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OPINION

CNN, con o sin sangre

Por Eduardo Blaustein

Es muy lograda, verosímil, incluso divertida la hipótesis que sienta Gustavo Averbuj en su columna de opinión del 25/9 acerca de qué pequeñas monstruosidades hubiera cometido cierto periodismo argentino de haber tenido que cubrir en directo el atentado contra las Torres Gemelas. Como Averbuj reconoce, sin embargo, su columna es parcial. Pero no, como dice, porque “trabaja para la CNN”, sino porque es parcial el tipo de crítica que recoge: cobertura con sangre o sin sangre, en las primeras horas. Al margen: sólo elige como representantes del periodismo promedio argentino a personajes como José de Zer, Silvia Fernández Barrios, Mauro Viale. Su selección –la albiceleste así alineada– no parece honesta o feliz.
Felizmente no somos tan horribles.
Dejemos aparte el tema de la sangre, aun cuando pueda decirse que reflejar e informar con mayor dramaticidad sobre lo ocurrido no necesariamente significa –como manipula Averbuj– “enfocar una mano sangrante y solitaria”, ni tampoco obliga a insertar un clásico que sí apareció: primer plano de muñeca (dudosa) yaciente en las ruinas. Los periodistas de la CNN, aun cuando sea comprensible su shock emocional, no dejaron además de cometer argentinadas. Para citar algunas: instalaron el mismo día 11 lo que no era más que un rumor proveniente del caos (coche bomba contra el Departamento de Estado), no quisieron preguntar o aclarar lo sucedido con el avión caído en Pennsylvania, no intentaron esclarecer el número de muertes acudiendo a fuentes que no fueran las oficiales. Pero básicamente: paralizaron al mundo paralizando la historia en una imagen.
Averbuj debe saber –y no tiene por qué hacerse cargo de todo– que no es sólo un asunto de crítica “profesionalista” a la CNN lo que irrita a cierto público de las periferias. Hay otras cuestiones que trascienden largamente la labor individual de sus periodistas. En un mundo sin historia anterior ni conflictos previos, la mirada CNN universal -inhalada con fervor desde latitudes como la nuestra– instaló de la noche a la mañana una serie de dogmas:
Cambio radical en la historia. Entramos en otra Edad. Trompetas y Clarines. Flor de espectáculo.
Esta es la Tercera Guerra Mundial o ¡Wow!, qué Ganas de Enviar Tropas Allí.
Faro de la Libertad versus Resto del Mundo Oscuro. ¿Hay que insistir con la idea de que nos ofende, que nos humilla un poco la idea prepotente del Faro de la Libertad? ¿Hay que seguir reiterando desde este lugar del mundo letanías tales como que el Plan Cóndor fue finamente monitoreado desde Washington?
Pocos días después del golpe de marzo de 1976, Rodolfo Terragno dejó escrita en Cuestionario una frase eficaz: “Los diarios entraron en cadena”. Desde el 11 de setiembre pasado, con fuerte presencia CNN, es el mundo todo el que ha entrado en cadena, aun cuando van sumándose chirridos, fisuras. ¿Qué hizo la CNN durante los primeros diez días que no fuera otra cosa que hacer cadena con el discurso del gobierno de los EE.UU.? ¿Dijo algo nuevo por su cuenta? ¿Investigó? ¿Buscó opiniones divergentes? ¿Reporteó afganos en su territorio o en los campos de refugiados? ¿Aportó algo que tenga que ver con responsabilidades de EE.UU. u Occidente? ¿Se ocupó de echar alguna luz –antes de que ladrara Bush– acerca de la cuotaparte terrorista en los mercados financieros?
Llevamos quince días de CNN megafogoneando Guerra contra el Terrorismo. Quince días de funcionarios estadounidenses en campaña permanente, hablándole al mundo como si fueran nuestros funcionarios, todos haciendo la Gran Cavallo: digo lo que quiero, no pregunten raro, estamos de luto o es secreto. Los periodistas televisivos de allá se muestran educados, no contrarían. En eso adoptan el tipo de comportamiento que describe Averbuj, cuando remite a nuestra dictadura. Quince días de patriotismo globalizado, ceremonias religiosas, recitales benéficos, arrío la bandera, izo la bandera, bomberos congelados con el épico fondo de barras y estrellas. Todo emotivamente musicalizado, tal como el “Nuevediario” que rememora Averbuj, aunque “sangre no”. Pero caramba, los otros golpes de efecto son demasiado parecidos a lo que Averbuj niega: mentiras que matan. Como mínimo: ¿de qué sustrato político y cultural, de qué paranoias y culpas puede surgir una película semejante?
Quince días en cadena sin que prácticamente la CNN se haga cargo de algún otro asunto planetario que no sea la Guerra contra el Terrorismo. ¿Pregunta la CNN en otros pagos globales si efectivamente el mundo quiere guerra? ¿Pregunta si esa guerra debe ser prioridad uno de la humanidad? ¿Ha de ser Prioridad Uno como todas las guerras que se libraron contra el Mal, todas ellas Momento Histórico CNN, excluyentes? ¿Todo lo demás deja de existir? ¿Medio Oriente, amenaza nuclear, pobreza, enfermedad, hambre, refugiados, dictaduras, deudas externas, agujero de ozono, calentamiento global?
Lo que molesta de la columna de Averbuj no es que simplifique o manipule. Como diría Mendieta, estamos mal, pero acostumbrados a la rutina de los aparatos globales de la comunicación. Lo de siempre: lo que no está en la tele no existe, la única tragedia que vive la humanidad es neoyorquina, la única manera de condolerse es neoyorquina.
Lo que molesta es la manera en que Averbuj resuelve contradicciones, acaso suyas. Es esa una argentinada como las que a él lo inspiran, typical como José de Zer. De un lado él parece ver una sociedad, la argentina, de tipos degradados en su mierda (“están acostumbrados”, dice, con alguna razón). Su elección: el lado radiante de la civilización, CNN, faro de luz y esplendor.
Ocurre que por una rara vez algunos sentimos un cierto consuelo en ser cultura de la periferia. Aun conmovidos por la tragedia, supimos disfrutar de una cierta libertad, de una cierta distancia crítica dada no sólo por lejanía geográfica. Hubo entre nosotros mayor complejidad en los discursos: en Página/12, en muchas radios, en varios espacios de TV y en los semanarios progres. Lejos de los cartelitos cursis que colgó la CNN con mensajes firmados por nombres de pila latinos, aquí la participación de los oyentes fue un tanto más sutil, más inteligente y variada, bastante menos brutal que la imagen omnipresente de las barras y las estrellas.
Así que por una vez “los argentinos acostumbrados” que describe el amigo Averbuj no son enteramente la mierda que selecciona. Ni tampoco es cierta la imagen que sostiene de una tradición mediática estadounidense ayuna de manipulación, conspiraciones y censura. Que recuerde algunas elementalidades. Que no sólo a Saddam y Bin Laden lo tildaron de Satán, sino a Elvis, por mover la pelvis. Que recuerde que los negros no podían figurar en las tapas de sus discos. Que tenga en cuenta las autocríticas que hizo la CNN por algunos de sus macanazos. Que ojee un poquito de Chomsky y algo de lo escrito y demostrado por Ignacio Ramonet a propósito de la Guerra del Golfo. Que registre lo sufrido y reconocido por una legión de colegas y documentalistas de los EE.UU. acerca de todas las guerras anteriores. Que tenga en cuenta aunque sea la frase del prudente Nelson Castro en la misma página en la que salió publicada su columna: “En los Estados Unidos hoy disentir es complicado y ésa es una de las causas de la uniformidad que se ve por televisión”.
Por una vez, aquí, en Argentina, no fue tan arduo disentir. Acaso no sea una cuestión de mérito sino de lugar. Lugar. Eso enriquecería las coberturas de la CNN: ver el mundo desde otros millones de ojos que se conduelen por lo sucedido en Nueva York y que derraman lágrimas que no cuentan.


 

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