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El paciente inglés y su colega norteamericano

Aunque creen que el ataque
sobre Afganistán es inevitable, fuentes británicas dicen que Washington y Londres prefieren mostrar una �paciencia estratégica� para saber
dónde golpear.

El premier Tony Blair con la comunidad musulmana británica.
Los llamó para decirles que la guerra no es contra el Islam.

Por Richard Norton-Taylor
Desde Londres

Adoptando una postura de “paciencia estratégica”, Estados Unidos y Gran Bretaña están dando una última oportunidad al régimen talibán para que entregue a Osama bin Laden y su círculo, según dijeron ayer altas fuentes de defensa en Londres. Pero dejaron en claro que creen que no hay chance de que los talibanes entreguen a Bin Laden y que los ataques militares sobre Afganistán son a esta altura inevitables. “En algún momento, será necesario el uso de la fuerza y Gran Bretaña estará involucrada”, confiaron. Aunque insistieron en que no hay una fecha fijada, otras fuentes gubernamentales británicas estimaron que los ataques aéreos comenzarán en cuestión de días. Los primeros bombardeos estarán diseñados para forzar a los talibanes a “retractarse” o enfrentar más ataques. “Vamos a enviarles una señal, y si los talibanes no la entienden, tenemos otras señales mucho peores”, declaró ayer un alto funcionario.
Pero, de acuerdo con fuentes de defensa, los talibanes dependen del dinero de Bin Laden y de sus combatientes árabes para continuar la guerra civil en el país, por lo que entregarlo sería un suicidio militar para ellos. Agregaron que Gran Bretaña ofreció a Estados Unidos “una ayuda militar amplia”, pero señalando que las fuerzas militares deben ser emplazadas “muy precisamente, porque necesitamos que la primera acción sea la correcta”. En este sentido, dejaron en claro que además de bombardeos sobre los campamentos de Bin Laden y de los talibanes, las fuerzas especiales norteamericanas y británicas también se desplegarán por tierra. Estas unidades podrían ser utilizadas en la eventualidad de lo que estas fuentes describen como “un golpe maestro de inteligencia”. Se cree que Bin Laden todavía está en Afganistán, pero que se desplaza cada dos o tres días. Las fuerzas de elite británicas SAS también podrán ser usadas en la guerra de largo aliento contra el terrorismo y sus perpetradores. Las fuentes especificaron las largas campañas de las SAS en Malasia, Omán y más recientemente en Bosnia, donde identificaron a acusados de crímenes de guerra. Significativamente, altos oficiales de defensa observaron que el éxito en la campaña contra los rebeldes en Omán en los ‘70 se debió a que se utilizaron las tribus locales que los combatían. Los soldados de las SAS tiene experiencia en Afganistán, donde entrenaron a los mujaidines (combatientes islámicos) que lucharon contra las fuerzas soviéticas en los ‘80. También pueden ser desplegadas ahora con la Alianza del Norte antitalibán.
Pakistán garantizó su apoyo a cualquier acción que realice Estados Unidos, incluyendo el uso de su espacio aéreo y su información de inteligencia. De todos modos, estas fuentes advirtieron sobre una reacción islámica dentro de Pakistán y la perspectiva de una inestabilidad de proporciones “ominosas” si los refugiados afganos siguen llegando en cantidades a la frontera con Pakistán.
Es muy poco probable que la operación incluya fuerzas de otros países de la OTAN. A pesar de las tareas de planeamiento en la que están inmersos, estas fuentes dijeron que el gobierno está preparado para que haya víctimas. En Gran Bretaña, la acción militar es tan sólo un aspecto de una campaña a largo plazo contra el terrorismo que está siendo diseñada por una comisión especial en el gabinete de gobierno, y que incluye a funcionarios del Ministerio de Defensa, la Cancillería, el Departamento de Desarrollo Internacional y el Tesoro. Sus blancos consisten en los estados que, según las fuentes de defensa británicas, “negocian” con los terroristas o con grupos terroristas, como la red Al-Qaida de Bin Laden.

 


 

PAKISTAN ENVIA CLERIGOS A KABUL PARA EVITAR ATAQUES
Escapándose por la tangente

Por Rory McCarthy
Desde Islamabad

Cuatro clérigos paquistaníes de línea dura viajarán a Afganistán para entrevistarse con funcionarios del régimen talibán en un intento más, quizás el último, para evitar un ataque norteamericano. Los planes para este viaje fueron revelados luego de tres días de reuniones entre funcionarios militares norteamericanos y paquistaníes en Islamabad. Algunos informes indican que el gobernante militar de Pakistán, general Pervez Musharraf, se encontró con estos clérigos para discutir los términos de su visita. El general Rashid reshi, vocero del gobierno, declaró que la misión era “privada”. Pero agregó que “Pakistán continuará hasta el último minuto intentando convencer a Afganistán de que debe responder a las preocupaciones mundiales”. El jefe de la agencia de inteligencia paquistaní ya falló en su intento de suavizar la posición de los talibanes en un viaje efectuado a Kandahar.
Entre los clérigos figura Sami ul-Haq, que dirige una de las madrassahs (escuelas religiosas) más grandes de Pakistán, donde estudiaron muchos de los actuales funcionarios del régimen talibán. Con él viajarán Qazi Hussain Ahmed, líder del principal partido islámico paquistaní, Fazl-ur Rehman, que preside un grupo militante islámico muy cercano a los talibanes, y Shah Ahmed Noorani, otro clérigo de línea dura. Los cuatro, que tienen diálogo regular con la primera línea talibán, esperan entrevistarse con el mullah Mohammad Omar, el líder supremo de los talibanes, en Kandahar mañana o el domingo. Munawar Ahsan, uno de los principales dirigentes de Jamaat-e-Islami, el partido de Ahmed, dijo: “Quieren asegurarse que el pueblo de Afganistán esté a salvo. No se trata de convencerlos de aceptar las demandas norteamericanas, sino de actuar para la seguridad del pueblo afgano”. También aclaró que los clérigos no le dirán a Omar que entreguen a Osama bin Laden. “No creo que se reabra este punto.” En su lugar, lo que se espera de los clérigos es que los talibanes acepten una entrevista con los norteamericanos. Pero Washington descartó varias veces negociar con los talibanes. Francesc Vendrell, enviado especial de la ONU para Afganistán, trató de bajar el tono diciendo ayer que los talibanes pueden cumplir algún papel en el futuro gobierno de Afganistán.
Omar habló ayer para conmemorar el quinto aniversario de la toma de Kabul por parte de los talibanes, y advirtió que “los afganos que quieren volver al poder en Afganistán con ayuda de Estados Unidos serán considerados como los que quisieron hacerlo con el apoyo de Rusia”. Apenas horas después de que cayera Kabul en 1996, los talibanes colgaron a Najibullah, ex presidente del régimen títere de la Unión Soviética instalado luego de la retirada del Ejército Rojo.
Ayer en Pakistán el gobierno organizó una serie de actos en apoyo a Musharraf. Varios miles de personas, entre ellas muchos niños, desfilaron por las calles de las principales ciudades mientras la televisión pública emitía programas patrióticos. Muchos clérigos islámicos, incluyendo los cuatro que viajarán a Kandahar, también lideraron manifestaciones, esta vez en contra del apoyo paquistaní a EE.UU. Anoche, unas 2000 personas se reunieron en una mezquita en Islamabad para protestar contra el gobierno militar.

 


 

OTRO OBSTACULO PARA LA OPERACION
Levantar minas en Kabul

Por Yolanda Monge
Desde Madrid

Si Estados Unidos decidiese lanzar un ataque terrestre contra Afganistán estaría llevando a sus tropas a un país que ostenta dos tristes records. Primero: ser el país no africano más pobre del mundo. Segundo, y de mayor relevancia y preocupación para el mando militar estadounidense: ser el país bajo cuyo suelo están enterradas el 10 por ciento de las minas antipersona del mundo. Las tropas soviéticas sembraron el 80 por ciento del territorio afgano con 10 millones de minas, según cifras del Comité Internacional de la Cruz Roja.
Ocho millones de minas antipersonales y dos millones de minas antitanque. Están sembradas en los campos, en las montañas, al lado de las carreteras, alrededor de las ciudades, a lo largo de las acequias. De las 29 provincias afganas, 27 están literalmente plagadas de minas. Diez millones de minas que yacen dormidas en Afganistán y que cada día son despertadas por 25 personas. Los más afortunados sólo pierden un miembro. Los menos, pierden la vida. Nueve mil muertos al año. Dos millones de hombres, mujeres y niños mutilados en los últimos diez años.
Lo que hace de las minas antipersona algo tan horrendo es la destrucción indiscriminada que producen. Las balas se disparan. Los cohetes se lanzan. Pero las minas se esconden hasta que la pisada de un animal o la de una persona la descubren. Pero no distinguen entre la pisada de un soldado o la pisada de un niño. Brutal panorama para una ofensiva terrestre.
Un tercio de las 68.000 bajas que sufrió el ejército soviético en Afganistán durante una década de guerra de guerrillas se debieron a algún tipo de mina terrestre, según un estudio del Ejército de Estados Unidos. A diferencia de otras armas de guerra, las minas terrestres pasan por alto los tratados de paz. Continúan asesinando y mutilando durante muchas generaciones.

 

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