Primero,
no sabían dónde estaba su huésped. Desde ayer, ya
lo saben: está bajo su protección. En un gesto de desafío
a Washington, el régimen talibán afirmó que Osama
bin Laden vive escondido en Afganistán y reafirmó su decisión
de no entregarlo a un Estados Unidos que consolida su presencia militar
en la región y ya prepara el después de los talibanes.
No tengo ninguna razón para creerlo, fue la respuesta
inmediata del secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld.
El embajador de los talibanes en Islamabad, Abdul Salam Zaeef, declaró
que Bin Laden, principal sospechoso por los atentados del 11 de setiembre,
se encuentra escondido bajo la protección de los talibanes por
su propia seguridad. Sólo los responsables talibanes
de la seguridad saben dónde se encuentra, precisó
el embajador, que añadió que Bin Laden recibió el
edicto de los ulemas afganos invitándolo a abandonar el país,
pero que no había respondido. No tengo ninguna
razón para creer las declaraciones de un representante de los talibanes,
declaró en Washington el secretario estadounidense de Defensa Donald
Rumsfeld, quien tampoco dejó de recordar que hace sólo
unos días los talibanes afirmaban que no sabían dónde
se encontraba.
En Islamabad el presidente paquistaní Pervez Musharraf estimó
que sólo hay una pequeña esperanza de que los
talibanes acepten entregar a Bin Laden. Igualmente excluyó toda
participación de las fuerzas paquistaníes en una eventual
operación militar contra Kabul. El ministro saudita de Defensa,
el príncipe Sultan bin Abdul Aziz, dijo más temprano que
ninguna tropa extranjera había sido autorizada a utilizar el territorio
de Arabia para lanzar ataques en contra de musulmanes y árabes.
En el frente interno norteamericano, la investigación continúa.
El secretario de Justicia John Ashcroft advirtió que otros grupos
terroristas podrían estar preparando nuevos atentados. Pensamos
que nuevos actos terroristas son posibles, declaró a la cadena
de televisión CBS. Hay hoy una amenaza muy seria y, con toda
franqueza, esta amenaza podría aumentar si Estados Unidos lanza
represalias, afirmó.
Washington también presiona en el plano político. Ya habla
abiertamente del después de los talibanes. Ayer descartó
nuevamente toda negociación con Kabul: el secretario general de
la Casa Blanca Andrew Card reiteró que las exigencias formuladas
por Washington a los talibanes no son negociables. Aunque
excluye desempeñar un papel gubernamental en su país, el
ex monarca Zahir Shah, de 86 años, desea regresar a Afganistán
para celebrar una Loya Jirgah (gran asamblea de ancianos y
notables) lo antes posible. No descartó, incluso, que los fundamentalistas
talibanes puedan desempeñar un papel en la futura coalición
gubernamental.
El líder supremo de los talibanes, el mullah Mohammed Omar, desafió
a Estados Unidos y al rey Zahir Shah en una intervención en la
radio oficial afgana, amenazándolos con una guerra de guerrillas
si el régimen talibán es derrocado. Omar, durante una de
sus raras intervenciones personales en radio, se expresó en un
lenguaje muy popular. Dirigiéndose al rey, dijo: ¿No
sientes acaso vergüenza de apoyar a los norteamericanos? ¿Ignoras
el espíritu de los afganos y que combatirán tu administración
corrupta?
Los talibanes detuvieron ayer a seis personas por haber distribuido volantes
favorables al ex rey. Según el gobernador de la provincia de Jost,
Abdul Rauf, citado por la agencia afgana AIP, las octavillas llamaban
al pueblo afgano a aceptar que Estados Unidos no era su enemigo y a respaldar
al ex monarca.
Los talibanes retienen actualmente a nueve occidentales, ocho de ellos
cooperantes de una organización humanitaria acusados de propagar
el cristianismo, y cuyo proceso se reanudó ayer. Podrían
ser condenados a la pena de muerte. La otra persona retenida es una periodista
británica, Yvonne Ridley, arrestada el viernes por haber entrado
ilegalmente en el país. En lo que respecta a la ayuda a la población
afgana, un portavoz de la ONU informó el sábado de la entrada
de un primer convoy de 14 camiones en Afganistán, desde los atentados
del 11 de setiembre.
ACELERAN
LA ACCION MILITAR
Un
efecto tenaza
Página/12
en Pakistán
Por Eduardo Febbro
Desde Queta
Informaciones
concordantes y precisas dan cuenta de una importante intensificación
de los combates adentro de Afganistán al tiempo que en las ciudades
paquistaníes situadas cerca de las fronteras con Afganistán
la prensa es objeto de severos controles militares que testimonian una
visible inquietud. En ciudades como Queta es prácticamente imposible
salir del casco urbano más allá de las cinco de la tarde
y todo desplazamiento interno se hace debidamente custodiado por militares
armados con Kalashnikovs.
Las informaciones aportadas desde el interior de Afganistán a los
puntos fronterizos señalan que la opositora Alianza del Norte acrecentó
sus ofensivas contra el régimen talibán y llegó incluso
a apoderarse de la estratégica localidad de Qadis, al oeste del
país. La Alianza asegura que hoy controla el 20 por ciento del
territorio afgano. Algunas fuentes especulan con que la intensidad de
estos combates es el preludio a una inminente intervención de EE.UU.
cuyas fuerzas armadas despejarían una parte del terreno que la
Alianza del Norte, a raíz de su falta de armas, no puede realizar.
Aunque por razones de diplomacia regional resulte improbable pensar que
la Alianza llegue a ocupar sola el poder en Kabul, se trataría
de crear un efecto tenaza en torno a los talibanes. Si bien
Islamabad se opone a que la Alianza del Norte se haga cargo del poder
en Kabul, su participación en la ofensiva desequilibra a los talibanes.
Algunas informaciones más detalladas indican que, contrariamente
a lo que se suponía, EE.UU. no instalaría bases en los países
vecinos como Pakistán sino que, con una acción protagonizada
por sus comandos, instalaría esas bases en el mismo territorio
afgano luego de haber destruido con misiles varios puntos sensibles de
la potencia militar afgana. Entre la lista de esos puntos figuran los
80 misiles tierra-aire Stinger cuya ubicación exacta fue suministrada
por los servicios de inteligencia pakistaníes al cabo de una reunión
de dos días celebrada en Islamabad. La aceleración de las
acciones militares coincide con la entrada de los primeros comandos norteamericanos
y británicos y ya varios diarios occidentales dan la operación
como inminente.
WASHINGTON
QUEDA LIMITADO PERO TAMBIEN BIN LADEN
Dilemas
del General Invierno
Por
G.A.U.
Desde Washington
Las
fuerzas especiales norteamericanas ya entraron en acción en Afganistán,
pero hay un factor que podría paralizar durante meses sus acciones
y cualquier otra forma de represalia contra Osama bin Laden: el clima.
Comenzando en octubre, el invierno llegará a Afganistán
con tormentas de nieve y granizo. En esas condiciones, afirmaron varios
analistas, las dificultades de encontrar a Osama bin Laden en las laberínticas
montañas afganas aumentarían hasta ser prácticamente
insuperables. Esto puede llevar a la conclusión de que la represalia
es imposible, pero ello se basa en una idea incorrecta de lo que constituye
esa represalia. Si se la entiende como el bombardeo e invasión
masivos sobre Afganistán, es en efecto imposible. Pero lo que el
gobierno de George W. Bush anunció como objetivo es encontrar a
Bin Laden, forzar a los talibanes a que lo entreguen, y en última
instancia derrocar a los talibanes. Todo esto puede ejecutarse, si probablemente
no concluirse, durante el invierno. Antes que nada, porque las condiciones
climáticas son imparciales. Es decir, también pesarán
sobre Bin Laden y los talibanes.
Octubre generalmente pone fin a las campañas de movimiento en Afganistán.
En varios lugares, de a momentos, pone fin a todo movimiento. Y esto no
es ideal para Osama bin Laden, una de cuyas ventajas (según repitieron
numerosos analistas y expertos) es la de poder moverse de base en base
entre las laberínticas montañas afganas. Al mismo tiempo,
las fuerzas norteamericanas están equipadas con un nivel de tecnología
que las hace mucho más capaces de operar en condiciones adversas
de visibilidad y clima, incluyendo las condiciones árticas previstas
para Noruega y Finlandia en tiempos de la Guerra Fría, ventaja
con la que no cuentan ni Bin Laden ni los talibanes, armados con equipo
soviético de los 70. Así, las operaciones de búsqueda
y destrucción no serían de ninguna manera imposibles.
Pero, en otro sentido, podrían no ser necesarias, y ciertamente
no son indispensables. La presión sobre los talibanes, la destrucción
de sus armas pesadas y los objetivos que pueden ser alcanzados desde el
aire (pocos, pero importantes para mantener la idea de que controlan Afganistán),
pueden realizarse en invierno, especialmente si hay una presión
simultánea de la Alianza del Norte anti-talibán, revitalizada
por armas y entrenamiento norteamericano. Y, por supuesto, avanzaría
la construcción de bases en Pakistán y las repúblicas
de Asia Central, necesario para aislar al máximo a los talibanes
y crear la infraestructura logística para una ofensiva a gran escala.
Nada de esto debería llevar a la captura de Bin Laden vivo o muerto
ni la caída de los talibanes, pero continuaría el proceso
de desgaste sobre ambos, preparativos para un golpe de gracia el año
que viene. Además, Bush no tiene muchos motivos para cesar por
completo sus actividades durante el invierno, ya que eso significaría
una demora de casi medio año antes de vengarse por el ataque del
11 de setiembre. Algo debe hacerse, y aun si no lleva a la victoria total,
todavía es algo. Ese, en todo caso, parece ser el ánimo
que Bush busca inculcar en la opinión pública de su país
ante esta larga y compleja campaña contra el terrorismo.
Cómo
es el ejército que se prepara para Afganistán
Página/12
en EE.UU.
Por Gabriel A. Uriarte
Enviado especial a Washington
¿Qué
es el ejército norteamericano que combatirá en Afganistán?
No es, aseguran sus generales, de ninguna forma parecido al de Vietnam.
Pero tampoco es la fuerza de la alta Guerra Fría que aniquiló
al ejército iraquí en 1990-91. Pasaron diez años
de recorte presupuestario, la reorganización que eso requiere y
un boom en la economía civil que dificultó enormemente el
reclutamiento. Por ahora la pregunta no tiene tanta urgencia porque los
únicos que están operando son las fuerzas especiales. Son
el cuerpo militar más profesional en Estados Unidos, motivo por
el cual fueron los primeros en ser desplegados y aquellos sobre los que
menos se sabe. En el resto de las unidades hay una rotación constante
de soldados y oficiales que hace sencillo conseguir información
sobre ellas. Las fuerzas especiales son una organización mucho
más cerrada y estable y sus ex miembros revelan muy poco. Lo único
que se informa sobre ellos es que son una élite y que sus operaciones
son riesgosas en el mejor de los casos. Sin embargo, ese riesgo está
aumentado por una serie de particularidades que se repiten a mucho mayor
escala en el resto de las fuerzas armadas. Las fuerzas especiales son
así un buen punto de partida para analizar las armas con las que
George W. Bush lanzará su cruzada contra el terrorismo.
Ante todo, las fuerzas especiales norteamericanas son muchas. Los británicos,
que operan con Estados Unidos en Afganistán, tienen solamente dos:
la famosa Special Air Service (SAS) y la mucho menos conocida Special
Boat Service (SBS). Sus comandos son más bien una fuerza
de reacción rápida convencional, parecidos a los paracaidistas.
En contraste, el ejército norteamericano tiene nada menos que cuatro
fuerzas especiales: las Fuerzas Especiales propiamente dichas, los Boinas
Verdes, los Rangers y la Fuerza Delta. La Marina, independientemente,
tiene dos, los SEALS y los Equipos de Demolición Submarinos, buzos
tácticos. La Fuerza Aérea tiene un grupo propio de comandos,
y los Marines tienen sus Raiders. Teóricamente, estas subdivisiones
están justificadas por la especialización. Los Boinas Verdes
son una fuerza contrainsurgente, con grupos entrenados para
operar en una región específica (el Quinto, por ejemplo,
en Medio Oriente). El propósito de los Rangers es realizar operaciones
de reconocimiento para las fuerzas de infantería y tanques durante
campañas convencionales. Las fuerzas Delta, por último,
no son una elite para todas las ocasiones sino comandos entrenados específicamente
para la liberación de rehenes, algo lógico en la medida
de que fueron creadas después de la debacle del Desierto Uno en
Irán.
A primera vista, no hay ningún motivo que justifique separar las
misiones de esta manera. Un general británico se burló de
esta especialización afirmando que es tan racional como crear
un Cuerpo de Trepadores de Arboles, y ordenar que ningún soldado
que no lleve su insignia del árbol dorado puede trepar árboles.
Sin embargo, la panoplia de unidades especiales responde a un factor muy
arraigado en las fuerzas armadas norteamericanas: el excedente de altos
oficiales. Si bien Washington tiene problemas crónicos para retener
a sus oficiales de bajo rango y suboficiales, por encima del grado de
coronel la situación se invierte. El ejército israelí,
por ejemplo, tiene menos de la mitad de generales por número de
soldados, desproporción que se repite con las Fuerzas Armadas de
otros países. A fin de conseguir empleo para oficiales redundantes,
se crea una estructura de cuarteles redundantes. O, lo que es peor, de
cuarteles semirredundantes. Cada misión general se separa con cortes
milimétricos, y cada corte recibe un cuartel propio. Las misionesesenciales
de cualquier fuerza especial pueden reducirse a dos: el reconocimiento
y el asalto de instalaciones clave. Incluso esta separación, como
prueban las SAS británicas, puede ignorarse en la práctica.
Pero en Estados Unidos, como hemos visto, hay nada menos que cinco cuerpos
distintos.
Si la separación de misiones y de fuerzas fuera puramente teórica
no habría dificultades. Pero los oficiales norteamericanos enfatizan
éstas al máximo para evitar ser amalgamados en una sola
organización, con la pérdida de puestos de empleo para ellos
y sus camaradas. Al mismo tiempo, también deben enfatizar sus ventajas
sobre los otros grupos para evitar la acusación de inutilidad.
Así, se llega a lo peor de dos mundos. El entrenamiento y doctrina
de cada fuerza es muy estrecho, pero sus comandantes buscan la más
amplia gama de misiones para su empleo. Los resultados son frecuentemente
trágicos. En la invasión de Granada, por ejemplo, un grupo
SEAL de la marina entrenadas, pese a la impresión que dan
libros y películas, para el reconocimiento fue puesta a asaltar
un centro de mando fortificado, y perdió más de la mitad
de sus efectivos en un asalto infructuoso. El error se repetiría
de forma casi idéntica en Panamá. A la Fuerza Delta le ocurrió
algo similar al ser enviada a las calles de Mogadiscio, Somalía,
para arrestar a un señor de la guerra con las espaldas muy bien
guardadas.
Hay un factor que refuerza este problema y que tiene sus mismos orígenes
en la sobreabundancia de oficiales: una cadena de mandos compleja y heterogénea.
La mayoría de los cuarteles norteamericanos sólo pueden
describirse como consejos entre las diferentes fuerzas. El patrón
empieza arriba de todo, en el Estado Mayor Conjunto, y se repite al bajar
en la jerarquía. Los famosos Comandos regionales, tales como el
Comando Sur, también son nada más que un rótulo para
inestables joint-ventures entre las distintas fuerzas. Cuando hay tiempo
suficiente para realizar amplios preparativos y discusiones, como durante
la Guerra del Golfo, el problema puede superarse. Pero cuando se debe
operar apresuradamente con los mandos existentes (como Granada, Panamá,
o Somalía), esto se traduce en almirantes planeando operaciones
comando o generales haciendo lo mismo con desembarcos anfibios. Otro resultado
es que algunos comandos áreas de responsabilidad que compiten entre
sí. El Comando Central, que estará a cargo de gran parte
de la represalia, es responsable del Medio Oriente pero también
por Europa, lo que causó una infinidad de demoras durante el despliegue
terrestre durante la Guerra de Kosovo en 1999. En suma, las fuerzas armadas
norteamericanas funcionan a través de un sistema colegiado de mandos,
con múltiples organizaciones que compiten en todos los niveles
para conseguir el máximo de misiones, lo que significa largos períodos
de preparación antes de poder dirigir con éxito operaciones
a gran escala. Más allá de las consideraciones diplomáticas,
este podría ser uno de los motivos por el autocontrol demostrado
por Bush evitando una represalia inmediata luego de los atentados
del 11 de setiembre.
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