Para
muchos, será recordado como un hombre de fuertes y polémicas
convicciones políticas, siempre reflejadas a través de sus
actitudes en la vida. Quienes hayan tenido la oportunidad de verlo o escucharlo,
privilegiarán su notable talento como violinista. Unos y otros,
en definitiva coincidirán en que la muerte de Isaac Stern, ocurrida
anteanoche a la edad de 81 años por una insuficiencia cardíaca
en la ciudad de Nueva York, constituye una gran pérdida para la
cultura.
Procedente de Ucrania, Stern llegó a Estados Unidos a los diez
meses. Tenía ocho años cuando empezó su aprendizaje
de violín y en 1933 debutó como solista. Saltó definitivamente
a la fama con su primer concierto en el Carnegie Hall, en 1943. Celebrado
por sus interpretaciones de Beethoven y Brahms, en su repertorio figuraban
también compositores modernos como Paul Hindemith, Bela Bartok
o Alban Berg. Entre sus numerosas distinciones hay varios premios Grammy,
doctorados honoris causa en Israel y Estados Unidos, así
como el Premio Polar 2000, que la Academia Sueca de Música concedió
a Isaac Stern y a esa leyenda del rock que es Bob Dylan. La música
es un instinto primigenio humano, dijo una vez Stern. La música
despierta, estimula la inteligencia, la fantasía y el pensamiento
lógico, pero, sobre todo, quien hace música aprende
a no odiar. Fue el primer músico estadounidense en ofrecer
su arte en la Unión Soviética después de 1945.
La vida del artista ucraniano estuvo sembrada de actitudes de profundo
compromiso con la realidad socio-política de su época. En
la década del 60 fue una de las celebridades que luchó por
la conservación del Carnegie Hall, amenazado de demolición
según algunos planes urbanísticos de la ciudad. Con la misma
pasión, al producirse los conflictos árabe-israelíes,
en señal de protesta canceló todos los conciertos planeados
y en su lugar tocó para los soldados israelíes. Stern, de
origen judío, se resistió durante años a llevar su
música a territorio alemán hasta que, en 1999, aceptó
trasladarse por primera vez a aquel país por invitación
de la Orquesta Filarmónica de Colonia. Sin embargo, para mantener
el juramento de no dar jamás un concierto en Alemania, se limitó
a dictar un curso de música de cámara en la Escuela Superior
de Música de Colonia. Curiosamente, sus dos hijos dirigen orquestas
alemanas y están casados con mujeres de esa nacionalidad. ¿Por
qué tendrían que llevar ellos también mi dolor?,
señalaba Stern, quien explicaba así su decisión de
no tocar en Alemania: Fueron precisamente los descendientes de Beethoven,
Bach y Brahms quienes, al invadir las tropas alemanas la Unión
Soviética, mataron a todos los miembros de la familia Stern, hasta
mis últimos primos lejanos.
En 1973 creó el Centro de Música de Jerusalén, una
escuela de talentos de la cual salieron grandes nombres como Pinchas Zukerman,
Itzhak Perlman o Shlomo Mintz. Su película De Mao a Mozart, filmada
en China, fue premiada en 1981 con un Oscar como contribución al
acercamiento de las culturas occidentales y orientales.
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