Por Horacio Bernades
Por alguna misteriosa razón,
hay ciertos realizadores de prestigio cuyas películas llegan con
cuentagotas a los cines argentinos, pero en cambio son bien acogidas por
el video local. Es el caso del británico Michael Winterbottom,
quien, a los 40 años, es uno de los más prolíficos
cineastas contemporáneos. De él se conocieron, en salas
de cine, Amo la vida, Jude (ambas de 1996) y Bienvenidos a Sarajevo (1997),
todas editadas en video por AVH. Desde el estreno de esta última,
hace casi un lustro, en cines no se vio ninguna otra. Las siguientes salieron
todas directo a video. En 1999, Lk-Tel lanzó Te quiero sólo
a ti (With or Without You). El año pasado fue el turno de Wonderland
(Gativideo), y ahora el mismo sello edita El reclamo (The Claim), el film
más reciente de su autor, presentado, meses atrás, en el
festival de Berlín.
Tiene siete películas en seis años de carrera. Winterbottom
es, junto con Woody Allen, uno de los pocos cineastas que pueden darse
el lujo de presentar una nueva cada temporada, en cada festival de primera
línea. La diferencia con Woody es que las películas de Winterbottom
se parecen poco y nada entre sí. No es fácil hallar puntos
de contacto, tanto en términos temáticos como estilísticos,
entre la ferocidad de Butterfly Kiss (1995), road movie de lesbianas asesinas,
y el academicismo de Jude, o entre el realismo a la inglesa
de Amo la vida y el drama de buena conciencia de una película como
Bienvenidos a Sarajevo. Mucho menos, entre todas ellas y Wonderland, cuyo
estilo reconoce la influencia del Dogma danés. El reclamo no hace
más que confirmar el eclecticismo de su autor. Como que se trata
de un western con elenco multinacional, inspirado en una novela del inglés
Thomas Hardy, autor de Tess y la propia Jude, el oscuro.
La novela de Hardy se llamaba El alcalde de Casterbridge y transcurría
en Gran Bretaña, hacia mediados del siglo XIX. Con ayuda del guionista
Frank Cottrell Boyce, Winterbottom eliminó buena cantidad de sus
episodios colaterales y trasladó la acción central a Sierra
Nevada, California, en plena fiebre del oro. Film coral, una multitud
de personajes van a parar al pueblito imaginario de Kingdom Come, implantado
en medio de la nieve. En la edición que ahora se presenta en video
se lo nombra como El Otro Mundo. Impropia traducción, en tanto
el nombre original es una cita bíblica que alude al Reino de Dios.
Paradójicamente, Kingdom Come es uno de esos pueblos levantados
a la vera de las minas de oro, donde pueden encontrarse pioneros, aventureros
y prostitutas, pero difícilmente un cura párroco.
El lugar tiene su dueño y señor, el comerciante irlandés
Daniel Dillon (Peter Mullan, protagonista de Mi nombre es lo único
que tengo, de Ken Loach), quien amasó su fortuna tras vender esposa
e hija a un desconocido. Veinte años más tarde, éstas
han regresado en su busca. La mamá es nada menos que Nastassja
Kinski, y padece de una enfermedad terminal. La hija es la canadiense
Sarah Polley, protagonista de El dulce porvenir, que ignora que Dillon
es su padre. Al mismo tiempo llega otro forastero, un agrimensor que viene
para el tendido de la línea férrea que atravesará
Estados Unidos de costa a costa. Se llama Dalglish, es escocés
(como el propio Winterbottom) y lo encarna Wes Bentley, el vecino raro
de Belleza americana. El muchacho se vinculará doblemente con Dillon,
al repartir su corazón entre la bella Hope (Polley) y una prostituta
portuguesa, amante del mandamás, papel a cargo de la eslava Milla
Jovovich.
Lejos de ser un western típico, El reclamo presenta sin embargo
uno de los choques esenciales del género, el de civilización
y barbarie. Látigo en mano y rodeado de matones, está claro
de qué lado está Dillon. Dalglish, representante de esa
vía civilizatoria por antonomasia que es el ferrocarril, representa
su opuesto. En lugar de toda épica a la americana,
Winterbottom y su guionista prefieren un sesgo historicista, que los lleva
a incluir la figura de un médico que cura mediante laelectricidad,
todo un mito de la época. Así como es raro ver a Milla Jovovich
cantando fados en un poco ortodoxo portugués, no deja de ser una
estudiada paradoja que su personaje termine consumando el acto civilizatorio
por excelencia, la fundación de una nueva ciudad. Sin embargo,
con ello Winterbottom es estrictamente fiel a la historia canónica
del género. Recuérdese, sin ir más lejos, La diligencia,
donde también una prostituta resultaba mil veces más noble
que las honorables damas de sociedad.
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