Marcelo Fabián Sain *.
Los militares y el terrorismo
Preservar la situación de seguridad interior consiste en prevenir
y conjurar el accionar de organizaciones criminales y, en particular,
de grupos delictivos complejos, organizado y, en numerosos casos, grupos
de carácter transnacional, como las organizaciones terroristas
que perpetraron los ataques a Estados Unidos, las mafias, las organizaciones
narcotraficantes, aquellas encargadas del lavado de dinero, el contrabando
calificado o el tráfico ilícito de armas y municiones, etc,.
Dichas organizaciones, que son las que realmente comprometen la situación
de seguridad interior de un país, hasta pueden utilizar medios
militares y suponer el control directo o indirecto de importantes sectores
de su economía o de sus finanzas. Las labores de inteligencia criminal
son esenciales para prevenir y neutralizar el accionar de estos grupos,
y quienes está preparadas, adiestradas y organizadas para este
tipo de labores son las fuerzas de seguridad y policiales federales, en
particular, aquellos cuerpos o direcciones de inteligencia abocadas desde
hace tiempo al combate a este tipo de delincuencia organizada. Sería
pertinente reforzar y especializar la labor de estos cuerpos de cara a
los acontecimientos recientes y apuntalar sus lazos de cooperación
internacional con las agencias de seguridad e inteligencia de otros países,
en particular, de los Estados Unidos. Las Fuerzas Armadas no están
preparadas ni funcional ni organizativamente para desarrollar tales tareas
y, en particular, para trabajar como fuerzas auxiliares de la justicia.
Por ello, resultaría funcionalmente anacrónico y financieramente
inoportuno que, en tiempos de crisis fiscal, la Argentina se ponga a entrenar
y capacitar a sus Fuerzas Armadas y a la inteligencia militar en asuntos
ajenos a sus funciones tradicionales, duplicando tareas con las policías
y fuerzas de seguridad y demorando la puesta a punto de un sistema preventivo
en seguridad que es de urgente realización.
Las Fuerzas Armadas están preparadas organizativa y funcionalmente
para enfrentar otros tipos de conflictos, esto es, aquellos derivados
o producidos por las fuerzas armadas regulares de un Estado a través
de la invasión, el bombardeo o ataque al territorio o parte del
territorio nacional o el ataque contra nuestras propias fuerzas terrestres,
navales o aéreas regulares. A lo sumo, estarían capacitadas
para intervenir ante el accionar de bandas o grupos armados irregulares
que lleven a cabo acciones de fuerza armada contra un Estado, contando
para ello con el respaldo político, militar o financiero, soterrado
o manifiesto, de otro Estado, siempre que la envergadura y gravedad de
tal agresión sea equiparable a una agresión o ataque perpetrado
por las Fuerzas Armadas regulares de un Estado. Pero este no es el caso
en discusión. Los atentados contra las torres del World Trade Center
y del Pentágono fueron hechos perpetrados por una compleja organización
terrorista que se valió de medios nomilitares lanzados contra objetivos
no-militares y en el territorio del país que cuenta con las Fuerzas
Armadas y la inteligencia militar más desarrollada y capacitada
del mundo, sin que éstas hayan mostrado atisbo alguno tendiente
a prevenir o neutralizar tales hechos. A quien se le puede ocurrir pensar
que la inteligencia militar argentina sería eficiente en aquello
que no lo fue la inteligencia norteamericana. Hay que dejarse de versos...
* Programa de Investigación sobre Fuerzas Armadas y Sociedad,
Universidad Nacional de Quilmes
Rosendo Fraga*.
No hace falta militarizar
Situaciones como el incremento de la delincuencia o la violencia que
pueda derivar de conflictos sociales, no requieren en términos
prácticos la participación de las Fuerzas Armadas en el
caso argentino. La cuestión que puede plantearse es si frente a
la agresión del terrorismo fundamentalista, tiene sentido o no
la participación acotada de las Fuerzas Armadas. La ley de defensa
nacional establece que las agresiones de origen externo corresponden a
las Fuerzas Armadas, aunque tengan lugar dentro del territorio nacional,
determinando que las agresiones de origen interno, corresponden en cambio
a las fuerzas policiales y de seguridad.
En el caso del terrorismo fundamentalista, es claro que el origen de la
agresión es externo y es en este caso que se plantea la cuestión
a discutir. Mirando hacia el pasado, el tema es si una participación
militar en la lucha contra el terrorismo fundamentalista, podría
transformarse en un primer paso hacia un rol militar en seguridad interior,
como sucedió en los años setenta.
La división entre defensa y seguridad que existe en el sistema
argentino, no se plantea en el mundo desarrollado. En los Estados Unidos,
el Consejo de Seguridad Nacional es el órgano que atiende tanto
la defensa externa como la seguridad interior y el término seguridad
es la preservación de la defensa del país, ante cualquier
tipo de amenaza provenga donde provenga. Es así como la televisión
mostró a las Fuerzas Armadas desplegadas en Nueva York y Washington
a raíz de este ataque. Asimismo, frente a la amenaza terrorista,
los Estados Unidos utilizan alternativamente y de acuerdo a las circunstancias,
la Fuerza Delta de las Fuerzas Armadas, la CIA y el FBI, o las policiales
estaduales y comunales.
En el caso argentino, no tiene sentido militarizar la seguridad interna
en este momento. Pero lo que debe revisarse es la situación que
impide a las Fuerzas Armadas cumplir un rol frente a casos de emergencia,
como las que generan el terrorismo fundamentalista. No fue lógico
cuando, en 1994, un Batallón de Ingenieros del Ejército
de Israel desembarcó en Buenos Aires para remover los escombros
de la AMIA, mientras que unidades análogas de las Fuerzas Armadas
argentinas no podían contribuir en este esfuerzo. También
debe analizarse si en el caso de la Triple Frontera, que ahora requiere
patrullar la zona fronteriza de monte y donde se hace necesario desplazar
más de 1.000 gendarmes para realizar esta tarea desafectándolos
de otras funciones, no pueden cumplir funciones los 1.200 hombres de la
Brigada de Infantería de Monte XII del Ejército, ubicados
en esa misma zona y especializados en este tipo de operaciones.
En conclusión, no tiene sentido militarizar la seguridad interior,
pero tampoco tiene sentido que frente a situaciones de emergencia generadas
por amenazas derivadas del terrorismo fundamentalista, cuyo origen es
externo, unidades militares no puedan cumplir funciones que contribuyan
a preservar la seguridad nacional, sin que ello implique retornar a la
llamada Doctrina de la Seguridad Nacional.
* Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría
OTRAS
VOCES
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Miguel Angel Toma (diputado nacional justicialista)
La Ley de Defensa de la Democracia, que diferencia los
campos de la inteligencia externa y la interna, tiene plena vigencia.
Pero toda ley es perfectible, y yo estoy dispuesto a debatir una
actualización que no desvirtúe su esencia. Hay que
buscar mecanismos de cooperación y complementación
entre las fuerzas armadas y las de seguridad. Recordemos que el
artículo 28 de la ley establece que si la situación
lo requiere, los militares deben colaborar con las otras fuerzas
en cuestiones de logística, o comunicaciones. Tenemos claro
que el límite es no volver a militarizar la sociedad. Pero
hay que rediscutir la naturaleza de las amenazas, que ya no son
de tipo convencional. Es lógico que en situaciones como el
copamiento de La Tablada haya una respuesta militar. O si, por inventar
un ejemplo, se detecta el ingreso de un avión al espacio
aéreo argentino que contiene armas químicas. Distinto
es el caso si se detecta que hay una célula terrorista en
el exterior, planeando un atentado en Argentina; ahí tienen
que actuar combinadamente la SIDE y las fuerzas armadas, dado que
el espionaje externo es atribución de éstas.
Susana Decibe (ex ministra de Educación)
Estoy totalmente en desacuerdo con que los militares
hagan seguridad interna. No están capacitados para hacer
inteligencia interna y tengo la sensación que en las actuales
fuerzas armadas, a no ser por algún que otro dinosaurio,
nadie estaría dispuesto a cumplir ese rol. No sería
una feliz decisión en términos históricos e
institucionales.
Héctor Polino (diputado nacional por el ARI)
En nombre de los candidatos del ARI a diputados por la
Capital nos vamos a oponer a invitar a las fuerzas armadas a que
participen en tareas de seguridad interna, que deben estar única
y exclusivamente a cargo de las fuerzas de seguridad. Nos oponemos
con todas nuestras fuerzas a reeditar la nefasta doctrina de seguridad
nacional. Si se comienza a darle un papel a los militares en cuestiones
como el terrorismo, después se entra en una zona muy confusa.
No aceptamos el criterio de nuevos escenarios planteado
desde los atentados. Pretenden justificar intervenciones militares
en cosas como el narcotráfico, el terrorismo, o inclusive
en cuestiones como la lucha contra la pobreza y el tema de las inmigraciones.
Eduardo Estévez (Especialista en seguridad)
Hay toda una serie de leyes que estipulan las líneas
a seguir con casos como el terrorismo. Y creo que hay un consenso
político en mantener todas esas leyes. Además, específicamente
el artículo sexto de la Ley de Seguridad Interior que establece
que en casos excepcionales las fuerzas armadas pueden colaborar
con las fuerzas de seguridad.
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