Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


La revolución es en el escenario

El Odin Teatret abrió el
Festival del Mercosur con �Mythos�, una reflexión sobre las figuras revolucionarias de este y otros tiempos.

Eugenio Barba, director italiano
del grupo teatral de Dinamarca.
“La revolución perdió el significado
que tenía en el siglo pasado.”

Por Cecilia Hopkins
Desde Córdoba

La apuesta más fuerte que ofreció el primer día del Festival Internacional del Mercosur fue la presentación del Odin Teatret de Dinamarca, que dirige el italiano Eugenio Barba. Estrenada en Buenos Aires hace dos años, Mythos (Ritual para un siglo breve) integra danza, canto y actuación en potentes imágenes que reflexionan acerca del nacimiento y muerte de los mitos occidentales, encarnados en Edipo, Medea, Ulises y Dédalo. Pero lo más interesante del planteo es haber tomado a la figura del revolucionario como el exponente mítico que caracterizó al siglo XX: una centuria breve que, según el director, comienza en 1917 con la Revolución Rusa y termina en 1989, con la caída del Muro. El montaje abre con el velatorio del “último revolucionario”, el soldado brasileño Guilhermino Barbosa, para describir el largo viaje que emprende su alma hacia la morada que compartirá con otras figuras. A su paso, una multitud de manos talladas en madera expresa el dolor de las víctimas de guerras y genocidios, mientras que el lecho de pedregullo que pisa remite a los fragmentos de las estatuas de héroes que fueron demolidas. “A veces me es difícil terminar de interpretar el espectáculo, de extraer lo más profundo de las caras enigmáticas que presenta”, dice el director a Página/12. En cuanto a la imagen romántica que presenta el protagonista, Barba afirma que “está dada por la empatía que producen en uno sus mismos ideales, su vulnerabilidad: todos los que no lograron ganar y se convirtieron en víctimas se vuelven románticos a nuestros ojos”.
–Las piedras que llenan el escenario aluden a monumentos pulverizados. ¿Cuáles son, según su parecer, los últimos que fueron derribados?
–Sin duda, los últimos son las Torres Gemelas, y antes el Muro. Claro que los verdaderos cimientos no son de ladrillo y cemento sino las fuerzas, las ideas que están por debajo.
–¿Qué piensa de la nueva guerra que amenaza con instaurarse?
–Si debo referirme a los pilotos suicidas que se dejaron caer sobre las Torres Gemelas creo que se está frente a otra manera de luchar en la que perder la vida se transforma en un valor, mientras que en las formas de guerra que conocemos se intenta ganar sobre el otro pero conservando la vida. Lo que nos causa horror es que exista una lucha que no está ligada al deseo de sobrevivir, ya que está alimentada por una visión metafísica que en Occidente no existe. El horror entonces no está en el hecho de que algunas personas han podido golpear a la potencia más fuerte del mundo sino en comprobar que hay una cantidad de personas que no viven según la visión pragmática y laica de nuestra civilización. Ahora, es la globalización también la que nos posibilita expresar una reacción inmediata de censura para presionar en contra de una reacción poco reflexionada por parte de los Estados Unidos.
–¿Cómo caracterizaría a la acción revolucionaria en la actualidad?
–La palabra revolución ha perdido la significación que tenía en el siglo pasado, construida sobre las dinámicas de las ideas marxistas, basadas en la idea de que el proletariado debía tomar el poder adueñándose de los medios de producción, etc. La situación ha cambiado totalmente a causa de las nuevas tecnologías... ni sabemos desde dónde operan las multinacionales, dónde está el centro del poder... ni los políticos están en condiciones de controlar todo eso. La invisibilidad del mal es tal que es interesante, finalmente, darse cuenta de que el enemigo no está más afuera sino que como un cáncer está adentro nuestro, y es muy difícil de quitarlo del propio organismo. Es por esto que yo creo que no se puede formular todavía cuál sería el equivalente al concepto de cambio radical que la palabra revolución tenía en el siglo pasado.

 

Guilhermino el caballero

Guilhermino Barbosa, el protagonista de Mythos, fue un soldado del batallón de Luiz Carlos Prestes, joven oficial del ejército brasileño que en 1924 se rebeló indignado por la corrupción que reinaba en esa institución. Durante tres años, sus hombres huyeron uniendo 25.000 kilómetros a pie y a caballo. Se dice que cada vez que Prestes entraba a un poblado abría las prisiones y quemaba todo registro de deudas, además de los documentos que comprobaban la propiedad de los latifundios, robados del archivo de cada municipio. “No vencimos, pero no fuimos derrotados”, dicen que dijo el llamado “caballero de la esperanza” cuando resolvió abandonar la marcha, refugiándose en Bolivia. En 1931, emigró a la Unión Soviética para planificar “la futura revolución de Brasil”. Guilhermino, en cambio, se internó en la selva boliviana, donde vivió hasta los 70, junto a su mujer y sus doce hijos.

 

PRINCIPAL