Por Suzanne Goldenberg
*
Desde
Franja de Gaza
Sobre la pared de la casa,
en una callejuela arenosa llamada Calle de los Mártires, hay una
versión palestina de la Pasión, pintada con spray: un padre,
acunando a su hijo moribundo en sus brazos, ambas figuras con pinceladas
negras y rojas representando balas y sangre. Este es el hogar de la familia
al-Durrah, gente común transformada en modernos iconos de hoy cuando
su hijo, Mohammed, fue muerto por disparos de soldados israelíes
en los primeros días de la revuelta palestina, el año pasado.
Mohammed tenía 12 años cuando fue asesinado el 30 de septiembre,
dos días después de comienzo de esta segunda intifada. A
las pocas horas, el mundo conocía los últimos 40 minutos
de su vida, capturados por un cameraman palestino para la televisión
francesa: la máscara de terror en la cara del niño, las
convulsiones del cuerpo con cada nueva andanada de balas y luego la caída
lenta de la mano del niño, sostenida por su padre, Jamal.
Jamal al-Durrah y su mujer, Amal, han quedado inmersos en esas escenas
desde entonces. Su living está empapelado de imágenes de
Mohammed: refugiándose en los brazos de su padre en posters de
propaganda, sonriendo en fotos de bebé, serio en un gran retrato
en pasteles donado por un artista egipcio. Su muerte es emitida sin pausa
por la televisión palestina, que es casi como un miembro extra
de la familia, y su corta vida fue revivida hasta en los mínimos
detalles por incontables reporteros, equipos de televisión y dignatarios
que llegaron hasta esta casa, atraídos por el culto del primer
niño mártir de la intifada. Siento como si se hubiera
muerto ayer, dice su madre, Amal. El alboroto alrededor de la casa
hace imposible un diálogo íntimo con ella, pero de todas
maneras entra en un diálogo profundo y confiesa que la reconforta
la celebridad póstuma de Mohammed y que se encuentra irresistiblemente
atraída por las imágenes de su muerte. Aún
cuando son imágenes horribles, era mi hijo y todavía me
gusta mirarlo, dice. Todo el mundo vio a Mohammed, y todas
las madres sintieron que este niño era su hijo. Cuando murió,
despertó al mundo, así que creo que valió la pena.
El padre de Mohammed, Jamal, fue herido por 12 balas. Estuvo cuatro meses
en un hospital jordano, de donde salió con la mano derecha fulminada,
un ligero renqueo y un fuerte sentido de su misión. Creía
en la lucha antes de la muerte de Mohammed, dice. La principal
diferencia es que me convertí en un embajador para contarle al
mundo sobre nuestra lucha. Esto llevó a los al-Durrah, que
sólo habían dejado la franja de Gaza en una ocasión
antes de la muerte de Mohammed, y que todavía no poseen teléfono,
a Egipto, Argelia, los Emiratos Arabes Unidos y a la Conferencia de la
ONU contra el Racismo, el mes pasado en Sudáfrica. Su hogar, un
refugio con un techo de cartón corrugado, está apenas amueblado
con sillas de plástico y divanes de madera en mal estado.
Pero hay informes que han recibido miles de dólares de benefactores
del mundo árabe, además de la obligatoria pensión
de 220 dólares al mes pagada por la Autoridad Palestina a las familias
de las víctimas, y el cheque por 10.000 dólares de Saddam
Hussein. Algunas de estas donaciones pagaron la lápida de mármol
para Mohammed. Campesino desempleado antes de la muerte de su hijo, Jamal
medita acerca de establecer una fundación para niños discapacitados,
o quizás un fondo para becas para estudiantes universitarios que
carezcan de medios. Mientras hablan, sus seis hijos sobrevivientes se
pelean entre sí y gritan, pero no logran atraer la atención
de sus padres. El vecino dice que estuvieron muy excitados durante todo
el año.
La celebridad, y la comprensible amargura por la muerte de Mohammed, también
endureció el corazón de los al-Durrah ante cualquier posibilidad
de un compromiso con Israel. Para Jamal, la masacre de Nueva York y Washington
del 11 de septiembre fue producto del servicio secreto israelí,
Mossad, una teoría sobre la que está dispuesto a explayarse.
Ante la pregunta si están dispuestos a aceptar un Estado palestino
compuesto porCisjordania y Gaza con los israelíes como vecinos,
ambos contestan: Debemos tener a toda Palestina.
Ayer se cumplió exactamente un año desde el comienzo de
la violenta intifada, que ocurrió después de la provocativa
visita del entonces líder de la oposición, Ariel Sharon,
al lugar más sagrado de Jerusalén, reverenciado por los
musulmanes como el Haram as-Sharif y por los judíos como Monte
del Templo, lugar de dos destruidos templos bíblicos. Desde entonces,
más de 750 personas han muerto, incluyendo montones de niños,
árabes y judíos, muchos mucho más jóvenes
que Mohammed.
El lugar donde fue muerto, en el cruce de Netzarim, un cruce de caminos
presidido por una posición del Ejército israelí,
está irreconocible. El barril de concreto donde buscaron refugio
Mohammed y su padre fue destruido por el Ejército israelí
pocos días después de su muerte, junto con una choza que
pertenecía a las fuerzas de seguridad palestinas. Dos bloques de
departamentos que miraban hacia el campo del Ejército israelí
fueron derribados más tarde. En el páramo que queda, hay
un único tanque israelí y un nido de ametralladoras justo
frente al lugar donde fue asesinado Mohammed.
¿Para qué sirvió hasta el momento la revuelta palestina?
No hay soluciones políticas en danza, ahora que entramos
al segundo año de la intifada, dice Hussain Sheikh, uno de
los jefes de la organización Al Fatah de Yasser Arafat en Cisjordania.
Dice que el levantamiento logró tres objetivos amplios: despertó
a la comunidad internacional sobre la lucha palestina contra la ocupación
de Israel de Cisjordania y Gaza; puso en claro que Israel no está
dispuesto a hacer penosas concesiones para un acuerdo pacífico
en la disputa de Medio Oriente; y trajo una renovada mirada al rol de
los asentamientos ilegales judíos en Cisjordania y la franja de
Gaza como los principales puntos del conflicto. Lo que Sheikh no dice,
sin embargo, es que el principal logro de la intifada se logró
con las imágenes de la muerte de Mohammed, cuando la simpatía
internacional por los palestinos estaba más alta que nunca. El
impacto de esas imágenes fue reconocido por las autoridades israelíes.
Desde entonces, el Ejército trató de dar una explicación
alternativa de la muerte de Mohammed, como que él y su padre en
realidad fueron alcanzados por fuego palestino.
La muerte de Mohammed no evitó que otros niños murieran.
Para cuando los primeros periodistas llegaron al hogar de los al-Durrah,
la intifada había cobrado una víctima aún más
joven que Mohammed: Sara al-Hag, una gordita de dos años con rulos
color cobre, muerta en su pueblo cerca de la ciudad de Nablus, en Cisjordania.
Por el contrario, el asesinato de niños de alguna manera definió
a la intifada, alimentando el culto del martirio que envolvió a
niños muertos cuando le tiraban piedras a tanques israelíes,
y más ominosamente, los bombardeos suicidas llevados a cabo en
docenas de ataques sobre civiles judíos. También provocó
una macabra competencia entre árabes y judíos para adjudicarse
las víctimas más jóvenes en la intifada. Según
el Grupo Palestino de Monitoreo de los Derechos Humanos, 140 de las víctimas
palestinas de la intifada eran menores de 18 años, un cuarto de
la totalidad de los muertos. El grupo israelí de derechos humanos,
BTselem, cuenta 127 menores entre los muertos. Veintiocho niños
israelíes murieron, incluyendo 22 que volaron en los atentados
suicidas dentro del Estado judío. Ayer, hubo una muerte más:
un joven palestino de 16 años que lanzaba piedras fue alcanzado
en la cabeza por soldados israelíes en la franja de Gaza, a tres
millas del lugar donde Yasser Arafat y el canciller israelí, Shimon
Peres mantenían conversaciones sobre el cese de fuego.
Mohammed al-Durrah tiene ahora su contraparte icónica en una beba
judía, Shalhavet Pass, que fue muerta por disparos palestinos en
su cochecito en las puertas de un asentamiento judío en Hebrón.
Tenía 10 meses de edad. El rostro redondo de Shalhavet ahora mira
desde los websites, remeras y amuletos producidos por los colonos de Hebrón
en su memoria. Sin embargo, la víctima más joven judía
de la intifada es Yehuda Shoham, de cincomeses, que murió de las
heridas provocadas por una piedra tirada contra el automóvil de
su familia cerca del asentamiento de Gilo, en Cisjordania, el 6 de junio.
La víctima más joven palestina no murió por los soldados
israelíes, sino por judíos extremistas. Diya Tmeizi, un
bebé de tres meses, que nació después que sus padres
hicieran un tratamiento de fertilidad, fue asesinada junto con otros dos
palestinos cuando su automóvil estuvo bajo fuego, de regreso de
un casamiento en el pueblo de Idna, cerca de Hebrón, el 20 de julio
de este año.
Otros niños murieron sin ser recordados, como lo hizo el principal
actor en el drama que rodea la muerte de Mohammed al-Durrah: el chofer
de la ambulancia, Bassem al-Bilbeisi, que murió cuando le dispararon
mientras trataba de rescatar al padre y al hijo. Escuché
que la familia de alDurrah recibió dinero y se hizo famosa ahora,
dice Hanan al-Bilbeisi, su viuda, que dice que ella y sus 11 hijos se
han visto reducidos a la penuria por su muerte. Sé que el
dinero no es una compensación por la pérdida de un niño,
pero me hubiera gustado que me hubieran dado la oportunidad de decir lo
que pensaba en los medios. Mi marido también merece ser conocido.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Claves
- Ayer los palestinos conmemoraron el aniversario de su actual
intifada contra Israel, que comenzó cuando el entonces líder
opositor israelí, hoy premier, Ariel Sharon visitó
la musulmana Explanada de las Mezquitas.
- La jornada de ayer terminó con ocho muertos palestinos:
cinco en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad israelíes,
y otras tres en una explosión de origen desconocido en Rafah,
en la franja palestina de Gaza.
- Mientras tanto, en el marco del hipotético cese del fuego
acordado por el líder palestino Yasser Arafat y el canciller
israelí Shimon Peres, oficiales de seguridad de ambas partes
se reunieron por primera vez en dos meses, con la presencia de la
CIA norteamericana. Ambas partes están bajo una fuerte presión
norteamericana para llegar a un acuerdo, ya que de esto depende,
en parte, la participación de estados árabes en la
coalición de guerra.
- Según una encuesta del Jerusalén Media Centre, el
85 por ciento de los palestinos se manifestaron a favor de continuar
la intifada.
|
|