Por
Arturo Carvajal *
Cinco
años atrás entrevisté a Gregory Green, un joven y
ya exitoso artista, que vive en Nueva York. La entrevista tuvo lugar en
la Galería de Max Protetcht en el Soho, donde Gregory tenía
en ese momento una muestra. En el espacio principal había un extraño
artefacto, por llamarlo de algún modo, casi tan alto como una persona.
Junto a él, y cruzando en diagonal todo el enorme loft, había
un misil. El nombre del misil era Big Bertha, como el del cañón
gigantesco que los alemanes
construyeron durante la Primera Guerra Mundial. El otro aparato, según
Gregory, era una bomba nuclear. Ambas piezas, según dijo, eran
técnicamente completas. Ambas habían sido construidas con
materiales comprados básicamente por correo e información
disponible, en muchos casos en Internet. En el caso del artefacto
nuclear, lo único que faltaba era la carga misma de plutonio enriquecido
(en cuyo lugar el artista había colocado una pelota de béisbol)
y la pólvora que requerían los disparadores para iniciar
el proceso de fisión. Yo había visto un par de años
antes otra instalación de Gregory, también en el Soho. Entrando
en la galería uno encontraba una especie de desordenado taller
de artista, que ocupaba toda la sala. El galerista me explicó que
se trataba de una reproducción ficticia pero rigurosa de un taller
de bombas artesanales de un imaginario grupo terrorista. Era muy dramático
y creíble, como si los terroristas hubieran salido hacía
un instante a tomar un café. Lo más impresionante era lo
familiar de los envases comerciales de los insumos e ingredientes. Muchas
de esas inocentes cajas de cartón tenían un aire totalmente
familiar, y podrían ser parte de las compras de cualquier hogar
norteamericano.
Gregory trataba de advertirnos sobre el potencial para la violencia y
el caos en un mundo donde el acceso a la tecnología y los materiales
que hasta hace poco era privativo de los grandes estados nacionales, y
en algunos casos solo las superpotencias, se han vuelto accesibles a todo
el mundo. En tal contexto, el uso de la violencia como mecanismo de ajuste
de conflictos entre naciones,
grupos y minorías de distinto orden debía, según
él, ser reconsiderado. Durante la entrevista, el artista se refirió
a la violencia como una herramienta de cambio social obsoleta y moralmente
fallida, por decir lo menos. Mencionó ejemplos de revoluciones
recientes, relativamente pacíficas, como la caída de la
Unión Soviética, particularmente si se la compara con sus
violentos inicios, ochenta años. También surgieron en la
conversación temas como la caída de las dictaduras latinoamericanas,
particularmente el proceso que llevó al plebiscito que finalmente
desalojó del poder a Augusto Pinochet en Chile. El Movimiento de
Derechos Civiles en los EE.UU. y la independencia de la India también
vinieron a cuento como ejemplos tempranos y paradigmáticos.
Desafortunadamente, el lado oscuro de la predicción de Gregory
pareció cumplirse el martes 11 de septiembre. Construir bombas
o tomar clases de vuelo son sólo algunas de las opciones disponibles
para los grupos terroristas, en el complejo, interdependiente y técnicamente
sofisticado mundo en que vivimos.
Sería deseable que George W. Bush y sus asesores tuvieran una oportunidad
de ver la obra de Gregory
Green, mientras se preparan para la guerra en nombre de la Civilización
contra lo que ellos han etiquetado como el Mal. Las posibilidades
de que estén tratando de cazar un fantasma no son pocas. Del modo
que Green lo presenta, es perfectamente imaginable que una pequeña
célula de fanáticos pueda, con conocimiento y recursos fácilmente
accesibles, construir un aparato parecido a los que él construye,
pero real y letal; instalarlo en Nueva York u otra ciudad a su elección,
poner en marcha un detonador, tomar un avión a cualquier otro lugar
de la Tierra y verlo todo en vivo por televisión, como el 11 de
septiembre. De ser así, hay buenas razones par preguntarse si la
repuesta militar en ciernes, va a ser capaz de prevenir más horrores,
o va acontribuir a hacerlos reaparecer una y otra vez. Tal vez la verdadera
batalla debiera ser más silenciosa, lenta y sutil. Esta es la batalla
por la erradicación de la violencia como mecanismo de cambio político
y social. Los artistas, intelectuales y profesionales de la industria
de la cultura y los medios podrían tener un rol fundamental.
* Director de la galería C/C. La entrevista con Gregory Green puede
verse en video en la galería, con cita previa al 15 53296746 o
al e-mail [email protected]
Natural
y artificial
Naturaleza artificial es el título de la muestra
sobre paisaje, entorno y naturaleza que se presenta desde ayer y
hasta fines de octubre en el Centro de Exposiciones de La Casona
de los Olivera, en Parque Avellaneda.
Paralelo a la serie de exposiciones de arte digital, fotografías,
instalaciones y objetos en La Casona, se realizarán presentaciones
de videoarte, Net Art y animación digital en la sala de proyecciones
y un ciclo de conciertos de música electrónica al
aire libre llamado Meditación electrónica.
El concepto general del evento es mostrar las diferentes posiciones
de los artistas contemporáneos frente a los cambios perceptivos
producidos por la tecnología y su influencia en el arte actual.
Los expositores son Florencia Cacciabue: fotografías, objetos;
Silvia Gurfein: fotografías, Livio De Luca: fotografías,
instalación; Gabriel Baggio: fotografías, arte digital;
Miguel Harte: objeto; Nushi Muntaabski: instalación; Martín
Calcagno: instalación; Mara Facchin: arte digital; Andrea
Racciatti: fotografía; Daniel Trama: fotografía; Mariaugusta
Vintimilla: objetos. NET ART y animación digital: Mónica
Jacobo y Mariela Yeregui y Gabriela Francone (arte digital).
Tandil-Bahía
y Mardel
El sábado se inauguró en el la Biblioteca Rivadavia
de Tandil (San Martín, 516), una muestra de artistas jóvenes
de esa ciudad, Mar del Plata y Bahía Blanca. La exposición
incluye objetos, instalaciones, videos y fotografías de Sandra
Biondi, Mariano Constantini, Nilda Rosemberg (Bahía Blanca),
Claudia García Llorente, Matías Duville, Nicolás
Robbio y Livio de Luca (Mar del Plata); María Inés
Szigety y Guillermo Irurzun (Tandil). Existen en estas ciudades
afirma el artista plástico y director del Museo de
Bellas Artes de Tandil, Cristian Segura importantes grupos
de artistas emergentes que viven y crean allí, pese a formar
parte de un país fuertemente centralizado y dependiente de
los centros de legitimación. Esta selección es una
muestra parcial de la creciente producción de las nuevas
generaciones de artistas del interior de la provincia de Buenos
Aires y constituye una afirmación del relativismo artístico
de la actualidad. La muestra sigue hasta el 5 de octubre.
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SEMANA
DE EXPOTRASTIENDAS EN EL BORGES
Las
evaluaciones a futuro
Por
Fabián Lebenglik
Ayer
finalizó la primera muestra Expotrastiendas, organizada
con gran esfuerzo por la Asociación Argentina de Galerías
de Arte (AAGA). Dos de los organizadores más visibles fueron Alvaro
Castagnino y Pelusa Borthwick.
La experiencia tuvo lugar en el Centro Borges, con la participación
de 35 galerías que presentaron alrededor de 400 obras de artistas
plásticos históricos, tanto como consagrados y jóvenes.
Como parte del evento se incluyeron dos extensas muestras de Leopoldo
Presas y de Santiago Cogorno, que seguirán en el Centro Borges
hasta fin de octubre, por lo menos.
A la exposición de AAGA, auspiciada por la Secretaría de
Cultura de la Nación y la Secretaría de Cultura de la Ciudad
de Buenos Aires, se sumaron espacios institucionales del Fondo Nacional
de las Artes (y de Ojo al País), de la Dirección General
de Museos de la Ciudad de Buenos Aires -con un buen stand en el que había
piezas de los ocho museos que de ella dependen, de la Academia Nacional
de Bellas Artes, la Fundación Arte BA, el Consejo Federal de Inversiones,
la Secretaría de Cultura de la Nación, el Museo Nacional
de Bellas Artes y el Banco Ciudad de Buenos Aires.
Expotrastiendas, que recibió miles de visitantes en
sólo una semana, y produjo algunas ventas, también contó
con un ciclo de debates a cargo de directores de museos e instituciones,
funcionarios del área de cultura, galeristas, críticos y
artistas. El programa cultural estuvo a cargo de Rosa María Ravera.
Más allá de quienes no se sumaron a la exposición
notoriamente, la galería Ruth Benzacar o de los espacios
que amontonaron ansiosamente la obra exhibida, así como de aquellos
espacios que se presentaron como galerías y no lo son, etc., etc.,
es evidente que la próxima versión va requerir de un comité
de selección para evaluar cada propuesta. De ese modo las galerías
que hacen bien las cosas no se verán contaminadas por las que no
saben o no pueden: cuánto más se suba la vara de la calidad,
mejores serán los resultados.
La cuestión central de esta primera experiencia es evaluar si Buenos
Aires, además de la ya consolidada Arte BA, soporta una segunda
muestra anual de galerías, especialmente desde el punto de vista
del mercado.
Esta primera edición con sus aciertos y falencias,
realizada en medio de una crisis que avanza en progresión geométrica,
no cuenta con los contextos local ni externo adecuados como para sacar
conclusiones definitivas y hacer pronósticos. Por lo tanto habrá
que esperar como mínimo otro año otra edición
para generar hipótesis tentativas.
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