Por Eduardo Febbro
Desde
Islamabad
Hamid Mir tiene un puñado
de recuerdos imborrables. A sus 36 años, este periodista paquistaní,
redactor en jefe del diario Ausaf, que publica informaciones detalladas
sobre los movimientos islamistas, es una de las personas que, a su manera,
frecuentó con más asiduidad a Osama bin Laden. Hamid Mir
se entrevistó dos veces con él: la primera en 1997, cuando
le hizo una entrevista; la segunda en 1998, cuando Bin Laden lo acorraló
para que escribiera su biografía. Ese segundo encuentro, que remonta
a mayo de 1998, se realizó en una de las bases clandestinas que
Bin Laden tenía en las cercanías del aeropuerto de Kandahar.
Construida en forma de túneles bajo los escombros de un pueblito
derruido para evitar ser detectado por los aviones norteamericanos, la
madriguera sirvió de marco de una cumbre en el curso de la cual
el millonario saudita le pidió amablemente a Mir que
escribiera su vida.
Mir ya había pasado a la posteridad en Pakistán al escribir
una biografía sobre uno de los personajes que Bin Laden más
admira, el ex primer ministro paquistaní Zulficar Ali Bhutto, asesinado
en un atentado que, en ese encuentro, Laden atribuyó a la CIA.
Cuando me ofreció escribir su biografía no pude negarme.
Estaba en sus manos. Conocía cada detalle de mi vida. ¿Qué
iba a hacer? Sin embargo, le advertí que era periodista y que no
podría escribir si me dictaban el texto. Bin Laden aceptó
y fijó sus propias condiciones: el manuscrito tenía que
pasar por sus manos antes de ser publicado y los derechos de autor se
repartirían entre ambos. Para Mir los derechos del inglés
y del urdú la lengua oficial de Pakistán, para
Bin Laden el resto de los derechos, es decir, el árabe, el español,
el francés, el japonés, etc. Casi el mundo entero. Bin
Laden es un hombre de negocios que controla cada peso, cuenta Mir.
Su biógrafo casi forzado lo interrogó sobre
la razón que lo había llevado a declarar la guerra santa
contra Estados Unidos y le recordó que en Estados Unidos había
muchos musulmanes y que el Corán prohíbe matar a niños
inocentes. Bin Laden le dijo: Mientras los israelíes matan
a niños inocentes en el Líbano y en Palestina, ¿por
qué los judíos y los musulmanes inocentes de EE.UU. se callan
la boca? Su silencio los hace cómplices. Entonces tenemos que matarlos.
Mir permaneció dos días y tres noches en la base del saudita.
Luego, desde Islamabad, a través de los numerosos emisarios de
Bin Laden, le hizo llegar cuestionarios con los que completó las
informaciones de la biografía. A veces esperaba varias semanas
una respuesta. Todos los mensajes que recibía estaban escritos
en árabe y en urdú, de puño y letra de Ayman Al-Zawahiri,
el jefe del Jihad islámico egipcio y brazo derecho de Bin Laden.
Una foto tomada el 14 de marzo de 1977 sirve de prueba de la veracidad
del primer encuentro. Tras pedirle una entrevista con Bin Laden al líder
de los talibanes, a mediados de marzo del 97 apareció un
enviado especial argelino. Le dijo que se preparara para el
día siguiente y le dio cita en Peshawar, la ciudad fronteriza del
norte de Pakistán. El argelino los llevó en un auto alquilado
hasta la frontera afgana y desde allí caminaron largamente por
los caminos ocultos de los contrabandistas hasta que llegaron a una ruta
donde un jeep los recogió. Anduvimos como dos horas y después
nos vendaron los ojos y seguimos andando otra hora más. Llegamos
a una zona montañosa, a una suerte de quinta con centenares de
hombres armados. Lo más fantástico de ese primer encuentro
empieza ahí. Antes de llegar ante el supremo, Mir fue
controlado hasta en lo más íntimo: Fue un control
humillante. Me hicieron desvestir, me palparon los testículos y
terminaron haciéndome una ecografía del estómago
para ver si no llevaba una bomba. Después me rompieron todas las
lapiceras que llevaba encima.
Bin Laden apareció media hora más tarde. Con gestos calurosos
lo invitó a sentarse y luego a cenar: un cordero entero, arroz,
ensalada y PepsiCola. Me dio terror comprobar todo lo que Bin Laden
sabía sobre mí. Conozco muchas cosas, me dijo. Sé
que usted entrevistó a Shimon Peres en Suiza en el 1994 y a Nelson
Mandela en el 95. Me dijo que tenía un hijo, cuatro hermanos
y una hermana, me dio el nombre de mi padre, citó el de tres amigos
míos, me citó el número de mi cuenta de banco y el
teléfono de mi amante. A pesar del mito, Mir confirma que
Bin Laden no habla en inglés. El comandante de la Jihad Islámica
egipcia se encargó de la traducción. Me di cuenta
de que si revelaba la más mínima información sobre
su paradero, si llegaba a traicionarlo, era hombre muerto. Cuando terminamos
de cenar se fue diciendo hasta mañana.
Mir realizó la entrevista a la mañana siguiente, durante
el desayuno. Laden le aseguró que las compañías norteamericanas
estaban expoliando el petróleo de los árabes. Todos
los precios aumentan, menos el del petróleo, y es por causa de
la presión norteamericana. Según le dijo después
de exponerle un complicado cálculo de cuentas, las compañías
norteamericanas le deben a los árabes 30.000 millones de dólares
y es preciso recuperarlos. Después de todo esto nos despidieron
y uno de sus hombres nos acompañó a Peshawar para que le
entregáramos los negativos de las fotos que tomamos durante la
entrevista. Con los años que pasaron Hamid, Mir fue perdiendo
el miedo. Pero hoy lo siente otra vez, y no por él. Analizando
la situación de su país, Mir afirma que si EE.UU.
ataca Afganistán sin presentar las pruebas de la implicación
de Bin Laden, eso no hará más que reforzarlo políticamente.
Su ideología está fundada sobre el odio a Norteamérica
y es peligrosa. Pero se extenderá como un reguero de pólvora
por todo el Islam. Los jóvenes creerán en Bin Laden como
en un héroe. Si eso se produce vamos derecho a la guerra entre
las civilizaciones.
ISLAMABAD
RECHAZA EL APOYO A LA ALIANZA DEL NORTE
Tan poco confiable como un paquistaní
Pakistán, un país
clave para la operación antitalibán de Estados Unidos y
el único que mantiene relaciones diplomáticas con el régimen
afgano, ayer desaprobó cualquier intervención extranjera
en apoyo a la Alianza del Norte que lucha contra los talibanes
con el fin de imponer otro gobierno afgano. En Islamabad, luego de reunirse
con representantes de la UE, el canciller paquistaní, Abdul Sattar,
dijo en conferencia de prensa en Islamabad que cualquier decisión
de un poder extranjero de dar ayuda a uno u otro lado en Afganistán
será una receta para un gran sufrimiento del pueblo de Afganistán.
En este sentido, declaró también que sería
una catástrofe ayudar a la Alianza del Norte.
Asimismo, Pakistán dijo que no seguirá el ejemplo de Arabia
Saudita y no suspenderá sus relaciones diplomáticas con
Afganistán, ya que constituye al menos un canal de comunicación
con el aislado régimen talibán. Pero el presidente norteamericano
George W. Bush se declaró dispuesto a cooperar con la oposición
armada al régimen de los talibanes en el poder de la capital
Kabul desde 1996 y así ayer expresó por primera vez
la posibilidad de un derrocamiento, en el marco de una rebautizada operación
libertad perdurable de Estados Unidos contra el terrorismo. El principal
sospechoso de los atentados contra norteamérica, el saudita Osama
bin Laden, está presuntamente escondido en Afganistán, y
la última movida de Bush es extirparlo cooperando con los
opositores a los talibán.
Pakistán accedió a colaborar con el gobierno de Bush tras
los atentados, seguramente para paliar la grave crisis económica
que vive el país.
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