíes. “No quieren admitir que tienen un problema de disidencia”, dijo Josh Mandel, de Control Risks, que asesora a empresas sobre riesgos internacionales. Su consultora ubica a Arabia Saudita, junto a Kuwait, en la segunda de tres categorías de riesgo, detrás de Afganistán, Irak, y Yemen. “Esta categoría de alto riesgo se explica –dijo Mandel–, por las conexiones de Bin Laden y el hecho de que el apoyo popular a los grupos islámicos es mayor de lo que piensa la gente.”
La presencia militar norteamericana en el reino siempre fue controvertida entre los musulmanes, que consideran que la península arábiga es Tierra Santa, que no debe ser profanada por quienes no creen en la fe del Islam. En 1990, cuando parecía que Irak podía intentar invadir Arabia Saudita como había hecho con Kuwait, el rey Fahd quebró la tradición y autorizó el ingreso de las fuerzas norteamericanas. “A pesar de todos los miles de millones de dólares gastados en armas de última generación, cuando llegó el momento, resultó que la primera –y única– defensa de los árabes era Estados Unidos”, dijo un ex diplomático británico en la región. “Era humillante, y eso tocó una cuerda entre los árabes. El que aprovechó eso fue Bin Laden.” Después de la Guerra del Golfo las tropas norteamericanas siguieron en Arabia, como parte de una política de contención respecto de Irak. Saad al-Fagih, del grupo opositor basado en Londres Movimiento por la Reforma Islámica en Arabia, dijo: “La insistencia del gobierno saudita en mantener en su territorio las tropas norteamericanas es visto como un insulto y una afrenta a los musulmanes. La gente cree que Estados Unidos colabora con la monarquía para saquear las riquezas nacionales”. El doctor Fagih sostiene que cuatro quintos de los reclutas de bin Laden en los últimos tres años eran sauditas.
Un experto británico en movimientos islámicos no estuvo de acuerdo con la cifra, pero sí con la tendencia general. En Arabia, sostiene, la oposición interna colapsó. “Los que se sienten atraídos a militar por causas radicales perdieron su voz. No pueden participar activamente en el interior del país, por lo que se dirigen al exterior, pero a menudo están inspirados por circunstancias de su propio país”, explicó. El experto, que pidió no ser identificado, agregó que la interpretación del Islam a la que adhieren los musulmanes radicalizados es una de las más literales y puritanas. Varios de los sospechosos mencionados por el FBI provienen de grupos socialmente marginados en el reino, en particular de las provincias sudoccidentales de Asir y Najran, donde mucha gente –como bin Laden– son de ascendencia yemenita. Entre ellos triunfaron las interpretaciones más rigoristas del Islam.
Además de proveer hombres a las milicias de Bin Laden, los sauditas también aportan el dinero. El principio islámico llamado zakat obliga a los creyentes a donar el 2,5 de las ganancias anuales a asociaciones caritativas. Muchos árabes respetables donan así a los grupos terroristas de Bin Laden. El gobierno trató de aumentar su control sobre el destino de estas donaciones. Ahora Estados Unidos pedirá una nueva vuelta de tuerca en ese control. Ojalá que no sea visto como una nueva injuria al Islam.

 

 

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