Por Sergio Moreno
José Manuel Ugarte se
reconoce como asesor. En 1983, cuando renacía la democracia de
entre las cenizas del terrorismo de Estado, este radical se metió
de lleno a estudiar los problemas y desafíos que planteaban la
seguridad y la defensa en un país como la Argentina, con el pasado
que atesora y con las asignaturas que la Nación tiene pendientes
para transformarse en un país con calidad institucional y democrática.
Estos años han sido una lucha constante para evitar la militarización
de la seguridad interior, relata Ugarte uno de los autores
de las leyes de Defensa, de Seguridad Interior y de la futura ley de Inteligencia,
con la que discrepa parcialmente a Página/12, en medio de
una nueva avanzada de las Fuerzas Armadas para retomar esa tarea que tanto
les gusta y tanto daño causó a este país: la inteligencia
interior.
¿Los militares deben cumplir algún rol en la lucha
contra el terrorismo internacional?
La inteligencia que deben realizar los militares, es en el nivel
conocido como estratégico-militar, es fundamentalmente la obtención
de información y análisis respecto a las capacidades y vulnerabilidades
en materia militar, de los países extranjeros de interés
para la defensa.
Estados extranjeros que impliquen alguna amenaza para la defensa...
Amenaza o riesgo. El militar debe saber con qué cuenta los
que en circunstancias mas o menos razonables podrían ser sus adversarios.
Hablamos por supuesto de Fuerzas Armadas extranjeras o sea de Estados.
En segundo lugar, los militares deben realizar lo que se llama inteligencia
estratégica operacional o inteligencia táctica
y de combate. Contar con los medios para tener conocimiento del
ámbito en que deben actuar, el terreno, el lugar donde puede tener
que actuar, y también contar con medios para saber qué está
haciendo el enemigo o que quiere hacer. Esa es la inteligencia militar.
Ahora, el terrorismo internacional no debe constituir de ninguna manera
una hipótesis de trabajo de los organismos de inteligencia militares.
En ese sentido hay mucha experiencia internacional. Lo que hacen los organismos
de inteligencia en los países extranjeros, es inteligencia militar
en el sentido que estoy refiriendo. En Estados Unidos también se
ha dado que la DIA, la Agencia de Inteligencia para la Defensa, realiza
inteligencia sobre terrorismo en países extranjeros, así
como sobre el narcotráfico en países extranjeros. No así
dentro del territorio norteamericano. Es importante recordar que las fuerzas
armadas norteamericanas están sujetas a lo que se conoce como ley
del ley del pos comitatus, que es una ley sancionada hacia
fines del siglo XIX, que les veda participar en operaciones de investigación
de delitos y arresto de delincuentes. El problema latinoamericano es muy
diferente. En latinoamérica rigieron por muchos años las
doctrinas de contrainsurgencia francesas y sus derivaciones estadounidenses.
La Doctrina de Seguridad Nacional.
Que preconizaban que la lucha contra el enemigo interno debía
ser conducida por las FF.AA. cuyos organismos de inteligencia eran fundamentales
en esta lucha. Como consecuencia, estos organismos de los países
latinoamericanos se hipertrofiaron, se desarrollaron de manera muy importante
y en definitiva fue así que la Argentina, cuando llegó el
conflicto Malvinas, prácticamente carecía de inteligencia
estratégica militar, lo que está muy bien establecido en
el informe Rattenbach. Uno diría que en los países institucionalmente
desarrollados, que además suelen ser los de mayor eficacia
en el terreno militar, el rol de inteligencia militar es claro y es el
que estamos refiriendo. En los países latinoamericanos todavía
subsisten, si no las estructuras, los reflejos. En la actualidad, legalmente
las FFAA no están habilitadas para hacer inteligencia interior.
La ley de Defensa limita el ámbito de la defensa a la respuesta
a las reacciones armadas externas y por otra parte establece que la cuestiones
relativas a la política interna del país enningún
caso podrán constituir hipótesis de trabajo de los organismos
de inteligencia militares. Pero la que cerró el asunto fue la ley
de Seguridad Interior porque faculta al Consejo de Seguridad Interior
a requerir inteligencia a los organismos de inteligencia civiles. Y entre
los servicios y elementos de las FFAA que pueden proporcionar apoyo están
excluidos los elementos de inteligencia.
¿Por qué cree que los militares, que son quienes están
impulsando su participación en este conflicto, quieran involucrarse
en esto?
Creo que los militares hoy en la Argentina están totalmente
desorientados, por la carencia de directivas claras con respecto a su
misión, por la carencia de misión, por la falta de reestructuración
que permitiría a las FFAA transformarse en operativas.
Se trata de un problema de poder político, de gobierno...
Este es un problema del poder político que nace en 1985.
Hasta entonces, las FFAA tenían un presupuesto de más del
5 por ciento del PBI. En 1984-1985 ese presupuesto pasó a ser de
3,3 aproximadamente. Reacción totalmente lógica porque implicaba
volver a tener un presupuesto para las épocas de paz. Esa reducción
requería una reducción de la estructura militar y no se
hizo. En primer momento se trató de implementar una reestructuración
de las FFAA a través de directivas. Las directivas estaban muy
bien redactadas pero fracasó la implementación porque lo
que hizo Horacio Jaunarena (último ministro de Defensa de Raúl
Alfonsín) fue confiar en las FFAA su propia reestructuración.
Ese mismo error ha persistido a lo largo de los años. La preocupación
fundamental es que vuelven a haber indicios muy sólidos de que
se está pensando nuevamente en confiar a las FFAA su propia reestructuración.
¿Por qué esta tendencia del gobierno a permitir que
los militares introduzcan temas que ya estaba cerrados o encaminados?
En primer lugar, desgraciadamente es un estilo que no implica una
línea sólida de conducción de las FFAA. En el caso
de López Murphy, yo creo que hay una dosis de gran inexperiencia
en el tema, y además fue de alguna manera una gestión muy
influenciada por Jaunarena. Recordemos que los secretarios Angel Tello
y José Lladós permanecen en ambas gestiones. Yo diría
que el problema es que no se asume la conducción política.
Por decirlo de alguna manera, Huntington decía que el ministro
de defensa debía ser un representante de la sociedad ante las FFAA
y de las FFAA ante la sociedad. Creo que aquí se está jugando
solo uno de los roles. Creo que hay una incomprensión respecto
del rol que debe jugar el poder político respecto de las FFAA.
Defensa debe tener capacidad de formulación de una política
propia. Lo que hasta ahora no ha habido, lamentablemente, es esa capacidad.
El gran déficit es la falta de expertos o analistas civiles en
lugar de decisión. No es que no los haya, sino que aquí
se estima que el rol del poder político es el de acordar con las
FFAA, como si se tratara de otro partido político.
Usted decía que hubo una serie de elementos que han hecho
que los militares pierdan el rumbo, o que se encuentren desorientados.
Uno de los puntos que marca es que casi que no tienen tareas para hacer.
Pregunto: ¿qué tareas tienen para hacer los militares
de Bélgica, de Dinamarca, de Suiza, que ni siquiera están
dentro de la NATO? Yo creo que todo país que tiene un patrimonio
humano y material, territorial importante que defender, tiene que tener
FFAA. Y esas FFAA no requieren de una hipótesis de guerra, de amenazas
concretas. Hace falta un núcleo, proporcionado a las condiciones
económicas del país, tenerlo en excelente actitud de adiestramiento,
razonablemente bien equipado, etc. Las FFAA que gasten un 80 por ciento
del presupuesto en sueldos son inviables. Tiene que haber al menos 20
por ciento para equipamiento. De lo contrario, va lisa y llanamente a
la desaparición.
Este gobierno creó un organismo de inteligencia estratégica
que dirige el comandante en jefe de las FF.AA., Juan Carlos Mugnolo. Lo
que se conoce del sesudo análisis es la propuesta de nuevas hipótesis
de conflicto dondelas amenazas son, por ejemplo, el crecimiento de las
conflictividad social o los movimientos sin tierra.
Es lo más claro de una falta de conducción. En las
FFAA latinoamericanas hay cierta atracción de la seguridad interior,
sobre todo ante la carencia total de conducción. Lo que se hizo
con ese organismo fue hacerlo depender del jefe de Estado Mayor Conjunto
y no del ministro de Defensa, lo cual fue el primer error. El segundo
error es que hubo ambigüedades en la definición de las competencias.
Las leyes tienen que ser claras. Una de las pocas ventajas que tiene el
nuevo proyecto de ley de inteligencia que está en trámite,
es que delimita la competencia de los organismos de inteligencia militares.
Eso es una ventaja del proyecto, que tiene otros inconvenientes como la
concentración de la función de inteligencia exterior, interior
y contrainteligencia del máximo nivel del Estado, inclusive otorgando
rangos de ministro a su titular. ¡Un ministerio de inteligencia!
Es un error tener un ministro de inteligencia, y la concentración
de función de inteligencia en el máximo nivel del Estado
es un poder tremendo, y es un estructura que es un rémora del pasado
con la que habría que convivir. Digo que hoy ante la amenaza de
la militarización de la seguridad interior, y ante la amenaza de
la vuelta de las FF.AA. a inteligencia interior, este proyecto por lo
menos soluciona el tema. Hay una mejora en los derechos y garantías
individuales, no en la estructura de inteligencia, que sigue teniendo
las características propia de un país totalitario. Yo me
pregunto: ¿cuándo haremos la reforma de inteligencia?
|