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“Si atacaran a civiles afganos, la
situación paquistaní sería crítica”

El hijo del dictador militar que forjó el Pakistán islámico y atómico de los años 80 analiza la guerra regional que se viene.

Sobrevivir: �Mientras
Pakistán se abstenga de intervenir militarmente en Afganistán, sobreviviremos. Los paquistaníes no lucharán con sus hermanos�.

El general Zia-ul-Haq en 1986, cuando favorecía a los talibanes.

Por E. F.
Desde Islamabad

El general Zia-ul-Haq transformó Pakistán y parte de la región. En los años 80, respaldado por Estados Unidos, Zia-ul-Haq quiso instaurar una suerte de islamización moderada de la sociedad. Pero fue él quien favoreció la creación de decenas de escuelas coránicas adonde se capacitaron los talibanes que tantos dolores de cabeza le dan hoy a Islamabad. Para expulsar a los soviéticos, Estados Unidos aceptó que se formara un ejército religioso. Zia-ul-Haq hizo parte del trabajo. A cambio, desarrolló el programa de la bomba atómica paquistaní y de paso impuso severas leyes contra la minoría cristiana del país. Ul-Haq murió el 17 de agosto de 1988 en un “misterioso” accidente de aviación. Su hijo, Ijaz-Ul-Haq, siguió sus pasos, pero no por la misma huella. Hombre político de peso, analista apreciado, Ijaz-ul-Haq no piensa como hubiese pensado su padre en una situación como la que Pakistán atraviesa hoy. En esta entrevista exclusiva con Página/12, Ijaz-ul-Haq hace un análisis realista de la crisis que se desató con los atentados del 11 de setiembre.
–¿Cuál es su posición con respecto a las decisiones tomadas por el presidente Musharraf en relación con la colaboración con Estados Unidos y al hecho de que Pakistán se convirtió en el primer país musulmán que aceptó la tesis de la culpabilidad de Bin Laden.
–Puesto que Pakistán también paga las consecuencias del terrorismo, apoyamos la decisión del presidente Musharraf. Cada ciudadano de este país piensa en las personas que murieron en Washington y Nueva York. Creo que a Pakistán no le quedó otra posibilidad: había que tomar esa decisión. Nosotros no nos oponemos a Musharraf, somos un partido político y hacemos todo lo necesario para restablecer la democracia en nuestro país. Pensamos que una confrontación con el ejército no puede ser una opción válida para restaurar la democracia.
–Sin embargo, su país no tiene grandes recuerdos de su relación con Estados Unidos.
–Nuestra experiencia con Estados Unidos no fue muy convincente. Por ejemplo, cuando en el año ‘75, en plena crisis, contábamos realmente con Norteamérica, Washington no hizo nada por nosotros. Los paquistaníes se sienten heridos por el hecho de que las sanciones impuestas a Pakistán en los años 90 siguen en pie a pesar de que no son tan importantes como antes. La sociedad ve que aún no se suministró ninguna prueba sobre la responsabilidad de Bin Laden. La sociedad se siente concernida por cuanto existe una larga relación entre Pakistán y Afganistán. Teníamos una larga y excelente relación con Kabul, una relación muy cercana. Enemigos y amigos, pero siempre juntos. En ese contexto, si en Afganistán se produjera un ataque contra civiles inocentes, la situación paquistaní se volvería mucho más compleja, mucho más dura.
–Usted comparte entonces el principio de las represalias norteamericanas.
–Sea cual fuere la naturaleza del ataque me opongo a él. El terrorismo no concierne un lugar o una persona. Afganistán es un país muy golpeado. La invasión rusa provocó un millón y medio de muertos y hay cuatro millones de personas que viven por debajo del nivel mínimo de pobreza. Afganistán es un país que conoce el hambre y la sequía. No se puede afirmar que detrás de cada acto de terrorismo siempre está Afganistán. Yo creo que las pruebas son una condición necesaria para aclarar la situación. Yo quisiera ver antes las pruebas y luego, si Bin Laden aparece como culpable, puede ser juzgado en otro país. Tendría que haber tres países como Francia, China, Rusia o Suiza que pudieran juzgarlo. Eso es lo que está pidiendo la sociedad paquistaní. De esta forma, si fuera culpable, Bin Laden tendría que ser extraditado a Europa para un juicio posterior, por ejemplo ante una Corte Internacional de Justicia. Europa debe jugar un papel en esta crisis porque el viejo continente no está directamente involucrado. Europa puede jugar un papel neutro. Creo que una delegación europea debería viajar a Afganistán. Creo que la embajada talibán en Pakistán debería permanecer con las puertas abiertas para seguir entablando negociaciones. Hay que hacer todo lo posible para evitar la muerte de inocentes.
–¿Qué puede ocurrir en Afganistán si Estados Unidos ataca? ¿Qué vendrá después? La idea de una coalición de movimientos organizada en el extranjero y con la mano de los occidentales constituye acaso una garantía de estabilidad.
–Es muy fácil derribar un régimen a corto plazo. Sin embargo, a largo plazo, sería muy difícil instalar un régimen que no representa a la gente. En lo que nos concierne a nosotros, todos los problemas por los que Afganistán atraviese a largo plazo van a repercutir en Pakistán. Islamabad se verá inevitablemente afectada. Por eso pienso que estos temas tienen que estar ligados al tratamiento del terrorismo internacional, al terrorismo en Palestina, en Kashmir. Es preciso organizar una mesa redonda internacional. No es destruyendo un país como se accede a la paz. No es porque nos han tocado el corazón y que se clama venganza que se van a resolver los problemas. La solución es un trabajo a largo plazo y no una cuestión de venganza.
–La cuestión de la cooperación militar con Estados Unidos sigue estando en el corazón del debate. Puesto que está de acuerdo con ella, ¿cuál es la cooperación ideal en el contexto de esta crisis?
–Un apoyo logístico no significa nada. Sin embargo, en caso de que exista debe ser muy limitado. El problema del ejército paquistaní radica en que si decide combatir tendrá que meterse en la cabeza que no se enfrentará a un amigo de antaño sino con un enemigo. Para el presidente Musharraf se trata de una decisión crucial, muy difícil de tomar. Sobreviviremos mientras Pakistán se abstenga de intervenir militarmente en Afganistán. Los pakistaníes no están preparados a luchar contra sus propios hermanos. Musharraf está obligado a avanzar con sumo cuidado.
–¿No tiene usted el sentimiento de que Estados Unidos está utilizando a Pakistán para solucionar problemas de su política interna?
–No es un sentimiento, se trata de un hecho.

 

OPINION
Por Martín Varsavsky*

Imagina

El otro día estaba mirando una entrevista de la CNN a un obispo, quien estaba argumentando su visión del ataque terrorista. El conductor le preguntó cómo aconsejaba a su congregación en un momento tan terrible como éste. El obispo respondió: “Estos ataques no son un problema entre Dios y los hombres. Son un problema entre los hombres y los hombres”.
En mi opinión, la religión es un asunto privado, individual o colectivo, que debería ser completamente destituido del campo político. Cuando la religión ocupa el centro de la escena en asuntos políticos, se pueden desatar catástrofes nacionales e internacionales. La Guerra de Vietnam demuestra que Estados Unidos también ha sido víctima de esto. Recordemos aquella época en la que los Estados Unidos peleaban contra el comunismo, parte de los argumentos eran que el enemigo no tenía un Dios, era ateo.
Para mí, de existir un Dios, no es un Dios que esté de uno u otro lado. Encuentro excesivo a Bush y a su constante llamado a la oración. No necesitamos un presidente orador. Para mí, el uso de la religión en política es manipulador, particularmente en tiempos difíciles. Las personas pueden ir a sus propias mezquitas, iglesias, sinagogas o templos si quieren rezar. O alternativamente, como yo, pueden reunirse con familiares y amigos, y sentirse dolidos, sin rezar. Inmediatamente después del atentado del 11 de septiembre hablé en la sinagoga de Madrid, pero no dije nada acerca de Dios o la oración. Simplemente cité a una comunidad horrorizada por los trágicos sucesos.
Por último, recordemos que el supuesto enemigo, en este caso, probablemente nos ganaría en cualquier contienda de oraciones. Me recuerda al pedido de John Lennon a favor de “un mundo sin religión”. Yo no soy tan extremista porque creo que la religión, para muchas personas es una fuente valiosa de bienestar, y que ése es motivo suficiente para justificar su existencia. Pero ciertamente estaría de acuerdo con la afirmación de John Lennon, si pudiera modificarla un poquito, e imaginar un mundo sin religión. Pero sin religión en política.

* Embajador del gobierno argentino.

 

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