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PANORAMA ECONOMICO
Por Julio Nudler

Buscándole otro Roque a Cavallo

Quien invierte en la Argentina, o simplemente inmoviliza sus ahorros en un plazo fijo, equipara su situación a la del pasajero de cualquier avión que surque el cielo estadounidense después de que George Bush autorizó a los brigadieres Schwartz y Arnold a mandar derribar toda aeronave que parezca abrigar malas intenciones. Cuando uno asciende por la escalerilla o camina por la manga con su equipaje de mano (ahorros), cree conocer las reglas del juego: volará a 30 mil pies de altura (tasa de interés) durante tantos minutos (si es cortoplacista) u horas (si prefiere el largo plazo), para descender en el aeropuerto de destino (vencimiento). Pero durante el viaje puede sobrevenir lo inesperado: un terrorista, una falla electrónica o un malentendido, y en ese caso en lugar de nubes de algodón habrá cazabombarderos en la ventanilla y el paseo podrá terminar antes de lo previsto. Ayer los renovados rumores de renuncia de Domingo Cavallo, precisamente cuando bastante gente ha estado volviendo con su plata a los bancos para depositarla a plazo fijo al asomar cierta esperanza de normalización financiera en el horizonte mediante un nuevo canje de deuda, destruyeron el relativo sosiego de quienes se dejaron tentar por las tasas.
Para tener una medida de la crisis, nada mejor que revisar el editorial del informe mensual de coyuntura que dio a conocer el miércoles Ieral Fundación Mediterránea. Desde el mismo momento en que Cavallo retornó a Economía, medio año atrás, esos análisis se dedicaron a explicar y dar apoyo a las cambiantes estrategias del equipo económico, e incluso a culpar a sectores gubernamentales y políticos que le obstruían el sendero al cordobés. Pero esta vez el diagnóstico de la Mediterránea es tan sombrío que sólo puede provenir de un grupo que tiene hechas las valijas.
Estas son algunas frases entresacadas del texto: “La profundidad de la recesión se está extendiendo al consumo, pues el desplome de la inversión ya no es noticia.” “La Argentina ingresa, técnicamente hablando, en el cuarto año de recesión.” “La credibilidad (recién) será recuperada luego de varios meses de consecución del déficit cero.” Hay un “creciente deterioro económico-social”. ¿Qué diferencia hay entre esto y decir fracasamos, o fracasó todo el Gobierno? El contraste con la arrogancia inicial de Cavallo, cuando sucedió al implacable López Murphy, es estruendoso. La cuestión no es esta vez cómo puede renunciar Cavallo, sino cómo puede permanecer en el cargo.
Pero, de algún modo, como en el atentado contra las Torres Gemelas, el derrumbe de una ellas implicaba el de la otra, y luego el de una tercera.
De manera similar, la crisis argentina derribó ya a dos ministros de Economía de De la Rúa y parece aprestarse a derruir al tercero. A punto tal que no interesa demasiado quién sea el cuarto portador de la cartera.
Hace tiempo que suena Daniel Marx, pálida y poco comunicativa figura tan impensable para el cargo en otras circunstancias. Pero ahora sólo se requiere, en la visión conservadora de esta historia, alguien muy conectado al establishment financiero, para negociar en Estados Unidos, mientras en casa la política económica se reduce a controlar la caja. Simplemente va a cumplirse una ley inexorable en la historia del país: a cada ministro económico de gran protagonismo lo sucede otro de diluida presencia. En este momento sólo es cuestión de encontrarle a Cavallo su nuevo Roque.
Esta vuelta el cordobés entró con el pie izquierdo a Hipólito Yrigoyen 250 y nunca pudo enderezar el paso. “Creyó que, sólo con verlo, los consumidores correrían a Garbarino y los operadores de Wall Street se lanzarían sobre los bonos argentinos, pero no ocurrió nada de eso”, resume un economista que lo trató de cerca durante esos meses. “Creo que lo sobreestimábamos”, confiesa. O lo que ocurrió fue que Cavallo subestimó la encrucijada del modelo que él mismo había implantado y que heredó, cometiendo así un tremendo error político. Inexorablemente, la deflación prosiguió, indiferente a cualquier política activa. Pero al existir un conjunto de precios inflexibles a la baja, en particular las tarifas públicas, los salarios nominales siguieron cayendo más rápidamente y gran parte del ajuste continuó recayendo en la actividad, cada vez más anémica.
Sin recursos fiscales suficientes para compensar la sobrevaluación cambiaria, Cavallo se quedó a medio camino, hasta que el aumento incesante del riesgo país terminó cerrando todo acceso al crédito externo y obligando a imponer, como recurso extremo, la inmediata eliminación del déficit fiscal. Es decir, una severísima combinación de ingreso cero (o incluso salida) de capitales y política fiscal extremadamente dura. En estas condiciones, a la economía solo le queda seguir encogiéndose, hasta que alguna vez toque fondo. Nadie sabe cuándo.
El inédito lock-out estatal entrerriano es sólo una muestra de la parálisis que se genera en el funcionamiento de los servicios básicos. Por esta razón, el tiempo adquiere un valor crucial. La pregunta es cuántos meses habrá que sostener el déficit cero antes de alcanzar una renegociación de la deuda y la consiguiente apertura de un mínimo horizonte, porque a cada momento amenaza desplomarse toda la estructura política y social. Ahora se intenta, como paliativo, generar liquidez por afuera de la convertibilidad con la emisión de medios de pago inconvertibles, como el patacón, que en realidad procuran monetizar el déficit que las provincias no pueden suprimir. Y también habrá que internarse mucho más en la trocha abierta por el factor de empalme, que no significa otra cosa que la creación de un tipo de cambio comercial devaluado, para eludir el congelamiento de la paridad financiera.
Todo esto podría hacerse con Cavallo, pero también sin él. Y el hecho es que para la mayor parte del oficialismo es mejor sin que con.


 

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