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EE.UU. TIENE TODO LO QUE NECESITA PARA EMPEZAR LOS ATAQUES
Este es el jefe del Ejército Mundial

Donald Rumsfeld, secretario de Defensa norteamericano, terminó ayer con gran éxito la construcción de la coalición militar antiterrorista que operará en Afganistán. Las fuerzas británicas de apoyo a la operación terminaron de desplegarse en todos los frentes en torno de lo que ahora es un país cercado y el inicio de los ataques es técnicamente posible en cualquier momento.

Por Gabriel A. Uriarte
Enviado especial a Washington

Donald Rumsfeld completó ayer los preparativos para su ofensiva contra Osama bin Laden y los talibanes. Esto no resultó del todo evidente para algunos medios de prensa, cuando el secretario de Defensa norteamericano abandonó ayer Uzbekistán, poniendo fin a su gira por Medio Oriente y Asia Central. Los respaldos que reunió de Arabia Saudita, Omán, Egipto y Uzbekistán parecían tan llenos de condicionamientos que impedirían un verdadero ataque contra los talibanes. La impresión era lógica si se usa como referencia la Guerra del Golfo, cuando por unos seis meses Arabia Saudita prácticamente aceptó ser el 51º Estado norteamericano para montar la operación Tormenta del Desierto. Sin embargo, para ayer el jefe del Pentágono había conseguido exactamente las mismas concesiones, sólo que en distintos países. De por sí solos, ninguno de los anfitriones de Rumsfeld podrían servir como base para algo más que incursiones limitadas. Pero si se suma lo que cada uno otorgó a las fuerzas armadas norteamericanas, los requerimientos para una represalia, incompletos en cada país individual, se ven plenamente satisfechos a nivel regional. En suma, todo está listo.
¿Cuáles son los componentes de la represalia? Ante todo, ataques aéreos coordinados con operaciones comando en Afganistán. ¿Qué se necesita para montarlos? Ante todo, bases. El sultanato de Omán, en la punta suroriental de la Península Arábiga, al otro lado de Pakistán cruzando el Océano Indico, ya indicó que permitiría que los aviones del Tactical Air Command (TAC, que maneja cazabombarderos como el F-16 o F-15) usen los tres muy bien desarrollados aeródromos que Estados Unidos tiene allí. De hecho, ese país siempre se mostró solícito para las operaciones aéreas norteamericanas en la región, tales como la escolta de buques petroleros en el estrecho de Ormuz durante la crisis con Irán en 1980. Esto significa que la infraestructura logística norteamericana está muy bien desarrollada, y podría sostener operaciones aéreas de gran intensidad. Antes, la única base fiable y bien desarrollada con la que contaba Estados Unidos era la de Incirlik, Turquía, a más de 5500 millas de Kabul, mientras que Omán está a sólo 1500 millas de la capital afgana. Esto se traduce en un incremento proporcional del número de misiones de bombardeo que se podrán lanzar contra Afganistán, ya que los aviones tendrán tanto menos terreno que cubrir para llegar a sus objetivos. Una ventaja casi tan importante es que Incirlik requería volar a través de Irak o Irán, mientras que Omán sólo requiere atravesar el espacio aéreo de Pakistán, que ya le dio a Washington la luz verde para hacerlo.
Comparado con el nivel de apoyo de este “discreto sultanato del desierto” (como lo calificó pintorescamente el New York Times), la actitud de Arabia Saudita parecería ser casi hostil. Es cierto que Rumsfeld no consiguió conseguir autorización para usar al máximo las bases aéreas en ese país para misiones en Afganistán. Pero obtuvo algo mucho más importante: el permiso para activar el ultrasofisticado centro de comando Prince Sultan, un elemento casi indispensable en una campaña donde se deberá coordinar operaciones conjuntas de fuerzas especiales y bombardeos contra un grupo terrorista en constante movimiento en las montañas de Afganistán. Por lo demás, que Arabia Saudita haya puesto límites sobre las misiones que pueden volarse desde su territorio no importa demasiado, ya que los bombardeos que no salgan de ahí lo harán desde Omán.
Todo esto significa que el componente aéreo de la represalia militar tiene todo lo que necesita. Con las fuerzas de que dispone en Omán y Arabia Saudita, sumadas a los más casi 200 aviones en los portaavionesnorteamericanos en la región, más los bombarderos B-52 en la isla de Diego García en el Indico, y los B-2 en Estados Unidos, Washington ya cuenta con quizá más de 400 aviones para el ataque. No parece demasiado si se considera que la guerra de Kosovo en 1999 requirió un despliegue final de más de 1000 aviones y la Guerra del Golfo, casi el doble. Pero en esos dos casos el peligro de las defensas aéreas iraquíes y yugoslavas era real, mientras que el que presentan los talibanes es casi inexistente para aviones de ala fija. Su arsenal antiaéreo consiste de unos 500 misiles tierra-aire Stinger, pequeños dispositivos del tamaño y la forma de una bazooka que se disparan desde el hombro. En los últimos días, algunos medios de prensa dijeron absurdamente que el Pentágono planeaba una fase preliminar de ataques aéreos para destruir las “baterías de Stinger”. Dado que esos misiles son portátiles y no se despliegan en batería (para no dar un mayor blanco al enemigo), esto no parece más que una excusa preliminar para lanzar bombardeos en regla.
Sin embargo, los Stinger son letales contra helicópteros, y esa vulnerabilidad apunta al segundo componente de la represalia norteamericana: las operaciones comando. Estas acciones requieren helicópteros antes que nada, primero porque usar paracaídas en las laberínticas montañas de Afganistán simplemente no es práctico, y segundo porque sólo los helicópteros pueden insertar y extraer a los comandos rápidamente de las zonas de combate. Así, las fuerzas especiales norteamericanas pueden ser ultrasecretas, pero sus medios de transporte no lo son: algún país tiene que permitir que vuelen helicópteros en gran número. Pakistán dio el permiso necesario para que los primeros comandos comenzaran a operar en Afganistán la semana pasada, pero no parece entusiasta ante la idea de abrir del todo sus bases a los norteamericanos, a quienes, por su parte, no les hace mucha gracia la idea de operar desde un país donde hay tantas simpatías hacia los talibanes. Aquí es donde entra Uzbekistán, la última escala en la gira de Rumsfeld.
Lo que el secretario de Defensa buscaba era una plaza de armas, un lugar donde poder concentrar fuerzas militares, más allá de que estas sean usadas de inmediato. Pakistán no servía por el peligro de insurgencias protalibanes, y las constantes filtraciones que podían esperarse en un país cuyo servicio de inteligencia (el ISI) fue crucial en la tarea de instalar y mantener a los talibanes en el poder. Irán estaba descartada, por motivos obvios. En Asia Central, Turkmenistán (al noroeste de Afganistán) estaba mal posicionada y sus bases no eran satisfactorias, mientras que Tayiquistán (en el noreste) tiene las manos llenas con una insurrección islámica dentro de sus fronteras, y rechazó cualquier presencia militar norteamericana excepto, tácitamente, fuerzas comando. Esto dejaba a Uzbekistán, que se encuentra entre los dos países inmediatamente al norte de Afganistán.
Ayer, su presidente Islam Karimov no pareció ofrecer mucho, pero la apariencia era engañosa. Sin duda, dijo que sólo permitirá vuelos humanitarios para alimentar a los refugiados y desplazados en Afganistán. Pero, para esta loable misión, Rumsfeld necesita de una base aérea muy desarrollada, ya que deberá poder manejar el tráfico de enormes aviones de transporte y toneladas de suministros. Además, se acordó que era prudente desplegar una fuerza de tierra para defender esta base de ataques talibanes, por lo que una vanguardia de 1000 hombres de la 10ª División de Montaña se desplegó ayer en la base en cuestión. Y no hay nada que impida que estos preparativos logísticos cobren propósitos más agresivos en un futuro muy cercano. Los enormes aviones de transporte y las toneladas de suministro pueden convertirse en enormes bombarderos y en toneladas de bombas. La 10ª División de Montaña puede quedarse fraternizando con los nativos de Uzbekistán, o bien comenzar a operar como fuerza de reacción rápida en Afganistán. Nada de esto se contradice con las intencioneshumanitarias que Rumsfeld manifestó ayer en Uzbekistán. Lo único que hizo fue omitir que la concentración logística para tan loable misión sería idéntica si su propósito fuera una ofensiva militar. En cierto sentido, su omisión no era realmente deshonesta: nadie puede dudar a estas alturas que la ofensiva militar por tierra y aire es efectivamente el objetivo central de Rumsfeld y George W. Bush.

 

Claves

- La gira de Rumsfeld cosechó todos los apoyos necesarios para la alianza contra Bin Laden. Todos los elementos para el ataque ya están desplegados en sus posiciones.
- Las tropas británicas están preparadas para actuar en coordinación con el ataque norteamericano (ver pág. 14).
- El FBI y la CIA alertaron que un segundo ataque terrorista en Estados Unidos es “cien por ciento seguro” una vez que se largue la ofensiva contra Afganistán. El gobierno no sabe cómo alertar a la población sin crear un estado de pánico colectivo (ver pág. 16).
- Murió, en el estado de Florida, el fotógrafo infectado por el virus del ántrax. El hermano menor de Bush –gobernador del lugar– negó cualquier vinculación del caso con los atentados del 11 de setiembre (pág. 16).
- Una de las hipótesis con las que se investiga la caída del avión ruso de anteayer –hipótesis que defiende Estados Unidos– es que la nave explotó por un misil ucraniano. Sin embargo, puede tratarse de un ataque terrorista: lo sugiere la modalidad de la investigación rusa y los orificios de bala que se hallaron en las partes rescatadas del avión (ver pág. 18).
- La relación Estados Unidos-Israel está en un punto “más bajo” de la última década. Sharon comparó las concesiones que se están haciendo para incluir a los países árabes en la coalición antiterrorista con la entrega de Checoslovaquia a Hitler para apaciguar su expansionismo (ver pág. 19).

 

El primo inglés se sube al avión

Por Richard Norton-Taylor *
Desde Londres

Cuando Estados Unidos ataque las bases de los talibanes y los campos de entrenamiento terroristas en Afganistán, los submarinos británicos lanzarán misiles crucero y aviones de la Real Fuerza Aérea (RAF) ayudarán a los aviones norteamericanos a reabastecerse. El HMS Trafalgar y el HMS Triumph, dos submarinos británicos, ya están en el Mar Arábigo. Y hoy un avión cisterna de la RAF dejará su base británica hacia destinos no especificados en el Golfo Pérsico para preparar su rol en la operación, que estará dominada por fuego norteamericano.
Luego llegará una segunda fase de ataques aéreos, que intentarán debilitar y eventualmente derrocar el régimen talibán, y allí se espera que los aviones Tornado británicos colaboren con los bombardeos norteamericanos. Esto se supo ayer, a medida que se hacía más clara la estrategia diseñada para matar o capturar a Osama bin Laden y su círculo cercano, y además destruir lo que los funcionarios de defensa denominan “campamentos terroristas”.
Washington y Londres saben que será muy difícil, además de requerir de una suerte extraordinaria, descubrir dónde está exactamente Bin Laden. También saben que los talibanes ya deben estar dispersando sus fuerzas. Sin embargo, esperan que los ataques aéreos, con objetivos cuidadosamente calibrados, combinados con alimentos y volantes de propaganda lanzados desde el aire, llevarán al colapso de la autoridad talibán. También esperan que los desertores ayudarán a encontrar a Bin Laden y sus seguidores, incluyendo sus bandas de combatientes árabes.
Altos funcionarios de defensa británicos dijeron ayer que la moral de las fuerzas talibanas era baja y que el régimen tiene muchos problemas para reclutar nuevos combatientes. Se supone que las fuerzas talibanas consisten en 50.000 hombres, que cuentan con lo que estos funcionarios llaman “infantería ligera motorizada”, esto es, camiones con morteros y ametralladoras. Tienen algunos aviones y helicópteros de fabricación rusa, viejos misiles tierra-aire, y un número indeterminado de misiles antiaéreos Stinger, proporcionados por la CIA en los 80, según estas fuentes. Es difícil para los talibanes –una combinación de estudiantes religiosos, líderes locales tribales y militantes extranjeros– coordinar sus ataques, debido a su poca comunicación, agregaron las fuentes. En cambio, las fuerzas de Bin Laden son más efectivas y están mejor aclimatadas, pero también se supone que se han dispersado.
La tarea principal de quienes planifican la ofensiva es evitar las bajas civiles o los problemas de apuntar a un enemigo elusivo con ataques aéreos, lo que requiere precisión para que sean efectivos. Es probable que los campos de entrenamiento terrorista de Bin Laden sean objetivos de los ataques incluso si están vacíos –el argumento es que de este modo no serán utilizados nuevamente–, así como las bases talibanas, incluyendo sus sitios militares y los campos de despegue de aviones. Washington y Londres dicen que las fuerzas especiales y otras tropas aerotransportadas serán parte de las operaciones. Hay soldados de la SAS en el área y Estados Unidos envió miles de tropas y marines a la región.
El rol de los 1000 efectivos norteamericanos de la 10ª División de Montaña, ahora en Uzbekistán, estará limitado a tareas de “búsqueda y rescate”, según las declaraciones de ayer del presidente uzbeko Islam Karimov. Pero es fácil probar que es un eufemismo. Se espera que estos soldados y otras tropas aerotransportadas sean lanzadas a Afganistán luego de los ataques aéreos para ocupar posiciones claves o conducir asaltos rápidos.
El documento dado a conocer anteayer por el gobierno británico, que vincula a Bin Laden con los ataques terroristas en Estados Unidos, reveló que Estados Unidos ha estado en contacto con los talibanes sobre la expulsión de terroristas de Afganistán desde 1996. También dice queEstados Unidos proveyó a los talibanes de evidencia detallada que vinculan a Bin Laden con los ataques contra las embajadas norteamericanas en Africa oriental en 1998. El documento dice que los talibanes respondieron que no hay evidencia contra Bin Laden y que ni él ni su red sería expulsada del país. En junio de este año, Estados Unidos advirtió a los talibanes que tenía derecho a defenderse y que en este sentido consideraría al régimen “responsable por los ataques contra ciudadanos norteamericanos por parte de terroristas asilados en Afganistán”.
Fuentes de inteligencia británicas dicen que solamente con estos pasajes, los ataques militares ya tienen una justificación. Y que si los talibanes rechazaron la evidencia presentada sobre los hechos de 1998, menos irían a aceptar la evidencia vaga sobre los ataques del mes pasado en Estados Unidos. Además, aclararon estas fuentes, Estados Unidos ya ha lanzado, sin éxito, una gran cantidad de advertencias a los talibanes.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

Ultimo apretón de manos

El primer ministro británico Tony Blair y el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, acordaron ayer –en el marco de la gira de Blair para conseguir consensos para la coalición antiterrorista– que cualquier gobierno que suceda a los talibanes en Afganistán tendrá que ser amplio e incluir a todos los grupos étnicos de importancia. Blair agregó que “Pakistán tiene un válido interés en estar involucrado de cerca en cualquier negociación sobre el futuro régimen”, en referencia a las fuertes tensiones regionales. Y anunció medidas de cooperación bilateral, que incluyen vínculos más estrechos en asuntos de defensa y el apoyo del Reino Unido a programas del Fondo Monetario Internacional para dar ayuda financiera a Pakistán. Mientras tanto, en las calles de Rawalpindi –en el norte del país– una marcha de paquistaníes simpatizantes de Osama bin Laden, se oponía a una intervención estadounidense en la región.

 

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