Por John Pilger*
¿Por qué
piensa que tuvieron lugar estos ataques?
Se supone verosímilmente que su origen está en Oriente
Medio, y que los ataques probablemente estén ligados a la red de
Osama bin Laden, una organización extensa y compleja, sin duda
inspirada por él, pero no necesariamente actuando bajo su control.
Bin Laden, un multimillonario saudita, se convirtió en un líder
islámico militante durante la guerra llevada a cabo para expulsar
a los rusos de Afganistán. Fue uno de los muchos fundamentalistas
y extremistas religiosos reclutados, armados y financiados por la CIA
y sus aliados del servicio de inteligencia pakistaní, para causar
el mayor daño posible a los rusos muy probablemente para
retrasar su retirada, según muchos analistas sospechan, aunque
no está claro si tuvo o no contacto directo con la CIA, y tampoco
es importante. No resulta sorprendente que la CIA prefiriera movilizar
a los luchadores más crueles y fanáticos que encontrara.
El resultado final fue destrozar un régimen moderado y crear
otro fanático, a partir de grupos imprudentemente financiados por
los americanos (Simon Jenkisns, corresponsal del London Times y
también un especialista en la región). Estos elementos,
conocidos como afganos (muchos de los cuales, como Bin Laden,
no eran de Afganistán), llevaron a cabo operaciones de terror atravesando
la frontera rusa, ataques que finalizaron cuando los rusos se retiraron.
Su guerra no era contra Rusia, a la cual desprecian, sino contra la ocupación
rusa y contra los crímenes rusos perpetrados sobre musulmanes.
Los afganos, sin embargo, no dieron por terminadas sus actividades.
Se unieron a las fuerzas musulmanas bosnias en la guerra de los Balcanes;
los Estados Unidos no se opusieron a ello, al igual que toleraron el apoyo
que les prestaba Irán, por razones complejas que no vienen al caso,
aparte de mencionar que no les preocupó mucho la triste suerte
que corrieron los bosnios. Los afganos también luchan
contra los rusos en Chechenia, y posiblemente están también
involucrados en actos terroristas en Moscú y en otras partes del
territorio ruso. Bin Laden y sus afganos se volvieron en contra
de los Estados Unidos en 1990 cuando éstos establecieron bases
permanentes en Arabia Saudita desde su punto de vista, un acontecimiento
similar a la ocupación rusa de Afganistán, pero mucho más
significativo por el status especial de Arabia Saudita como guardián
de los lugares santos del Islam. Bin Laden también se opone
con rencor a los regímenes corruptos y represivos de la región,
a los cuales considera no-islámicos, incluyendo entre
éstos al régimen de Arabia Saudita, el régimen islámico
más extremista y fundamentalista del mundo, si exceptuamos a los
talibanes, y un estrecho aliado de los Estados Unidos desde su nacimiento.
Es ampliamente conocido el hecho de que Bin Laden y otros como él
están rezando para que ocurra un gran asalto a los Estados
musulmanes. Esto es también muy familiar. La escalada de
violencia es típicamente bienvenida por los elementos más
duros y brutales de ambos lados, un hecho suficientemente evidente en
la historia más reciente de los Balcanes, para citar sólo
uno de los múltiples casos. Los Estados Unidos y buena parte de
Occidente prefieren una historia más reconfortante. Citemos, por
ejemplo, uno de los principales artículos aparecidos en el New
York Times el 16 de septiembre, los perpetradores actuaron movidos por
el odio a los valores más preciados en Occidente tales como
la libertad, la tolerancia, la prosperidad, el pluralismo religioso y
el sufragio universal. Las acciones de los Estados Unidos son irrelevantes,
y por tanto ni siquiera hace falta mencionarlas (Serge Schememann). Esta
es una imagen conveniente, y su tono general no es extraño en la
historia intelectual; de hecho es casi la norma. No tiene nada que ver
con lo que sabemos, pero tiene el mérito de la autoadulación
y el apoyo sin fisuras al poder.
¿Qué consecuencias tendrá sobre la política
interior y sobre la autopercepción de los americanos?
La política de los Estados Unidos ya ha sido anunciada. Se
ofrece al mundo una severa elección: o se unen a nosotros
o se enfrentan a un panorama cierto de muerte y destrucción.
El Congreso ha autorizado la utilización de la fuerza contra cualquier
individuo o país que el presidente determine que estuvo involucrado
en los ataques, una doctrina que cualquier partidario de la misma considera
ultracriminal. Y esto se demuestra fácilmente. Simplemente preguntando
cómo habría reaccionado esta misma gente si Nicaragua hubiera
adoptado esta doctrina después de que los Estados Unidos rechazaron
las órdenes de la Corte Internacional de que finalizara su
uso ilegal de la fuerza contra Nicaragua y vetara una resolución
del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas haciendo un llamamiento a
todos los Estados para que respetaran la legislación internacional.
Y este ataque terrorista contra Nicaragua fue mucho más severo
y destructivo incluso que la atrocidad de los días pasados.
¿Espera que los Estados Unidos cambien profundamente su política
hacia el resto del mundo?
La respuesta inicial ha sido hacer un llamamiento para intensificar
las políticas que condujeron a la furia y al resentimiento que
constituyen la base sobre la que se apoyan los ataques terroristas, y
para proseguir, aún con mayor intensidad, la agenda de los elementos
más extremistas del equipo dirigente: aumentar la militarización,
regimentar la vida interna, atacar los programas sociales. Todo esto era
de esperar. De nuevo, los ataques terroristas, y la escalada de violencia
que a menudo engendran, tienden a reforzar la autoridad y el prestigio
de los elementos más represivos de la sociedad.
Después del impacto inicial, llegó el temor hacia
cuál iba a ser la respuesta estadounidense. ¿Está
usted también asustado?
Cualquier persona en su sano juicio debe temer la reacción
que parece más probable la que ya ha sido anunciada, la que
probablemente da satisfacción a las plegarias de Bin Laden.
Estados Unidos ya ha exigido a Pakistán que cierre el suministro
de alimentos y otras mercancías que hasta ahora habían evitado
la muerte de una parte importante de la hambrienta y sufrida población
de Afganistán. Si se accede a esta petición, un número
indeterminado de personas, quizá millones, que no tienen ni la
más remota conexión con el terrorismo morirán de
hambre. Déjeme que le repita: los Estados Unidos han pedido a Pakistán
que mate a millones de personas que son a su vez víctimas de los
talibanes. A esto ni siquiera se le puede llamar venganza. Está
a un nivel moral muy por debajo. Los significativo es que este hecho se
menciona de pasada, sin comentarios, y probablemente pase totalmente desapercibido.
Si Pakistán no accede a ésta y a las demás demandas
de los Estados Unidos, corre el riesgo de ser también objeto del
ataque de consecuencias desconocidas. Si Pakistán se somete a las
demandas de los Estados Unidos pudiera ser que el actual gobierno fuera
derrocado por fuerzas muy parecidas a los talibanes, quienes en este caso
tendrían armas nucleares. Llegados a este punto estaríamos
considerando la posibilidad de una guerra que podría destrozar
gran parte de la sociedad humana.
Hay quien dice que El mundo no será el mismo después
del 11/9/01. ¿Lo cree usted así?
Los horrendos actos terroristas del martes pasado son algo bastante
novedoso en la escena mundial, no por su dimensión y carácter,
sino por su objetivo. Para los Estados Unidos es la primera vez desde
la guerra de 1812 que su territorio nacional ha sido atacado. Ni siquiera
había sido amenazado. Sus colonias fueron atacadas, pero no su
territorio nacional. Durante todos estos años, los Estados Unidos
prácticamente exterminaron a la población indígena,
conquistaron la mitad de México, intervinieronviolentamente en
la región que les rodea, conquistaron Hawai y las Filipinas (matando
a cientos de miles de filipinos) y, especialmente en el último
medio siglo, han extendido su recurso a la fuerza por todo el mundo. Lo
mismo puede decirse, por cierto, de Europa. Europa ha sufrido una mortal
destrucción, pero debida a guerras internas, mientras tanto iba
conquistando la mayor parte del mundo con una brutalidad extrema. No ha
sido atacada por sus víctimas externas, con raras excepciones (el
IRA en Inglaterra, por ejemplo). Es por lo tanto natural que la OTAN salga
en apoyo de los Estados Unidos; cientos de años de violencia imperial
tienen un enorme impacto sobre la cultura intelectual y moral. La forma
en que Occidente decida responder es un asunto de suprema importancia.
Si los ricos y poderosos optan por mantener su tradición centenaria
recurriendo a la violencia extrema, contribuirán a una escalada
circular de la violencia, en una dinámica ya conocida, con tremendas
consecuencias a largo plazo. Por supuesto, esto no es inevitable. Un público
consciente de los hechos en las sociedades más libres y democráticas
puede desviar esta política hacia cauces mucho más humanos
y honorables.
* Reportaje de la Radio B92, Belgrado.
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