Por Eduardo Febbro
Desde
Peshawar
Debe tener apenas 10 años.
Camina descalzo por el centro de Peshawar rodeado de banderas islámicas,
camionetas llenas de gente y centenares de manifestantes que ayer respondieron
al llamado de los movimientos radicales que convocaron a una nueva manifestación
contra la anunciada intervención militar anglo norteamericana.
Tiene la mirada triste y busca con ansiedad que una cámara de televisión
se fije en él. La muchedumbre grita enardecida Bush kotha,
Bush kotha (Bush es un perro), Muerte a Estados
Unidos, Bin Laden, Bin Laden. El niño salta y
grita Bush kotha. Tiene la inmensa ternura de su edad y en
la mano izquierda lleva alzado el grito de su cultura. Le pusieron en
la mano una pancarta hecha con papel madera marrón y escrita a
mano. Ahmed la muestra y el traductor de Página/12 lee: Contra
Estados Unidos hasta la última gota de mi sangre.
Ahmed se pierde entre la gente y se queda parado bajo los altoparlantes
que difunden las consignas del día. Tras la visita del primer ministro
británico Tony Blair y el claro consenso que se desprendió
entre Pakistán, Gran Bretaña y Estados Unidos sobre la responsabilidad
de Bin Laden en los atentados del 11 de setiembre, los sectores fundamentalistas
del islamismo paquistaní levantaron el tono de sus críticas
y de sus advertencias. Los partidos radicales juzgan inaceptable que Pakistán
haya sido el primer país en ofrecer su colaboración a Estados
Unidos. Uno tras otro, durante los discursos pronunciados por los dirigentes
religiosos, se escucharon amenazas de todo tipo. El primer orador advirtió
a Gran Bretaña que no perdiera la memoria y recordara cómo
había salido derrotada de su expedición colonial en Afganistán.
El segundo prometió que si un solo soldado norteamericano pisaba
el suelo afgano, entonces Estados Unidos conocería un nuevo Vietnam.
El más radical y preciso fue el mullah Fa Urr Rehman, líder
del poderoso y radical partido islamista Jamaat-i-Islamia. Contrastando
con sus pronunciamientos anteriores, el jefe religioso llamó a
sus tropas a ponerse en movimiento. El mullah pidió a los musulmanes
que derribaran los aviones norteamericanos que surcaran el cielo paquistaní.
Si Estados Unidos nos impone la guerra estamos listos para defendernos.
Estaremos al lado de nuestros hermanos de Afganistán. Estaremos
contra todos los que ayuden o colaboren con Estados Unidos, recalcó
una y otra vez ante la multitud reunida en el centro de Peshawar. A cada
una de sus palabras los manifestantes asentían con ardor al tiempo
que, con el paso de las horas, la ira contra los judíos
y los cristianos era proporcional a la virulencia de los discursos.
Con su cartel en la mano, pasando de una vereda a otra, Ahmed participaba
en todos los grupos que se ponían a gritar. Con casi 40 grados
de calor y mucho odio acumulado, a los islamistas radicales no les gustó
nada que la prensa occidental estuviera allí: Váyanse,
nos están ensuciando la manifestación, lanzó
un barbudo en dirección de los dos blancos que hablaban
con Ahmed. El chico levantó la pancarta en alto e hizo un signo
de adiós con la otra mano. Seguro que no tenía más
de 10 años.
REPORTAJE
A BASHIR AHMED, COMANDANTE DE LA ALIANZA DEL NORTE
En una semana más estamos en Kabul
Por E.F.
Desde
Peshawar
Bashir Ahmed calcula las armas
que apuntan hacia Afganistán con tanta excitación como asco:
Estados Unidos y Gran Bretaña han movilizado 50.000 hombres,
centenares de aviones de combate y decenas de barcos en puntos próximos
a Afganistán. Es impresionante. Bashir Ahmed no sabe qué
pensar. Ex mujaidín afgano, comandante de una célebre unidad
del difunto comandante de la Alianza del Norte, Ahmed Massud, que combatió
al ejército de la ex Unión Soviética en Afganistán,
hoy refugiado en Peshawar, Bashir no quiere a los talibanes pero está
dispuesto a volver a tomar las armas para pelear si el Islam está
en peligro. La posibilidad de la caída del régimen
talibán le abre las puertas de la frontera pero no sabe cómo
situarse frente a una situación en la que es un enemigo peor que
el soviético quien detenta las llaves de la frontera afgana.
No puedo apoyar a los talibanes ni tampoco a los norteamericanos,
y menos aún hacerme a la idea de que los ingleses vuelvan a Afganistán
como salvadores de la democracia después de todo lo que hicieron.
Bashir Ahmed siente que las llaves de su retorno están en las manos
del diablo. Por ahora, son sin embargo los suyos los que más están
golpeando al régimen talibán. Fuentes de los mujaidines
afganos ligados a la Alianza del Norte confirmaron a Página/12
que las fuerzas de la alianza habían incrementado la presión
militar en los últimos dos días al punto de encontrarse
ahora a apenas 50 kilómetros de la ciudad de Mazar-i-Sharif, la
principal ciudad del norte de Afganistán controlada hasta ahora
por los talibanes. Es cuestión de un par de días,
afirma Bashir recorriendo las hojas de una libreta con las informaciones
más recientes.
Las fuerzas de la Alianza del Norte están operando activamente
en cuatro provincias del norte de Afganistán: Badghis, Balkh, Samangan
y Faryab, en lo que aparece como la segunda fase de la tenaza militar
que se está cerrando en torno al régimen de Kabul.
Las ofensivas protagonizadas por la Alianza en los últimos dos
días coinciden con un repentino cambio en el panorama político-militar
de la región. Ultimátum y negativa del presidente norteamericano
a aceptar el cese de las amenazas propuesto por el régimen de Kabul
a cambio de los ocho occidentales miembros de una ONG juzgados en Afganistán,
anuncio de la liberación de la periodista británica detenida
en Afganistán, arribo a Uzbekistán de los primeros aviones
estadounidenses, desplazamiento masivo de los habitantes de varias ciudades
afganas e incremento de la presión militar por parte de la Alianza,
aunados unos tras otros los acontecimientos registrados entre el viernes
y el sábado parecen mostrar un giro irreversible en la crisis desatada
luego de los atentados del 11 de setiembre.
A su vez, en el sur de Afganistán, los refugiados que atraviesan
las fronteras pakistaníes confirman las medidas estratégicas
que el gobierno talibán tomó desde hace 24 horas. Muchos
refugiados provenientes de la ciudad de Kandahar confirmaron que las autoridades
habían desplazado tropas enteras especiales hacia las montañas
ante la certeza de que el operativo norteamericano sería inminente.
Kandahar está prácticamente vacía, la gente
sale como puede de la ciudad porque nadie cree que se podrán evitar
las bombas norteamericanas, decía ayer a Página/12
un refugiado recién llegado a Pakistán. En una semana
más estamos en Kabul. Usted vendrá a mi antigua casa. Claro,
si es que sigue en pie, dijo Bashir mirando su cuaderno.
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