Por Javier Aguirre
Tratándose de una banda
cuyas últimas presentaciones oficiales en Buenos Aires habían
sido para 30.000 espectadores en los estadios de Huracán y Ferro,
el regreso de La Renga a Obras, con capacidad para sólo
5000 personas por noche, bien podría parecer intimista. La casi
total ausencia de publicidad para esta serie de conciertos, que comenzó
la semana pasada y que continuará hoy y mañana, motivó
que el cantante Chizzo haya agradecido a sus fans por haber escuchado
el boca a boca. Un agradecimiento que, además, ratifica la
enorme y sostenida popularidad del grupo.
Las últimas semanas habían sido muy agitadas para La Renga,
ya que había estrenado en el cine Lorange su película Insoportablemente
vivo (que se puede ver viernes y sábados en función trasnoche)
y había editado un álbum doble en vivo del mismo nombre
(que para enfrentar el colapso de la venta de discos luego de la virtual
desaparición de Musimundo se exhibe en kioscos de revistas); ambos
productos registrados en el megaconcierto que había ofrecido en
Huracán, en mayo. Ahora, sin la estética de explosiones
y derrumbes de edificios que envolviera aquella presentación .-calificada
por el grupo como apocalíptica; Nostradamus no había
sido tan visionario como La Renga-. la serie de conciertos de Obras tiene
una escenografía también impactante: un enorme dragón
en el escenario, de unos imponentes quince metros de largo por cinco de
alto, rodeado por telones de fondo llenos de llamas. Feliz día
de la primavera, esperemos seguir teniendo días de la primavera,
fue, la semana pasada, la única alusión .-no cantada-. de
Chizzo a aquel apocalipsis que La Renga había predicho. Así,
recurriendo a la iconografía filomedieval del heavy metal .-el
dragón, el fuego, el rey, sólo faltaron la princesa y las
espadas-. la banda entrega un show de poco más de dos horas, bien
ajustado, con medidos y efectivos espacios para la improvisación
instrumental, y sobre todo muy potente y emotivo.
El verso ...esta noche te invito a morfar..., de Buseca
y vino tinto, (sorpresivo primer tema del show, desplazando al que
ocupaba últimamente esa plaza, Panic show, al segundo
lugar) pareció convocar al mismo tiempo a espectadores y al dragón,
que lucía hambriento con su enorme cabeza detrás del atlético
y movedizo Tete. A partir de allí, la banda entregó momentos
de pura potencia de rock and roll y heavy metal, pero que también
se volvían etéreos, como En el baldío,
En pie (con base de escuela de Manchester), y las muy buenas
versiones de El cielo del desengaño y Lo frágil
de la locura (contundente duelo final de armónica y batería
con doble bombo, que reforzó el idilio del público con el
baterista Tanque).
Luego de diez minutos de pausa obligada por cuestiones técnicas,
la banda regresó con otra serie de alto impacto. Arte infernal
.-generó mucho baile y destacó la presencia del teclado-.
y El rey de la triste felicidad .-con el monarca bailarín
en cuestión trastabillando y revoleando manotazos por el escenario-.
fueron puro rock and roll; mientras que Estalla pareció
testimonial o de época (su estribillo dice ...estalla el
mundo...). Y los hits La balada del diablo y la muerte
y Voy a bailar a la nave del olvido volvieron a revelar dramatismo
y mística de fábula barrial; aunque fue El revelde,
con su poderosamelodía y su carga lírica de romántico
asco político, la que logró el mejor momento de la noche.
Desde los cines, los kioscos de revistas, y más que nunca desde
el escenario de Obras, la banda de Mataderos exhibe sus méritos
y revalida todo lo conseguido hasta hoy. Y, aunque en plena forma y a
punto de comenzar una nueva etapa .-como afirmaran ellos recientemente-.,
La Renga mira al futuro con la certeza de ya haber hecho historia rockera.
Los mismos,
pero más
Seguimos siendo los mismos de siempre, pero más,
dice Chizzo, aludiendo al slogan de la banda: Los mismos de
siempre. El poder de convocatoria del grupo de Mataderos siguió,
desde el principio, una progresión geométrica ascendente
que nunca se detuvo. Debutaron en el club Larrazábal, pero
pronto coparon El Galpón del Sur. De allí a Stadium
y, en 1994, a Obras. Luego llegaron los estadios de Atlanta, Ferro
y Huracán, pero el aumento de popularidad nunca desvirtuó
el espíritu de la banda.
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