Por Hilda Cabrera

Ugnies Veidas (Caras quemadas) es en opinión del director Oskaras Korsunovas una obra de búsqueda. Invitado a presentar esta pieza en el Festival, el artista lituano ubica a este trabajo de Marius von Mayenburg (cuyo título en alemán es Feuergesicht, “Rostro de fuego”), en la línea del teatro contemporáneo de Alexander Vvdensky (desconocido en la escena local) y del dramaturgo francés Bernard-Marie Koltès (En la soledad de los campos de algodón). Un teatro en el cual los deseos y las neurosis, la comicidad y la tragedia de las sociedades contemporáneas se manifiestan de modo carnal y filosófico, en el sentido de formular interrogantes y elaborar metáforas que universalicen el texto. En diálogo con Página/12, Korsunovas dice sentirse parte de la historia de su país y de una escena que lo representa. Afirma que en Lituania se puede trabajar bien dentro de la cultura: “Lituania no es el peor lugar para hacer teatro”, acota. Se desempeñó como actor y escenógrafo en sus propias obras, y ocasionalmente en películas. Una de sus aspiraciones es producir una propia.
En cuanto a su labor de dramaturgista, toma a aquellos clásicos que le impresionan como contemporáneos, como Sófocles y Shakespeare, aun cuando su interés ahora está puesto en las vanguardias. Shakespeare es siempre materia de inspiración. El montaje que realizó en 1999 sobre Sueño de una noche de verano le significó varios premios: “Era una puesta minimalista, con paneles y actores, donde traté de no volcar mis preconceptos. El espectador no los necesita”, afirma. Nacido en 1969, concretó su formación teatral en su patria, fundando en 1998 el teatro que lleva su nombre. Recibió varias distinciones en su país y fuera de él, entre las últimas, en 2000, como mejor director por Shopping and Fucking y Sueños..., galardonada como mejor obra en el Festival Kontakt 2000 de Polonia. Otras puestas fueron El maestro y Margarita, de Mikhail Bulgakov, invitada al Festival de Avignon 2000, Charlottes, de Lucien Lambert, Romas y Aruñas de Hugo Ader, Crazy girls dances (sobre música de Vivaldi y Saint-Saens), Hello Sonya New Year!, de Alexander Vvedensky, Old Woman 2, de Vvedensky y Daniil Harms, y también de este autor There to be here, todas presentadas en festivales. Ugnies Veidas (que se verá hoy, mañana y el sábado a las 21, en el Teatro de la Ribera) fue llevada a Estonia y Polonia.
–¿Qué le interesa del teatro?
–Nunca lo supe. Recuerdo que me llevaban de niño, y sentía mucho miedo cuando veía aparecer a las brujas y los animales. Mi cabeza daba vueltas tratando de descubrir si eso que veía era verdadero o falso. Quién sabe si no me convertí en director de teatro para vencer el temor.
–Y ahora que supuestamente diferencia realidad de ficción, ¿pretende asustar con sus puestas?
–Siempre me gustó hacer un teatro que inquietara. En cierto modo, creo que quien va al teatro espera que lo sorprendan y lo asusten, quizá porque sabe que en el teatro el miedo nunca es total, que aquello que lo produce puede convertirse inmediatamente en objeto de risa. En Ugnies Veidas los espectadores verán cosas que les provocarán al mismo tiempo susto y risa.
–¿Risa? Por el título pareciera que no...
–Pero es así. Esta obra puede horrorizar y hacer reír. Explora en terrenos que son comunes a algunos autores y directores contemporáneos, como Parulskis, Koltès y Ravenhill. En las obras de estos artistas los personajes no tienen escapatoria. El compositor Gintaras Sodeika dice que Ugnies... es una muestra de la realidad de la que cada uno de nosotros es parte y de la que no podemos escapar.
–¿Qué significa el fuego en una obra cuyo centro es la familia y cuya utilería son objetos domésticos?
–Los objetos ocupan el lugar de las personas cuando éstas pierden sustancia. Esos elementos cotidianos (una heladera, un sofá, la TV) confrontan con los miembros de una familia y éstos entre sí, en una guerra que parece eterna.
Korsunovas prefiere guardarse los comentarios sobre el porqué del fuego en una pieza en la que más que estremecer se intenta descubrir razones en el miedo. El propósito es reflexionar sobre los orígenes de la agresión y enfrentar la violencia, “contra la cual no hay remedio”. Sobre este punto, quizás aclare algo un escrito del autor Von Mayenburg referido a su propio trabajo: “Lo que me distingue de la vieja generación de dramaturgos es que ellos se ocupan principalmente de ideas y de la ideología en general. Pienso que la nueva dramaturgia no cree en la ideología. Es por esto que la manera de escribir teatro cambió. Los conflictos son representados y el cuerpo humano se convierte en un transmisor clave”.

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