Por
Raúl Kollmann
El
plan A: Tropas de Estados Unidos y Gran Bretaña toman fácilmente
la capital de Afganistán, Kabul, y deponen el régimen talibán.
Después realizan operaciones en las montañas deteniendo
o matando a Osama Bin Laden. El país queda bajo el total control
de Washington, regresa el antiguo rey Zahir Shah, quien gobierna aliado
a la Liga del Norte, es decir, a los afganos opositores a los talibanes.
En ese marco, Estados Unidos decide irse de Afganistán, pero deja
allí una fuerza multinacional que tiene como objetivo mantener
el orden. Ahí es donde encaja la Argentina, a la que se le pedirá
que envíe un contingente del Ejército, la Gendarmería
o alguna otra fuerza, que deberá garantizar la transición
hacia la normalidad y evitar cualquier rebrote de los talibanes. Se parece
mucho a la operación realizada en Haití o en Panamá.
El plan B: Las tropas norteamericanas y británicas toman fácilmente
Kabul la gente quiere poco y nada a los talibanes, pero la
ofensiva sobre las montañas para capturar a Bin Laden no es inmediata.
Hay dificultades climáticas hace 40 grados bajo cero a partir
del 15 de octubre, problemas operacionales los talibanes son
muy difíciles de combatir en las montañas y Estados
Unidos no se quiere meter en una guerra larga después de la catástrofe
de Vietnam. La táctica a emplear se parecería bastante a
la de Nicaragua: ayudar, entrenar y armar a una organización de
contras, en este caso la Liga del Norte, preparando a esos
combatientes para una larga guerra civil. Aquí vienen dos interrogantes.
El primero: ¿Le pedirá Estados Unidos batallones a la Argentina
para hacer la paz a pocos kilómetros de donde hay una guerra civil?,
¿estará dispuesta la Argentina a enviar esos batallones
a Kabul?
El modelo de guerra
Según los expertos militares, a Estados Unidos le encantaría
librar una guerra al estilo de la de Yugoslavia, donde bombardeó
y bombardeó y no perdió un solo soldado. El modelo de Irak
tampoco estaría del todo mal: ataques de precisión, destrucción
previa de casi cualquier capacidad de fuego enemiga y una avanzada por
tierra en la que casi no hubo bajas.
Esos dos esquemas son imposibles: estrategas militares de la prestigiosa
asesora británica Janes sostienen que las operaciones en
las montañas son de extraordinario riesgo. El especialista en Afganistán
y asesor del gobierno francés Oliver Roy, directamente considera
que no hay chances de capturar militarmente a Bin Laden, a menos que alguien
de su círculo íntimo lo traicione. Estas opiniones se basan
en que los cuerpos de elite de Estados Unidos no están entrenados
para temperaturas tan bajas, los pasos montañosos tienen unos 3000
metros de altura, los vientos y la nieve hacen difícil el uso de
helicópteros, los talibanes están acostumbrados a pelear
en esas condiciones y, encima, se asientan en su fanatismo religioso.
Todo esto vale a menos que las operaciones se hagan ya mismo, antes del
frío, o que haya un dato categórico de la inteligencia que
permita ubicar a Bin Laden con precisión y se ponga en marcha una
gran operación: muchos efectivos de elite, en un terreno muy reducido,
actuando rápido y después retirándose. El objetivo:
secuestrar o matar al terrorista.
Por ello, o bien las cosas van por el camino de Haití, Panamá
o Grenada, donde la invasión fue arrasadora y Estados Unidos puso
un gobierno de confianza, o bien van por el camino de Nicaragua o El Salvador,
donde Washington muy posiblemente tome Kabul, cante victoria y después
sostenga una guerra civil como las de Centroamérica, con el papel
de los contras encarnado por la Liga del Norte, los antitalibanes.
Por ahora, la variante más probable es ésta última.
La coalición
Hasta el momento, Estados Unidos no ha demostrado demasiada voluntad
de conformar una gran coalición de países al estilo de la
que armó con la Guerra del Golfo. En estos días trata de
conseguir alguna resolución de la dócil Naciones Unidas,
pero tampoco es que eso le resulte demasiado importante.
Por de pronto, mandó portaaviones, bombarderos y grupos especiales
de combate hacia la zona de conflicto sin esperar a nadie. Sólo
va al combate con el acompañamiento británico.
Esta semana hubo un encuentro en Bruselas con los ministros europeos de
Defensa, a quienes ni les mostraron las pruebas contra Bin Laden ni les
dieron precisiones sobre los planes de ataque y mucho menos les pidieron
que participen en las acciones que se van a desarrollar.
Es más, la mayoría de los países europeos no miran
con demasiado cariño lo que está por hacer Estados Unidos:
el Viejo Continente está muy cerca del mundo islámico, mantiene
magníficas relaciones comerciales, hay millones de musulmanes viviendo
en sus países y siempre también ahora adoptó
una actitud mucho menos beligerante que Washington respecto de las naciones
islámicas.
La Argentina
Todos los especialistas coinciden en que la Argentina no puede jugar
ningún papel, salvo simbólico, en la guerra. Las unidades
no tienen la capacidad operativa que se requiere y, por ello, está
descartado que Estados Unidos pida alguna participación de tropas
para una ofensiva en Afganistán.
El único caso anterior, también casi simbólico, fue
el de la Guerra del Golfo. Ahí se enviaron dos buques de guerra,
fragatas, pero no entraron en combate, o sea que no se disparó
ni un tiro.
La actuación habitual es la que podría reclamar Estados
Unidos: fuerzas de paz que se dedican a fijar una línea divisoria
entre dos bandos o que supervisen tareas de seguridad, casi policiales,
para mantener el orden.
En lugares como Croacia o Chipre, las unidades de la Armada o el Ejército
participaban de fuerzas de las Naciones Unidas cuyo objetivo consistía
en fijar límites, una barrera para que un bando no se pase a la
franja del otro. La Gendarmería, por su parte, actuó como
fuerza casi policial, recibiendo denuncias y ocupándose de las
cuestiones de orden.
Ahora bien, ese papel encajaría con una situación en Afganistán
en la cual Bin Laden estuviera detenido en Estados Unidos o muerto, los
talibanes completamente derrotados y el país en manos del viejo
rey, sin mayor oposición. Todo se parecería mucho a una
fuerza de paz en un terreno en el que hay bastante paz.
Sin embargo, el panorama en Afganistán al menos por lo que
se ve hasta ahora no parece encajar con estos esquemas. Si
vamos, nos encontraríamos con una situación que no tendrá
ni cuotas mínimas de paz. Posiblemente con la capital tomada por
las fuerzas antitalibanas, pero con la gente de Bin Laden y los talibanes
hostigando desde las montañas. No hablemos de los peligros de atentados,
allá y también acá, sobre todo si el conflicto se
extiende a otros países islámicos. Indudablemente sería
algo muy distinto a lo que se está haciendo hasta ahora,
le reconoció a Página/12 uno de los asesores militares del
Presidente.
En este mapa posible de lo que puede ocurrir, habrá que ver si
Estados Unidos busca finalmente la coalición mundial, incluyendo
a la Argentina. Y sobre todo el Gobierno, el Parlamento y las fuerzas
políticas tendrán que dar una respuesta a ese cuadro dramático.
|