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BUSH INDIGNADO CON SHARON, QUE LO COMPARO CON CHAMBERLAIN
Un verdadero elefante en un bazar

Unas declaraciones intempestivas del primer ministro israelí, en las que dijo que no dejaría que Occidente sacrificara a Israel como hizo con Checoslovaquia en 1938, provocaron indignación en el gobierno de Estados Unidos, que respondió con enojo.

Ariel Sharon, primer ministro israelí, escucha a su ministro de Transportes Ephraim Sneh.

Por Suzanne Goldenberg y Julian Borger *
Desde Hebrón y Washington

Las relaciones de Estados Unidos con Israel ayer cayeron en su punto más bajo en una década, cuando la Casa Blanca denunció como “inaceptables” las declaraciones del primer ministro israelí Ariel Sharon comparando la construcción norteamericana de la coalición de guerra dentro del mundo árabe con la política de “apaciguamiento” que intentaron los británicos con los nazis en 1938, cuando le permitieron a Hitler la anexión de Checoslovaquia para calmar su expansionismo. Se informó que la administración Bush está furiosa con las acciones de Sharon, y el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, dijo a los periodistas que el presidente se sintió personalmente afectado por la comparación con Neville Chamberlain y su política de apaciguamiento en la antesala de la Segunda Guerra Mundial. Bush es un ferviente admirador de Winston Churchill.
En un discurso realmente inusual, el premier israelí volcó todo su desprecio sobre la campaña que Estados Unidos lleva adelante para construir un consenso en el mundo árabe para apoyar la campaña contra el terrorismo. “Que no se repita el terrible error de 1938, cuando las esclarecidas democracias de Europa decidieron sacrificar Checoslovaquia para lograr una solución temporal. No traten de aplacar a los árabes a costa nuestra. Israel no será Checoslovaquia.” En una respuesta brusca, Fleischer declaró: “El presidente cree que estos señalamientos son inaceptables. Israel no puede tener un amigo mejor o más fuerte que Estados Unidos y su presidente, George Bush”.
En otro movimiento inusual, este furioso mensaje fue transmitido a Israel a través de tres canales paralelos: una llamada telefónica personal del secretario de Estado norteamericano Colin Powell, un mensaje emitido por la embajada norteamericana en Israel, y otro mensaje separado proveniente del Consejo de Seguridad Nacional. Ariel Sharon reforzó luego aún más su mensaje de desprecio a la estrategia diplomática norteamericana de reducir la distancia con el mundo árabe al lanzar la ofensiva militar más fuerte desde el comienzo de la Intifada palestina en setiembre del año pasado.
En un asalto antes del amanecer, tanques israelíes y topadoras blindadas, helicópteros y fuerzas terrestres tomaron la estratégica colina de Abu Sneineh, en la ciudad cisjordana de Hebrón. La ciudad quedó bajo control palestino luego de un acuerdo de paz patrocinado por Estados Unidos en 1997. Cinco palestinos murieron en la ofensiva –incluyendo dos que fueron volados en pedazos por disparos de tanques–, y docenas resultaron heridos.
Las relaciones entre Estados Unidos e Israel fueron particularmente inestables durante el gobierno de Benjamin Netanyahu, del mismo partido de Sharon (el Likud), quien solía irritarse contra la intención del entonces presidente Bill Clinton de ponerle límites a las acciones militares israelíes. Netanyahu gobernó entre 1996 y 1999. Sin embargo, la última vez que las relaciones entre ambos países fueron tan abiertamente hostiles fue hace 10 años, cuando George Bush presionó al entonces premier israelí Yitzhak Shamir. Bush condicionó un crédito vital para Israel a que cesara la construcción de los asentamientos judíos en territorio ocupado.
Las acusaciones de traición de Sharon contra Washington también levantó las críticas dentro de Israel. “Fue una declaración desafortunada, equivocada históricamente, perjudicial políticamente, fácticamente incorrecta, y sólo sirve para profundizar la sensación de amenaza y estrangulación que tienen actualmente los israelíes –dijo una columna de opinión del Yediot Aharonot, el principal diario del país–. “Nos debilita a nosotros e insulta a nuestros amigos.”
De todos modos, Washington se reservó parte de su enojo para el líder palestino Yasser Arafat, en la medida en que ha fallado en dominar a los hombres armados de su propio movimiento, Al Fatah, y otros grupos armados.El avance de ayer en las áreas palestinas de Hebrón llegó dos días después de que milicianos pertenecientes a Al Fatah dispararan e hirieran a dos mujeres israelíes, que estaban asistiendo al peregrinaje de la fiesta de Sucot, en el enclave judío que está ubicado en el corazón de Hebrón. En una llamada telefónica, el jueves por la noche, Powell urgió a Arafat a desplegar sus fuerzas de seguridad para reforzar el cese del fuego y a que comience a arrestar a los militantes palestinos, de acuerdo con los términos de la tregua pactada. La conversación apuntó a que Arafat renueve su llamado a los grupos palestinos armados para que detengan los ataques. Sin embargo, ayer por la tarde, otro israelí fue asesinado por disparos a su auto mientras circulaba por una ruta cerca de la ciudad de Tulkarem.
La escala de las operaciones militares de ayer en Hebrón remueve la última pretensión de que el cese del fuego siga existiendo, apenas una semana después de que Estados Unidos obligara a ambas partes a una tregua.
“Esta es la operación más importante en Cisjordania desde el comienzo de la Intifada”, confirmó el comandante militar israelí para esa región, general Yitzhak Gershon. La invasión eclipsa las incursiones israelíes previas dentro de territorio bajo completo control palestino. Al comienzo de la tarde de ayer, los soldados israelíes estaban acomodando sus bolsas de dormir a un lado del camino, lo cual sugiere que las fuerzas se han desplegado por un cierto tiempo.

 

Claves

- Lo que dijo Sharon: “Que no se repita el terrible error de 1938, cuando las esclarecidas democracias de Europa decidieron sacrificar Checoslovaquia para lograr una solución temporal. No traten de aplacar a los árabes a costa nuestra. Israel no será Checoslovaquia”.
- Lo que dijo Bush: “El presidente cree que estos señalamientos son inaceptables. Israel no puede tener un amigo mejor o más fuerte que Estados Unidos y su presidente, George W. Bush”, señaló Ari Fleischer, vocero de la Casa Blanca.
- Lo que dijo Powell: “Habló con el primer ministro (israelí) de la importancia de un retorno al proceso de paz y le comunicó claramente la reacción del presidente. Y sobre la urgencia de que israelíes y palestinos tomen medidas para detener el resurgimiento de la violencia tras la frágil tregua acordada la semana pasada”, declaró Richard Boucher, vocero del Departamento de Estado.

 

Debates

Marcelo Justo.
De eso no se habla

La gira del canciller británico Jack Straw a Medio Oriente ilustra a la perfección los dobleces de la política occidental. La gira comenzó esta semana con una histórica visita a Irán, la primera de un canciller británico desde la revolución islámica de 1979 y continuó con el vendaval que desató en Israel el artículo que publicó Straw en un periódico iraní, señalando que el conflicto palestino era uno de los factores detrás de los atentados contra Estados Unidos. Sólo una intervención de último momento del primer ministro Tony Blair, que suavizó las palabras de su canciller, consiguió que el primer ministro israelí Ariel Sharon no cancelara una cena con Straw, que igual se quedó sin la recepción oficial que se le había preparado.
La intervención de Blair sirvió para que Straw pudiera completar su visita y la charada de la ecuanimidad occidental en Medio Oriente siguiera en pie, aunque todo el mundo sabe que se trata poco más que de eso: una pantomima para ocultar el real estado de cosas. Porque más allá de lo que se diga y se calle, de las retracciones y aclaraciones, la cuestión palestina sigue siendo el agujero negro de la retórica, tan vigente hoy como desde la creación del Estado de Israel en 1948. El tema de fondo es tan viejo como la humanidad y tan tangible como la tierra. No es un problema de palabras y silencios, de piruetas verbales y acrobacias diplomáticas. A una nación se le quitó su hogar para dárselo a otra: el responsable de este traspaso fue Occidente.
Desde entonces, agravado por la infinita culpa del Holocausto y los intereses electoralistas en Estados Unidos, se niega la raíz del conflicto. A veces, por circunstancias especiales, como la guerra del Golfo en 1991, el problema salta a la vista y se reconoce la necesidad de una solución. Luego, cuando se sale del embrollo, todo vuelve al mismo lugar y las resoluciones de Naciones Unidas, que deberían ser obligatorias para todo el mundo, incluidos Estados Unidos e Israel, en el caso palestino duermen el sueño de los justos.
Lamentablemente para los palestinos, el mayor aliado de esta política no es Israel sino los mismos países árabes que más allá de cierta denuncia retórica han hecho poco y nada para cambiar la situación por temor a ofender a Estados Unidos y poner en peligro el entramado de intereses que los une. Así las cosas lo que se avecina ahora es una guerra de ciegos ante un enemigo que todos reconocen como elusivo. La imagen del “terrorista islámico”, fanático y barbado, ignorante y criminal, primitivo y diabólico, es el último velo que encubre la raíz más profunda de la crisis actual. Razón de más para que Estados Unidos permanezca encandilado por el retrato de Osama bin Ladin y para que en el futuro tengamos otros atroces atentados.

 

Claudio Uriarte.
Hablemos de eso

En realidad, si hay algo que no se encuentra (repito: no se encuentra) detrás de los atentados de Washington y Nueva York es el conflicto israelo-palestino. Ello es porque a Osama bin Laden y a su red Al-Qaeda los palestinos no les interesan en lo mas mínimo: los verdaderos enemigos de la oveja negra saudita se encuentran en la casa real saudita y por elevación en la potencia norteamericana que hace posible a la casa real saudita: por eso los aviones secuestrados de Bin Laden estallaron contra el World Trade Center y el Pentágono en Estados Unidos y no contra el Muro de los Lamentos y el Ministerio de Defensa en Jerusalén; allí radica la trágica belleza de la operación: en que su sentido fue tremendamente literal y cualquier intento de convertirla en metáfora de otra cosa lleva implícitas las semillas de una distorsión interpretativa.
Lo que lleva a la segunda imprecisión –para decirlo suavemente– hiperdivulgada al hartazgo. Cuando Marcelo Justo dice en la columna opuesta que “a una nación se le quitó su hogar para dársela a otro: el responsable de este traspaso fue Occidente”, entiendo que, movido por las emociones de justicia más nobles, está logrando el raro prodigio de acumular tres errores garrafales en menos de 20 palabras. Primero, Palestina nunca fue una nación en ningún sentido aceptable del término: por mucho tiempo fueron tierras del Imperio Otomano, después pasaron al dominio del Británico y aún después fueron objeto de una brutal Guerra de Independencia que fue perdida por los británicos y sus aliados árabes. La política del Foreign Office siempre fue arabista y no al revés. Cuando los árabes tienen que demostrar lo opuesto recurren siempre a la remotísima Declaración Balfour de 1903, que contemplaba la posibilidad de un hogar nacional para los judíos en el Mandato Británico de Palestina, pero el hecho es que ese documento fue rápidamente olvidado –por los británicos en primer lugar–, y que aún en los días de la Segunda Guerra Mundial el único defensor de esa perspectiva era un Winston Churchill rodeado de enemigos y bombardeado por conspiraciones como las de lord Halifax y sus amigotes filonazis. Como lo era Neville Chamberlain, incidentalmente, a quien Ariel Sharon comparó tan desafortunadamente esta semana con George W. Bush. Por otro lado, el reconocimiento por Estados Unidos de Israel tardó en llegar: el primero que la reconoció fue el dictador soviético José Stalin, y eso fue lo que gatilló el OK de la Casa Blanca. Por último, los culpables de que los palestinos no tengan un Estado no son EE.UU. ni Israel, que durante todo 2000 se esforzaron precisamente en un Estado palestino en toda Cisjordania y Gaza, pero sin que destruyera las bases étnico-demográficas del Estado de Israel, sino Yasser Arafat, quien por debilidad, irresponsabilidad o miopía contestó lanzando a su pueblo a la carnicería de esta segunda Intifada, que ya produjo más de 600 muertos y trajo al gobierno del general Sharon.

 

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