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�La mujer es la gran protagonista de las revoluciones del siglo XX�

Ricardo Iniesta presentó en el Festival del Mercosur �Exiliadas�, que incluye una dura visión de los grandes conflictos europeos.

Por Cecilia Hopkins
Desde Córdoba

Una programación llena de propuestas contrastantes y una notable respuesta del público caracterizan a la segunda edición del Festival de Mercosur, que está desarrollándose en esta capital. Los organizadores afirmaron ayer que al Festival, que se continuará hasta el viernes, asistieron ya 30 mil espectadores. En este marco, los sevillanos del grupo Atalaya que dirige Ricardo Iniesta estrenaron Exiliadas, un montaje de corte político que pasa revista a los principales hechos que convulsionaron el siglo poniendo énfasis en la figura femenina, con textos de Borja Ortiz y breves fragmentos de Heiner Müller y Pablo Neruda, entre otros. “Mi visión del siglo XX –explicó el director en una entrevista con Página/12– se centra en torno a los cuatro países europeos que han producido los hechos que considero claves de esos años: Rusia, por la revolución del ‘17; Alemania, por los campos de exterminio; España, por la Guerra Civil, y los Balcanes, que fue el sitio donde comenzó la primera gran guerra y donde termina la última de las que ha habido.” Por otra parte, en el retrato de los últimos años del siglo –“una Europa en ruinas que no tiene una pasión, una inquietud, un referente claro”– irrumpe la violencia xenófoba y “el consumo, como una maquinaria que machaca y exaspera”.
Iniesta puntualiza que el teatro político es una especie prácticamente inexistente en su país: “Allí se hacen los clásicos y luego teatro de cháchara, de divertimento, sean comedias o musicales. Con este montaje buscamos apretar las tuercas, que sea como una bofetada directa, porque hoy la memoria se está perdiendo en Europa: en Austria hay elementos neonazis en el gobierno, en Italia hay neofascistas y en España, también hay herederos de Franco en el poder”. El exilio es un tema que actúa como elemento disparador, ya que, según el autor, uno de los males del siglo ha sido “la eliminación sistemática de la alteridad, de la negación del otro en su propia condición de ser distinto. A los exiliados se les unen los silenciados y olvidados, los expulsados del recuerdo colectivo, cuyos fantasmas luchan por sobrevivir en un pasado que les niega su existencia”. Entre los roles femeninos que vertebran el espectáculo, Iniesta destaca a “la mujer utópica, encarnada en las bolcheviques o las espartaquistas de Rosa Luxemburgo”, mujeres luchadoras reconvertidas luego en las milicianas de la Guerra Civil Española. “Es que la mujer ha sido la gran protagonista de las grandes revoluciones del siglo XX, la única que continúa la lucha: por eso dedicamos este espectáculo a las Madres de Plaza de Mayo”, concluyó el director.
De impecable producción, los peruanos de La Tarumba ofrecieron un ajustado espectáculo circense y, aun bajo una persistente llovizna, nadie abandonó su puesto para seguir los arriesgados juegos de malabarismo con fuego del espectáculo–ritual organizado al aire libre por el grupo francés La Salamandre. Nina y Karunakaram, intérpretes de danza Kathakali, un género característico del sur de la India, dieron muestras del refinamiento propio de su arte. Lo mismo sucedió con la compañía indonesia que ofreció un programa de danza balinesa, la misma expresión artística que inspiró parte de las teorías teatrales de Antonin Artaud, quien vio esta danza en París en los años ‘30 y quedó deslumbrado por sus ideogramas gestuales y la potencia expresiva de la mirada de los intérpretes.
La nota insólita la puso el italiano Leo Bassi en ésta, su primera presentación en el país. El actor (gordito y retacón, con lentes y traje oscuro) abandonó su empaque formal muy pronto, advirtiendo al público que estaba allí para provocarlo con su concepto anárquico del teatro. Luego de amenazar con quemar la sala con un bidón de querosén, escupió y tiró frutas a la platea (antes había repartido unos plásticos para que se resguardaran los de las primeras filas) y terminó su espectáculo invitando a todos a salir a la plaza (la función tuvo lugar en el Teatro Real, cerca de la Catedral y el Cabildo de la ciudad) para subirse a la estatua de San Martín y vociferar consignas anticonvencionalistas.
Dirigido por Percy Jiménez, el Teatro Duende de Copacabana, un pequeño pueblo a orillas del lago Titicaca, en Bolivia, presentó Alias Don Quijote, una sensible y creativa versión del clásico de Cervantes ambientada en el Altiplano, con buenos intérpretes y acertada utilización de elementos de escena. Secundado por un singular Sancho Panza (a cargo de Erika Andia), el protagonista se rebela en contra del poder político. No obstante, la puesta no cae en gestos panfletarios sino que propone un juego actoral fresco y sugerente. En La caja de nuestras vidas, por su parte, las egipcias del grupo La Música expusieron el estado de encierro y frustración de la mujer, en la relación opresiva que mantienen una madre y su hija.

 

 

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