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Más de 13 mil maratonistas que no le tuvieron miedo al temporal

Un keniano radicado en Argentina fue el ganador de la Tercera Maratón de Buenos Aires. La competencia tuvo cierto tono épico: los deportistas desafiaron al viento y a la lluvia.

Por Pedro Lipcovich

El más veloz, que compitió en silla de ruedas, se bancó casi toda la carrera con una goma pinchada; de los que corrieron sobre sus piernas, el vencedor tuvo que afrontar un principio de calambre; de las mujeres, la ganadora sobrellevó una contractura muscular. Cada uno de los más de 13.000 participantes contribuyó, entre la lluvia y el viento, a la sencilla épica ciudadana de la Tercera Maratón de Buenos Aires. Unas 1500 personas se animaron a los 42.195 metros y los demás corrieron, o caminaron, los 8 kilómetros de la “Prueba de Integración”, no profesional. De los 20.000 que se habían inscripto, 7000 prefirieron pasar en sus casas el domingo gris. Ganador de la competición oficial fue el keniano Paul Rotich, radicado en la Argentina; Alejandro Maldonado venció por segunda vez consecutiva en la de discapacitados.
“¡Que largue a horario, que no demoren, porque uno se enfría!” A las 8.55 de ayer, en 9 de Julio y Sarmiento, se inquietaba Domingo Carrizo, de 55 años, dispuesto a los 42 kilómetros y propietario de un puesto de choripanes en San Martín. “Me entreno todos los días menos los sábados.” A unos pasos, María del Carmen Monti –47 años, cuatro hijos– desde su silla de ruedas, ganaba una discusión: “Me querían pasar a la carrera más corta porque mi silla no es de competición, pero yo los 42 kilómetros los hago en cinco horas, por debajo del máximo permitido de cinco horas y media”.
En la mano Este de la 9 de Julio aguardaban los que iban a correr los 8000 metros. Entre ellos, Nicolás, de 7 años –”Papá corre en la Maratón grande y yo en ésta”–, y también el señor que compitió junto a su perrito y la señora que corrió (caminó) con un cochecito de bebé.
A las 9.11, con estallido de papelitos y suelta de globos celestes y blancos, se largó la prueba. A unos 500 metros de la largada, a la altura del Teatro Colón, sonaba una batucada: era la banda de percusión del Grupo de Atletas de Costanera Sur: “Siempre colaboramos en las maratones: la percusión alienta a los corredores, como en los ejércitos de antes”, explicó Miguel Angel Seguro, miembro del Grupo.
En la carrera de 8 kilómetros llegaron primero y segundo Juan Castro y Marcelo Castro; los dos son de la localidad bonaerense de 25 de Mayo “pero no somos parientes”, comentó Juan quien, como muchos de los participantes, señaló que “este año, a diferencia del año pasado, la organización fue buena, los puestos de agua estuvieron bien distribuidos y el camino bien señalizado”. El punto defectuoso fue el volumen de la música de los altoparlantes, que durante más de tres horas superaron todos los límites que las autoridades debieran hacer respetar.
Los ganadores de los 8 kilómetros emplearon un tiempo de 20 minutos y 35 segundos. Claro que muchos minutos después seguían llegando corredores. Carlos Quiala, cubano, de 28 años, corrió con un banderín que decía “Paz”. Lo enarbolaba “por el momento internacional que estamos viviendo: basta de usar a los humanos para hacer negocios”. Caminando cubrieron la distancia Peter y Jenny Bould, matrimonio neocelandés de visita en el país. Y Miguel Diturbides portó una gran bandera de San Lorenzo: “Soy hincha, siempre corro con la bandera; y tengo tres by-pass en la pierna derecha”. El jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, también corrió y llegó a la meta.
“¡No vayas con la bici, lo estás cagando a tu amigo!”, le gritaba Luis Pereira (“soy atleta y colaboro con la organización”) a un joven que trataba de acompañar en bicicleta a un corredor. Pereira explicó que eso “es motivo de descalificación porque es ventaja deportiva: cuando corrés con una bici delante, la rueda te va llevando”. Los maratonistas fueron por 9 de Julio hasta la Autopista Illia, por ella hasta Costanera Norte, Ciudad Universitaria, Lugones, otra vez la 9 de Julio hasta Moreno para volver al Obelisco. La llovizna, que había empezado a las 10, se hizo lluvia desde las 11. A las 11.27, a bordo de su silla de ruedas, llegó Alejandro Maldonado. Había tardado 2 horas 14 minutos 15 segundos. “Hice casi toda la carrera con un tubo pinchado”, contó el vencedor, señalando la goma. Maldonado, de 24 años, que ya había ganado el año pasado, dedicó el triunfo “a Dios y a mi madre, que me apoyó siempre”, y agradeció por su silla de competición al Instituto de Rehabilitación Psicofísica del Sur.
Poco después llegó el keniano radicado en la Argentina Paul Rotich; le puso 2 horas 25 minutos 6 segundos. “Fue muy difícil –comentó– porque el viento era fuerte. En el kilómetro 38 me retrasé porque las piernas me dolían por acumulación de ácido láctico (principio de calambre), pero me pude recuperar”. Rotich, negro, de 35 años, vive en el país desde hace tres; es licenciado en Economía recibido en Estados Unidos.
La ganadora de la prueba femenina, Sandra Torres, tardó 2 horas 51 minutos 10 segundos. “Pensaba mejorar mi marca de hace dos años pero, en el kilómetro 21, me di cuenta de que no se podía ‘hacer marca’, había que correr nomás para ganar.” La cordobesa, de 26 años, corrió con un parche antiinflamatorio en su pierna izquierda lesionada. “Los últimos 12 kilómetros se hicieron interminables.” El ganador en cada una de las tres categorías recibió 3000 pesos, el segundo 1500 y el tercero 1000.

 

 

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