Por Eduardo Febbro
Desde
Peshawar
Si alguien cerrara los ojos
y los abriera de golpe encontraría un montón de casas no
muy distintas a las de Castelar. Barrio de techos bajos, luces encendidas
en los portones, árboles y jardines, calles recién asfaltadas,
zanjas profundas, aroma de plantas empapadas de rocío y el eco
lejano de los perros que corren las sombras movedizas de la noche. Sólo
los guardias armados durmiendo en las puertas de las casas, los uniformes
de camuflaje, la escritura en urdú pegada a un letrero que dice
TANGO y la densidad latente de una ciudad de frontera dicen que esto no
es un suburbio de Buenos Aires sino de Peshawar, el punto fronterizo más
caliente entre Pakistán y Afganistán. Peshawar encierra
de todo: mulanes, mullahs, traficantes de armas, de opio, de piedras preciosas,
de videocasetes porno, espías, cibercafés de Internet donde
los líderes religiosos con barba tan espesa como la moral que propagan
vienen a navegar en los portales pornográficos, familiares
de comandantes talibanes que viven en Peshawar o sus alrededores para
protegerse de la guerra que se viene encima, refugiados afganos recién
llegados de una travesía por las fronteras, líderes políticos,
intelectuales que esperan la hora de volver a Kabul o ex militares afganos
llenos de medallas obtenidas durante la guerra contra los ocupantes del
Ejército Rojo y que luego de haber ganado muchas batallas perdieron
la última emprendiendo el camino del exilio.
Cuando mira hacia la frontera, Mohamad Hafsal siente en el pecho la misma
herida que hace cinco años. Hafsal, ex general de artillería
del ejército afgano, atravesó la frontera en 1996. Hizo
la guerra contra los soviéticos y acumuló victorias que
la dictadura religiosa de los talibanes borró de un golpe. Desde
que está en Pakistán, cada día, a la misma hora,
el general mira hacia la frontera. Su país está cerca e
inmensamente lejos pero sabe que nunca como ahora la distancia había
sido tan breve. Entre Afganistán y él sólo media
la caída de los talibanes: Una cuestión de días
o de semanas si los norteamericanos hacen las cosas como se debe,
dice seguro. Según Hafsal, los norteamericanos deben bombardear
a los talibanes, buscar a Bin Laden y ayudar a la opositora Alianza del
Norte. Ellos se lo merecen. Hicieron más que nadie para terminar
con los talibanes pero nadie los ayudó como se debía.
El general Hafsal no ha perdido su profesionalismo y ya calculó
la estrategia y la cantidad de bombas necesarias para que Afganistán
sea un país más feliz. se recuesta sobre un sillón
de tela marrón medio desgastado, medita y afirma: Si yo fuera
el que decide, atacaría ahora. Es la mejor estación para
llevar a cabo una operación militar en Afganistán. Más
tarde habrá nieve y nadie que no conozca esas montañas se
arriesga sin dejar hasta el alma. El momento ideal es ya mismo. Si atacan
Kabul hoy, en seguida tomarán el control de la capital.
Hafsal tuvo mucho tiempo para pensar en estas cosas. Cinco años
mirando la frontera, recabando informaciones de los que van y vienen,
recordando las batallas contra el invasor del difunto imperio rojo, saboreando
la hora siempre pospuesta del reencuentro. Creo que el momento ha
llegado. Pero hay una condición irrenunciable para que las operaciones
tengan éxito. Es preciso pensar a largo plazo y armar como se debe
a los grupos que se oponen a los talibanes. Hay opositores que ni siquiera
tienen armas. Mohamad Hafsal piensa que la mejor estrategia consiste
en un operativo doble: Si se bombardean las bases de los terroristas
ligados a Bin Laden, el arsenal y las posiciones fuertes de los talibanes,
estos últimos se quedarán sin nada. Pero al mismo tiempo
hay que suministrararmas a la Alianza del Norte. Ellos conocen el terreno
y pueden perseguir a los talibanes y los terroristas en sus escondites
de la montaña. Combinando estas dos opciones los resultados pueden
ser positivos.
El régimen afgano debe tener una idea más precisa de la
tormenta que se le está por caer encima. Desplazamiento de tropas,
refuerzo de las medidas de seguridad en rutas y protección de los
aeropuertos con artillería pesada figuran entre la panoplia del
dispositivo militar que el régimen ha instalado en las últimas
horas. Informaciones convergentes recogidas por Página/12 en Peshawar
indican que los talibanes, preocupados por el número creciente
de desertores y la acumulación de medios militares por parte de
EE.UU., han movilizado tropas especiales en torno de los núcleos
más sensibles. Testimonios inobjetables dan cuenta de un porcentaje
considerable de combatientes que desertaron e, incluso, de cuadros militares
claves que se pasaron al bando de la Alianza del Norte. El general Hafsal
piensa que la estrategia defensiva adoptada por los talibanes no será
suficiente para salvarlos del diluvio: Si los norteamericanos calculan
bien sus bombardeos y ayudan a la posición de los rebeldes no va
a ser necesario que Estados Unidos despliegue tropas en el terreno. Si
a los norteamericanos se les ocurriera desplegar comandos especiales en
Afganistán, ese tipo de operación requiere una acción
conjunta con las fuerzas opositoras al régimen que combaten dentro
del territorio. Si a los norteamericanos se les ocurre ir solos, el riesgo
de que las cosas se les compliquen es enorme.
Hafsal había soñado con muchas formas de volver pero nunca
con una semejante a la puerta que se está abriendo. Lo importante
es no cometer errores. Los soviéticos cometieron muchos y eso fue
lo que les costó la estampida. Cualquiera puede cometerlos. El
ejército más poderoso del planeta es indefenso ante los
desenlaces incalculables de los errores estratégicos. Hay factores
que no se miden con la cantidad de cañones de que se dispone. Nosotros
teníamos muchas menos armas que los soviéticos. Pero ganamos.
Los talibanes estaban entre los victoriosos. Hay que tener cuidado de
que el imperio que los armó no caiga vencido ante sus propias armas.
Cierran cerco desde
adentro
Los afganos contrarios al régimen talibán anunciaron
ayer para hoy el lanzamiento de una gran ofensiva sobre Kabul,
capital de Afganistán, desde el norte del país. Asimismo
esperan un inmediato ataque aéreo estadounidense
en apoyo, según informó la cadena televisiva rusa
NTV. El viceministro de Defensa de la Alianza del Norte, Attikullah
Baryelai, dijo que la oposición a los talibán tiene
todo preparado para una ofensiva masiva en la dirección
Tajar-Kabul. La Alianza del Norte tendría reunidos
cerca de 20 mil hombres junto a la frontera tayiko-afgana, provincia
de Tajar, listos para el combate (con misiles, vehículos
blindados, lanzagranadas). Vienen llegando a esa provincia tropas
de otras provincias, ejemplo de Kapisa, cercana a Kabul. La Alianza
domina en las cercanías del valle del Panshir, desde donde
hace base para este avance desde el norte y, si logra desmantelar
la artillería de los talibanes a menos de 30 kilómetros
de la capital, podría gatillar la hora de las tropas aerotransportadas
de EE.UU. Asimismo, un comandante de la Alianza del Norte, Abdul
Haq, calificó de inminente un golpe de estado
en Afganistán: Todo está listo, afirmó.
Además puntualizó que las bombas y la alta tecnología
no son suficientes para capturar al principal sospechoso de los
atentados contra Estados Unidos, Osama bin Laden -protegido por
el régimen talibán que se niega a entregarlo
por lo que el militar opositor aseguró que se necesitan
hombres que sepan dónde ir a buscar a Bin Laden, refiriéndose
claro está a los suyos propios.
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ISLAMABAD
DA POR BUENAS LAS PRUEBAS CONTRA BIN LADEN
Pakistán cerró filas con el Gran Satán
Por
Angeles Espinosa *
Enviada
especial a Islamabad
Pakistán
ha completado su giro de 180 grados. El gobierno de Islamabad anunció
ayer que considera suficientes las pruebas contra Osama bin Laden presentadas
por Estados Unidos. Ha sido el último gesto en una semana en que
el presidente paquistaní, general Pervez Musharraf, ha reconocido
que los talibanes tienen los días contados en Afganistán,
expresado su deseo de recibir a un enviado del ex rey afgano y defendido
un gobierno multiétnico de base amplia para el país vecino.
Sólo la ruptura de relaciones diplomáticas podría
ser un mensaje más claro a los talibanes.
Hemos visto el material que nos ha facilitado Estados Unidos y en
él hay bases suficientes para presentar cargos ante un tribunal,
declaró ayer el portavoz de Exteriores, Riad Mohamed Khan. Recordarán
ustedes añadió Khan ante los informadores que
con anterioridad (varias) resoluciones del Consejo de Seguridad han pedido
que el señor Osama bin Laden sea entregado para ser juzgado.
Este resultado refuerza la decisión de Musharraf de apoyar a la
coalición internacional y le hará más fácil
conseguir el apoyo de los paquistaníes. Su gobierno, que afronta
una gran presión interna por su alineamiento con Estados Unidos
en esta crisis, ha insistido desde el principio en la importancia de cualquier
acción tenga la cobertura de Naciones Unidas y en la necesidad
de ver las pruebas que incriminan a Bin Laden.
Entendemos que las investigaciones de Estados Unidos continúan,
y esperamos que se nos tenga al tanto de los datos que se vayan añadiendo,
manifestó el portavoz. Khan recordó además la petición
hecha la víspera por el jefe de la diplomacia paquistaní,
Abdul Sattar, para que las pruebas se hagan públicas. Estamos
impresionados declaró Sattar a la CNN. Pedimos de nuevo
a Estados Unidos que por favor haga pública esta información
para que sea la comunidad internacional la que juzgue.
El reconocimiento de la validez de las pruebas, que los analistas equiparan
con un visto bueno para matar a Bin Laden, es el último de una
serie de mensajes que Pakistán ha enviado esta semana a los talibán.
El martes, en una entrevista con la BBC, Musharraf admitió que
el régimen de los clérigos rigoristas afganos tiene los
días contados. Al día siguiente, en un notable cambio respecto
a su postura anterior, el presidente expresó su disposición
a recibir a un emisario del ex rey afgano Mohamed Zahir Shah.
Horas después fue más lejos. Durante una reunión
conjunta de su gabinete y del Consejo de Seguridad Nacional, celebrada
durante la noche del miércoles al jueves, Musharraf manifestó
su convicción de que Afganistán necesita un gobierno multiétnico
de base amplia. El presidente paquistaní también advirtió
a Estados Unidos de que ningún gobierno que sustituya a los talibanes
podrá tener éxito si está impuesto desde fuera.
Aun así, esta nueva actitud supone un giro radical en su política
afgana. Hasta ahora, Pakistán se había opuesto vehementemente
a la eventual sustitución de los talibanes y la propaganda oficial
calificaba de enemiga a la Alianza del Norte, la coalición
de milicias con la que Zahir Shah ha iniciado conversaciones para formar
un gobierno de transición. Junto al mensaje a los talibanes, Musharraf
está diciendo a su pueblo que Pakistán no puede seguir apoyando
a ese régimen después del revulsivo que han supuesto los
atentados del pasado 11 de setiembre.
Tal como ha explicado el portavoz gubernamental, Pakistán
ha transmitido a los talibanes cuál es la situación, cuáles
son los peligros y qué espera de ellos la comunidad internacional.
Les hemos dicho que no les queda mucho tiempo, subraya Khan.
Y, sin embargo, no han logrado hacerles cambiar en su negativa a entregar
a Bin Laden, una postura que va a costarles el poder.
Los rigoristas afganos se están quedando sin opciones. Los propios
clérigos paquistaníes, que mantienen importantes lazos ideológicos
y personales con los talibanes, han tirado la toalla. Una nueva misión
de ulemas, que incluía a los dirigentes de los cuatro principales
partidos islámicos pro talibanes, ha cancelado sus planes de viajar
a Kandahar, el feudo de ese movimiento. No hay posibilidad de que
cambien de opinión, explicó un portavoz.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
EL
CASO DE YVONNE RIDLEY, ARRESTADA POR LOS TALIBANES
De periodista a posible rehén
Por Luke Harding
y Rory Mc Carthy *
Desde
Islamabad
Las autoridades talibanas han
confirmado que la periodista británica Yvonne Ridley, quien fue
arrestada el viernes último luego de entrar a Afganistán
ilegalmente, tendrá que ir a juicio bajo sospecha de espionaje.
El vicecanciller talibán, mullah Abdur Rahman Zahir, dijo ayer
que no alcanzaba con sólo deportar a Ridley: Nosotros tenemos
que determinar si era realmente una periodista o si tenía otras
intenciones, dijo a la agencia de prensa afgana. Interrogado sobre
si aún habiendo verificado las credenciales de la periodista se
la llevaría a juicio, Zahir contestó que incluso así
será llevada a juicio porque no respetó las normas de nuestra
tierra e ingresó a nuestro país sin permiso.
Ridley, de 41 años, que trabaja para el Sunday Express, fue arrestada
junto a guías afganos al este de la ciudad de Jalalabad, cercana
a la frontera con Pakistán. La mujer vestía una burga una
vestimenta larga con velo pero se cree que la arrestaron luego de
que intentara tomar unas fotos en un bazar. La fotografía en Afganistán
es ilegal. Se cree que un grupo de ejecutivos del Express está
ahora intentando encontrarse con funcionarios talibanes para asegurar
su liberación. La alta comisionada británica en Pakistán,
Hilary Synnott, hizo el mismo intento en su encuentro anteayer con el
mullah Abdul Salam Zaeef, su contrafigura. Y aumenta el temor de que Ridley
sea usada como rehén, junto a ocho trabajadores occidentales que
fueron arrestados en agosto y acusados de propagadores del cristianismo.
Daoud Zaaaaoura, el padre de Daisy, la hija de Ridley de nueve años,
dijo ayer que son malas noticias para Yvonne. Y son malas para mi
hija. El castigo por espionaje según la ley talibán
es la pena de muerte. Sin embargo, para muchos analistas los dos guías
afganos están en una posición mucho más seria que
Ridley y podrían ser ejecutados. El régimen talibán
se ha negado a dar algún tipo de detalle sobre su destino.
El Ministerio de Relaciones Exteriores británico urgió a
la corte talibán a tratar de modo justo a Ridley. Continuamos
instando a los talibanes a resolver este caso tan pronto como sea posible
para que Ivonne pueda regresar a su casa con su familia, dijo un
funcionario.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Mercedes López San Miguel.
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