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ENTREVISTA A NOAM CHOMSKY
“Ampliar los poderes de Bush es ultracriminal”

El intelectual norteamericano Noam Chomsky anticipa que EE.UU. aumentará la represión interna y ejercerá una presión insostenible sobre Pakistán. Si la oposición islámica triunfa allí, ganaría armas nucleares y llevaría a una guerra regional
y aun mundial.

Por John Pilger*

–¿Por qué piensa que tuvieron lugar estos ataques?
–Se supone verosímilmente que su origen está en Oriente Medio, y que los ataques probablemente estén ligados a la red de Osama bin Laden, una organización extensa y compleja, sin duda inspirada por él, pero no necesariamente actuando bajo su control. Bin Laden, un multimillonario saudita, se convirtió en un líder islámico militante durante la guerra llevada a cabo para expulsar a los rusos de Afganistán. Fue uno de los muchos fundamentalistas y extremistas religiosos reclutados, armados y financiados por la CIA y sus aliados del servicio de inteligencia pakistaní, para causar el mayor daño posible a los rusos –muy probablemente para retrasar su retirada, según muchos analistas sospechan–, aunque no está claro si tuvo o no contacto directo con la CIA, y tampoco es importante. No resulta sorprendente que la CIA prefiriera movilizar a los luchadores más crueles y fanáticos que encontrara. El resultado final fue “destrozar un régimen moderado y crear otro fanático, a partir de grupos imprudentemente financiados por los americanos” (Simon Jenkisns, corresponsal del London Times y también un especialista en la región). Estos elementos, conocidos como “afganos” (muchos de los cuales, como Bin Laden, no eran de Afganistán), llevaron a cabo operaciones de terror atravesando la frontera rusa, ataques que finalizaron cuando los rusos se retiraron. Su guerra no era contra Rusia, a la cual desprecian, sino contra la ocupación rusa y contra los crímenes rusos perpetrados sobre musulmanes. Los “afganos”, sin embargo, no dieron por terminadas sus actividades. Se unieron a las fuerzas musulmanas bosnias en la guerra de los Balcanes; los Estados Unidos no se opusieron a ello, al igual que toleraron el apoyo que les prestaba Irán, por razones complejas que no vienen al caso, aparte de mencionar que no les preocupó mucho la triste suerte que corrieron los bosnios. Los “afganos” también luchan contra los rusos en Chechenia, y posiblemente están también involucrados en actos terroristas en Moscú y en otras partes del territorio ruso. Bin Laden y sus “afganos” se volvieron en contra de los Estados Unidos en 1990 cuando éstos establecieron bases permanentes en Arabia Saudita –desde su punto de vista, un acontecimiento similar a la ocupación rusa de Afganistán, pero mucho más significativo por el status especial de Arabia Saudita como guardián de los lugares santos del Islam–. Bin Laden también se opone con rencor a los regímenes corruptos y represivos de la región, a los cuales considera “no-islámicos”, incluyendo entre éstos al régimen de Arabia Saudita, el régimen islámico más extremista y fundamentalista del mundo, si exceptuamos a los talibanes, y un estrecho aliado de los Estados Unidos desde su nacimiento. Es ampliamente conocido el hecho de que Bin Laden y otros como él están rezando para que ocurra “un gran asalto a los Estados musulmanes”. Esto es también muy familiar. La escalada de violencia es típicamente bienvenida por los elementos más duros y brutales de ambos lados, un hecho suficientemente evidente en la historia más reciente de los Balcanes, para citar sólo uno de los múltiples casos. Los Estados Unidos y buena parte de Occidente prefieren una historia más reconfortante. Citemos, por ejemplo, uno de los principales artículos aparecidos en el New York Times el 16 de septiembre, los perpetradores actuaron movidos por el “odio a los valores más preciados en Occidente tales como la libertad, la tolerancia, la prosperidad, el pluralismo religioso y el sufragio universal”. Las acciones de los Estados Unidos son irrelevantes, y por tanto ni siquiera hace falta mencionarlas (Serge Schememann). Esta es una imagen conveniente, y su tono general no es extraño en la historia intelectual; de hecho es casi la norma. No tiene nada que ver con lo que sabemos, pero tiene el mérito de la autoadulación y el apoyo sin fisuras al poder.
–¿Qué consecuencias tendrá sobre la política interior y sobre la autopercepción de los americanos?
–La política de los Estados Unidos ya ha sido anunciada. Se ofrece al mundo una “severa elección”: o se unen a nosotros o “se enfrentan a un panorama cierto de muerte y destrucción”. El Congreso ha autorizado la utilización de la fuerza contra cualquier individuo o país que el presidente determine que estuvo involucrado en los ataques, una doctrina que cualquier partidario de la misma considera ultracriminal. Y esto se demuestra fácilmente. Simplemente preguntando cómo habría reaccionado esta misma gente si Nicaragua hubiera adoptado esta doctrina después de que los Estados Unidos rechazaron las órdenes de la Corte Internacional de que “finalizara su uso ilegal de la fuerza” contra Nicaragua y vetara una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas haciendo un llamamiento a todos los Estados para que respetaran la legislación internacional. Y este ataque terrorista contra Nicaragua fue mucho más severo y destructivo incluso que la atrocidad de los días pasados.
–¿Espera que los Estados Unidos cambien profundamente su política hacia el resto del mundo?
–La respuesta inicial ha sido hacer un llamamiento para intensificar las políticas que condujeron a la furia y al resentimiento que constituyen la base sobre la que se apoyan los ataques terroristas, y para proseguir, aún con mayor intensidad, la agenda de los elementos más extremistas del equipo dirigente: aumentar la militarización, regimentar la vida interna, atacar los programas sociales. Todo esto era de esperar. De nuevo, los ataques terroristas, y la escalada de violencia que a menudo engendran, tienden a reforzar la autoridad y el prestigio de los elementos más represivos de la sociedad.
–Después del impacto inicial, llegó el temor hacia cuál iba a ser la respuesta estadounidense. ¿Está usted también asustado?
–Cualquier persona en su sano juicio debe temer la reacción que parece más probable –la que ya ha sido anunciada, la que probablemente da satisfacción a las plegarias de Bin Laden–. Estados Unidos ya ha exigido a Pakistán que cierre el suministro de alimentos y otras mercancías que hasta ahora habían evitado la muerte de una parte importante de la hambrienta y sufrida población de Afganistán. Si se accede a esta petición, un número indeterminado de personas, quizá millones, que no tienen ni la más remota conexión con el terrorismo morirán de hambre. Déjeme que le repita: los Estados Unidos han pedido a Pakistán que mate a millones de personas que son a su vez víctimas de los talibanes. A esto ni siquiera se le puede llamar venganza. Está a un nivel moral muy por debajo. Los significativo es que este hecho se menciona de pasada, sin comentarios, y probablemente pase totalmente desapercibido. Si Pakistán no accede a ésta y a las demás demandas de los Estados Unidos, corre el riesgo de ser también objeto del ataque de consecuencias desconocidas. Si Pakistán se somete a las demandas de los Estados Unidos pudiera ser que el actual gobierno fuera derrocado por fuerzas muy parecidas a los talibanes, quienes en este caso tendrían armas nucleares. Llegados a este punto estaríamos considerando la posibilidad de una guerra que podría destrozar gran parte de la sociedad humana.
–Hay quien dice que “El mundo no será el mismo después del 11/9/01”. ¿Lo cree usted así?
–Los horrendos actos terroristas del martes pasado son algo bastante novedoso en la escena mundial, no por su dimensión y carácter, sino por su objetivo. Para los Estados Unidos es la primera vez desde la guerra de 1812 que su territorio nacional ha sido atacado. Ni siquiera había sido amenazado. Sus colonias fueron atacadas, pero no su territorio nacional. Durante todos estos años, los Estados Unidos prácticamente exterminaron a la población indígena, conquistaron la mitad de México, intervinieronviolentamente en la región que les rodea, conquistaron Hawai y las Filipinas (matando a cientos de miles de filipinos) y, especialmente en el último medio siglo, han extendido su recurso a la fuerza por todo el mundo. Lo mismo puede decirse, por cierto, de Europa. Europa ha sufrido una mortal destrucción, pero debida a guerras internas, mientras tanto iba conquistando la mayor parte del mundo con una brutalidad extrema. No ha sido atacada por sus víctimas externas, con raras excepciones (el IRA en Inglaterra, por ejemplo). Es por lo tanto natural que la OTAN salga en apoyo de los Estados Unidos; cientos de años de violencia imperial tienen un enorme impacto sobre la cultura intelectual y moral. La forma en que Occidente decida responder es un asunto de suprema importancia. Si los ricos y poderosos optan por mantener su tradición centenaria recurriendo a la violencia extrema, contribuirán a una escalada circular de la violencia, en una dinámica ya conocida, con tremendas consecuencias a largo plazo. Por supuesto, esto no es inevitable. Un público consciente de los hechos en las sociedades más libres y democráticas puede desviar esta política hacia cauces mucho más humanos y honorables.

* Reportaje de la Radio B92, Belgrado.

 

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