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EL SEMIOLOGO ELISEO VERON ANALIZA EL PAPEL DE LOS MEDIOS EN “LA GUERRA”
“Más propaganda que información”

La cobertura de los atentados
y el inminente enfrentamiento
en Afganistán son para los medios estadounidenses una nueva causa nacional. �Aquello que tardó un año en instalarse en la Segunda Guerra, ahora llevó sólo tres minutos�, dice Verón.

Verón opina que la falta de información se vuelve más extrema en países que dependen demasiado de CNN.

Por Julián Gorodischer

Algunas claves de la cobertura de la “guerra contra el terrorismo” quedarán en la historia: noticias sin víctimas ni sangre, un archivillano global y el destierro de cualquier mirada o comentario crítico marcan, por estos días, la transmisión en continuado de la CNN. Con pocas variantes, la tele comunicó al mundo el choque de dos aviones contra las Torres Gemelas, y la imagen congelada se sigue repitiendo una y otra vez a lo largo de los días. Las cadenas internacionales se mueven con dudas ante el paisaje de lo nuevo y ponen nombre a las cosas de acuerdo con viejos esquemas. Esta, para muchos medios, es una guerra mundial, como antes hubo otras, aunque ahora el “otro bando” esté conformado por una única persona. “Yo no le atribuiría a la TV, como fenómeno de la vida social contemporánea, un resultado negativo”, explica Eliseo Verón, semiólogo y analista de medios. “Lo que está mal es la guerra, no la televisión. La tele amplifica, ciertamente, una serie de cosas, pero no sé si está mal que la gente se angustie minutos después de los atentados. Tal vez hasta sea mejor que eso ocurra.”
–¿Qué mecanismos facilitan la aparición de un fuerte patrioterismo en la sociedad estadounidense?
–Esa es una de las cosas que no difiere de otras guerras mundiales. Salvo personas muy viejas, la enorme mayoría de los habitantes de este planeta no vivió la Segunda Guerra Mundial. Nadie tiene esa experiencia. El nacionalismo es una emergencia casi inmediata de una situación de conflicto de este tipo con resonancia planetaria. El discurso periodístico, entonces, puede parecerse más a la propaganda que a otra cosa. También la Voz de las Américas, la radio de aquel momento, era pura propaganda a favor de los Aliados. La información estratégica se ocultaba, como se la va a ocultar ahora.
–¿Cómo influyó la cobertura televisiva en la conformación de un pensamiento único, que excluye cualquier voz crítica?
–En la medida en que el enemigo ha sido definido como el mal, cualquier reserva puede ser considerada una traición. No es un fenómeno estadounidense, ni tiene que ver exclusivamente con la cobertura televisiva. Es el derivado directo de una situación de guerra: se está de un lado o del otro. Tampoco en la Segunda Guerra se podía objetar a los Aliados. El discurso era: “Los nazis son el Diablo y hay que terminar con ellos”. Alguien que considerara la situación de Alemania era considerado un nazi.
–La tele, en particular la CNN, lleva esta polarización a su punto máximo.
–Puede parecerse a la diferencia entre la radio y la prensa gráfica durante la Segunda Guerra. En la radio existía un discurso propagandístico: se exageraban derrotas del enemigo y se exaltaban victorias propias. Eso no es información. En una situación de conflicto, los medios tienden a comportarse de esta manera: la prensa gráfica se constituye como un lugar de reflexión, y la televisión como el lugar de la incidencia más directa.
–Hablar de “la guerra”, como lo hace la CNN desde que ocurrieron los atentados, ¿es una forma de enunciar con esquemas viejos lo que todavía no tiene un nombre?
–Las cosas no son nada en sí mismas. En buena medida, los acontecimientos son lo que los medios construyen. Y esto se está construyendo como una guerra global. Me parece que está funcionando el fantasma de la Segunda Guerra sobre la cabeza de la gente, y no por experiencia directa sino por relatos de padres, de gente grande. En la saga familiar, la guerra fue un momento muy importante; el cine nos ha mostrado una imagen de guerra mundial que genera inquietud, como un fantasma que resurge en estos momentos.
–Y en la tele, ¿cómo se diferencia el panorama actual de un esquema previo?
–Todo está más intensificado que en la Segunda Guerra. Lo que entonces se instaló en un año, aquí sucedió en tres minutos. Pero más allá de lo meramente cuantitativo, debe haber cambios cualitativos en el discurso mediático, que recién se van a poder estudiar dejando pasar el tiempo. Que un niño pueda tener esa experiencia en tiempo real y en unos segundos es radicalmente nuevo. Eso seguro que genera cosas que todavía no conocemos. Es una situación verdaderamente nueva, a la que no basta definir como “más intensa”.
–En el plano local, ¿qué incidencia tiene para la Argentina que la CNN monopolice la información sobre lo que está pasando?
–Esa situación es más extrema en un país como el nuestro. Yo no creo que los franceses hayan estado prendidos a la CNN; es más, le tienen mucha bronca. Los países europeos, con sus grandes medios de comunicación, no dependen de lo que emite una cadena estadounidense. El problema es más agudo en los países que no tienen ninguna manera de cubrirlo. Estamos sometidos, en un alto porcentaje, a lo que nos llegue de ellos. Sin embargo, es más grave en situaciones menos extremas, cuando el fenómeno es mucho más sutil, cuando no se ve.

 

El rating de la guerra

Tras los atentados terroristas, los noticieros argentinos incrementaron su rating. El cambio más notorio es el de “Telenoche”, de Canal 13: antes de la tragedia medía –según Ibope– un promedio semanal de 13 puntos, que subió a casi 16 puntos desde el 11 de septiembre hasta fines de ese mes. Para Carlos D’Elía, gerente de noticias del canal, “la gente está más alerta a ver los noticieros; parecería que cambiaron ciertos hábitos de consumo televisivo y por eso hubo un leve crecimiento en los índices de público”. La suba también benefició a “Telefé Noticias” (que pasó de tener un promedio de diez puntos a once) y a “Noticiero 7” (que medía un punto y medio en su segunda edición y, tras los atentados, suma más de dos puntos de promedio semanal). “Azul Noticias” y “América Informa” se mantuvieron más estables, con una media de diez y cinco puntos, respectivamente.

 

Sobre héroes y villanos

–¿Los medios están construyendo al “enemigo musulmán”?
–Un ciudadano común no tiene por qué poder distinguir entre la cultura musulmana y los talibanes. Sin un conocimiento especial, pueden equipararse. Allí hay un verdadero problema: un posible deslizamiento hacia zonas peligrosas. Pero es el riesgo que existe siempre en una situación de conflicto. Las guerras son eso: generan cosas terribles.
–Para construir al gran villano, ¿la TV utiliza recursos de ficción?
–La distinción entre ficción y realidad no es una cuestión de las formas. Que haya un héroe y un villano no es ficción, ni tampoco es no ficción. El mal es una categoría que puede aplicarse para entender lo que pasa en el mundo, pero no tiene por qué ser ficcional. Es lo que un tipo va a usar en su cabeza para tratar de entender en dónde está.

 

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