Por Libby Brooks
*
Desde
Roma
Es difícil no reparar
en los anteojos. Son de plástico, demasiado grandes y parecen dibujados
sobre su rostro pálido y laxo. La primera vez que me los
puse, los odiaba, porque vengo de una generación en la que no eran
considerados atractivos y porque en mi juventud yo jugaba al baseball
y era tan humillante... Pero ahora encuentro que si me saco los anteojos
me parezco a mi madre. Y por mucho que la quiera, no me gusta parecerme
a mi madre. Aunque no tengo problemas en pensar como ella. Woody
Allen lanza la pequeña broma con una sonrisa de disculpas. Sus
ojos observan con cortesía. Es un alma seria.
Confundido entre unas plantas absurdas en un restaurante de moda en Roma,
Allen (65 años) está sufriendo una trasnochada exposición
a la luz pública. Fue su amiga y productora Jean Doumanian quien
inicialmente le propuso esa rehabilitación ante los medios, después
de su escandalosa separación de Mia Farrow, a comienzos de los
años 90. La gira promocional que ahora Allen está realizando
en Europa, para el estreno de su película más reciente,
The Curse of the Jade Scorpion (La maldición del escorpión
de jade), fue organizada sin embargo por DreamWorks, la compañía
de Steven Spielberg, después de que la empresa de Doumanian se
retiró sorpresivamente de la financiación del proyecto.
Para un hombre para quien el control absoluto de todos los aspectos de
la producción es algo esencial y que siempre ha preferido
tocar el clarinete en el Michaels Pub de Nueva York antes que tener
que ir recoger un Oscar a la Academia de Hollywood un tour de prensa
debe ser tortuoso. Lo es, admite con una voz queda. Acepté
esta vez porque me cae bien la gente de DreamWorks. No me gusta hacer
publicidad de mis películas y personalmente no pienso que sirva
de mucho. Pero ellos en cambio dicen que sí, que sirve, y me piden
que lo haga, porque mis películas no hacen todo el dinero que deberían.
Mientras tanto, sucede que Allen le puso una demanda judicial a Doumanian,
alegando que ella y su socio, el financista, Jacqui Safra, lo engañaron
en 15 millones de dólares de ganancia, que le pertenecían.
Ellos, por su parte, contestaron con una contrademanda, alegando que Allen
malgastó el dinero de la compañía exigiendo gastos
excesivos para sus películas y un cachet desproporcionado como
actor y director. Woody no debe hablar mucho del caso, según le
recomendó su abogado, pero lo describe como un caso de números,
algo muy poco sexy, que no creo que llegue finalmente a la corte. Puso
mucha tensión entre nosotros y espero que no se prolongue demasiado.
Una mano se eleva hacia su pelo revuelto y trata de domarlo, sin éxito.
Es un gesto familiar. Todo en Allen es algo al mismo tiempo conocido y
extraordinario, como si se tratara de un dibujo animado. Es una presencia
suave y ausente. Como advirtió John Lahr en el magnífico
perfil que publicó en 1996 la revista The New Yorker, el
Allen verdadero siempre se mantiene en reserva. El es, como todos los
grandes comediantes, inconsolable. Su antídoto contra la ansiedad
es la acción. En esas condiciones, su talento natural para
la comedia florece.
Hago películas como una forma de terapia personal, de la
misma manera en que una persona en una institución mental teje
o borda porque la laborterapia le hace bien, dice. Hago cine
porque si no trabajo me deprimo. Y me deprimo porque tengo tiempo entre
las manos y me pongo a pensar y me vuelvo un tanto introspectivo y mórbido.
Y lo dice con tanta verdad y tristeza que uno no puede sino creerle. Y
esperar que lance algún chiste, que no llega. A pesar de que él
sabe que tiene fans en todo el mundo, afirma que cuando filma una película
no piensa en nadie que no sea él mismo. La primera afirmación
que necesito es la mía propia. No mepreocupa nada más allá.
No leo lo que se publica de la película o de mí. Porque
lo que me divierte es hacer la película, y punto.
Como se sabe, Allen es, sin embargo, notoriamente despectivo hacia su
propio trabajo. Es tan claro, asevera, que sus películas no están
a la altura de las de Bergman y Fellini... Pero después de 35 años
haciendo cine, ¿no querría romper esa brecha? Me encantaría
hacer una película que se pudiera pasar en doble programa con Rashomon
y de la cual la gente pudiera salir diciendo: También es
una gran película, ¿no?. Pero no me imagino que eso
pueda suceder alguna vez. Hice tantas películas ya... Pero nunca
se sabe, el manantial de la esperanza es eterno.
¿No le preocupa a Allen que la aceptación de esos límites
se convierta en un límite en sí mismo? No creo, porque
cuando me largo a hacer algo no me pongo límites. Pienso: Dios,
ésta va a ser mi Trono de sangre. Pero después, cuando
veo lo que hice, me digo. Oh, Dios, no permitas que esto sea un
bochorno. He usado el dinero de otra gente, han confiado en mí,
tenía tantas ambiciones y miren lo que terminé haciendo.
Lo que comienza como pura ambición se convierte en una plegaria
por la supervivencia.
The Curse of the Jade Scorpion es una comedia policial, sofisticada y
lunática, que transporta a Allen a su década preferida,
los años 40, permitiéndole una amplia oportunidad de ejercitar
su estética retro. También se premia a sí mismo con
ciertos momentos de ternura, no sólo con su protagonista femenina,
Helen Hunt, sino también con la lujuriosa parodia de Lauren Bacall
que compone la espectacular Charlize Theron, que se desnuda delante de
él y lo reclama. No deja de ser incómodo comparar a este
hombre modesto y bonachón que una tiene delante con la desvergonzada
vanidad sexual que expone en la pantalla y que data, por lo menos, desde
1979, cuando en Manhattan el cuarentón Woody enamoraba a la adolescente
Mariel Hemingway. ¿Se da cuenta Allen de esto, de que ya es de
un gusto algo dudoso que este hombre mayor se haga el galán en
sus propias películas frente a actrices mucho más jóvenes
que él? Definitivamente, no. Es un tema que ha tomado aquella
gente que no le gusta lo que hago y que está buscando algo que
decir y que encontró eso, se ofusca. Hay muchas críticas
para hacerme, todas muy válidas, pero no creo que ésa lo
sea. Si el guión lo pidiera, yo no tendría ningún
problema en aparecer junto a una mujer de 65 años. Lo que
Allen no tiene en cuenta es que él escribe sus propios guiones.
Quizás esa observación, cada vez más frecuente, sea
consecuencia todavía de su desastrosa separación de Farrow,
en 1992, un escándalo digno de Chaplin o Fatty Arbuckle, en el
que estuvieron en juego unas fotos donde la hija adoptiva de Mia, Soon
Yi, actualmente su mujer, aparecía desnuda. También se habló
en su momento de una relación excesivamente cercana
de Allen con otra hija adoptiva, Dylan, y con su hijo biológico,
Satchel.
¿Cree Allen que hay un malentendido, que la gente piensa que él
es el mismo en la vida que en la pantalla? Pienso que cualquiera
que me conozca podría contestarle eso. En la vida real, trabajo
todo el tiempo. O practico el clarinete. Ahora que tengo una familia,
juego con los chicos (tiene dos hijos adoptados junto a Soon-Yi). En las
películas siempre interpreto a un tipo nervioso, loco, neurótico,
gracioso, exagerado, zumbón. Pero no soy así en casa.
La sombra de un lamento asoma en su discurso. La gente piensa que
todas esas historias son verdaderas. Tiene esta impresión desde
los tiempos de Dos extraños amantes, que parecía una autobiografía.
El público tiene una fijación con el hecho de que ese a
quien ve en la pantalla soy yo y no importa cuántas veces lo diga,
me miran y dicen: Sí, tiene razón. Pero no me
creen. ¿No será que Allen, por más que trabaja
en el campo de la ficción, no se detiene ante ninguna fuente de
inspiración que provenga de la vida real? ¿Hay algo que
no estaría dispuesto a utilizar? Nada en lo que pueda pensar,
responde. Siento que no dudaría en aprovechar cualquiercosa que
haga una buena historia o que sea graciosa. Pero al mismo tiempo creo
que es difícil imaginar algo de mi propia vida o de la vida de
cualquiera que se pueda utilizar tal como sucedió realmente. Si
quisiera ponerlo en una película, debería modificarlo para
que funcionara como ficción, con su cuota de exageración
y de burlesco.
Su defensa en sí misma suena exagerada, acostumbrados como estamos
a buscar verosimilitud en cada acto creativo. ¿Qué pasa,
por ejemplo, con una película como Maridos y esposas, una de sus
exploraciones más profundas en la vida de pareja, que filmó
mientras se estaba desintegrando su largo matrimonio con Mia Farrow? En
lo que parece una cruel imitación de la vida por el arte, el personaje
de Allen deja a su mujer, interpretada por Farrow, por una estudiante
de 20 años.
¿No fue acaso una película dolorosa de hacer? No,
fue una de mis películas favoritas, en el sentido de que tenía
un concepto y no me aparté demasiado de él. Se hizo de manera
tan cruda... no había delicadezas que atender y eso me dio una
gran libertad en el montaje y en la narración. ¿Pero
no fue difícil vivir la implosión de esas relaciones, adentro
y afuera de la pantalla, al mismo tiempo y exactamente de la misma manera?
La superposición, me contesta clínicamente, fue de sólo
dos días. Justo al final todo se vino abajo, pero para entonces
la película ya estaba en un 99 por ciento terminada. El sólo
trata de hacer películas graciosas, insiste.
¿Puede entender Allen por qué la gente se escandalizó
con el episodio Farrow? (Sus productores y distribuidores de entonces,
TriStar, estaban tan preocupados que se lavaron las manos y se alejaron
de Woody.) No, no realmente, contesta. La gente sólo
tiene el derecho a que le gusten mis películas o que no le gusten,
pero no tiene el más mínimo derecho sobre mi vida privada,
como no lo tengo yo sobre la vida privada de nadie. No me interesa lo
que piensan.
Allen se casó con Soon-Yi en 1997. Desde entonces, ¿tiene
una idea más positiva de las relaciones de pareja? Creo que
uno tiene que tener suerte. Pensamos que podemos controlar más
de lo que realmente controlamos. Siempre estamos negando el hecho de que
no podemos controlar todo, porque pensarlo de otra manera asusta. El encuentro
accidental de dos personas, cuyas necesidades, complejas y exquisitas,
se entrecruzan de manera tal que pueden causar problemas eventualmente
muy dolorosos es algo que depende mucho de la buena suerte. Como
Judah, el personaje de Martin Landau en Crímenes y pecados, que
planifica el asesinato de su amante, ¿encuentra Allen que el tiempo
todo lo disuelve, incluso la culpa? Es por eso que es tan fuerte
el sentimiento de futilidad de la vida. Del lado positivo, podemos decir
que los recuerdos dolorosos eventualmente se olvidan, pero también
los momentos de alegría quedan atrás. El tiempo lava todo
y uno se muere. Y Woody se ríe entre dientes: Hum,
hum...
Hay una pausa y estoy a punto de tirar otra pregunta cuando sus palabras
reaparecen. Pero después de todo el trabajo que he hecho,
de todo el psicoanálisis, de todos los años de vivir y de
probar, me encontré en las circunstancias más inverosímiles
que uno se pueda imaginar con una mujer que parecía la última
persona que uno podía pensar que iba a terminar siendo mi feliz
esposa, con quien tengo hijos y con quien estoy encantado.
Agita la cabeza suavemente hacia un lado y otro y dice: Si alguien
me hubiera dicho años atrás que iba a terminar siendo feliz
con una mujer mucho más joven que yo, menos experimentada, que
no maneja la mayoría de las referencias que yo manejo por una simple
cuestión de edad, que no está en el mundo del espectáculo
y que tampoco le interesa, que no ha visto siquiera tres cuartos de mis
películas, hubiera respondido: Estás loco, ¿de
qué podríamos hablar, cómo podría ser feliz?
Y aquí estoy, lo queprueba que uno no puede abordar estas cosas
de manera intelectual. Es sólo cuestión de buena suerte.
* De The Guardian, de Gran Bretaña, especial para Página/12.
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