Por
Horacio Cecchi
Más
que coraje, hace falta una tremenda desesperación para ocultarse
en un habitáculo exterior de un barco, un cuarto de metro cuadrado
y al ras del océano, compartiendo el espacio con un compañero,
y durante once días viajar de pie y alimentándose con agua
de mar. Y hace falta más que una buena dosis de deseo para llegar
vivo. La odisea la vivió Moohmed Baldé, un liberiano de
entre 13 y 15 años, que se coló como polizón en un
buque de bandera filipina que partió desde Conakry, capital de
Guinea, en un compartimento próximo a la hélice, presuntamente
huyendo de la guerra civil, para ser descubierto en San Lorenzo, a 25
kilómetros de Rosario. Su compañero llegó muerto.
Moohmed fue internado con un cuadro de grave desnutrición, insuficiencia
renal y coma 2, pero se repone. Los médicos presumen que las dos
profundas llagas que muestran sus tobillos son resultado de la colocación
de grilletes. No hizo falta que declarara para comprender que Moohmed
huía de un infierno: las primeras 72 horas en el hospital mantuvo
su rostro aterrorizado oculto bajo las sábanas.
Aunque las llagas, crónicas según los médicos, hablan
de una historia oscura y que comenzó hace tiempo, la de Moohmed
Baldé recién se hizo presente el martes 25 pasado, alrededor
de las tres de la tarde, en Puerto San Martín, localidad santafesina
adyacente a San Lorenzo y a 25 kilómetros de Rosario. A esa hora,
un grupo de pescadores probaba suerte en el muelle El Tránsito,
de la exportadora de cereales Toepfer, muy cerca de donde había
amarrado la noche anterior el buque de bandera filipina Aurora Emerald.
Y fue desde el sector de popa del Aurora desde donde los pescadores aseguraron
que vieron arrojarse al agua una figura humana.
Figura es la mejor definición, porque con su metro 75 Moohmed pesaba
50 kilos de piel adherida a los huesos. Apenas llegó al agua, los
testigos comprendieron que aquella figura estaba en problemas y se arrojaron
a socorrerla. Cuando lo rescataron, el primer gesto que hizo, tiritando,
fue tironear del abrigo de uno de sus salvadores. Pocos minutos después,
intervino el jefe de operaciones de Prefectura de San Lorenzo, Angel Riquelme
y una ambulancia del hospital Granaderos a Caballo.
Después de internarlo, Riquelme envió un equipo a consultar
al capitán del buque, Eduardo G. Billones, también filipino.
No sabía que tenía un polizón a bordo,
aseguró el capitán. En realidad, ni el capitán ni
el prefecto sabían que los polizones eran dos. Buscábamos
el lugar donde se había ocultado el muchacho aseguró
Riquelme a Página/12. Lo habían visto arrojarse desde
popa. Buscamos en todo ese sector, pero ni rastros de comida. Durante
dos días los prefectos revolvieron cada uno de los 179 metros de
eslora del Aurora Emerald. Hasta que, en una recorrida exterior, decidieron
revisar el habitáculo ubicado a tres metros sobre las palas de
la hélice, por donde pasa la caña de hierro que las hace
girar. Es un compartimento de 50 por 50 centímetros, utilizado
para reparaciones. Allí dentro, amoldado a los perfiles interiores,
hallaron el cuerpo del amigo del liberiano. Durante los últimos
tres días antes de llegar a San Lorenzo, Moohmed viajó colgado
de ese exiguo espacio con su silenciosa compañía.
Baldé vestía sólo una bata y un pulóver prestado
por un pescador cuando ingresó al hospital. Estaba semiinconsciente,
divagaba, dijo en francés tener 13, 15 y 19 años. Entró
con coma 2, un estado de desnutrición muy profundo, severa insuficiencia
renal como resultado, y un porcentaje muy alto de sodio en su sangre.
Se alimentó con agua salada describió el director
del hospital, Eduardo Rigo. Tenía úlceras crónicas
en sus tobillos. Después de investigarlas, descartamos que se tratara
de alguna enfermedad. Le estamos sacando lentamente la infección,
tiene lacerado hasta el músculo. Moohmed aún no reveló
el origen de esas marcas. Los médicos presumen que fueron provocadas
por grilletes.
La única declaración tomada al liberiano tuvo lugar el viernes
pasado, en la cama del hospital. Durante 20 minutos, el director de Migraciones
deSan Lorenzo, Marcelo Marchionatti, el cónsul de Liberia, Gerardo
Berstein, y una psicóloga que ofició de traductora, intentaron
determinar por qué había huido de su país, y si había
decidido dirigirse a Argentina por algún motivo. Hoy, los médicos
autorizaron a que se amplíe la declaración. Los primeros
días no sabíamos si iba a sobrevivir, sostuvo Rigo.
Ahora está en plena recuperación, come por sí
solo y se comunica en francés.
El caso recayó en el juzgado de Eduardo Fillocco. Por el momento
Moohmed no pidió refugio político. En caso de hacerlo, el
Comité de Elegibilidad Para Refugiados (CEPAR), conformado por
Migraciones, Cancillería y el Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para Refugiados (ACNUR), determinará si Moohmed cumple con
la condición para el asilo o debe ser regresado a su país.
Entre tanto, el pueblo de San Lorenzo ruega buscándole trabajo.
|