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LAS ESTREMECEDORAS DECLARACIONES DEL TESTIGO SECRETO IRANI
Un silencio de diez millones

Silenciada por el juez Galeano, la segunda declaración del �Testigo C� relaciona el atentado a la AMIA con el tráfico de armas y con viejos contactos iraníes en el país �para hacer negocios y montar una base�. Para encubrir sus rastros, dice el desertor de la inteligencia iraní, hubo un pago millonario en Suiza y un �soborno institucional� de exportaciones.

Según C, los contactos con
Menem datan de 1986, cuando era gobernador y armaron negocios.

Por Miguel Bonasso

“Preguntado (por Su Señoría) para que (el dicente) diga si cuando habla de MENEM se refiere a su persona o al gobierno de MENEM, dijo que se refiere a su persona. Expresa que en un banco suizo denominado Banco de Luxemburgo, que está en Ginebra, se depositaron diez millones de dólares a nombre de un número de cuenta que MENEM había indicado. Que este tema del dinero había sido conversado entre AZIZI y el enviado de MENEM. El motivo era que MENEM tenía que hacer declaraciones respecto a que no había pruebas contra Irán o que era responsable de estos atentados. Ese banco es utilizado por Irán para realizar transacciones y pagos a gente. Abren cuentas numeradas que no tienen nombre por lo que es imposible que sean descubiertas”.
El párrafo precedente forma parte de la segunda declaración prestada por el misterioso “testigo C” de la Causa AMIA, ante el juez federal Juan José Galeano, los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, y la apoderada de la querellante D.A.I.A, Marta Nercellas. El interrogatorio judicial se llevó a cabo en la embajada argentina en México, los días 22 y 23 de mayo del año pasado. Esta declaración, la segunda de “C”, se mantuvo en total secreto hasta que, en vísperas del juicio oral, el expediente fue remitido al Tribunal número 3 para ponerlo a disposición de los abogados de las partes. Entonces trascendieron algunos tramos de su contenido. Pero no se lo había reproducido de manera textual y extensa hasta este momento.
El testigo “C”, es un ex funcionario del servicio de informaciones iraní que desertó y pasó a colaborar con la inteligencia alemana (BKA), a la que ayudó a esclarecer el asesinato de disidentes iraníes perpetrado en el restaurante Mykonos, en territorio germano. Desde entonces pasó a ser un fantasma, un “testigo de identidad reservada”, que lleva cinco años protegido por los alemanes, que lo consideran una fuente seria. En México dijo llamarse Abolghasem Mesbahi, pero es probable que ese también sea un nombre de fantasía. En cualquier caso, los cuatro casettes, correspondientes a sus declaraciones (tanto las que formuló en Alemania los días 20 y 21 de julio de 1998, como las de México, el año pasado) están guardados en la Causa AMIA en un sobre que dice simplemente “Testigo C”. Una preocupación comprensible, pero que no engaña a los iraníes que tienen secuestrados a sus cuatro hijos. Un dato para preguntarse si dice la verdad y toda la verdad, o reserva (para salvar la vida de sus vástagos) algunos datos que pondrían aún en mayores dificultades al gobierno de Teherán.
Sin embargo, a pesar de tener a sus hijos como rehenes, “C” ha sido categórico al denunciar al estado iraní como autor intelectual del terrible atentado de la AMIA que causó la muerte de 85 personas y señalar a Moshen Rabbani, el ex agregado cultural en Buenos Aires, como uno de los organizadores del ataque.
Pero entre su primer testimonio, brindado cuando Carlos Saúl Menem aún era presidente y el segundo, que fue tomado a su pedido en nuestra sede diplomática en la ciudad de México, hay una diferencia crucial: la acusación al ex mandatario argentino de haber encubierto la autoría de Irán a cambio de un soborno para él y ventajas comerciales para el país.
Galeano desestimó la importancia del segundo testimonio de “C” y no le ha tomado una nueva declaración a pesar de que se lo ha solicitado expresamente Nilda Garré, la funcionaria que Fernando de la Rúa puso al frente de la Unidad Especial de Investigaciones de la Causa AMIA, un organismo del Ejecutivo que funciona en el ámbito del ministerio de Justicia.
Página/12 tuvo acceso al testimonio de “C” por vías casuales que obviamente no se pueden revelar. Su reproducción textual cobra vigencia con dos hechos recientes: las polémicas declaraciones del ministro del Interior señalando que los atentados de la embajada y la AMIA serían represalias por promesas incumplidas del ex presidente y la exhumación de dos cables secretos enviados desde Teherán y Damasco a la cancillería delgobierno menemista, donde se menciona a Irán como el responsable de los atentados.
Su reproducción no implica dar por cierto su contenido, que deberá confirmar o rechazar la justicia argentina cuando logre esclarecer el ángulo internacional de los atentados.
El primer testimonio
El lunes 20 de abril de 1998, a las diez de la mañana, el Testigo C, prestó declaración ante sus protectores de la BKA, que lo interrogaron sobre la AMIA a pedido de la justicia argentina. Para la inteligencia alemana es una fuente seria, tanto por la posición que ocupó en el servicio secreto de Irán (del que desertó en 1996), como por la colaboración que prestó para aclarar el asesinato de cinco disidentes iraníes en el restaurante Mykonos.
“C” comenzó admitiendo que nunca había integrado uno de los grupos de inteligencia iraníes que según él “trabajan activamente en Sudamérica”, a los que calificó como una “mafia dedicada al tráfico ilegal de armas”. Pero por la posición que ocupaba en la inteligencia de su país conoció sus actividades y su estructura organizativa. Supo, por ejemplo, que la central sudamericana estaba situada en la embajada iraní en Buenos Aires, a cargo de un agente del ministerio de Inteligencia (Vevak) que fungía como agregado cultural, el conocido Moshen Rabbani, que se vio obligado a dejar el territorio argentino para evitar el escándalo diplomático que hubiera supuesto una citación de la justicia.
Junto con Rabbani –según “C”– habría actuado Hamid Naghashan, un alto oficial del Vevak, “responsable del tráfico ilegal de armas y la compra de armas para Irán”. “Junto con Rabbani prepararon u organizaron el atentado del ‘94 contra los israelíes (sic, queriendo decir los judíos)”.
La decisión –dice el testigo protegido– fue tomada en Teherán, por parte del “Guía de la Revolución, por medio del Comité Uvijh”. El responsable de la preparación “es Alí Fallahian. Los Oficiales colaboradores en el control de esa preparación en la Argentina son Nagashan y Rabbani”. Pero “C” distingue centralmente tres ejes organizativos y un cuarto más complejo que no describe. Dos se vinculan con los “locales”: “una rama que se dedicaba a la cooperación con integrantes de la policía argentina corrompiéndolos o amenazándolos para que colaboraran en el atentado, y otra gran rama que se dedicaba a procurar los materiales explosivos”.
La decisión se habría tomado en 1992, que es cuando se produjo el primer atentado, a la embajada israelí en Buenos Aires, del que “C” declara no tener datos.
“Nagashan –asegura C– tenía contacto con un grupo de brasileños”, dato que cobra importancia por el testimonio de Wilson Pereira Dos Santos, que anticipó el atentado de la AMIA y porque según el testigo en manos de los alemanes los explosivos habrían venido del Brasil. Rabbani estaba enterado del objetivo, pero no de los detalles técnicos, que corrían por cuenta de Hamid Naghashan, que era el encargado de “conseguir y transportar al lugar los materiales necesarios” y evaluar “las fuentes humanas (locales) que podían apoyar la acción”.
En esas primeras audiencias le mostraron fotos de diplomáticos iraníes designados en Buenos Aires y en algunos casos los identificó por sus nombres reales o de guerra, como integrantes del Vevak o del servicio de inteligencia de los Pasdarán (los guardias de la Revolución). Una dualidad que se reitera a lo largo de todo su testimonio y se corresponde con el doble liderazgo imperante en Irán: el del poder secular derivado de elecciones y el religioso, que arranca con el proceso revolucionario conducido por el Ayatola Jomeini en 1979.
Según “C” el móvil del atentado a la AMIA habría sido la competencia entre el servicio secreto iraní y el Mossad israelí, “que se pelearon por tener a Argentina como base de tecnología militar (...) Querían tener enArgentina una base de transferencia de tecnología militar y de ahí pasarla a Medio Oriente. Era una suerte de triangulación de tecnología”.
Aunque Argentina aparecía en este rubro detrás de Brasil y Chile, los servicios secretos iraníes consideraron a nuestro país como “más favorable y seguro para establecer una base de inteligencia para la transferencia de tecnología”. Argentina se consideraba como un territorio más propicio para “llevar adelante operaciones y actividades de inteligencia y terrorismo que Chile y Brasil”.
La decisión, según el testigo, se habría tomado en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad en Teherán, en la que estuvieron las máximas autoridades, como el presidente de la República Alí Rafsanjani y el Guía de la Revolución, Alí Khamenei.
En estas primeras declaraciones “C” sugiere ya el presunto “acuerdo” con el gobierno de Menem, pero se resiste a decirlo con todas las letras. Empieza por informar que Irán envió un emisario “para que propusiera contratos comerciales interesantes”, lo que está indirectamente corroborado por los informes de la cancillería argentina, que registran el dramático aumento de las compras iraníes después de la masacre. Una forma de soborno institucional que habría sido analizada en una reunión evaluatoria de los atentados celebrada en Teherán por el Consejo de Seguridad. Allí se habrían decidido acciones políticas a cargo de otro hombre de la Vevak, Hamid Kamal. Su acción se habría facilitado por ciertos contactos: “por lo menos hay una persona del gobiernbo argentino que cooperó con Irán”.
Pero en ese momento no quiso dar nombres. Debieron pasar dos años para que “Abolghasem Mesbahi” se decidiera a ir a fondo y pidiera, él mismo, prestar nueva declaración ante el juez argentino.

El segundo testimonio

En mayo del año pasado, el Distrito federal se pobló de agentes secretos de la BKA, la SIDE y la local Secretaría de Gobernación, para proteger al desertor de los servicios iraníes.
Reveló entonces que agentes del servicio de información de los Pasdaran llegó a la Argentina en 1986, alentados por un informe del encargado cultural de la embajada, Hossein Joseini, del cual surgía que “la clase alta de la política argentina tenía ideas antijudías, antisemitas”. En 1986 ese grupo de agentes se habría acercado a Carlos Menem (a la sazón gobernador de La Rioja). “Menem –dice “C”– les presemntó a una firma privada cuya denominación es algo parecido a TRES FROMTRAS o TRES FERMTRAS”. Que era como le sonaba al testigo al oír una frase argentina con acento persa. “Menem –prosigue– les expresó que con dicha empresa podrían realizar cualquier actividad comercial como así también conectarse con él”.
En el informe del agregado cultural Joseini –al que “C” tuvo acceso porque era el responsable de la diplomacia secreta– se decía que “MENEM era más antisemita que los iraníes”. Allí también se hablaba de hombres del entorno, pero “C” no recordó sus nombres. Si registró que uno de ellos “viajó cuatro veces a Irán después del atentado de 1994 y trabajaba en una oficina de la Presidencia de la Nación”.
Ese personaje, al que C describe como un cincuentón barbudo, “de tez trigueña y más alto que el deponente,” “fue mandado por MENEM para informar sobre todo lo que la justicia argentina había encontrado”. Y también para que Irán disminuyera su perfil público en la Argentina mientras incrementaba su actividad comercial. Tanto para este hombre “que trabajaba en el gabinete presidencial” como para los dueños de casa, “era evidente que el atentado había sido perpetrado por Irán”. Por su parte, “Carlos MENEM trataba de no dar motivo a la justicia para que no supieran que había conexión entre él e Irán”.
Una conexión que según el declarante le había resultado muy favorable cuando era un candidato en campaña: “Expresa el testigo que desea agregaralgo más sobre MENEM para que quede claro lo antes expresado. Que Irán apoyaba a MENEM desde tres zonas que son lo financiero, lo social y lo político. Las compañías que trabajaban para la propaganda de MENEM vendían sus productos caros a Irán, quiien aceptaba esos precios porque sabía adonde iba ese alto precio que pagaba. Aclara que habla de muchísimo dinero que entraba en las compañías que apoyaban la campaña de MENEM”. Había apoyo político que según “C” se expresaría después en la diplomacia, cuando el riojano ya había llegado al gobierno. En lo social “el apoyo era a través de las asociaciones islámicas argentinas”. Especialmente, dice “C”, la asociación islámica shiíta.
Luego vino la acusación que figura a la cabeza de esta nota. Cuando el juez Galeano le preguntó si le constaba el pago de 10 millones de dólares dijo textualmente que su fuente era “el hermano de la mujer del secretario de la oficina de Jomeini, que se llama MOHAMAD ALI ANSARI”. También agregó que tanto el hijo de Jomeini como el presidente de Irán en aquella época tenían cuentas en el Banco de Luxemburgo en Ginebra.
Cuando le preguntaron si Hamid Nagashan, el presunto encargado de la logística terrorista tenía contactos con las autoridades argentinas, dijo que “una cosa es en cuanto al atentado y otra en cuanto a la compra o tráfico de armas. Que en Argentina hay intermediarios para la venta de armas a Irán. Que Nagashan compró armamentos a través de personas encubiertas trabajando para el gobierno iraní. Que Irán estaba bajo un embargo y por eso se triangulaba el armamento, aunque Irán era el destinatario final”. Un párrafo que remite inmediatamente a la Causa Armas por la que el ex presidente está en arresto domiciliario.
En la segunda declaración, el testigo cometió algunas contradicciones con respecto a la primera, especialmente en lo referido al transporte de los explosivos, que en esta nueva versión habrían procedido de Venezuela y no de Brasil como dijo con anterioridad. Atribuyó el cambio de versión a problemas de traducción.
En esta segunda exposición aseguró que en el atentado participó un grupo libanés, conducido por un tal Ahad.
La orden, la famosa “Fatwa,” se la habría dado directamente el líder religioso Alí Jamenei, sucesor de Jomeini, al jefe de la operación Fallahian.
En la segunda audiencia debió reconocer documentos y nombres de personas que aparecían fotografiadas, por ejemplo, en la Triple Frontera. Y aportó datos sobre ciertas pautas de organización. Como el papel protagónico que juegan los agregados culturales como Rabbani, en función de un objetivo estratégico: imbuir de la mentalidad de la revolución islámica a la comunidad musulmana”. “En general, las personas que realizan estos informes (de inteligencia) lo hacen bajo la cobertura de la oficina cultural de la embajada bajo la órbita del Ministerio de Cultura y Guía Islámica (Ershad) aunque la realidad es que forman parte de la Organización de Propaganda Islámica”.
“Preguntado si podría darnos algunas pautas para establecer la ruta del dinero en el caso del atentado en la Argentina, dice que por experiencia personal el dinero se manda en efectivo por correo diplomático. (...) El dinero casi siempre es en dólares americanos y se envía protegido de suerte tal que no pueda ser identificado a través de una inspección de rayos X. Está envuelto en papel anti rayos X. Si uno busca los números de los billetes para establecer el origen, nunca se llegaría a Irán porque nunca se trata de dinero que Estados Unidos envíe a Irán. Que en el caso que la policía los encuentre, nunca llegará a Irán porque ese dinero provino de Grecia, Emiratos Arabes, etc”.
A los encargados de manejarlo, “no se les pide recibo”. En el caso específico del atentado contra la AMIA, Nagashan y el libanés Ahad tenían “mucho dinero”, “acceso ilimitado” a dinero en diversas partes del mundo.
Los fiscales Mullen y Barbacchia le presentaron después un listado de empresas iraníes y le preguntaron como jugaban en la logística de losatentados. Así pudieron saber, por ejemplo, que la Iran Shipping Line era “una empresa de los Pasdarans”. Sus datos sobre la Triple Frontera no fueron decisivas, pero reconoció a personajes fotografiados por la SIDE, a la que en cambio criticó las “evidentes exageraciones” de uno de sus informes.

 

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