Por Eduardo Tagliaferro
Desde el atentado a las Torres
Gemelas de Nueva York, quienes hablan de inteligencia lo hacen con un
lenguaje cerrado, como si se tratara de una disciplina reservada a unos
pocos. No sorprende que Ricardo Natale ponga el énfasis en que
la actividad debe ser dirigida por el poder político. Tan solo
observar la foto en la que aparece con Raúl Alfonsín despeja
dudas de su condición de radical. Por si las hubiera, él
las despeja: Estoy totalmente identificado con Alfonsín,
dice. En su carrera política fue diputado nacional entre 1973 y
1976. Durante siete meses, la dictadura militar lo detuvo a disposición
del PEN. Con el retorno a la democracia, este licenciado en Economía
fue simultáneamente subsecretario de Inteligencia y director de
la Central Nacional de Inteligencia entre 1986 y 1989. No duda en señalar
que se debe ser cuidadoso con el uso de la palabra terrorismo, porque
detrás de ella surge el contraterrorismo, que en la Argentina fue
el terrorismo de Estado.
¿Qué debería contemplar una nueva ley de inteligencia?
Me atrevería a decir que es una buena ley, casi muy buena.
Refleja las inquietudes consensuadas de los partidos mayoritarios y la
voluntad política para actuar en temas de inteligencia. Cuando
esta ley sea sancionada que esperamos que sea en los próximos
días, entre otros aspectos, permitirá dos hechos fundamentales.
En primer lugar, tener definido el campo de accionar en cuestiones de
inteligencia, para salvaguardar los intereses nacionales y no sectoriales.
En segundo lugar, es una clara demostración de la voluntad política
para que esta ley y la actividad de los servicios de inteligencia sean
transparentes. Se establecen mecanismos y controles para orientar las
actividades de inteligencia, así como los fondos y recursos que
se utilizan en ella.
Cuando habla de controles, ¿se refiere a los parlamentarios?
Sí, todos aquellos que sean necesarios para una mayor transparencia
de la actividad del mundo de la inteligencia, cuyo accionar se cuestiona
desde hace varios años. Este tema está en debate, no solamente
en la Argentina sino en el mundo. Hoy vemos que el enemigo público
número uno de Estados Unidos, Osama bin Laden, estaba adiestrado
y financiado por los servicios de inteligencia norteamericanos. Es fundamental
que los recursos de inteligencia tengan un sólo objetivo: la defensa
del Estado nacional.
Si en algo mostró su ineficiencia el Estado es en los controles.
¿Cómo se evita que el poder caiga en la tentación
de usar en su provecho a los servicios de inteligencia?
El control sería en dos aspectos: el primero, la utilización
de los fondos y el accionar de inteligencia. Como se hace en otros países
del mundo donde los organismos de inteligencia tienen control parlamentario.
En segundo lugar, es muy importante que en la conducción de los
servicios de inteligencia haya hombres de probada fe democrática.
Como es el caso de Carlos Becerra, actual secretario de la SIDE. Como
ha habido también dignos antecesores en anteriores gobiernos. Es
fundamental que se logre romper con los bolsones residuales, que todavía
subsisten dentro del servicio de inteligencia y que responden a viejas
prácticas que no son la defensa de los intereses mayoritarios,
sino muchas veces al viejo concepto de la doctrina de seguridad nacional.
Y con antiguos esquemas de la época de la represión. Esto
significa un cambio conceptual en los servicios de inteligencia, cambio
que se ha ido produciendo. ¿Cómo se realiza? No solamente
a través de líneas claras que deben bajar de la conducción
política, sino también en la selección del personal
que forma parte de las filas del servicio de inteligencia. Hay que darle
un acceso irrestricto a hombres que provengan del campo universitario.
La actividad, no debe ser un coto político de determinado partido
o de un determinado sector corporativo, como en su momento fue un coto
de las Fuerzas Armadas. Debeestar abierto a todas las opiniones y deben
ser llamados los hombres que van a servir con responsabilidad al Estado.
¿Está de acuerdo en que las FF.AA. realicen inteligencia
interior?
Hay un mecanismo que había sido sancionado antes de 1983
y que se puso en práctica con el gobierno de Alfonsín en
1986, que fue la potenciación de la Central Nacional de Inteligencia.
Becerra está revilitalizando esta área, de la que forman
parte no solamente miembros de la Secretaría de Inteligencia, sino
también de los organismos de inteligencia de las FF.AA., de seguridad,
y de diferentes ministerios, que cumplen las tareas de inteligencia bajo
la línea directriz fijada por el Ejecutivo a través del
secretario de Inteligencia, que es a su vez presidente de la CNI. Las
tareas de inteligencia que pueden desarrollar las FF.AA. o las de seguridad,
lo hacen bajo un contexto político y respondiendo a las políticas
que el Estado necesita para poder resolver los problemas que surgieran
dentro de sus fronteras y más allá de sus fronteras.
¿Cuáles son los riesgos que hoy enfrenta el Estado
nacional?
Fundamentalmente todos los temas que sean amenazas trasnacionales.
Los problemas vinculados al terrorismo, al narcotráfico, al lavado
de dinero, al desarrollo y ventas de armas no convencionales, biológicas,
nucleares o químicas y todo lo relacionado con el tráfico
ilegal de armas y con el crimen organizado. Estos son los flagelos que
hoy están atacando a la comunidad internacional. La división
que existía entre inteligencia interna y externa queda soslayada
por la globalización de los problemas que hoy día afrontamos,
por lo cual el Estado nacional se ve obligado a utilizar al máximo
de todos los recursos con los que cuenta. Todo bajo una férrea
conducción política, que establezca concretamente los marcos
y directrices con que se debe manejar la actividad. La inteligencia se
tiende a dispersar y actúa en caminos oscuros cuando no tiene una
referencia política.
Cuando usted habla de terrorismo, ¿a quiénes se refiere?
En primer lugar, coincido con que con el terrorismo hay que tener
muchísimo cuidado, porque detrás de esa palabra surge el
contraterrorismo, que es el terrorismo de Estado, que nuestro país
y otros han sufrido. Podemos definirlo con una clásica expresión,
que dice que terrorismo es todo aquello que atenta contra las estructuras
naturales del Estado constituído y de la sociedad organizada y
que tiende a través de la utilización de medios violentos
y oscuros, derribar las bases estructurales de esa sociedad, sembrando
el caos, la zozobra, el pánico y el desmoronamiento de la confianza
y solidez de ese Estado.
En nuestra historia reciente muchas veces ese cartel se le aplicó
al opositor para silenciar las críticas y se terminó erosionando
a la democracia y el disenso.
Estoy totalmente seguro de que no es el caso que estamos viviendo
en Argentina, pero como hay que legislar para el futuro, no podemos dejar
de pensar que si no se trabaja en forma clara y concreta, la palabra terrorismo
se puede utilizar para hacer una simple casa de brujas. Y lo vivimos nosotros
en la Argentina cuando después del 76 no éramos ni
derechos, ni humanos. Tenemos que cuidar los valores de la democracia:
proteger a los medios de prensa, el derecho de expresar libremente las
opiniones en el claustro, en la vida política, sindical y económica.
Es decir, afianzar la libertad de opinión y la igualdad en nuestra
sociedad. De esta manera afianzamos la democracia y combatimos el terrorismo.
Porque el terrorismo en definitiva es negación, y nosotros apostamos
por la afirmación de la vida.
¿Qué riesgos enfrenta la Argentina?
En una guerra frontal como la que se está librando en estos
momentos en el mundo, en la que debemos estar alineados contra el terrorismo
internacional, se van a cubrir siempre riesgos. Mayores riesgos cubriríamos
si estuviéramos en un estado de laxitud o inacción, porque
seríamos campo fértil para el accionar de cualquier grupo
extremista que pudiera actuar en el mundo.
Desarmados los conflictos limítrofes, ¿cuál
es el rol de las FF.AA.?
Es el que fija, con sus límites, la Constitución.
Preservar las defensas de nuestras fronteras, formar parte de las misiones
de paz que establece la ONU, estar atento para poder intervenir en el
caso en que las Naciones Unidas o la OEA exijan la participación
de la fuerza.
¿Cree que es válida esta propuesta de crear una central
de inteligencia como plantea Jaunarena?
En 1999 habíamos propiciado la creación de la Comisión
Nacional de Inteligencia. Pero según nuestro proyecto estaba dentro
del marco de lo que es actualmente la Secretaría de Inteligencia
del Estado y la Central Nacional de Inteligencia. No propiciaba la creación
de ningún organismo nuevo, sino simplemente el cambio del nombre
y la utilización de una metodología que le permitiera a
la misma ser más activa, más eficiente y menos onerosa.
Creo que en estos momentos más que nada hacen falta resultados,
consensuar y utilizar al máximo los recursos que tenga el Estado,
y después de sancionada esta ley que es fundamental, de ahí
en más ver qué es necesario para que todo sea perfectible.
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