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Leyes
Por Antonio Dal Masetto

Esta noche en el bar salta el tema de las leyes o más bien del incumplimiento de las leyes y rápidamente el clima se pone denso. Jueces que son de utilería, funcionarios que están para acomodar las leyes a su gusto y paladar, ciudadanos que miran pasar la pelota y les importa un pepino de la ley.
–Disculpen –interviene el pibe Ramón, el lavacopas del bar–, me pueden explicar qué es eso de la ley, porque yo a mi corta edad he escuchado tantas veces a tantos tipos llenarse la boca con la palabra ley y la verdad que no tengo la menor idea de qué se trata.
–La ley, Ramoncito, es lo que diferencia aquello que no se puede hacer de lo que se puede hacer. Para darte un ejemplo simple, a nadie se le permitiría sentarse a una mesa de truco a jugar con un mazo de naipes de poker.
–Pensé que era más complicado. Yo soy jugador de truco, así que lo puedo entender perfectamente.
–Y es bueno que sepas, joven lavacopas, que por encima de todas existe la ley de leyes, que se llama Constitución, y que reglamenta el gran partido de truco, el nacional, y ahí se aclara muy bien quiénes juegan, cómo se juega, cuánto dura el juego, qué hace cada uno de los jugadores. La ley tiene que ser respetada y aplicada siempre, no importa quién sea ni cómo ni cuándo.
–Por qué no me dan un ejemplo sencillo como el del truco para que lo pueda entender.
–Ahí va una historia, joven amiguito, a ver si te resulta claro. El timonel de un barco de vela se quedó dormido y el barco fue sorprendido por una tormenta terrible y arrojado hacia los acantilados y estuvo a punto de zozobrar. El timonel era hábil y con un esfuerzo titánico logró zafar del problema. Pasado el peligro, el capitán lo condecoró delante de los marineros por haber salvado el barco y la tripulación, y acto seguido lo hizo colgar del palo mayor por haber puesto en peligro a la embarcación y la vida de todos. ¿Está claro?
–Me parece que estoy entendiendo.
–Y lo que esta noche estamos discutiendo, estimado lavacopas, es que acá una cosa así no podría ocurrir por varias razones. Primero porque el capitán estaría en el puerto, tomando whisky con las chicas, segundo porque el timonel le hubiese tirado unos mangos a alguno para que hiciera su trabajo, y tercero la empresa propietaria del barco estaría deseando que se hundiera para cobrar el seguro no sólo de la embarcación sino también de la carga declarada que seguramente sería trucha.
–¿Tan mal estamos con las leyes y el juego del truco y todo eso? –se sorprende Ramoncito.
–Y si esto sigue así vamos camino a estar peor, amigo lavacopas. Yo leí de un lugar donde las cosas se pusieron tan pero tan mal que directamente habían desaparecido todas las leyes, las escritas y las no escritas. La ley de la cortesía, la ley del honor, la ley del embudo, la ley del oeste, la ley de la hospitalidad, la ley del menor esfuerzo, la ley de la oferta y la demanda, la ley seca, la ley de ventaja, la ley marcial, la ley suntuaria, el largo brazo de la ley, la ley del gallinero, la ley de la jungla. Y si quedaba alguna, tenía un comportamiento caprichoso, como por ejemplo la antigua ley del Talión, la que dice ojo por ojo, diente por diente, que se había convertido en un mamarracho, un día podía ser ojo por dedo, diente por nariz, oreja por pie. Al final se produjo un gran contagio y empezaron a colapsar también las leyes de la física y la química.
–¿Cómo las leyes de la física y la química? –decimos todos.
–De un día para el otro desapareció la ley de la gravedad. De pronto esa ley se hizo la desentendida, funcionaba de a ratos, a veces andaba y aveces no andaba. Todo el mundo dando vueltas por el aire, chocando con las vacas, los perros, las mesas de luz, las bicicletas. Y los invito a que traten de imaginar por un instante lo que sucedió cuando se borró la ley de Bouguer, también conocida como ley de acción de masas, según la cual la velocidad de una reacción química, para un sistema homogéneo a temperatura constante, es proporcional al producto de las concentraciones de las sustancias reaccionantes. Minga de sistema, minga de homogéneo, minga de temperatura constante. En el laboratorio los elementos reaccionaban con la velocidad que se les antojaba, y a veces ni eso, a veces se dormían una linda siestita y nunca se sabía cuándo despertarían y se pondrían de nuevo en acción. Por eso les digo que lo peor todavía no llegó, nos queda mucho para ver en este temita del cumplimiento de las leyes. Yo por las dudas me precaví, por lo menos con respecto a una, la ley de la gravedad, que es la más fastidiosa. Pegué los muebles al piso, clavé los platos, atornillé las macetas, puse pasamanos por toda la casa para agarrarse rápido en caso de que la loca empiece a fallar y te tome de sorpresa.

 

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