Por
Patricia Chaina
En
los Estados Unidos hoy es muy difícil el disenso, explica
Nelson Castro. Pero sólo atendiendo ese disenso habría
una opción real para frenar el accionar terrorista. El inquietante
diagnóstico, y su argumentación, se ubican en la punta del
iceberg informativo con el que el periodista regresó a Buenos Aires
luego de 11 días de trabajo en Nueva York, en el epicentro de un
hecho lamentablemente histórico, como considera los
atentados el 11 de setiembre. Castro tuvo el privilegio de estar en el
lugar indicado en el momento justo fui a dar conferencias
a estudiantes universitarios y, por su profesionalidad y su
capacidad de análisis, se convirtió en el nexo ideal entre
los televidentes argentinos y el caos provocado por los ataques suicidas.
Quisimos mostrar cómo había cambiado la vida en la
ciudad, qué opinaba el ciudadano común. Ahí se aprecia
el impacto de un atentado como éste para una ciudad cosmopolita,
y para un país como EE.UU., detalla Castro en diálogo
con Página/12, sobre su trabajo simbiótico para
radio La Red, el canal de noticias TN y Canal 13. Desde ahí buscó
un ángulo que no necesitó encuadrarse bajo el acuerdo
tácito de la televisión que homogeiniza las formas
y los contenidos de la cobertura de esos hechos. Esa mañana
yo estaba todavía en Nueva York, pronto a viajar a Washington,
esperando un llamado de Buenos Aires para organizar el programa, y ellos
me avisaron que había pasado algo en Wall Street, recuerda.
Fue doblemente impactante para mí porque, por un lado, la
tarde anterior yo había estado ahí, en el piso 48, donde
tengo contactos, hablando con gente sobre la situación de la Argentina.
Pero también por la angustia de saber qué había pasado,
porque todavía no se sabía. Había la presunción
de un atentado, pero nada lo había confirmado. Estaba saliendo
al aire para la radio cuando vino el segundo avión y lo vimos impactar
contra la torre. En ese momento, Estados Unidos se paralizó durante
una hora. A las diez menos cuarto ocurrió lo del Pentágono
y se bloqueó todo. Porque en una torre estaba la antena de una
compañía de teléfonos, y en otra elementos importantes
de comunicación de la ciudad. Pero se bloqueó también
por las llamadas, hacia fuera y hacia adentro. Era imposible.
¿A qué distancia estaba usted del centro de Manhattan?
A unas ochenta cuadras del World Trade Center. Hice una subida al
último piso del hotel y se veía, y ya podía sentirse
ese olor irrespirable. Además, a media tarde se levantó
un viento del sur que trajo de la ciudad una nube gris que opacó
todo. Parecía... el día después del Apocalipsis,
realmente. Por la tarde, en la Quinta Avenida habían muy pocas
personas: periodistas, turistas, gente que se quedó por su trabajo
un poco más. Nueva York desolada.
¿Cómo vio justamente el día después?
Era una cosa espectral. Cayendo el día, fui al lugar del
atentado y la atmósfera era irrespirable. Se veía la ciudad
totalmente oscura y mucha gente en la calle con valijas, tratando de ir
con sus pertenencias a casas de amigos, de familiares, a albergues. De
todos modos me llamó mucho la atención que no había
pánico: sí gente shockeada, algunos episodios de saqueo
y una gran cantidad de voluntarios. Ese día empezó a tomarse
noción de los bomberos desaparecidos y a dimensionarse la tragedia,
porque en los hospitales (pasé por dos de los más cercanos
al WTC) no había muchos heridos: en uno 80, en otro 20. Hubo pocos
sobrevivientes.
¿Cuál fue su premisa de trabajo cuando comenzó
a transmitir con datos más certeros?
La idea era mostrar el cambio de vida en la ciudad y qué
opinaba el ciudadano común. Ahí se aprecia el impacto de
un atentado de estas características para una ciudad como Nueva
York, tan cosmopolita, y para un país como ése. Si algo
hay que destacar es que si bien la ciudad esotra, tiene un ritmo más
calmo y menos gente. La que queda no está llorando por la calle.
Por lo que se vio en cadenas estadounidenses como CNN, en sus informes
hubo cierta austeridad sobre lo emocional de la tragedia. ¿Qué
explicación le encuentra?
Que otra premisa sobre la que trabajamos fue la cautela en el manejo
informativo. Desde los medios, allá, hubo un enfoque excesivo y
exagerado de algunas cosas. Había una situación emocional
muy fuerte. Pero una situación racional fuerte también iba
imponiéndose. En los Estados Unidos hoy disentir es complicado
y esa es una de las causas en la uniformidad de la información
que se ve por televisión. No es tan así en los diarios.
Pero los canales, los primeros tres días no pasaron publicidad.
Se ofreció muy poca información y a cambio muchas palabras.
La de los canales fue una reacción entendible, pero de poco aporte
informativo y con ninguna posibilidad de incorporar voces diferentes a
las del discurso del gobierno.
¿Usted cree que esto afecta la evaluación de los atentados?
Quizá a sus consecuencias. Porque todos repudiamos los atentados,
pero la forma de reaccionar hay que manejarla con cuidado. Esta dificultad
para que se acepten analizar los hechos, en la medida que lo emocional
vaya dejando paso a lo racional, va a disiparse. Va a surgir más
definido un pensamiento crítico. No es cosa de arrasar con Afganistán,
que ya está arrasado. No creo que esa sea la solución. Y
para uno que estaba allá, esa maniobra informativa era muy evidente.
Que la situación potencie el nacionalismo estadounidense
¿es grave para las minorías que viven en el país?
La convivencia entre representantes de diferentes etnias es sin
duda uno de los graves problemas derivados de los atentados. Es muy difícil
ahora para los musulmanes y para los afganos, por las reacciones antagonistas,
para los árabes y los árabes americanos, convivir con americanos
muy de derecha.
¿Cuáles fueron los puntos de apoyo para la gente en
medio del caos?
La actitud no derrotista de los hombres y las mujeres, que decían
es un muy mal momento, pero vamos a salir adelante. La enorme
gratitud con la policía y los bomberos. Los chicos se paran con
sus padres y le agradecen a los bomberos por el trabajo que hacen. Las
maestras lo enseñan en las escuelas. Esa forma de reacción,
de amor al país, permite ver una firme convicción: De
esto nos vamos a recuperar. Sobre todo cuando uno ve ese proceso,
comparativamente y tomando adecuada distancia, respecto a lo que pasó
aquí con la AMIA y la embajada de Israel. Es interesante como diferencia.
¿Considera posible llegar a un equilibrio respecto a la lucha
contra el terrorismo, a partir de ahora?
Es dificil. Entre las voces de alerta que reproduje, destaco sobre
todo la de un demócrata integrante de la Comisión de Justicia,
que dijo: Todos repudiamos el terrorismo, pero ahora hay que tener
cuidado con el cercenamiento de las libertades civiles, porque si alguien
pretende terminar con 200 años de vigencia de la Constitución
vamos a vernos en muy graves problemas, y ese sería el verdadero
triunfo del terrorismo. Coincido plenamente con él. Eso puede
generar más actos de terrorismo, más fanatismo, ya sea por
causa religiosa, como por causas tan nacionalistas que lindan con el fascismo,
en casos donde la emoción prima sobre la razón. Habría
que entender también que hoy lo que esta cambiando es el lenguaje,
más allá del discurso del presidente Bush ante el Congreso.
El Secretario de Defensa habló de combate: Tenemos
que combatir, dijo. Pero no sé si lo que hay que hacer es
combatir. Otra palabra es guerra, hacia allí van las
tropas ahora, pero no sé si lo que tenemos que hacer esuna guerra.
Justamente, un General del Pentágono dijo: Seamos muy prudentes:
no nos olvidemos de Vietnam.
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