Por
Cecilia Hopkins
Desde Córdoba
Una
programación llena de propuestas contrastantes y una notable respuesta
del público caracterizan a la segunda edición del Festival
de Mercosur, que está desarrollándose en esta capital. Los
organizadores afirmaron ayer que al Festival, que se continuará
hasta el viernes, asistieron ya 30 mil espectadores. En este marco, los
sevillanos del grupo Atalaya que dirige Ricardo Iniesta estrenaron Exiliadas,
un montaje de corte político que pasa revista a los principales
hechos que convulsionaron el siglo poniendo énfasis en la figura
femenina, con textos de Borja Ortiz y breves fragmentos de Heiner Müller
y Pablo Neruda, entre otros. Mi visión del siglo XX explicó
el director en una entrevista con Página/12 se centra en
torno a los cuatro países europeos que han producido los hechos
que considero claves de esos años: Rusia, por la revolución
del 17; Alemania, por los campos de exterminio; España, por
la Guerra Civil, y los Balcanes, que fue el sitio donde comenzó
la primera gran guerra y donde termina la última de las que ha
habido. Por otra parte, en el retrato de los últimos años
del siglo una Europa en ruinas que no tiene una pasión,
una inquietud, un referente claro irrumpe la violencia xenófoba
y el consumo, como una maquinaria que machaca y exaspera.
Iniesta puntualiza que el teatro político es una especie prácticamente
inexistente en su país: Allí se hacen los clásicos
y luego teatro de cháchara, de divertimento, sean comedias o musicales.
Con este montaje buscamos apretar las tuercas, que sea como una bofetada
directa, porque hoy la memoria se está perdiendo en Europa: en
Austria hay elementos neonazis en el gobierno, en Italia hay neofascistas
y en España, también hay herederos de Franco en el poder.
El exilio es un tema que actúa como elemento disparador, ya que,
según el autor, uno de los males del siglo ha sido la eliminación
sistemática de la alteridad, de la negación del otro en
su propia condición de ser distinto. A los exiliados se les unen
los silenciados y olvidados, los expulsados del recuerdo colectivo, cuyos
fantasmas luchan por sobrevivir en un pasado que les niega su existencia.
Entre los roles femeninos que vertebran el espectáculo, Iniesta
destaca a la mujer utópica, encarnada en las bolcheviques
o las espartaquistas de Rosa Luxemburgo, mujeres luchadoras reconvertidas
luego en las milicianas de la Guerra Civil Española. Es que
la mujer ha sido la gran protagonista de las grandes revoluciones del
siglo XX, la única que continúa la lucha: por eso dedicamos
este espectáculo a las Madres de Plaza de Mayo, concluyó
el director.
De impecable producción, los peruanos de La Tarumba ofrecieron
un ajustado espectáculo circense y, aun bajo una persistente llovizna,
nadie abandonó su puesto para seguir los arriesgados juegos de
malabarismo con fuego del espectáculoritual organizado al
aire libre por el grupo francés La Salamandre. Nina y Karunakaram,
intérpretes de danza Kathakali, un género característico
del sur de la India, dieron muestras del refinamiento propio de su arte.
Lo mismo sucedió con la compañía indonesia que ofreció
un programa de danza balinesa, la misma expresión artística
que inspiró parte de las teorías teatrales de Antonin Artaud,
quien vio esta danza en París en los años 30 y quedó
deslumbrado por sus ideogramas gestuales y la potencia expresiva de la
mirada de los intérpretes.
La nota insólita la puso el italiano Leo Bassi en ésta,
su primera presentación en el país. El actor (gordito y
retacón, con lentes y traje oscuro) abandonó su empaque
formal muy pronto, advirtiendo al público que estaba allí
para provocarlo con su concepto anárquico del teatro. Luego de
amenazar con quemar la sala con un bidón de querosén, escupió
y tiró frutas a la platea (antes había repartido unos plásticos
para que se resguardaran los de las primeras filas) y terminó su
espectáculo invitando a todos a salir a la plaza (la función
tuvo lugar en el Teatro Real, cerca de la Catedral y el Cabildo de la
ciudad) para subirse a la estatua de San Martín y vociferar consignas
anticonvencionalistas.
Dirigido por Percy Jiménez, el Teatro Duende de Copacabana, un
pequeño pueblo a orillas del lago Titicaca, en Bolivia, presentó
Alias Don Quijote, una sensible y creativa versión del clásico
de Cervantes ambientada en el Altiplano, con buenos intérpretes
y acertada utilización de elementos de escena. Secundado por un
singular Sancho Panza (a cargo de Erika Andia), el protagonista se rebela
en contra del poder político. No obstante, la puesta no cae en
gestos panfletarios sino que propone un juego actoral fresco y sugerente.
En La caja de nuestras vidas, por su parte, las egipcias del grupo La
Música expusieron el estado de encierro y frustración de
la mujer, en la relación opresiva que mantienen una madre y su
hija.
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