Por Julián
Gorodischer
Algunas claves de la cobertura
de la guerra contra el terrorismo quedarán en la historia:
noticias sin víctimas ni sangre, un archivillano global y el destierro
de cualquier mirada o comentario crítico marcan, por estos días,
la transmisión en continuado de la CNN. Con pocas variantes, la
tele comunicó al mundo el choque de dos aviones contra las Torres
Gemelas, y la imagen congelada se sigue repitiendo una y otra vez a lo
largo de los días. Las cadenas internacionales se mueven con dudas
ante el paisaje de lo nuevo y ponen nombre a las cosas de acuerdo con
viejos esquemas. Esta, para muchos medios, es una guerra mundial, como
antes hubo otras, aunque ahora el otro bando esté conformado
por una única persona. Yo no le atribuiría a la TV,
como fenómeno de la vida social contemporánea, un resultado
negativo, explica Eliseo Verón, semiólogo y analista
de medios. Lo que está mal es la guerra, no la televisión.
La tele amplifica, ciertamente, una serie de cosas, pero no sé
si está mal que la gente se angustie minutos después de
los atentados. Tal vez hasta sea mejor que eso ocurra.
¿Qué mecanismos facilitan la aparición de un
fuerte patrioterismo en la sociedad estadounidense?
Esa es una de las cosas que no difiere de otras guerras mundiales.
Salvo personas muy viejas, la enorme mayoría de los habitantes
de este planeta no vivió la Segunda Guerra Mundial. Nadie tiene
esa experiencia. El nacionalismo es una emergencia casi inmediata de una
situación de conflicto de este tipo con resonancia planetaria.
El discurso periodístico, entonces, puede parecerse más
a la propaganda que a otra cosa. También la Voz de las Américas,
la radio de aquel momento, era pura propaganda a favor de los Aliados.
La información estratégica se ocultaba, como se la va a
ocultar ahora.
¿Cómo influyó la cobertura televisiva en la
conformación de un pensamiento único, que excluye cualquier
voz crítica?
En la medida en que el enemigo ha sido definido como el mal, cualquier
reserva puede ser considerada una traición. No es un fenómeno
estadounidense, ni tiene que ver exclusivamente con la cobertura televisiva.
Es el derivado directo de una situación de guerra: se está
de un lado o del otro. Tampoco en la Segunda Guerra se podía objetar
a los Aliados. El discurso era: Los nazis son el Diablo y hay que
terminar con ellos. Alguien que considerara la situación
de Alemania era considerado un nazi.
La tele, en particular la CNN, lleva esta polarización a
su punto máximo.
Puede parecerse a la diferencia entre la radio y la prensa gráfica
durante la Segunda Guerra. En la radio existía un discurso propagandístico:
se exageraban derrotas del enemigo y se exaltaban victorias propias. Eso
no es información. En una situación de conflicto, los medios
tienden a comportarse de esta manera: la prensa gráfica se constituye
como un lugar de reflexión, y la televisión como el lugar
de la incidencia más directa.
Hablar de la guerra, como lo hace la CNN desde que ocurrieron
los atentados, ¿es una forma de enunciar con esquemas viejos lo
que todavía no tiene un nombre?
Las cosas no son nada en sí mismas. En buena medida, los
acontecimientos son lo que los medios construyen. Y esto se está
construyendo como una guerra global. Me parece que está funcionando
el fantasma de la Segunda Guerra sobre la cabeza de la gente, y no por
experiencia directa sino por relatos de padres, de gente grande. En la
saga familiar, la guerra fue un momento muy importante; el cine nos ha
mostrado una imagen de guerra mundial que genera inquietud, como un fantasma
que resurge en estos momentos.
Y en la tele, ¿cómo se diferencia el panorama actual
de un esquema previo?
Todo está más intensificado que en la Segunda Guerra.
Lo que entonces se instaló en un año, aquí sucedió
en tres minutos. Pero más allá de lo meramente cuantitativo,
debe haber cambios cualitativos en el discurso mediático, que recién
se van a poder estudiar dejando pasar el tiempo. Que un niño pueda
tener esa experiencia en tiempo real y en unos segundos es radicalmente
nuevo. Eso seguro que genera cosas que todavía no conocemos. Es
una situación verdaderamente nueva, a la que no basta definir como
más intensa.
En el plano local, ¿qué incidencia tiene para la Argentina
que la CNN monopolice la información sobre lo que está pasando?
Esa situación es más extrema en un país como
el nuestro. Yo no creo que los franceses hayan estado prendidos a la CNN;
es más, le tienen mucha bronca. Los países europeos, con
sus grandes medios de comunicación, no dependen de lo que emite
una cadena estadounidense. El problema es más agudo en los países
que no tienen ninguna manera de cubrirlo. Estamos sometidos, en un alto
porcentaje, a lo que nos llegue de ellos. Sin embargo, es más grave
en situaciones menos extremas, cuando el fenómeno es mucho más
sutil, cuando no se ve.
El rating de la guerra
Tras los atentados terroristas, los noticieros argentinos incrementaron
su rating. El cambio más notorio es el de Telenoche,
de Canal 13: antes de la tragedia medía según
Ibope un promedio semanal de 13 puntos, que subió a
casi 16 puntos desde el 11 de septiembre hasta fines de ese mes.
Para Carlos DElía, gerente de noticias del canal, la
gente está más alerta a ver los noticieros; parecería
que cambiaron ciertos hábitos de consumo televisivo y por
eso hubo un leve crecimiento en los índices de público.
La suba también benefició a Telefé Noticias
(que pasó de tener un promedio de diez puntos a once) y a
Noticiero 7 (que medía un punto y medio en su
segunda edición y, tras los atentados, suma más de
dos puntos de promedio semanal). Azul Noticias y América
Informa se mantuvieron más estables, con una media
de diez y cinco puntos, respectivamente.
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Sobre héroes
y villanos
¿Los medios están construyendo al enemigo
musulmán?
Un ciudadano común no tiene por qué poder distinguir
entre la cultura musulmana y los talibanes. Sin un conocimiento
especial, pueden equipararse. Allí hay un verdadero problema:
un posible deslizamiento hacia zonas peligrosas. Pero es el riesgo
que existe siempre en una situación de conflicto. Las guerras
son eso: generan cosas terribles.
Para construir al gran villano, ¿la TV utiliza recursos
de ficción?
La distinción entre ficción y realidad no es
una cuestión de las formas. Que haya un héroe y un
villano no es ficción, ni tampoco es no ficción. El
mal es una categoría que puede aplicarse para entender lo
que pasa en el mundo, pero no tiene por qué ser ficcional.
Es lo que un tipo va a usar en su cabeza para tratar de entender
en dónde está.
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