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DEBATE SOBRE LA SEGURIDAD INTERNA
¿Y los militares?

Los atentados en Nueva York le dieron aliento al debate �interesado� sobre la participación militar en la seguridad interna. A los argumentos anteriores �pobreza, protesta social, narcotráfico� se le suma ahora el impresionante del terrorismo internacional. ¿Hay que ceñirse a la Ley de Defensa, que
deja a los militares en el cuartel? ¿O modificarla?

Marcelo Fabián Sain *.
Los militares y el terrorismo

Preservar la situación de seguridad interior consiste en prevenir y conjurar el accionar de organizaciones criminales y, en particular, de grupos delictivos complejos, organizado y, en numerosos casos, grupos de carácter transnacional, como las organizaciones terroristas que perpetraron los ataques a Estados Unidos, las mafias, las organizaciones narcotraficantes, aquellas encargadas del lavado de dinero, el contrabando calificado o el tráfico ilícito de armas y municiones, etc,. Dichas organizaciones, que son las que realmente comprometen la situación de seguridad interior de un país, hasta pueden utilizar medios militares y suponer el control directo o indirecto de importantes sectores de su economía o de sus finanzas. Las labores de inteligencia criminal son esenciales para prevenir y neutralizar el accionar de estos grupos, y quienes está preparadas, adiestradas y organizadas para este tipo de labores son las fuerzas de seguridad y policiales federales, en particular, aquellos cuerpos o direcciones de inteligencia abocadas desde hace tiempo al combate a este tipo de delincuencia organizada. Sería pertinente reforzar y especializar la labor de estos cuerpos de cara a los acontecimientos recientes y apuntalar sus lazos de cooperación internacional con las agencias de seguridad e inteligencia de otros países, en particular, de los Estados Unidos. Las Fuerzas Armadas no están preparadas ni funcional ni organizativamente para desarrollar tales tareas y, en particular, para trabajar como fuerzas auxiliares de la justicia. Por ello, resultaría funcionalmente anacrónico y financieramente inoportuno que, en tiempos de crisis fiscal, la Argentina se ponga a entrenar y capacitar a sus Fuerzas Armadas y a la inteligencia militar en asuntos ajenos a sus funciones tradicionales, duplicando tareas con las policías y fuerzas de seguridad y demorando la puesta a punto de un sistema preventivo en seguridad que es de urgente realización.
Las Fuerzas Armadas están preparadas organizativa y funcionalmente para enfrentar otros tipos de conflictos, esto es, aquellos derivados o producidos por las fuerzas armadas regulares de un Estado a través de la invasión, el bombardeo o ataque al territorio o parte del territorio nacional o el ataque contra nuestras propias fuerzas terrestres, navales o aéreas regulares. A lo sumo, estarían capacitadas para intervenir ante el accionar de bandas o grupos armados irregulares que lleven a cabo acciones de fuerza armada contra un Estado, contando para ello con el respaldo político, militar o financiero, soterrado o manifiesto, de otro Estado, siempre que la envergadura y gravedad de tal agresión sea equiparable a una agresión o ataque perpetrado por las Fuerzas Armadas regulares de un Estado. Pero este no es el caso en discusión. Los atentados contra las torres del World Trade Center y del Pentágono fueron hechos perpetrados por una compleja organización terrorista que se valió de medios nomilitares lanzados contra objetivos no-militares y en el territorio del país que cuenta con las Fuerzas Armadas y la inteligencia militar más desarrollada y capacitada del mundo, sin que éstas hayan mostrado atisbo alguno tendiente a prevenir o neutralizar tales hechos. A quien se le puede ocurrir pensar que la inteligencia militar argentina sería eficiente en aquello que no lo fue la inteligencia norteamericana. Hay que dejarse de versos...

* Programa de Investigación sobre Fuerzas Armadas y Sociedad,
Universidad Nacional de Quilmes

Rosendo Fraga*.
No hace falta militarizar

Situaciones como el incremento de la delincuencia o la violencia que pueda derivar de conflictos sociales, no requieren en términos prácticos la participación de las Fuerzas Armadas en el caso argentino. La cuestión que puede plantearse es si frente a la agresión del terrorismo fundamentalista, tiene sentido o no la participación acotada de las Fuerzas Armadas. La ley de defensa nacional establece que las agresiones de origen externo corresponden a las Fuerzas Armadas, aunque tengan lugar dentro del territorio nacional, determinando que las agresiones de origen interno, corresponden en cambio a las fuerzas policiales y de seguridad.
En el caso del terrorismo fundamentalista, es claro que el origen de la agresión es externo y es en este caso que se plantea la cuestión a discutir. Mirando hacia el pasado, el tema es si una participación militar en la lucha contra el terrorismo fundamentalista, podría transformarse en un primer paso hacia un rol militar en seguridad interior, como sucedió en los años setenta.
La división entre defensa y seguridad que existe en el sistema argentino, no se plantea en el mundo desarrollado. En los Estados Unidos, el Consejo de Seguridad Nacional es el órgano que atiende tanto la defensa externa como la seguridad interior y el término seguridad es la preservación de la defensa del país, ante cualquier tipo de amenaza provenga donde provenga. Es así como la televisión mostró a las Fuerzas Armadas desplegadas en Nueva York y Washington a raíz de este ataque. Asimismo, frente a la amenaza terrorista, los Estados Unidos utilizan alternativamente y de acuerdo a las circunstancias, la Fuerza Delta de las Fuerzas Armadas, la CIA y el FBI, o las policiales estaduales y comunales.
En el caso argentino, no tiene sentido militarizar la seguridad interna en este momento. Pero lo que debe revisarse es la situación que impide a las Fuerzas Armadas cumplir un rol frente a casos de emergencia, como las que generan el terrorismo fundamentalista. No fue lógico cuando, en 1994, un Batallón de Ingenieros del Ejército de Israel desembarcó en Buenos Aires para remover los escombros de la AMIA, mientras que unidades análogas de las Fuerzas Armadas argentinas no podían contribuir en este esfuerzo. También debe analizarse si en el caso de la Triple Frontera, que ahora requiere patrullar la zona fronteriza de monte y donde se hace necesario desplazar más de 1.000 gendarmes para realizar esta tarea desafectándolos de otras funciones, no pueden cumplir funciones los 1.200 hombres de la Brigada de Infantería de Monte XII del Ejército, ubicados en esa misma zona y especializados en este tipo de operaciones.
En conclusión, no tiene sentido militarizar la seguridad interior, pero tampoco tiene sentido que frente a situaciones de emergencia generadas por amenazas derivadas del terrorismo fundamentalista, cuyo origen es externo, unidades militares no puedan cumplir funciones que contribuyan a preservar la seguridad nacional, sin que ello implique retornar a la llamada “Doctrina de la Seguridad Nacional”.

* Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

 

OTRAS VOCES

Miguel Angel Toma (diputado nacional justicialista)
“La Ley de Defensa de la Democracia, que diferencia los campos de la inteligencia externa y la interna, tiene plena vigencia. Pero toda ley es perfectible, y yo estoy dispuesto a debatir una actualización que no desvirtúe su esencia. Hay que buscar mecanismos de cooperación y complementación entre las fuerzas armadas y las de seguridad. Recordemos que el artículo 28 de la ley establece que si la situación lo requiere, los militares deben colaborar con las otras fuerzas en cuestiones de logística, o comunicaciones. Tenemos claro que el límite es no volver a militarizar la sociedad. Pero hay que rediscutir la naturaleza de las amenazas, que ya no son de tipo convencional. Es lógico que en situaciones como el copamiento de La Tablada haya una respuesta militar. O si, por inventar un ejemplo, se detecta el ingreso de un avión al espacio aéreo argentino que contiene armas químicas. Distinto es el caso si se detecta que hay una célula terrorista en el exterior, planeando un atentado en Argentina; ahí tienen que actuar combinadamente la SIDE y las fuerzas armadas, dado que el espionaje externo es atribución de éstas”.

Susana Decibe (ex ministra de Educación)
“Estoy totalmente en desacuerdo con que los militares hagan seguridad interna. No están capacitados para hacer inteligencia interna y tengo la sensación que en las actuales fuerzas armadas, a no ser por algún que otro ‘dinosaurio’, nadie estaría dispuesto a cumplir ese rol. No sería una feliz decisión en términos históricos e institucionales”.

Héctor Polino (diputado nacional por el ARI)
“En nombre de los candidatos del ARI a diputados por la Capital nos vamos a oponer a invitar a las fuerzas armadas a que participen en tareas de seguridad interna, que deben estar única y exclusivamente a cargo de las fuerzas de seguridad. Nos oponemos con todas nuestras fuerzas a reeditar la nefasta doctrina de seguridad nacional. Si se comienza a darle un papel a los militares en cuestiones como el terrorismo, después se entra en una zona muy confusa. No aceptamos el criterio de ‘nuevos escenarios’ planteado desde los atentados. Pretenden justificar intervenciones militares en cosas como el narcotráfico, el terrorismo, o inclusive en cuestiones como la lucha contra la pobreza y el tema de las inmigraciones.

Eduardo Estévez (Especialista en seguridad)
“Hay toda una serie de leyes que estipulan las líneas a seguir con casos como el terrorismo. Y creo que hay un consenso político en mantener todas esas leyes. Además, específicamente el artículo sexto de la Ley de Seguridad Interior que establece que en casos excepcionales las fuerzas armadas pueden colaborar con las fuerzas de seguridad”.

 

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