Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Iban tras un sueño pero terminaron tras las rejas

Siete mendocinos se fueron a
Dallas, Texas, en busca de un empleo.
Ahora están alojados en una cárcel, con uniforme de presidiarios, a la
espera de ser deportados por trabajar ilegalmente. Además, se publicó que eran sospechosos por los atentados.

Luisa y Teresa, las mujeres de los
dos hermanos Ortiz que están detenidos en Dallas.

Por Cristian Alarcón

Tienen puestos unos overoles en los que llevan inscripto el número de presidiarios que les corresponde en la astronómica cifra de reos de los Estados Unidos. Pero los siete son argentinos, casi todos de Mendoza, y lejos de tratarse de miembros de una mafia, traficantes o ladrones, son migrantes ilegales detenidos en Dallas, estado de Texas. Desde el viernes, cuando un camuflado agente del Servicio de Migraciones entró con uno de ellos al departamento que compartían cerca del aeropuerto de la ciudad y todos fueron detenidos, sus proyectos, últimas tablas de salvación a la crisis económica argentina de la que escapaban, volvieron a desvanecerse. No sólo eso: los medios locales vincularon la noticia de la detención a la investigación de los atentados terroristas; “Arrestaron a 19 sospechosos”, tituló un diario, sobre ellos y otros tantos inmigrantes latinos caídos el mismo día. Presos junto a otros cuarenta ilegales en un pabellón especial de la cárcel del condado, no saben –tampoco lo sabe el consulado en Houston– hasta cuándo permanecerán encerrados con un solo baño, una sola ducha y una sola hora de sol por día, a la espera de la deportación a la tierra de la que huyeron.
El carpintero Gabriel Ortiz, 44 años, perdió su último empleo fijo –seis años en una fábrica de muebles– hace ya un año y medio. Hasta abril soportó la escasez junto a su mujer, y sus hijos de 18, 16, 11 y 9. Pero las changas ralearon y tentado por los relatos de otros mendocinos partió hacia Dallas a buscar una salida. “Consiguió trabajo en el restaurante Freeday, en el interior del aeropuerto”, contó a este diario su esposa, Luisa Castro, y se hizo de casi 500 dólares por cocinar. Pronto también ingresó como empleado de limpieza del club de ejecutivos desde las diez de la noche y hasta las siete de la mañana. Dormía el tiempo que le quedaba en un cómodo departamento que junto a otros seis coterráneos alquiló muy cerca del lugar, en las afueras de Dallas, en Irving, algo así como el Ezeiza nacional. Le fue bien. Trabajaba mucho, pero estaba conforme. Giraba mensualmente dinero a su familia. Por eso, hace veinte días emprendió la retirada su hermano Miguel Ortiz, 48, también harto de las changas, y con nueve hijos que quedaron a la espera de “good news from Texas”.
La suerte de Miguel terminó pronto. El viernes muy temprano, un recién llegado al exilio económico que paraba en el departamento del grupo salió temprano a una cita de trabajo, también en el aeropuerto. Cuando habló con su supuesto empleador le preguntaron por su documentación y él dijo que tenía su visa en el departamento. “Bueno, vamos a buscarlo”, le propuso el patrón americano. Cuando estuvieron adentro del lugar, en el momento en que el resto desayunaba para salir a sus trabajos, según lo que a diferentes tiempos han ido contando a sus familiares, el hombre sacó su placa de la Immigration and Naturalization Service (INS): “Migraciones” para cualquier latino fuera de regla. De los que estaban allí la mayoría tenía sus visas vencidas. Habían pasado mucho más de tres meses en el país y trabajaban o en el aeropuerto o en los alrededores. Eran hasta ese momento un grupo más de la considerable comunidad mendocina en Dallas. “Por algún motivo se fueron concentrando en esa zona, que es una de las de políticas migratorias más restrictivas, donde controlan más que en otros lados”, le dijo a Página/12 ayer la diputada provincial por el PJ María Cruz, hermana de Andrés Cruz, un inmigrante de 50 años.
Hoy se cumplen tres meses desde que Andrés Cruz llegó a Dallas. Cuando lo detuvieron su visa aún estaba en regla pero el ya había encontrado trabajo como mozo del restaurante Freeday, gracias a su buen inglés, por lo tanto también había roto las normas migratorias. “El tenía un papel que se compra allá para poder trabajar y que les cuesta 250 dólares”, contó su hermana. Luisa Castro explicó que “lo que tenían en regla era un papel del seguro social”. Teresa cuenta que su marido, Miguel, estaba a punto de entrar en una empresa de trabajo temporario. “Es un lugar donde los van moviendo, un día limpian vidrios, otro les toca otra cosa”, explicó desde Guaymallén, donde viven varias de las familias de los inmigrantes presos en un pabellón de la cárcel local.
Ayer el diario Los Andes publicó la noticia y un comentario de fuentes del consulado: “Son víctimas de la durísima política migratoria que se instaló en el país desde el 11 de septiembre”. Sin embargo, ayer Gustavo García, el cónsul general adjunto en Houston, le dijo a Página/12 que si bien ha habido otros casos de deportaciones de argentinos “no es una cifra llamativa”. Guillermo Jacovella, cónsul en Miami, aseguró: “Aún no hemos tenido cambios, excepto en el ingreso donde la política es más restrictiva. Algunos sencillamente admiten al ingresar que si encuentran trabajo se quedarán en los Estados Unidos y entonces son deportados de inmediato”. Ayer los familiares de los presos se quejaban por las condiciones en que permanece detenidos: “Son cuarenta en un pabellón con un baño y una ducha, tienen esos overoles de criminales y salen a un patio una hora por día”, protestaron. Lo cierto es que no saben cuántos días más estarán en compañía de sus pares de Honduras, El Salvador, México, hasta que los pongan en un avión que los regrese al país de los inmigrantes.

 


 

ACORDARON CONSTRUIR UNA PLANTA DE RADIOISOTOPOS
El Invap, camino a Egipto

La empresa rionegrina Invap ganó otro contrato millonario. La compañía del gobierno provincial y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) firmó un acuerdo con el gobierno de Egipto para la construcción de una planta de radioisótopos que le dejará una ganancia de 20 millones de dólares.
“El proyecto arranca este mes”, informó Héctor Otheguy, gerente general de Investigaciones Aplicadas (Invap), empresa reconocida internacionalmente por su capacidad para construir satélites espaciales y reactores nucleares. El año pasado ganó una licitación para construir un reactor de baja potencia para el organismo nuclear australiano en competencia con empresas líderes del mundo.
En realidad, la licitación internacional para construir la planta de radioisótopos –átomos que emiten radiación y se utilizan con fines médicos– la obtuvo dos años atrás, pero posteriormente –según explicó Otheguy– Egipto decidió suspender el emprendimiento por “problemas financieros”. Recientemente, el gobierno egipcio informó que la situación económica del país había cambiado favorablemente y entonces se firmó el contrato entre Invap y el gobierno por un monto de 20 millones de dólares. La planta será entregada “llave en mano” en un plazo no mayor a dos años y medio, explicó Otheguy.
No es el primer contrato que Invap tiene en Egipto. Hace algunos años construyó un reactor nuclear en una localidad ubicada a unos 50 kilómetros de El Cairo, que comenzó a funcionar en 1998. En aquella oportunidad peleó con Siemens KUW (la firma alemana constructora de la central nuclear de Atucha), AECL (la canadiense constructora de Embalse), la francesa Framatome y la estadounidense Westinghouse. “En el reactor de Egipto se producen los radioisótopos al por mayor y la planta servirá para fraccionarlos y envasarlos”, precisó el gerente al aludir a la función que tendrán las futuras instalaciones.

 

PRINCIPAL