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VITOR RAMIL GRABO SU ULTIMO DISCO EN ARGENTINA
El sur: otro centro cultural

El compositor y cantante brasileño al que Mercedes Sosa le cantó un tema cuando tenía 17 años descubrió el sur brasileño estando en Río de Janeiro y a Brasil componiendo y tocando con argentinos.

Vito Ramil creció entre Los Beatles
y el tango. Después vinieron Milton, Chico Buarque y Caetano.

Por Diego Fischerman

Para muchos, la alegría es sólo brasilera. O, mejor, Brasil es sólo la alegría y, para más detalles, la alegría carioca. Y Vitor Ramil, oriundo de Pelotas, hijo de padre uruguayo, tomador de mate y cultivador de milongas, dice que “en algún momento empecé a pensar que el sur del Brasil no es marginal, que no se trata de un Brasil excéntrico sino de otro centro, ubicado en una confluencia cultural muy importante, entre Brasil, Argentina y Uruguay”. La primera paradoja fue definir los recovecos de su identidad sureña mientras vivía en Río de Janeiro. La segunda fue descubrir su brasileñidad mientras tocaba en Buenos Aires. La distancia, en todo caso, siempre funcionó, para él (como antes Londres para Caetano Veloso) como un estímulo y, aún más, como el resorte capaz de lograr que el perfil de su territorio cultural se dibujara con mayor clasidad.
Parte de la embajada que hizo pie con el festival Porto Alegre en Buenos Aires, compositor a los 17 años de un tema que cantó Mercedes Sosa (“Siembra”) y protagonista de un disco llamado Porto Alegre canta tangos, Ramil acaba de grabar su nuevo disco en Buenos Aires. Tambong, publicado por Acqua, producido por su amigo Pedro Aznar y auspiciado por la Dirección General de Música de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad, es un trabajo de belleza notable en el que aparecen textos en español (una hermosa canción llamada “Subte”, donde canta Aznar) y, también, un invitado de lujo. Egberto Gismonti, admirado por Ramil y ahora también admirador, tocó el piano en “Fue el mes que viene”. “Voy a jugar en contrapunto con el texto, no con la música”, dice Ramil que le dijo Gismonti. Y el resultado es prodigioso.
“El proyecto surgió a partir de una invitación de Mercedes Sosa para venir a Buenos Aires y quedarme en su casa durante una semana, para trabajar en la versión en castellano de un tema que se llama `Cielo no es’ (que abre Tambong)”, cuenta Ramil a Página/12. “Y estando aquí empecé trabajar en otros temas y a ver amigos y tocar en ellos y, sin que nos diéramos demasiada cuenta, apareció este disco”. Un álbum extrañamente brasileño –es decir carioca– por efecto de la distancia. Es que la vieja encrucijada en la que se educó Ramil, armada por los Beatles y el tango, fue incorporando nuevas cosas: Milton, “la poesía de Chico Buarque, esas construcciones impecables, y la de Caetano, ese caos, ese vuelo”. En ese nuevo cruce es donde Ramil elige crecer.

 

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