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Las
parturientas de Kabul
Por Osvaldo Bayer
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Basta. Ya se ha escrito bastante. Muchos de ellos quisieron aprovechar
la ocasión y quedaron al desnudo. La palabra terrorismo pasó
a ser de uso diario. Se habló de inmediato de guerra, también.
Una guerra entre padres putativos de hijos putativos. Los hijos casuales
del imperialismo les rompieron la seguridad y la arrogancia a los imperialistas
por excelencia. Y por el otro lado, salvo pocos, los entenados del imperio
se pusieron de rodillas para no ser confundidos, no quedar al margen y
así seguir globalizados.
Todo es muy irracional. ¿Cuántos siglos necesitó
el hombre para llegar a esto? Acompañado por sus religiones. Una
que les metió el miedo y les hizo arrodillar y adorar a madres
vírgenes mientras quemaba en hogueras a hombres y mujeres incoercibles
y enviaba tropas cruzadas a quien no creía en lo que dictaban sus
evangelios. La otra, que retiene al ser humano con aquello que ya todo
está escrito y aún hoy sigue humillando a la mujer hasta
el extremo de esconderla y reducirla a la oscuridad.
Siglos para llegar a esto: ese país del norte del dólar
inmoral plebeyo, timón del mundo globalizado, donde se entremezcla
el Dios Salve América con el hambre en sus fronteras, la humillación
de las gentes del tercer mundo, el dios bursátil del egoísmo
y los misiles. Y los cortesanos de todas latitudes con sus relaciones
carnales. Esperando la migaja: la obra en exhibición constante
del teatro occidental y cristiano. El mundo del poder y del desprecio.
Es lo que llamamos Libertad...
Y llega Bin Laden, el nuevo Vespucio de espada desenvainada. El alumno
desagradecido de Estados Unidos. Dicen que quiere liberar a su pueblo.
Con la religión y millones de dólares chorreantes de petróleo.
Con las mujeres a quienes se les prohíbe ir a hospitales y escuelas
y a mostrar, lo más hermoso, sus rostros. Y a quien transgrede
la moral, le pegan un tiro en la nuca en el estadio de fútbol de
Kabul, ante un público desbordante de crueldad, histérico:
la mujer toda cubierta que recibe el balazo de no sabe dónde. Dólares
y religión. Y ahora bombas. Esto en Arabia, en los países
musulmanes, todo un continente lleno de riquezas dominados por reyes,
jeques, sacerdotes. Podrían vivir todos en dignidad: pero no, el
hambre, la destrucción. ¿Por qué los musulmanes no
se levantan por ellos mismos, por sus mujeres, por sus hijos y acaban
con sus reyezuelos del petróleo, gordos ensabanados, siempre en
negocios con Estados Unidos? Con los miles de kamikazes que tienen ya
no tendría que existir ningún rey ni jeque explotador en
esas tierras.
Es una guerra entre la derecha occidental y cristiana y la extrema derecha
musulmana. Los pueblos libres no tienen nada que hacer en esto. El litigio
entre Israel y Palestina, origen de todos los males, debe ser resuelto
definitivamente con la intervención de Naciones Unidas. En Yugoslavia
hasta hace poco se abrían las entrañas pueblos que viven
juntos desde hace miles de años. Se logra ya la solución.
¿Por qué no en Israel-Palestina? ¿Por qué
no empezar por allí y no ahora con los miles de millones que se
van a gastar en cuerpos de espías para cazar a Bin Laden? Más
que atrapar a los terroristas, Naciones Unidas tendría que obligar
a Arabia Saudita y a las otras enclaves del petróleo a financiar
el fin del hambre de los niños de Paquistán y Afganistán,
el abrir escuelas donde también puedan ir las niñas, en
educar en sus derechos y no en sus deberes a las poblaciones que leen
el Corán.
Buscarse y matarse entre sí es volver a todos los pasados ignominiosos
que ha recorrido este mundo de verdugos. Ha llegado la encrucijada donde
sólo queda elevarse y comenzar uno de esos movimientos alucinantes
que hicieron mover al mundo hacia el racionalismo, la ciencia y la paz.
La globalización nos ha enseñado magistralmente el miedo.
Miedo del mexicano a que lo echen de Texas y al argelino, de Francia,
y al marroquíde España, y al boliviano de la Argentina.
Miedo de todos a perder el empleo. Todos nos fijamos en la Bolsa a ver
si corremos peligro que se nos abra el abismo junto a nuestros pies. El
terrorismo y la Bolsa: el mundo globalizado. Todos tenemos miedo. En Hamburgo,
en las elecciones del sábado pasado, un nuevo partido de derecha
obtuvo de entrada el 20 por ciento de los votos prometiendo que iba a
terminar con la delincuencia en la ciudad. Claro, la culpa del sistema
la tienen los ladrones de gallinas. El demagogo, el juez Schill que
tiene la sonrisa del comisario Ribelli es ya el más aplaudido
de los políticos de la ciudad hanseática. Es un Hitler despeinado,
fino y simpático, salido de un salón de belleza. Hitler
prometió solucionar todo eliminando a judíos y comunistas;
el juez Schill, a los ladrones e hijos de la droga. Ultima ratio.
El miedo de los europeos ha comenzado a florecer después de las
bombas de Nueva York y Washington. Por ejemplo, en la ciudad de Berlín
viven 200.000 musulmanes. Los trajeron para que fregaran el piso y lavaran
las copas. Alemania tiene ya once millones de extranjeros, la mayoría
musulmana. Ni que hablar de Gran Bretaña y especialmente Londres.
Los europeos no tienen hijos y son los trabajadores extranjeros los que
trabajan para pagarles las jubilaciones.
La problemática que surge en el nuevo ordenamiento de las masas
no se arregla gastando millones en espías que van a cazar a Bin
Laden y sus legionarios borrachos de irracionalismos sino transformando
en verdes los desiertos, poniendo techos y creando trabajos. No se arreglan
las cosas dando lecciones: bombardeando a las parturientas de Kabul que
ni siquiera ven la luz, ni metiéndose en las cuevas buscando fanáticos
de Alá y su profeta. Sino averiguando dónde fueron y a dónde
van los miles de millones del petróleo. Que no se reconstruyan
en Nueva York los edificios gemelos para volver a ser la cueva donde se
repartía el oro, para algunos, y la miseria para el resto, sino
que se funde allí la Casa del Trabajo, para Naciones Unidas, donde
se regulen las fuentes de trabajo en todo el mundo y se elaboren los programas
para eliminar definitivamente la miseria en todas las latitudes. (Señor
De la Rúa: en vez de preocuparse si le da o no las tareas de inteligencia
palabra fuera de foco en el orden interno a las Fuerzas Armadas,
emplee ese dinero en poner techos firmes en las villas de emergencia.
Va a ver cómo, poco a poco, la violencia va a ir disminuyendo.
Los ladrones y asaltantes no son el origen de la violencia sino su producto.
Tenga cuidado, porque esa inteligencia que usted les paga,
luego ellos la emplean para voltearlo. Fíjese, si no, la historia
de nuestros arrabales.)
Estuve de espectador en una asamblea de jóvenes del Partido Verde,
en el estado alemán del Rhin Palatinado. Se discutió la
situación y la promesa del gobierno alemán de ayudar a Estados
Unidos en su cruzada contra el terrorismo árabe. Se resolvió
que ningún soldado alemán participe en una acción
de guerra contra Oriente. Se dijeron cosas muy bellas y esperanzadas.
Parecía que estuviéramos en el Olimpo. Hasta que una joven
propuso que se iniciara una colecta mundial para reconstruir Afganistán.
Y que en la reconstrucción de Kabul se pensara en amplias terrazas
donde las parturientas pudieran despojarse de los trapos negros con que
las cubren los religiosos, y así tomar sol en su piel, un sol que
llegue a sus futuros hijos. Esos serán los hijos de la paz
eterna, terminó la joven, con lágrimas en los ojos.
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