Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Una disco que desarticula
la representación teatral

El original espectáculo que dirige José María Muscari, los sábados
por la noche en el Centro Cultural
de Parque Chacabuco, mezcla los códigos de la ficción con las vivencias privadas de los jóvenes actores.

El tema de “Disco” es el de las
relaciones en los lugares nocturnos.
Los jóvenes actores aceptan compartir el escenario con el público.

Por Cecilia Hopkins

La cita es en la esquina de Eva Perón y Emilio Mitre. En ese vértice del Parque Chacabuco, unos minutos antes de las 23, el público va formando un grupo compacto que finalmente es conducido por los 15 actores –casi todos veinteañeros– hacia las instalaciones del Centro Cultural Adán Buenosayres, construido bajo la autopista. La entrada luce como una disco, pero unos metros más allá, todo cambia. No hay música ni spots sino diferentes espacios por los que se puede circular libremente para asistir a la proyección de diapositivas que muestran a cada uno de los actores en medio de una escena de su vida cotidiana. Minutos después, el gran escenario estará dispuesto para que el público se acomode mirando a la platea, entre cuyas butacas tendrá lugar la primera parte del espectáculo.
En Disco todos juegan a rechazar la representación teatral y a desarticular los lugares tradicionalmente previstos para ese fin. Los intérpretes se resistirán a encarnar personajes, aún cuando deban enfrentarse a una figura represora –interpretada por el inefable Peter Punk– que los critica sin piedad por sabotear la expectativa de quienes llegaron hasta allí para ver un espectáculo. Lejos de avenirse a representar una ficción, los textos que los actores declaman remiten a la historia personal de cada uno, algunas de ellas vinculadas a situaciones vividas en su infancia, otras relacionadas con sus preferencias sexuales. Ante la andanada de insultos, ellos exponen sus secretos íntimos y hasta sus dificultades intestinales, sufrimientos odontológicos y vergüenzas familiares. Cada cual se desvive por mostrarse tal como es, develando ínfimos detalles de sus experiencias individuales. Todos tratan, en definitiva, de mostrar que la actuación de la no actuación es posible.
Pasado el trance de la rebeldía más radicalizada, los actores aceptan a compartir el escenario con el público. Ahí el tópico privilegiado es el de las relaciones que se establecen en los lugares nocturnos, que se mediatizan a través de gestos glamorosos. Los cuadros se forman y entrelazan a fuerza de poses voluntariamente estereotipadas, junto a los obligados pasos de danza que expresan a un tiempo rechazo y fascinación por lo que allí se presenta como superficial o vacuo. Aún cuando el guión de este nuevo espectáculo se muestra más débil que otros de su autoría (como Mujeres de carne podrida y Pornografía emocional), el director José María Muscari vuelve a hablar del poder de seducción de la moda, la publicidad y los medios audiovisuales, algunos de sus temas fetiche. Por lo tanto, corre el riesgo de producir un efecto de deja vu en el espectador que presenció su producción anterior. Con algunos ingredientes de performance, también aquí se cuelan otras cuestiones que pertenecen a internas estrictamente teatrales, como las referidas a ciertas guerras entre generaciones de dramaturgos y nuevas y viejas tendencias escénicas.

 

PRINCIPAL