Por Roque Casciero
Fue genial, una experiencia
increíble, se exalta Fito Páez al describir sus sensaciones
luego del estreno de su ópera prima Vidas privadas, el domingo
pasado y dentro del Festival de San Sebastián. Pero el músico
convertido en cineasta recapitula enseguida. Eso sí, estaba
cagado en las patas: cuando se apaga la luz de la sala, uno ya no puede
hacer nada, confiesa, y larga una de esas risotadas típicas
en él. Páez está entusiasmado con el impacto que
su película provocó en los espectadores, aunque la crítica
se ha dividido en flores y palos. Flores: Si unimos la magnificiente
capacidad argentina para el melodrama absoluto con el desgarro que significó
allá en los Buenos Aires y en otros sitios la perra dictadura,
el gobierno de los milicos, el horror, el horror, tendremos, una vez más,
una película rotunda, fiera, de esas que poco a poco corroen su
brillante superficie, escribió la crítica vasca Begoña
del Teso. Los palos vinieron por partida doble. Para Mirito Torreiro,
de El País, Demasiados peros que hunden la credibilidad de
una película cuya honestidad política parece a salvo, pero
cuya torpeza narrativa corre pareja con sus ambiciones de discurso personal.
Vidas privadas viene a animar a su director a que vuelva con carácter
de urgencia a la canción, disparó zumbón E.
Rodríguez Marchante en ABC. ¿Qué responde el directo
aludido? Nadie puede tomarse en serio críticas de esa naturaleza,
tan mal escritas y tan torpes. Yo me llevo las cinco salas llenas; la
gente que se quedó a los coloquios a debatir porque la película
la había enrollado, el recibimiento maravilloso y la ovación
del día del estreno. Eso me lo llevo yo. Aparte, en los debates
había opiniones muy diversas de generaciones distintas, todas con
muy buena leche, así que fue muy enriquecedor. No sé por
qué a los críticos les cuesta tanto la buena leche. Es como
si hubieran visto otra película. Las críticas de ABC y de
El País son dos payasadas, remata, exasperado.
Vidas privadas cuyo estreno en Argentina está previsto para
2002 narra una historia en la que los desaparecidos y los horrores
de la dictadura se entremezclan con el mito griego de Edipo. El guión
del largometraje, que Páez trabajó junto con Alan Pauls,
partió del caso real de los mellizos Reggiardo Tolosa, que eligieron
permanecer con sus apropiadores a pesar de que su identidad fue determinada
por la Justicia. Los roles principales están a cargo de su esposa
Cecilia Roth, el mexicano Gael García Bernal (la revelación
joven de Amores perros), Héctor Alterio y Dolores Fonzi.
¿Cómo surgió la idea de mezclar la tragedia
griega con la más reciente tragedia argentina?
No hubo una decisión tipo gabinete del doctor Caligari
para mezclar estas cosas. En el embrión de la historia ya estaba
eso y lo fuimos descubriendo con Alan a medida que avanzábamos
en la escritura del libro. Y se fue descubriendo más todavía
durante la filmación y el montaje. Hasta último momento,
la película fue modificándose, que es un poco lo que me
pasa con los discos: nunca doy por terminada una composición hasta
que entrego el álbum. Cada vez que se cruzaba el tema de los griegos
con la Argentina, veíamos que había una profundidad que
no podíamos dejar de lado, porque era una idea mítica muy
poderosa a través de la historia de la humanidad. Se puede decir
que la película intenta contar los nuevos horrores surgidos del
horror del genocidio argentino.
Alterio declaró que, como los genocidas fueron indultados,
hay que hacer miles de películas sobre el tema para que no se pierda
la memoria.
Lo importante es aportar algo al debate, que no quede como que acá
no ha pasado nada. Todo esto fue muy reciente; los muertos todavía
están ahí. Y están desaparecidos, son cadáveres
que necesitan ser velados y enterrados. O por lo menos debatidos en una
sociedad que los ampare, que los piense y que viva con ellos. Ojalá
que la película aporte algo a eso.Es una de las consecuencias de
vivir en la Argentina, de estar comprometido con mi barrio y con mi tiempo.
Hace poco usted dijo que los argentinos somos una causa perdida.
¿Le parece que ésa es una sensación generalizada?
No soy quién para ponerme en termómetro de la situación,
pero en el último tiempo que estuve en la Argentina percibí
una gran tristeza y una gran desazón... metafísica, diría.
Creo que es algo que encarnó y cuyo resultado es nuestra tristeza,
nuestra confusión, nuestra imposibilidad de avanzar. Y nuestra
clase política, también. Por otro lado, es un momento muy
interesante, de mucho temblor y emergencia. Es una buena época
para pensar y activar el ingenio y el corazón. No hay que dejar
pasar este momento, que también es una oportunidad maravillosa
para ver cómo reacciona una sociedad ante una crisis ética,
moral y económica tan profunda. A pesar de esto, no puedo dejar
de pensar que somos una causa perdida (se ríe). Pero quiero que
esta frase suene con un poco de humor, no lo digo sentado, fumándome
un habano, en un trono de papel en el Monumento a la Bandera de Rosario.
Lo digo con humor, tomándome un trago, porque quiero dejar un rayito
de luz para poder vivir y pensar que mi hijo va a ser feliz.
Recién hablaba de la reacción de la sociedad ante
la crisis. También es interesante prestarle atención a la
reacción de los artistas.
Claro. Por eso creo que la película está ligada a
eso. Ahí hay tela, como en otros ámbitos en la Argentina.
Están escuchándose voces desde hace un tiempo. A lo mejor
es en circuitos que no tienen tanta exposición mediática,
pero hay artistas hablando de esto. La obra de Vivi Tellas sobre el trabajo
(Lo que vale un brazo derecho) es una mirada espeluznante sobre la época.
O Lucrecia Martel, con La ciénaga, que es un hito del cine argentino...
O sea que hay reacción. El tema es que la gente reaccione con nosotros.
A lo mejor es doloroso, pero hasta no atravesar la crisis no vamos a poder
reírnos. Puta, ojalá la peli sirva para cachetear un poco.
¿Esa fue su intención al hacerla?
No. No sé; el origen de las cosas siempre es muy misterioso.
Nadie sabe por qué hace lo que hace. Atrás de todo, no sé
por qué hice la película. Puedo sospechar que hay conflictos
maternos no resueltos (Páez apenas conoció a su madre).
Puedo sospechar que quería contar una situación trágica
y no había podido hacerlo hasta ahora. Pueden ser las ganas de
hablar del tema de los muertos. Pero no sé para qué hice
la película. De hecho, no fue para concientizar a nadie sobre nada.
Lo que sí quiero es sentirme parte de un grupo y que cuando me
toque el turno poder decir: opino esto, miren acá.
Pero insistió y puso mucho para poder hacerla: el proyecto
tiene siete años, debió hipotecar su estudio de grabación...
El tema es que la película interese y que pueda transmitir
la emoción que creo que tiene. El resto no le interesa a nadie
y solamente lo sabe uno. Además eso siempre fue así. No
hubo productores en la Argentina que apoyaran la película; los
canales de televisión no se interesaron porque era un tema duro...
Pero no hay que olvidarse de que a cualquiera que quiera hacer una ópera
prima le va a costar muchísimo, se llame como se llame. El cine
es un negocio muy duro, en el que se apuestan números muy grandes
porque es un lenguaje caro.
Es la realidad que describen todos los cineastas argentinos.
Totalmente. Preguntale a (Adrián) Caetano o a Lucrecia, a
cualquiera de los pibes que están haciendo pelis. Es difícil
la vida del cineasta (se ríe). Y más en la Argentina. Pero
no quiero quejarme, porque siempre que escuchaba a alguien quejándose,
me iba corriendo hacia el otro lado. Además, aunque fue duro, lo
que no te mata te engorda (se ríe).
¿Qué aprendió en su nuevo rol de director?
Con estas cosas, lo que más se aprende son cosas de la vida,
de las personas. En el set aprendés todo otra vez. Y, al final,
es lo que importa y lo que queda. Aprendés de la humildad, la paciencia,
los divismos, laprofundidad de la relación de los actores con sus
papeles, la enreverada maraña que se arma entre los directores
y la gente con la que trabaja, la generosidad, el apoyo incondicional
de algunos colegas... Es la vida misma y tenés que estar atento
para no perdértela creyendo que sos Orson Welles.
Por consejo de Calamaro
Entre los proyectos que Páez planea desarrollar después
de su gira están, además del estreno argentino de
Vidas privadas, otra película y un nuevo disco. El film se
basará en un guión que escribió con Carlos
Sorín, pero su rodaje dependerá de la posibilidad
de conseguir capitales para la financiación. Es muy
desgastante hacer cine atando palitos con alambre. Volvería
a filmar si tengo detrás una productora seria. Si no, la
próxima vez que quiera contar algo, escribo un libro.
Para el disco hay varias posibilidades. Por un lado, está
la propuesta del sello discográfico para hacer un trabajo
con artistas invitados de todo el mundo. También podría
salir finalmente a la luz una compilación con la resaca
de los álbumes anteriores. Y, finalmente, están
las nuevas canciones que el rosarino ya compuso y las que imagina
escribirá durante la gira, que formarían otro disco
potencial. Andrés (Calamaro) me insiste para que publique
todos, dice Páez, e imagina entre risas el suicidio
en masa de los ejecutivos de su compañía discográfica.
La misma del hiperactivo autor de El Salmón.
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El regreso a las tablas
Vuelvo a tocar porque hace un año que no lo hago
y se me escapa la música por todos lados. Estoy que me muero
de ganas de subirme a un escenario, porque soy un bicho de tablas.
En un momento pensé que no y me retiré, pero no, si
no tengo la tabla y las luces me vuelvo loco. Soy rosarino, pero
tengo mis plumas, ¿viste?, bromea Páez. Para
saciar su sed de escenarios, el músico ya tiene programada
una gira nacional que comienza el 31 de octubre (con dos paradas
porteñas, el 16 y 17 de noviembre en el teatro Opera) y otra
por América latina y Miami. A diferencia de sus últimos
shows, sólo tendrá la compañía de un
cuarteto, que probablemente integren el bajista Guillermo Vadalá,
el baterista Jota Morelli, el tecladista Claudio Cardone y el guitarrista
Gonzalo Aloras. Quiero reducir y ver qué pasa,
explica. Hicimos pequeñas giras por EE.UU. y España
con Guille Vadalá y Gonzalo Aloras, éramos como un
trío de jazz pop. Tocábamos la canción y cada
uno hablaba respecto de lo que le iba pasando el otro. Así
se armó una cosa muy austera y muy bonita.
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