Días de hastío y ansiedad
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Por Diego Schurman Carlos Menem agradece con un
ademán. La mucama, una señora atenta con acento extranjero,
se retira con el platito vacío. El alprazolam, una droga para disminuir
la ansiedad, acaba de traspasar su garganta. La escena se repite periódicamente
en el living de Don Torcuato en medio de un silencio sepulcral. Por eso
un amigo que frecuenta la quinta se esmera en ponerle palabras. Está
inquieto, para no decir hinchado las pelotas. Hace rato que no tiene buenas
noticias y las que tiene no son malas, directamente son catastróficas.
Pastillas. Alejandro Tfeli, su médico personal y visitante matinal, no necesitó realizar ninguna tarea de persuasión. Después de la operación de carótida, Menem es un reloj suizo a la hora de tomar su antiagregante plaquetario, una pastilla para evitar que se obstruyan las arterias. Las malas lenguas y varios libros aseguran que además toma Viagra. Pero rápidamente su laderos juran y perjuran que su jefe, como árabe que se digne, no necesita de nada más que su deseo.
Habanos. En soledad suele cuidarse con las comidas. Verduras hervidas,
pollo a la parrilla y sin piel. ¿Bebidas?: gaseosa dietética
y mucho agua mineral. Pero en las reuniones sociales que convoca en la
quinta de Armando Gostanián no se priva del asado, los manjares
árabes, algunas copitas de vino (de su bodega y chilenos que le
obsequia su suegro) y esos robustos habanos que agradece a Fidel Castro,
aunque pocos creen que el líder cubano le siga enviando cajas de
Cohiba como en los años dorados del menemismo.
Debilidad. Nadie vio al ex presidente llorar. Pero la sola mención de Zulemita, su talón de Aquiles, logró humedecerle los ojos más de una vez. Hay una orden tácita de no hablar de ella. Los que transgreden el Top Secret aseguran que aún no hubo contacto pese al doble interés de Menem. Es que no sólo hay una deuda afectiva sino que también se necesitan judicialmente ya que su hija aparece en la ruta del dinero por su supuesto enriquecimiento ilícito. Encuentro. Más de una vez se olvida de todo, incluso de la venta ilegal de armas. Uno de esos días fue un viernes de setiembre en el que festejó, con pastas y asado, junto a varios ex funcionarios de su gabinete. Estuvieron en Torcuato como dicen los íntimos evitando el Don Guido Di Tella, Carlos Corach, Alberto Kohan, Eduardo Bauzá, Jorge Rodríguez, Roque Fernández, José Uriburu, Alberto Mazza y Raúl Granillo Ocampo. Faltó, con aviso, Manuel García Solá.
Aguante. Un pequeño círculo familiar hace el aguante. Allí están su hermano Eduardo y sus sobrinos Adrián y Martín. A ellos se suman los colaboradores de siempre: los secretarios Ramón Hernández que hace un tiempo atrás estuvo internado en una clínica de Hurlingham en el mayor de los silencios y Humberto Keller y el vocero Federico Azzarini. También el mismísimo Gostanián y sus hijos, los dueños de la casa. Para las tareas de hogar, personal extranjero: nombres como Igor y Vladimir, apellidos como Kreschentska y Filipovitch. Bolocco cuenta secretaria y mucama propia: Ximena Campbel Montaldo y Lilian Alvarado.
Juegos. La diversión pasa por los juegos de mesas. Siempre hay un mazo de cartas a disposición. Menem suele mostrar sus dotes en el poker. La otra opción es la lectura. En el living están a la vista las biografías de Napoleón, Alejandro Magno y Juan Domingo Perón. La Biblia y el Corán descansan en su habitación. Todo queda a un lado cuando juega River. En la pantalla de su televisor gigante muy de vez en cuando ve alguna película o, sobre todo tras el atentado a las Torres Gemelas, la CNN en español.
Bolsa. Un hábito que arrastra desde su primer mandato es saber a cada rato el estado de la bolsa. Si bien dispone de mayor tiempo, no apela a la televisión o a la radio. Ni siquiera navega por Internet. Simplemente da la orden y sus secretarios le facilitan los movimientos bursátiles, además del índice riesgo país. En los últimos días se entusiasmó ya que, producto de la crisis, los llamados para escuchar su parecer sobre el tema se incrementaron.
Trajes. Son contadas las veces que se pone un traje. Lo hizo para su cumpleaños y también para ir a declarar a Tribunales. Pero habitualmente se lo ve de jeans o pantalón sport, camisa, una camperita y mocasines. Y recibe a las visitas en uno de los sillones de un cuerpo del living. Ese es el trono desde donde, según sus fieles amigos, muestra su orgullo, temple, fortaleza, integridad, enojo, y debate sobre temas de actualidad. Por estos días disfruta cómo en el propio Gobierno debaten su propuesta de dolarización.
Prode. El fiscal Carlos Stornelli y el juez Jorge Urso son su peor pesadilla. Y deja en claro su indignación ante sus abogados Oscar Roger y Oscar Salvi. Con ellos ahora practica desde hace rato un particular Prode sobre el inminente fallo de la Sala II de la Cámara Federal ¿Será 21, 1-2, 3-0 o 0-3? A Menem le desespera y le da impotencia no tener a esta altura del proceso un mínimo indicio de lo que decidirán Horacio Cattani, Martín Irurzun y Eduardo Luraschi. Dios dirá, le dice a cada una de sus visitas. Dios dirá.
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