Por Gabriel A. Uriarte
Enviado
especial a Washington
La guerra ha comenzado, y ya
no hay vuelta atrás. Fuerzas especiales de Estados Unidos han penetrado
en Afganistán, según empezaron diciendo el diario USA Today
y la cadena CNN, para luego ser confirmado por el Pentágono pero
limitándose al laconismo de que esas fuerzas, y sus hermanas británicas,
habían comenzado tareas habituales de reconocimiento
y aún después reforzado por un anónimo funcionario
del rango más alto de la administración, que dijo que las
fuerzas especiales de Estados Unidos ya han realizado scouting missions
misiones de reconocimiento en el terreno de los hechos. A
falta de informes sobre bajas o capturas, estas noticias sólo parecían
confirmar lo que todos sabían, que va a haber una represalia, sin
aclarar lo que nadie sabe, cuándo va a comenzar. Pero esa distinción
entre reconocimiento y represalia es falaz ya que ambas son parte de un
mismo proceso, y la distancia que las separa es muy pequeña. En
otras palabras, la represalia ya comenzó. Lo única pregunta
que queda es cuán rápido se intensificará. El despliegue
de fuerzas especiales es prueba de que el ritmo se medirá en días,
si no en horas.
Hay que entender que las fuerzas especiales nunca habrían sido
enviadas a las montañas del sur de Afganistán a menos que
ya hubiera preparativos para apoyarlas en caso de emergencia. Las operaciones
comando son siempre impredecibles. Durante la etapa de reconocimiento
de la Guerra del Golfo, por ejemplo, un grupo de rangers logró
mapear sin bajas las disposiciones de una división iraquí,
mientras que a sólo millas de distancia otro era masacrado tras
ser lanzado en paracaídas en medio de una división acorazada.
La alta movilidad y reducido número de los grupos comando los hace
muy vulnerables a ese tipo de desastre, dado que su movilidad les permite
desplazarse a lugares donde su número y poder de fuego no serán
suficientes para sobrevivir. Para citar el caso más notorio, en
1993 un grupo de Rangers fue transportado de forma relámpago al
corazón de la capital somalí de Mogadiscio, justo a tiempo
para ser diezmados en el fuego cruzado de los miles de milicianos somalíes
armados con rifles AK-47 que los rodeaban. Pero aún en las operaciones
más exitosas suele ocurrir este tipo de desastres. En combate con
las no muy imponentes Fuerzas de Defensa Panameñas de Manuel Noriega,
un grupo de aproximadamente 30 SEALS (la fuerza comando de la Marina)
perdió más de la mitad de sus soldados al intentar capturar
un aeropuerto. La lección de todo esto es que la diferencia entre
el éxito y fracaso de las operaciones comando está en su
nivel de apoyo. Si las fuerzas especiales son adjuntas de una ofensiva
general, entonces podrán obviarse las casi inevitables derrotas
y masacres individuales. Pero si se espera que ganen por sí solas
la batalla, los riesgos de un fracaso absoluto son prácticamente
50/50.
Estados Unidos tuvo más de 20 años para aprender esta lección
desde la destrucción de los comandos enviados a rescatar a sus
rehenes en Irán en 1980, por lo que es inconcebible que George
W. Bush haya ordenado el inicio de este tipo de acciones en Afganistán
sin preparativos para una escalada inmediata. Al contrario, una cosa es
prueba de la otra. Si Bush colocó fuerzas especiales sobre
el terreno, entonces eso quiere decir que cuenta con que sus bombarderos
en Arabia Saudita, Turquía y Diego García están listos
para intervenir de inmediato si las primeras entran en problemas.
La magia de la escalada militar, lo que la hace tan atractiva para los
gobiernos, es que puede servir varios propósitos sin necesidad
de decidirse por uno. La acumulación de fuerzas sirve el propósito
militar de concentración, pero al mismo tiempo envía un
mensaje político que podríahacer eliminar la necesidad de
esa concentración. La penetración de Afganistán con
fuerzas especiales afirmaba al régimen talibán que Estados
Unidos está dispuesto a sufrir bajas y operar en el temible terreno
afgano, que contaba con el apoyo de Pakistán para hacerlo ya
que los ataques se lanzaron desde allí, y que los ataques
aéreos son inminentes. Es su última oportunidad, en otras
palabras, de entregar a Osama bin Laden vivo o muerto. De
hecho, este propósito debe haber central en las operaciones de
ayer. Al operar desde la más bien hostil Pakistán contra
el muy hostil sur de Afganistán en lugar de salir desde el
norte con el apoyo de los rebeldes anti-talibanes allí, estos
pequeños grupos de no más de 40 comandos norteamericanos
y británicos cada uno se adentraron en la principal zona de apoyo
de los talibanes, precisamente el motivo por el cual Bin Laden colocó
sus bases allí.
A diferencia de lo ocurrido en Vietnam, sin embargo, ahora Washington
no debe cifrar sus esperanzas en lo que decida su enemigo. Las acciones
comando de ayer cumplen varios propósitos militares que bien pueden
justificar eventuales bajas o reveses. Primero, como enfatizó el
Pentágono, identificar blancos. La organización de Bin Laden
puede tener una infraestructura paupérrima, escondida en pequeñas
cuevas y campamentos, pero precisamente porque es paupérrima no
puede darse el lujo de arriesgar que sea destruida desde el aire. Esto
apunta al segundo y más importante objetivo de las acciones comando
de ayer. Como repitieron varios analistas, el terreno en Afganistán
fuerza a Estados Unidos a penetrar muchos perímetros de defensa
antes de llegar a los verdaderos centros de la organización de
Bin Laden. Pero estos perímetros deben ser defendidos, lo que forzaría
a Bin Laden a desplegar su brigada personal de 700-1000 hombres en el
sur para protegerse de los killers de la Fuerza Delta. Y esta
brigada es una de las pocas unidades confiables con las que cuenta el
régimen talibán, que en las últimas semanas ha sufrido
deserciones masivas por la renuencia de muchos de sus soldados a enfrentar
a los B-52 norteamericanos con sus AK-47. Pero la ofensiva que la Alianza
del Norte ya lanzó contra Kabul hace que esta brigada sea más
necesaria que nunca para sostener al régimen en el poder.
En ese sentido, Washington podría calcular que sólo puede
ganar. Si los talibanes son derrotados por la presión simultánea
desde norte y sur, la campaña está ganada. Si la posibilidad
los asusta lo suficiente como para entregar a Bin Laden, el resultado
es idéntico. Si nada de esto ocurre, si la Alianza del Norte sigue
estancada a decenas de millas de Kabul, si las fuerzas especiales norteamericanas
y británicas son masacradas en las emboscadas en que se especializan
los talibanes, será tanto más necesario ante la opinión
pública norteamericana y el mundo pasar cuanto antes a la fase
2, ataques aéreos masivos, y continuar los preparativos para la
hipotética fase tres de intervención en tierra. Más
allá de que este cálculo sea acertado o no, Washington ya
dejó en claro que visualiza su futuro en términos de estas
fases. Es la gran diferencia con Vietnam. Las sucesivas administraciones
de John Kennedy, Lyndon Johnson y Richard Nixon nunca podían amenazar
creíblemente con que llegarían a la ultima ratio de invadir
el norte y dictar la paz en Hanoi. Desde ayer, los talibanes no tenían
absolutamente ningún motivo para pensar que la administración
de George W. Bush mostrará la misma renuencia respecto a Kabul.
Claves
- Tropas estadounidenses y británicas están removiendo
cavernas y preparando el territorio para los aterrizajes militares:
el Pentágono las confirmó como operaciones de reconocimiento.
Es la primera escalada de la guerra que ya co- menzó.
- Los combatientes de la Alianza del Norte declaró estar
a seis kilómetros de Kabul listos para tomarla. Los talibanes
ya desplazaron más de 40.000 hombres.
- Bush advirtió que no todo lo que pase aparecerá
por televisión.
- El régimen talibán frustró ayer la última
posibilidad de negociación. La misión había
sido encargada a religiosos pakistaníes pero la entrega de
Bin Laden con la que Estados Unidos intimaba a Afganistán
ni siquiera pudo ser tratada. Para sumar un incidente diplomático
más, los talibanes arrestaron a una periodista británica.
|
El
infierno de rumores que creció todo el día
Aun cuando ni Estados
Unidos ni Pakistán lo reconocieron oficialmente, el periódico
USA Today reveló ayer que tropas de élite de las fuerzas
especiales norteamericanas se encontraban desde hace dos semanas en Afganistán
en búsqueda de Osama bin Laden. Más tarde, la cadena CNN,
citando un alto funcionario estadounidense, rectificó la información:
dijo que las fuerzas no eran sólo estadounidenses, sino también
británicas y que estaban allí para inspeccionar el terreno
y los posibles sitios de aterrizaje. Por otra parte, la Alianza del Norte
declaró estar a unos pocos kilómetros de la capital afgana,
Kabul, listos para tomarla cuando reciban la orden.
Citando a un alto funcionario del gobierno, CNN señaló que
en los últimos días las unidades especiales realizaron operaciones
en Afganistán. No hacemos ningún comentario sobre
nuestras fuerzas especiales dijo el ministerio británico
de Defensa, involucrado en los movimientos militares. Previamente, el
periódico USA Today había señalado que las unidades
especiales norteamericanas comandos compuestos por entre tres y
cinco hombres apoyados por helicópteros Blackhawk tenían
la misión de encontrar a Bin Laden vivo o muerto, tal como ordenó
George W. Bush o, por lo menos, arrinconarlo para posibilitar un bombardeo
en la zona. Hasta hoy se habrían registrado cuevas y bunkeres.
Ni Bush ni el Pentágono ratificaron o desmintieron la información.
Bush se limitó a decir que no se van a comentar los planes
militares pero advirtió: No se equivoquen, estamos
ahora en una persecución en caliente. Además, prosiguió
con sus teorizaciones sobre la guerra contra el terrorismo tras la reunión
que mantuvo con el rey de Jordania Abdullah II: Esta es un tipo
diferente de guerra y es difícil librar una guerra de guerrilla
con fuerzas convencionales por lo que repitió la importancia
de atacar por varios frentes: financiero, diplomático y militar.
Estoy completamente al tanto de las dificultades de los rusos en
Afganistán. Nuestra gente de inteligencia y nuestro Departamento
de Estado también están enterados. Y en relación
a la información, avisó: La gente podrá ver
lo que hacemos en las pantallas de televisión. Y otras veces no
podrá verlo. A la vez, Andrew Krepinevich, director del Centro
de Estudios Estratégicos y Presupuestarios (CSBA), con sede en
Washington, detalló: Será sin duda una guerra de operativos
especiales, en los que se harán incursiones e intentaremos capturar
a terroristas. Lo que queremos es saber cómo están organizados,
cómo actúan, dónde pueden estar y quiénes
son sus jefes, quiénes son esos jefes. Los operativos repentinos
(snatch operations) son los más adecuados en este tipo de misiones.
A la vez, la antitalibana Alianza del Norte parece acercarse tras
continuos enfrentamientos a la capital del mullah Omar. Estamos
preparados para entrar en Kabul. Si nuestros jefes nos dan la orden, podemos
atacar, incluso mañana, señaló al canal de
la televisión rusa NTV el comandante Taharbón Shiridi, uno
de los jefes militares que dirige la ofensiva. El mando superior al que
se refería y del que esperan órdenes son las
tropas que bombardean las colinas cercanas al aeródromo de Bagram,
hasta ahora dominadas por la artillería de los talibanes. Aparentemente,
esa sería la última valla antes de entrar a Kabul. Más
tarde, se informó que otro comandante opositor, Hayyi Kadir, estaba
atacando a los talibanes en las cercanías de Jalalabad y que sus
tropas están cerca de la ruta que une esa ciudad del
este afgano con Kabul. Diversas fuentes militares consultados por NTV
evaluaron que la Alianza del Norte tendrá dificultades para resistir
en esa zona porque el régimen talibán trasladó allí
a sus mejores hombres por temor a un ataque estadounidense procedente
de Pakistán. Jalalabad está cerca de Pakistán y unida
por ruta con la importante ciudad fronteriza paquistaní de Peshawar.
Por otra parte, fuentes de la Alianza del Norte indicaron desde Dushambé,
capital del vecino Tajikistán, que los talibanes están concentrando
sus tropas en la frontera con Pakistán, donde ya hay más
de 40.000 efectivos.
ARABIA
SAUDITA LE HABRIA DADO UNA BASE A EE.UU.
El casi sí más esperado
Por
Brian Whitaker
Desde
Londres
Los funcionarios
norteamericanos están muy confiados en que Arabia Saudita les permitirá
el uso de la base aérea de Príncipe Sultán para la
acción militar contra Afganistán. El gobierno saudita, temeroso
de reacciones hostiles de sus ciudadanos, pero visto por Estados Unidos
como un aliado vital, ha mostrado reticencias sobre el uso de sus instalaciones
para un ataque de este tipo. En el comentario más fuerte sobre
el asunto, el canciller saudita, príncipe Saud al-Faisal, le dijo
al diario Arab News: La lucha no es apenas contra quienes ayudaron
a cometer los ataques del 11 de setiembre, sino que busca exterminar toda
la infraestructura del terrorismo. Preguntado sobre si el apoyo
saudita incluiría una colaboración militar con Estados Unidos,
respondió: Arabia Saudita no eludirá su deber.
El príncipe agregó que el reciente ataque sobre Estados
Unidos va más allá de cualquier cosa que hayamos visto
en el pasado o el presente y llama a nuevas formas de cooperación.
Hasta el momento, Estados Unidos ha diseñado planes de emergencia
para establecer el comando central de las operaciones en otro lugar del
Golfo Pérsico. Un funcionario norteamericano declaró satisfecho
a The Washington Post que Estados Unidos cree ahora que el gobierno saudita
nos permitirá hacer muchas cosas, aunque con algunas reservas.
Esto mismo reafirmó una fuente diplomática británica:
Los sauditas han sido muy solícitos y cooperativos. No estamos
enterados de que rechazaran algún pedido norteamericano.
La base aérea Príncipe Sultán está cerca de
al-Kharj, a 40 kilómetros al sudeste de Riad, y tiene todas las
características de una central de comando, diseñada por
Estados Unidos. Fue utilizada para patrullar la zona de exclusión
aérea en el sur de Irak desde la Guerra del Golfo. Estados Unidos
tiene 2000 efectivos y personal de la Fuerza Aérea estacionados
allí, junto a 320 aviones de guerra, entre ellos F-15 y F-16, Stealth
y aviones Hércules de transporte. La Fuerza Aérea británica
tiene 300 efectivos en la base y seis Tornado F3. La base permite controlar
el movimiento de muchos aviones en grandes distancias. También
puede funcionar como central de información.
Hasta el martes pasado, Arabia Saudita era uno de los apenas dos países
que reconocían al régimen talibán. Pakistán
aún lo reconoce, mientras Emiratos Arabes Unidos cortó relaciones
el último fin de semana. Estados Unidos ve como esencial el apoyo
saudita a guerra contra el terrorismo porque ayudaría
a descartar las acusaciones de que esta campaña es un ataque al
mundo musulmán.
|