Por Gabriel A.
Uriarte
Enviado
especial a Washington
Uno diría que el último
viernes de paz en Georgetown fue engañoso si no fuera porque es
imposible decidir quién engañaba a quien. ¿Georgetown
engaña a la realidad, haciéndole creer que no tiene lugar
entre los restaurantes y bares clásicos de la bohemia en la Distrito
de Columbia? ¿O es al revés, la realidad engaña a
Georgetown, disfrazando de refugio lo que no es más que una última
tregua? El puente sobre el pequeño arroyo de Rock parece casi un
foso de agua entre esas seis curiosas cuadras y el asfixiante desparrame
de oficinas federales y centros de prensa de la capital norteamericana,
una gigantesca red de información y rumores sobre la nueva guerra
de la que habla la CNN. No hay CNN en Georgetown: hay deportes. No hay
Osama bin Ladens: hay Barry Bonds, quien rompió el viernes el record
de home runs. No es ningún refugio. Los contrapuntos son demasiado
evidentes. El escape enfatiza la prisión, la paz local enfatiza
la guerra total. Pero hay un alivio en los detalles, o su ausencia, o,
más precisamente, su irrelevancia. Por ahora, percibir que Estados
Unidos está a punto de entrar en guerra requiere unir una constelación
de datos, los intereses del presidente de Uzbekistán y la 10ª
División de Montaña, basada en un lugar llamado Fort Drum,
en Nueva York, de donde no salieron tropas, pero sí se ordenó
un despliegue, de seguridad por ahora, pero quizá después
no, quizá apoyados desde una isla llamada Diego García,
o bien desde un sultanato llamado Oman. La magia de Georgetown es que,
por una noche, puede engañar a su visitante de que todo esto es
realmente tan irreal como suena.
El reverso de la medalla es que hay bastantes cosas que suenan más
siniestras de lo que deberían. Los avisos que se ven a medida que
uno camina por la Avenida Pennsylvania alejándose de los complejos
federales, por ejemplo. Mi jefe me llamó en pánico,
necesitaba que trasladara los archivos de inmediato a Boston...,
dice el texto con la foto de una ejecutiva, recordando inevitablemente
el caos comercial que siguió a la destrucción de las oficinas
en las Torres Gemelas por vuelos que salieron desde el aeropuerto de Boston,
recuerdo que impide notar la conclusión triunfalmente mundana,
pero con los discos zip QuickSync de Iomega, pude hacer todo en
cuestión de horas y mis jefes pensaron que era una genia.
Otros avisos parecían expresar verdades casi existenciales para
los norteamericanos en estos tiempos. Tienes un amigo en las buenas
y en las malas, en cualquier parte de Estados Unidos... Jack Daniels.
Los habitués de Georgetown no sufrieron demasiadas pérdidas
entre sus familiares y amigos cercanos el 11 de septiembre, lo que explica
por qué la diversión de un viernes por la noche no cobraba
los extremos esquizofrénicos que se veían en Nueva York.
Nadie que comía en el Miss Saigon hubiera interpretado su cena
con el triunfalismo esteticista del New Yorker afirmando que después
del ataque, la vida en la ciudad era más bella que nunca,
o elevar el pollo con curry que compartía con amigos a lo que John
Updike, caminando por la calle Montague de Brooklyn, proclamó lo
que confirma que debemos combatir por Estados Unidos. Tampoco se
ve el costado opuesto, los silenciosos bares de Manhattan, vacíos
para las 11 de la noche excepto por un par de personas sin ánimos
de hablar o hacer cualquier cosa excepto aferrarse a su vaso. La gente
en Georgetown no tiene problemas en reconocer la inmunidad que les permite
divertirse. Al contrario, una cosa explica la otra. Claro que tengo
miedo que haya un atentado... ¿No te parece que es tanto más
motivo para disfrutar de la vida mientras puedo?, señaló
una mujer en el bar Nathans. Los únicos que hablan sostenidamente
sobre Osama bin Laden son los periodistas extranjeros. Era una receta
segura para no hablar con nadie excepto periodistas extranjeros, como
sucedió a tres británicos que discutían en una esquina
del Miss Saigon sobre cómo hacer un documental alrededor del tema
de la CIA en Guatemala y las lecciones del 11 de septiembre. Nadie quería
traer esto al viernes de Georgetown, y Georgetown hacía todo lo
posible para impedir que lo hicieran. Hubiera sido perfectamente posible
que comenzaran los bombardeos sin que nadie se enterara, ya que la CNN
no estaba en ninguno de los múltiples televisores de los bares
y restaurantes, y los únicos canales que figuraban eran aquellos
con la astucia de pasar deportes. Por supuesto, todos hubieran puesto
la CNN si hubiera estallado la guerra, pero no tenían ninguna intención
de permitir que la cadena de Atlanta les siguiera infligiendo a ex directores
de la CIA hablando sobre la inteligencia humana, clérigos sobre
Dios, médicos sobre el Antrax, u obreros sobre las vigas en forma
de cruz que encontraron entre las ruinas de las Torres Gemelas. Si el
heroísmo de Nueva York fue mantener su conciencia estética
por sobre la masacre, el de Washington fue el de mantener su hedonismo
por sobre el post-mortem. Que todo fuera efímero era precisamente
el encanto, lo que explicaba que Georgetown estuviera quizá más
concurrido que nunca en estos tiempos difíciles. Había mucho
más que el mes similar al primero de septiembre de 1939 de W.H.
Auden, con sus rostros a lo largo del bar/Que se aferran al día
normal/Las luces nunca se deben apagar/La música siempre debe tocar/
Todos conspirando/Para disfrazar esta fortaleza/Con la apariencia del
hogar.
Claves
- Una explosión en la zona céntrica de Arabia Saudita
terminó con 2 muertos, uno de ellos norteamericano, y cuatro
heridos. Estados Unidos negó cualquier vinculación
con los atentados del 11 de setiembre (pág. 20).
- Rusia reforzó la teoría de que el misil ucraniano
fue la causa de la voladura del avión que cayó sobre
el Mar Negro (pág. 20).
- Bush y Blair anunciaron que el ataque es inminente. El régimen
talibán liberó a la periodista británica y
ofreció a otros prisioneros a modo de gesto para parar la
ofensiva. EE.UU. rechazó la oferta. Un avión sobrevoló
Kabul y fue atacado, sin éxito, por los talibanes (pág.
21).
- Las organizaciones fundamentalistas islámicas de Pakistán
llamaron a sus combatientes a destruir cualquier avión norteamericano
que pase por su cielo (pág. 23).
- La opositora Alianza del Norte está recuperando posiciones
en Afganistán: parece estar a 50 km de Mazar-i-Sharif, la
principal ciudad del norte en manos talibanas (pág. 23).
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OPINION
Por Claudio Uriarte
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La OTAN ha muerto
Uno de los hechos menos registrados que la armazón de la
coalición antiterrorista por EE.UU. ha ayudado a exponer
a la luz del día es que la OTAN ya no existe. En realidad,
el proceso había empezado con la guerra de Kosovo, en 1999,
cuando la formidable alianza diseñada en 1948 para combatir
al comunismo se reveló como poco más que un burocrático
Eximbank de compra y venta de armas, poco eficaz a la hora de la
guerra. Los temibles halcones occidentales y antisoviéticos
resultaron más bien incompetentes halcones de cetrería,
acostumbrados a las cacerías imperiales a la vez que
payasos sangrientos, cuando las tempestades de fuego aéreo
desencadenadas sobre Yugoslavia fracasaron en lograr el colapso
del régimen de Milosevic por 79 días, sólo
para ser salvados a último momento por un oportuno desplazamiento
de una división de tanques rusos en Pristina que salvó
la cara al mismo tiempo a Milosevic y a la empequeñecida
Alianza Atlántica.
Ahora, los dictados de la operación antiterrorista están
logrando el doble y paradójico resultado de empeorar aún
más el mamarracho militar operativo que es la OTAN formal
una bolsa de gatos que se debilita en relación proporcional
al aumento de sus componentes para dejar en funciones operativas
a una OTAN real que está integrada exclusivamente y
excluyentemente por Estados Unidos y Gran Bretaña.
De hecho, lo más llamativo e irónico en
estos días ha sido la cantidad de países que se apretujaron
haciendo colas para poder entrar a la gran coalición antiterrorista
y que, como dijo pertinentemente el periodista norteamericano John
Vinocur de International Herald Tribune, recibieron como respuesta
un decepcionante: Si te necesitamos, te vamos a llamar.
Eso es precisamente la razón por la cual George W. Bush le
va a dar el dulce de la entrada a la OTAN a prácticamente
cualquier país que lo pida -incluyendo posiblemente Rusia,
pero también todas las impresentables repúblicas del
sur europeo reminiscentes a la Syldavia y la Feurasia de las historietas
de Tintín mientras reserva el control de lo que importa
para Estados Unidos y su inseparable primo británico: la
OTAN como tal pasa a diluirse en el formato conversador e inútil
de su Consejo Atlántico, el Consejo Atlántico pasa
a ser una versión apenas mejorada del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas, y el Consejo de Seguridad de la las Naciones
Unidas empieza a ser una versión apenas mejorada de su Asamblea
General. Es el fruto de la concentración de poder disparada
por los atentados
del 11.
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BUSH
RECHAZO UNA OFERTA AFGANA PARA DETENER LA INVASION
El tiempo de las palabras terminó ayer
El ataque es inminente. Lo dijo
ayer el premier británico Tony Blair. Lo reiteró el presidente
norteamericano George Bush. Indirectamente, lo confirmó el régimen
talibán que gobierna Afganistán. Ayer, el régimen
dirigido por el mullah Mohammad Omar liberó a la periodista británica
Yvonne Ridley, arrestada el 28 de setiembre luego de ingresar ilegalmente
a Afganistán. Además de este gesto de buena voluntad,
los talibanes ofrecieron a Estados Unidos la liberación de los
ocho miembros de organizaciones humanitarias juzgados en Afganistán
por promover el cristianismo, a cambio de frenar la ofensiva
norteamericana. Bush rechazó la oferta. Ayer, un avión de
reconocimiento que sobrevolaba Kabul fue atacado, sin éxito, por
las defensas antiaéreas talibanas.
La cuestión diplomática ya parece resuelta, en la medida
en que Estados Unidos y su principal aliado en lo que vendrá, Gran
Bretaña, se aseguraron la pata árabe de la coalición.
El secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld empezó
y terminó esta semana una gira por Arabia Saudita, Omán,
Egipto y Uzbekistán para lograr el apoyo a los ataques sobre Afganistán.
En el caso de Omán, un país que está a tres horas
de avión de Afganistán, cerró además un acuerdo
para venderle 12 aviones F-16. En el de Uzbekistán, terminó
de acordar la vía libre para instalar en ese país, vecino
de Afganistán, a las fuerzas norteamericanas que sean desplegadas
en terreno afgano, especialmente la Décima División de Montaña,
que anteayer ya había llegado a la capital uzbeka de Tashkent.
Tony Blair, por su parte, finalizó ayer en India su propia gira
para recabar el apoyo árabe. en Pakistán, confirmó
de boca del presidente Pervez Musharraf que el país vecino, y hasta
ayer aliado, de los talibanes afganos colaborará en todo lo que
pueda. Apoyará la caída de los talibanes para la instauración
de un gobierno liderado por el ex rey afgano Zahir Shah, está de
acuerdo con Estados Unidos que las pruebas contra Osama bin Laden son
contundentes, y apoyará con la cesión de su espacio aéreo
(no el espacio terrestre) la ofensiva sobre Afganistán.
Ayer, en India, Blair reafirmó que está todo listo
para la ofensiva y que es importante darse cuenta de que el objetivo
es hacer frente al problema de Afganistán y cerrar los campamentos
de Bin Laden. Deseo tener la seguridad de que la estabilidad reina en
la región, pero ésta tiene que estar basada en el respeto
de la ley. El guiño no era sólo para Pakistán,
sino sobre todo para su anfitrión de ayer, el premier indio Atal
Bihari Vajpayee. El premier aprovechó la oportunidad para criticar
a la comunidad internacional por su acercamiento a Pakistán, país
archienemigo de India, contra quien libró tres guerras menos de
50 años y con el cual se disputa la región de Kashmir.
Mientras tanto, en su discurso semanal por radio, Bush dio un ultimátum
a los talibanes. Les dimos la posibilidad de entregar a todos los
terroristas que están en Afganistán y de cerrar sus campos.
Se les advirtió claramente y el tiempo corre. Las naciones que
se pongan del lado de los terroristas pagarán un alto precio. Estados
Unidos respeta al pueblo afgano, sus antiguas tradiciones y su orgullosa
independencia. Los ayudaremos en este período de confusión
y de crisis en su país. En una declaración difundida
ayer, el mullah Omar respondió que si Estados Unidos piensa
que los secuestradores eran los verdaderos culpables, entonces esos hombres
han muerto. Nadie cometería suicidio por órdenes de otros
o por los objetivos e intereses de otros. Si esto no es verdad, entonces
Bush debe encontrar una persona en Estados Unidos que esté lista
para suicidarse. Será mejor para Estados Unidos buscar los motivos
de los atacantes suicidas y Estados Unidos conoce el remedio para esto
y nadie más tiene el remedio.
De las palabras a los hechos: los talibanes dispararon ayer misiles tierra-aire
contra un presunto avión espía estadounidense sin tripulación
que sobrevoló la capital Kabul durante media hora y a alta altidud,
según fuentes talibanas e imágenes difundidas por la cadena
de televisión de Qatar Al Jazeera. El avión pudo escapar.
Sin embargo, al mismo tiempo, lostalibanes están multiplicando
sus gestos de buena voluntad para evitar el ataque norteamericano.
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