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DINAR LINEAS AEREAS

FUERZAS ESPECIALES DE EE.UU. Y GRAN BRETAÑA INICIARON OPERACIONES
Pista libre para la guerra total

Estados Unidos y Gran Bretaña han iniciado operaciones de reconocimiento, a cargo de fuerzas especiales, en territorio de Afganistán. Eso significa que el inicio de los ataques aéreos �la segunda fase de la operación�, es cuestión de días, si no de horas. El motivo, según explica el enviado de Página/12 en Washington, es el respaldo aéreo que necesitan los grupos comando para evitar ser masacrados. Y la fase aérea pondrá en marcha la intervención terrestre.

George W. Bush en su entrevista de ayer con el rey de Jordania, Abdullah II.
Jordania es un aliado clave y crítico dentro de la coalición de guerra antiterrorista de Washington.


Por Gabriel A. Uriarte
Enviado especial a Washington

La guerra ha comenzado, y ya no hay vuelta atrás. Fuerzas especiales de Estados Unidos han penetrado en Afganistán, según empezaron diciendo el diario USA Today y la cadena CNN, para luego ser confirmado por el Pentágono –pero limitándose al laconismo de que esas fuerzas, y sus hermanas británicas, habían comenzado “tareas habituales de reconocimiento”– y aún después reforzado por un anónimo funcionario del rango más alto de la administración, que dijo que las fuerzas especiales de Estados Unidos ya han realizado “scouting missions” –misiones de reconocimiento– en el terreno de los hechos. A falta de informes sobre bajas o capturas, estas noticias sólo parecían confirmar lo que todos sabían, que va a haber una represalia, sin aclarar lo que nadie sabe, cuándo va a comenzar. Pero esa distinción entre reconocimiento y represalia es falaz ya que ambas son parte de un mismo proceso, y la distancia que las separa es muy pequeña. En otras palabras, la represalia ya comenzó. Lo única pregunta que queda es cuán rápido se intensificará. El despliegue de fuerzas especiales es prueba de que el ritmo se medirá en días, si no en horas.
Hay que entender que las fuerzas especiales nunca habrían sido enviadas a las montañas del sur de Afganistán a menos que ya hubiera preparativos para apoyarlas en caso de emergencia. Las operaciones comando son siempre impredecibles. Durante la etapa de “reconocimiento” de la Guerra del Golfo, por ejemplo, un grupo de rangers logró mapear sin bajas las disposiciones de una división iraquí, mientras que a sólo millas de distancia otro era masacrado tras ser lanzado en paracaídas en medio de una división acorazada. La alta movilidad y reducido número de los grupos comando los hace muy vulnerables a ese tipo de desastre, dado que su movilidad les permite desplazarse a lugares donde su número y poder de fuego no serán suficientes para sobrevivir. Para citar el caso más notorio, en 1993 un grupo de Rangers fue transportado de forma relámpago al corazón de la capital somalí de Mogadiscio, justo a tiempo para ser diezmados en el fuego cruzado de los miles de milicianos somalíes armados con rifles AK-47 que los rodeaban. Pero aún en las operaciones más exitosas suele ocurrir este tipo de desastres. En combate con las no muy imponentes Fuerzas de Defensa Panameñas de Manuel Noriega, un grupo de aproximadamente 30 SEALS (la fuerza comando de la Marina) perdió más de la mitad de sus soldados al intentar capturar un aeropuerto. La lección de todo esto es que la diferencia entre el éxito y fracaso de las operaciones comando está en su nivel de apoyo. Si las fuerzas especiales son adjuntas de una ofensiva general, entonces podrán obviarse las casi inevitables derrotas y masacres individuales. Pero si se espera que ganen por sí solas la batalla, los riesgos de un fracaso absoluto son prácticamente 50/50.
Estados Unidos tuvo más de 20 años para aprender esta lección desde la destrucción de los comandos enviados a rescatar a sus rehenes en Irán en 1980, por lo que es inconcebible que George W. Bush haya ordenado el inicio de este tipo de acciones en Afganistán sin preparativos para una escalada inmediata. Al contrario, una cosa es prueba de la otra. Si Bush colocó fuerzas especiales “sobre el terreno”, entonces eso quiere decir que cuenta con que sus bombarderos en Arabia Saudita, Turquía y Diego García están listos para intervenir de inmediato si las primeras entran en problemas.
La magia de la escalada militar, lo que la hace tan atractiva para los gobiernos, es que puede servir varios propósitos sin necesidad de decidirse por uno. La acumulación de fuerzas sirve el propósito militar de concentración, pero al mismo tiempo envía un mensaje político que podríahacer eliminar la necesidad de esa concentración. La penetración de Afganistán con fuerzas especiales afirmaba al régimen talibán que Estados Unidos está dispuesto a sufrir bajas y operar en el temible terreno afgano, que contaba con el apoyo de Pakistán para hacerlo –ya que los ataques se lanzaron desde allí–, y que los ataques aéreos son inminentes. Es su última oportunidad, en otras palabras, de entregar a Osama bin Laden “vivo o muerto”. De hecho, este propósito debe haber central en las operaciones de ayer. Al operar desde la más bien hostil Pakistán contra el muy hostil sur de Afganistán –en lugar de salir desde el norte con el apoyo de los rebeldes anti-talibanes allí–, estos pequeños grupos de no más de 40 comandos norteamericanos y británicos cada uno se adentraron en la principal zona de apoyo de los talibanes, precisamente el motivo por el cual Bin Laden colocó sus bases allí.
A diferencia de lo ocurrido en Vietnam, sin embargo, ahora Washington no debe cifrar sus esperanzas en lo que decida su enemigo. Las acciones comando de ayer cumplen varios propósitos militares que bien pueden justificar eventuales bajas o reveses. Primero, como enfatizó el Pentágono, identificar blancos. La organización de Bin Laden puede tener una infraestructura paupérrima, escondida en pequeñas cuevas y campamentos, pero precisamente porque es paupérrima no puede darse el lujo de arriesgar que sea destruida desde el aire. Esto apunta al segundo y más importante objetivo de las acciones comando de ayer. Como repitieron varios analistas, el terreno en Afganistán fuerza a Estados Unidos a penetrar muchos perímetros de defensa antes de llegar a los verdaderos centros de la organización de Bin Laden. Pero estos perímetros deben ser defendidos, lo que forzaría a Bin Laden a desplegar su brigada personal de 700-1000 hombres en el sur para protegerse de los “killers” de la Fuerza Delta. Y esta brigada es una de las pocas unidades confiables con las que cuenta el régimen talibán, que en las últimas semanas ha sufrido deserciones masivas por la renuencia de muchos de sus soldados a enfrentar a los B-52 norteamericanos con sus AK-47. Pero la ofensiva que la Alianza del Norte ya lanzó contra Kabul hace que esta brigada sea más necesaria que nunca para sostener al régimen en el poder.
En ese sentido, Washington podría calcular que sólo puede ganar. Si los talibanes son derrotados por la presión simultánea desde norte y sur, la campaña está ganada. Si la posibilidad los asusta lo suficiente como para entregar a Bin Laden, el resultado es idéntico. Si nada de esto ocurre, si la Alianza del Norte sigue estancada a decenas de millas de Kabul, si las fuerzas especiales norteamericanas y británicas son masacradas en las emboscadas en que se especializan los talibanes, será tanto más necesario ante la opinión pública norteamericana y el mundo pasar cuanto antes a la fase 2, ataques aéreos masivos, y continuar los preparativos para la hipotética fase tres de intervención en tierra. Más allá de que este cálculo sea acertado o no, Washington ya dejó en claro que visualiza su futuro en términos de estas fases. Es la gran diferencia con Vietnam. Las sucesivas administraciones de John Kennedy, Lyndon Johnson y Richard Nixon nunca podían amenazar creíblemente con que llegarían a la ultima ratio de invadir el norte y dictar la paz en Hanoi. Desde ayer, los talibanes no tenían absolutamente ningún motivo para pensar que la administración de George W. Bush mostrará la misma renuencia respecto a Kabul.

 

Claves

- Tropas estadounidenses y británicas están removiendo cavernas y preparando el territorio para los aterrizajes militares: el Pentágono las confirmó como operaciones de reconocimiento. Es la primera escalada de la guerra que ya co- menzó.
- Los combatientes de la Alianza del Norte declaró estar a seis kilómetros de Kabul listos para tomarla. Los talibanes ya desplazaron más de 40.000 hombres.
- Bush advirtió que no todo lo que pase aparecerá por televisión.
- El régimen talibán frustró ayer la última posibilidad de negociación. La misión había sido encargada a religiosos pakistaníes pero la entrega de Bin Laden –con la que Estados Unidos intimaba a Afganistán– ni siquiera pudo ser tratada. Para sumar un incidente diplomático más, los talibanes arrestaron a una periodista británica.

 

El infierno de rumores que creció todo el día

Aun cuando ni Estados Unidos ni Pakistán lo reconocieron oficialmente, el periódico USA Today reveló ayer que tropas de élite de las fuerzas especiales norteamericanas se encontraban desde hace dos semanas en Afganistán en búsqueda de Osama bin Laden. Más tarde, la cadena CNN, citando un alto funcionario estadounidense, rectificó la información: dijo que las fuerzas no eran sólo estadounidenses, sino también británicas y que estaban allí para inspeccionar el terreno y los posibles sitios de aterrizaje. Por otra parte, la Alianza del Norte declaró estar a unos pocos kilómetros de la capital afgana, Kabul, listos para tomarla cuando reciban la orden.
Citando a un alto funcionario del gobierno, CNN señaló que en los últimos días las unidades especiales realizaron “operaciones” en Afganistán. “No hacemos ningún comentario sobre nuestras fuerzas especiales” dijo el ministerio británico de Defensa, involucrado en los movimientos militares. Previamente, el periódico USA Today había señalado que las unidades especiales norteamericanas –comandos compuestos por entre tres y cinco hombres apoyados por helicópteros Blackhawk– tenían la misión de encontrar a Bin Laden vivo o muerto, tal como ordenó George W. Bush o, por lo menos, arrinconarlo para posibilitar un bombardeo en la zona. Hasta hoy se habrían registrado cuevas y bunkeres. Ni Bush ni el Pentágono ratificaron o desmintieron la información. Bush se limitó a decir que “no se van a comentar los planes militares” pero advirtió: “No se equivoquen, estamos ahora en una persecución en caliente”. Además, prosiguió con sus teorizaciones sobre la guerra contra el terrorismo tras la reunión que mantuvo con el rey de Jordania Abdullah II: “Esta es un tipo diferente de guerra y es difícil librar una guerra de guerrilla con fuerzas convencionales” por lo que repitió la importancia de atacar por varios frentes: financiero, diplomático y militar. “Estoy completamente al tanto de las dificultades de los rusos en Afganistán. Nuestra gente de inteligencia y nuestro Departamento de Estado también están enterados”. Y en relación a la información, avisó: “La gente podrá ver lo que hacemos en las pantallas de televisión. Y otras veces no podrá verlo”. A la vez, Andrew Krepinevich, director del Centro de Estudios Estratégicos y Presupuestarios (CSBA), con sede en Washington, detalló: “Será sin duda una guerra de operativos especiales, en los que se harán incursiones e intentaremos capturar a terroristas. Lo que queremos es saber cómo están organizados, cómo actúan, dónde pueden estar y quiénes son sus jefes, quiénes son esos jefes. Los operativos repentinos (snatch operations) son los más adecuados en este tipo de misiones”.
A la vez, la antitalibana Alianza del Norte parece acercarse –tras continuos enfrentamientos– a la capital del mullah Omar. “Estamos preparados para entrar en Kabul. Si nuestros jefes nos dan la orden, podemos atacar, incluso mañana”, señaló al canal de la televisión rusa NTV el comandante Taharbón Shiridi, uno de los jefes militares que dirige la ofensiva. El mando superior al que se refería –y del que esperan órdenes– son las tropas que bombardean las colinas cercanas al aeródromo de Bagram, hasta ahora dominadas por la artillería de los talibanes. Aparentemente, esa sería la última valla antes de entrar a Kabul. Más tarde, se informó que otro comandante opositor, Hayyi Kadir, estaba atacando a los talibanes en las cercanías de Jalalabad y que sus tropas “están cerca” de la ruta que une esa ciudad del este afgano con Kabul. Diversas fuentes militares consultados por NTV evaluaron que la Alianza del Norte tendrá dificultades para resistir en esa zona porque el régimen talibán trasladó allí a sus mejores hombres por temor a un ataque estadounidense procedente de Pakistán. Jalalabad está cerca de Pakistán y unida por ruta con la importante ciudad fronteriza paquistaní de Peshawar. Por otra parte, fuentes de la Alianza del Norte indicaron desde Dushambé, capital del vecino Tajikistán, que los talibanes están concentrando sus tropas en la frontera con Pakistán, donde ya hay más de 40.000 efectivos.

 


 

ARABIA SAUDITA LE HABRIA DADO UNA BASE A EE.UU.
El “casi sí” más esperado

Por Brian Whitaker
Desde Londres

Los funcionarios norteamericanos están muy confiados en que Arabia Saudita les permitirá el uso de la base aérea de Príncipe Sultán para la acción militar contra Afganistán. El gobierno saudita, temeroso de reacciones hostiles de sus ciudadanos, pero visto por Estados Unidos como un aliado vital, ha mostrado reticencias sobre el uso de sus instalaciones para un ataque de este tipo. En el comentario más fuerte sobre el asunto, el canciller saudita, príncipe Saud al-Faisal, le dijo al diario Arab News: “La lucha no es apenas contra quienes ayudaron a cometer los ataques del 11 de setiembre, sino que busca exterminar toda la infraestructura del terrorismo”. Preguntado sobre si el apoyo saudita incluiría una colaboración militar con Estados Unidos, respondió: “Arabia Saudita no eludirá su deber”.
El príncipe agregó que el reciente ataque sobre Estados Unidos “va más allá de cualquier cosa que hayamos visto en el pasado o el presente y llama a nuevas formas de cooperación”. Hasta el momento, Estados Unidos ha diseñado planes de emergencia para establecer el comando central de las operaciones en otro lugar del Golfo Pérsico. Un funcionario norteamericano declaró satisfecho a The Washington Post que Estados Unidos cree ahora que el gobierno saudita “nos permitirá hacer muchas cosas, aunque con algunas reservas”. Esto mismo reafirmó una fuente diplomática británica: “Los sauditas han sido muy solícitos y cooperativos. No estamos enterados de que rechazaran algún pedido norteamericano”.
La base aérea Príncipe Sultán está cerca de al-Kharj, a 40 kilómetros al sudeste de Riad, y tiene todas las características de una central de comando, diseñada por Estados Unidos. Fue utilizada para patrullar la zona de exclusión aérea en el sur de Irak desde la Guerra del Golfo. Estados Unidos tiene 2000 efectivos y personal de la Fuerza Aérea estacionados allí, junto a 320 aviones de guerra, entre ellos F-15 y F-16, Stealth y aviones Hércules de transporte. La Fuerza Aérea británica tiene 300 efectivos en la base y seis Tornado F3. La base permite controlar el movimiento de muchos aviones en grandes distancias. También puede funcionar como central de información.
Hasta el martes pasado, Arabia Saudita era uno de los apenas dos países que reconocían al régimen talibán. Pakistán aún lo reconoce, mientras Emiratos Arabes Unidos cortó relaciones el último fin de semana. Estados Unidos ve como esencial el apoyo saudita a “guerra contra el terrorismo” porque ayudaría a descartar las acusaciones de que esta campaña es un ataque al mundo musulmán.

 

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