Por
Hilda Cabrera
Luego
de ofrecer una master class de tres horas, el director estadounidense
Robert Wilson mostró su fascinación por la arquitectura
teatral. Adelantó estrenos y proyectos, como los de Winterreise,
en Berlín, una ópera rock sobre textos de Gustave Flaubert
y una performance que se realizará en los próximos días
en Nueva York, con participación de coros de niños y una
muestra de dibujos. El director texano, de quien se vio en Buenos Aires
Persephone (montaje inspirado en el mito y en un poema de Thomas Eliot),
optó durante su clase por una retrospectiva que excluyó
obras más o menos recientes, como Orlando, La enfermedad de la
muerte, Hamlet, un monólogo, y otras anteriores que fueron hito
en su carrera, como la controvertida Civil wars, de 1983, inspirada en
las fotografías de Matthew Brady. Se la consideró un rompecabezas
escénico sobre la Guerra de Secesión, del que participaron
artistas de varios países.
En la clase impartida el sábado en la Sala Casacuberta del Teatro
San Martín, Wilson disertó, actuó su relato e ilustró
lo dicho con diapositivas. Se vieron imágenes de performances al
aire libre y de escenas registradas en salas y espacios no convencionales.
Wilson proporcionaba detalles curiosos para sostener la atención,
como el de haber utilizado una tortuga que tardó 27 minutos en
atravesar la escena. Un recurso que en el teatro estadounidense de los
años 60 no era novedad: Robert Rauschenberg tenía una colección
de tortugas que, con lámparas eléctricas adosadas, andaban
por una sala a oscuras.
Ese muestrario de experiencias, algunas sin texto ni música, avala
una de las afirmaciones hechas el sábado por Wilson: Yo no
estaba interesado en hacer cosas normales. Recién llegado
desde París, dejaba en claro su interés por lo abstracto
y su visión de que el espectáculo es el mismo proceso de
creación. Atrapado por la geometría y la necesidad de visualizar
el ritmo interior, por la fuerza expresiva de la luz (sin sombras e irreal,
utilizada como oposición), Wilson se tomó tiempo para razonar
sobre los porqués de su trabajo, su temprana decepción respecto
del teatro de Broadway y de la ópera que vio de joven, y básicamente
de sus propios montajes. Algunos de éstos, que duraban días,
contaban con actores no profesionales, o gente con capacidades disminuidas.
Narró su experiencia con un niño autista que padecía
un daño cerebral y un adolescente afroamericano sordomudo, sobre
el cual obtuvo la guarda legal, cuando él tenía 27 años
y era soltero. Ese muchacho fue intérprete y fuente de inspiración
de la hoy antológica La mirada del sordo. Esta obra de siete horas
de duración fue estrenada en la Academia de Música de Brooklyn
a fines de la década del 60. Y no fue la única que produjo
impacto. Hubo otras, en colaboración con el músico Philip
Glass.
El éxito que obtuvo en París con La mirada... lo decidió
a seguir en el teatro. No lo había pensado antes bromeó.
Yo había estudiado arquitectura y pintura, pero empecé a
descubrir las vibraciones. Habíamos comenzado por el movimiento,
y a través del movimiento descubrimos el sonido. Wilson fue
construyendo un estilo (mi trabajo es una construcción consciente)
donde lo sonoro y lo visual fueran independientes y no ilustración
uno de otro. Su arquitectura se basa en la conciencia del movimiento
(que continúa, aun cuando éste se suspenda) y en los opuestos.
Durante la clase ilustró ese contrapunto recordando a la actriz
Marlene Dietrich: Sus gestos y movimientos eran fríos, pero
su voz era cálida.
Dentro de esa relación arquitectónica hay un
centro en torno del cual se desarrollan sus puestas, extensas y en su
opinión no limitadas por la literatura. Mi teatro se relaciona
con la conducta animal, apunta, mientras arquea levemente el cuerpo
en actitud de abalanzarse: Se parece al perro que se acerca a su
presa. Todo el cuerpo del perro escucha. Se refirió a la
importancia de los diferentes elementos que confluyen en laescena. Así,
entre otros ejemplos de combinaciones posibles enumeró las de Einstein
on the Beach, de 1976 (un tren, la luz, el tiempo y el espacio) y al teatro
como lugar de encuentro: Trabajar con el público y para el
público y mantener la mente abierta, indicó. En cuanto
a influencias y gustos, reconoce a figuras de la danza como Merce Cunningham
y Lucinda Childs, el aporte de John Cage, pianista y pintor que convirtió
la música en teatro, el director suizo Christoph Marthaler (quien
en la anterior edición del Festival trajo a Buenos Aires la celebrada
Murx, representando a Alemania), y la bailarina y coreógrafa Pina
Bausch. Aclaró que la estética de esta artista alemana no
es la suya: Ella hace un trabajo muy denso y cargado de mitos e
historia, mientras yo me circunscribo a la abstracción, apreciada
por los europeos en la pintura y en la danza, pero no en la ópera.
Eludió opinar de modo contundente sobre el atentado a las Torres
Gemelas y al Pentágono. Consideró que era necesario reflexionar
y no desatar más violencia: Matar a Bin Laden no va a solucionar
esto. Dijo no saber cuál es exactamente la posición
de los intelectuales en Estados Unidos. Sólo sabe de actitudes
individuales, como la de la escritora Susan Sontag. Hace diez años
que vivo más en Europa que en Estados Unidos. Creo que están
deprimidos. No podría contestar de otra manera, porque eso sería
caer en la ligereza de juicio de algunos periodistas. Sólo conviviendo
se pueden comprender los hechos. Vivimos una época en la que faltan
guías espirituales, como lo fueron en otro tiempo Gandhi y Martin
Luther King. Pienso que Jessie Norman podría serlo. Es muy convincente.
Esta cantante ha trabajado en varias puestas de Wilson y en una próxima
a estrenar. Dentro de un teatro como el suyo, planificado, matemático,
el imprevisto no se constituye en problema: Lo único constante
es el cambio dice. Cuando uno presta atención, como
yo ahora, al ruido de las cámaras o al que hace un papel que se
voltea, entiende que esos sonidos no se van a repetir más en ese
mismo orden. Uno escucha y aprende que lo único constante es el
cambio. No se considera un maestro, aunque admita cierta destreza
para transmitir sus experiencias (los diversos seminarios que realiza
por el mundo son un ejemplo). No me veo como un maestro ni me gustaría
que existiese una escuela o una metodología Robert Wilson. Lo único
que puedo hacer es advertir que el cuerpo no miente, que si uno lo escucha
encuentra su propio lenguaje y la firma que lo identifique.
En cuanto a la lentitud, considerada una característica de sus
puestas, aconseja observar a la naturaleza. Los movimientos del teatro
japonés, el noh por ejemplo, le parecen más naturales
que los de una obra de Tennessee Williams, donde los actores tratan de
moverse como si sus personajes fueran reales. Esa actitud artificial mata
al teatro, dice Wilson, criado en una zona de Texas muy conservadora
y donde el teatro tenía una pésima reputación.
No
hubo clima para el cierre
El
mal tiempo obligó a la suspensión del espectáculo
gratuito de música, luz y sonido al aire libre Requiem para
el Riachuelo (con dirección de Jorge Pastorino, música
de Edgardo Rudnitzky y textos de Juan Gelman), que iba a realizarse
anoche en el barrio de la Boca, para cerrar el III Festival Internacional
de Buenos Aires. Los organizadores del encuentro artístico
informaron que como el alerta meteorológico se extenderá
al menos hasta mañana inclusive, se decidió cancelar
la función de ayer y se desestimó también la
posibilidad de realizarla hoy, como en un principio se había
barajado. En el transcurso de la semana la organización
del III Festival Internacional de Buenos Aires, dará a concoer
la fecha de realización del Requiem para el Riachuelo, concluyeron. |
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