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UN CONVENIO EN MORENO LIBERA A LAS PROSTITUTAS DE SER DETENIDAS
Salvoconducto para hacer la calle

Un acuerdo entre una ONG
y el juez de Paz establece que, para ser eximidas de castigo, las trabajadoras sexuales deben ir a un taller de prevención del VIH.

�Desde que hacemos el curso,
la policía sólo nos saluda.�

Por Mariana Carbajal

Las trabajadoras sexuales de Moreno ya no van a la cárcel ni tienen que pagar una multa cuando son detenidas por ejercer la prostitución. Aunque su actividad no se ha legalizado, un original convenio firmado entre una ONG y el juez de Paz las libera de cualquier penalidad: para ser eximidas del castigo, las mujeres deben concurrir a un taller sobre prevención del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual dictado por la entidad. “Desde que estamos haciendo el curso, la policía lo único que hace es saludarnos. Antes nos sacaban de los telos, nos golpeaban, nos llevaban de los pelos. No podíamos ni caminar”, cuenta a Página/12 Mirta, de 31 años y 7 de trabajo en la calle, una de las mujeres que concurre al taller. Además de mejorar la relación con la policía, las trabajadoras sexuales empezaron a cuidarse del sida –no sabían que podían contagiarse a través del sexo oral sin protección– y algunas de ellas, por primera vez en su vida, se realizaron estudios ginecológicos y escucharon hablar de otras ETS además del VIH.
El proyecto está a cargo de la Asociación Civil Fortalecer, de Moreno, y es financiado por Lusida, del Ministerio de Salud. “Detectamos muy bajo uso de preservativos entre las trabajadoras sexuales. Ahora, cada vez que vienen, nos piden más y se llevan también para sus compañeras de parada”, señala Claudia Teodori, socióloga, integrante del equipo técnico de la ONG. En marzo, presentaron la idea a las autoridades municipales. Entonces, la Secretaría de Seguridad de Moreno convocó a los titulares de las seis comisarías y de la única subcomisaría del distrito a una reunión en la que profesionales de Fortalecer explicaron sus intenciones. “Les pedimos si nos podían derivar a las mujeres a nuestra institución. Llamativamente, la recepción de la policía fue muy buena”, recordó Graciela Ramadelli, directora de la asociación civil. Después se reunieron con el juez de Paz de Moreno, Juan Radrizzani, y finalmente en mayo firmaron el convenio.
“Al principio venían con desconfianza. Les explicamos que no nos proponemos que dejen esta actividad, sino que queremos ayudarlas a mejorar sus condiciones de trabajo”, precisa Teodori. En el taller surge que las mujeres no conocen de otras enfermedades de trasmisión sexual con excepción del VIH. “Casi todas se han encontrado con posibles signos de ETS en sus clientes y se han quedado asustadas”, añade la socióloga.
Las prostitutas llegan a Fortalecer por dos vías: por derivación de la policía o del juzgado y a través del contacto con las consejeras de salud de la entidad, que son vecinas de Moreno que han recibido capacitación dos años atrás y se dedican a transmitir información en sus barrios sobre prevención de VIH-sida y ETS. “Detectamos a una y la encaramos. No tenemos horario, trabajamos en un colectivo, en casa, en la calle. Les damos folletos y preservativos y entre ellas corren la bolilla sobre el curso.
En sus bolsas tenían ropa y maquillaje a rolete, pero ni un preservativo. Ahora, si no tienen, vienen a nuestras casas a pedirnos. Pero aunque empezaron a negociar con sus clientes para usarlo, sobre todo en el sexo oral donde nunca lo usaban, se encuentran con que los hombres son muy reacios. Muchos les pagan más por no usarlo, aunque la diferencia es mínima”, dice Zulma, una de las consejeras.
En total, en los últimos tres meses Fortalecer se ha vinculado con unas treinta trabajadoras sexuales –entre ellas cinco travestis–, la mayoría “callejeras”, que trabajan en los cruces de ruta, en la colectoras del Acceso Oeste y en la zona de los hornos de ladrillos en José C. Paz. Un pequeño grupo, en prostíbulos del centro de Moreno y saunas de la Capital Federal. Casi todas son jefas de hogar, tienen entre 21 y 44 años y entre 2 y 7 hijos. Pero también “hemos detectado, aunque todavía no pudimos contactarlas, chicas de 14 prácticamente obligadas a ejercer la prostitución por sus familias”, dice a este diario Rita, otra de las consejeras. “Y amas de casa que no se reconocen como prostitutas, que trabajan en forma solapada en la casa de algún amigo que les presta la habitación. Ellas son las que llaman a sus clientes. Les piden dinero prestado y les retribuyen con sexo”, agrega Beatriz, también consejera.
El 30 por ciento de las mujeres hace menos de un año que tiene esta actividad. El resto, entre 5 y 7 años. Trece ya están participando directamente del taller y exhiben orgullosas sus certificados de asistencia. Las reuniones son los martes entre las 14 y las 16 en la sede de Fortalecer, a dos cuadras de la estación de Moreno. Página/12 estuvo presente en una de las citas (ver aparte).
“El curso consiste en un mínimo de cuatro clases en donde les enseñamos medidas de autocuidado. También las contactamos con la atención médica. Hicimos un acuerdo con una ginecóloga del Hospital Mariano de la Vega, que las atiende los miércoles por la mañana sin necesidad de pedir turno.
Varias ya se han hecho estudios ginecológicos y una de ellas, el test de sida. Además, las derivamos al sector de Odontología, a casi todas les faltan dientes o tienen problemas en sus dentaduras”, precisó Ramadelli.
Algunas de las que están concurriendo al taller nunca se habían hecho un Papanicolau ni una colposcopía. “Ni siquiera controles médicos antes del parto”, indica Cecilia Sartor, psicopedagoga, del equipo técnico de Fortalecer.
El acuerdo con el juzgado de Paz exime a las trabajadoras sexuales de prisión y del pago de la multa, prevista en Moreno a quien cometa la contravención de “escándalo en la vía pública”. “La policía nos levantaba, nos dejaban adentro entre 4 y 7 días y el juez de Paz nos condenaba al pago de una multa: 90 pesos la primera vez y 120 si reincidíamos. Como no tenemos esa plata, nos hacía plan de pagos. Yo todavía tengo una deuda: debo dos cuotas de 30 que me quedaron de antes de venir al curso”, cuenta Mónica, de 23, madre de dos hijos, y con una antigüedad de más de cuatro años como trabajadora sexual. En algunos sectores de Moreno eran obligadas por ciertos policías a “arreglar” semanalmente para poder trabajar. “Antes la policía nos golpeaba y nos llevaba de los pelos. Incluso, si tenemos algún problema, ahora la llamamos y vienen a ayudarnos”, destaca Alicia, de 31 años y siete en la calle, todavía sin poder creer el cambio de actitud de los uniformados. Conversa con Página/12 al final del taller, el martes. Es hora del reparto de preservativos. “Fijate de llevarte de los tres tipos”, le sugiere una de ellas a la más jovencita de todas, de 21, debutante en el curso. Y le detalla: “Hay saborizados para el sexo oral, con lubricación para el vaginal y ultrarresistentes para el sexo anal”.

 

“Antes estaba dormida”
Por M. C.

“Una forma de prevenirlo es tener una sola pareja sexual”, dice la voz del locutor del video. Las cinco mujeres se miran entre sí y se ríen, con ganas. Casi no están maquilladas. Tiene jeans y zapatos bajos. El resto de su atuendo es lo menos llamativo que uno pueda imaginar, muy lejos de la vestimenta provocativa asociada al estereotipo de una trabajadora sexual. Campera gris, bufanda, pulóveres tejidos a manos. Tienen la mirada gastada y la dentadura muy deteriorada. El video les habla de las formas de contagio del VIH/sida y de cómo prevenirlo. Es martes, poco después de las 14 y acaba de comenzar otra clase del curso que dicta a prostitutas la Asociación Civil Fortalecer, donde les enseñan desde cómo se coloca un preservativo con la boca, para “cuidarse” durante una “francesa”, hasta cómo hacer un “campo de látex” para usar en alguna práctica lingual.
Después del video vienen las preguntas, las dudas, los comentarios.
–Antes de venir al curso, estaba dormida de todo. Ahora con la gente que no quiere usar preservativo no voy –dice Mirta, con determinación.
–¿También usas con sexo oral? –le pregunta una de las coordinadoras.
–Noooooooo, sólo en vaginal. En oral hay muy pocos que quieren usar –dice la mujer–. Tiene 7 hijos, 44 años y 2 de antigüedad en la calle.
La otra coordinadora les recuerda que no lleven los preservativos en el bolsillo del pantalón porque “el calor los deteriora” y que no lo usen para más de una práctica sexual, ni dos juntos “porque es más fácil que por el roce se rompan”. Una de las chicas pregunta si pueden contagiarse por la saliva. Otra comenta que a una vecina que murió de sida la velaron con el cajón cerrado “para que no se escape el virus”. Las preguntas se multiplican. Al finalizar el taller, contarán a Página/12 que se han visto forzadas a trabajar como prostitutas por no tener otra opción para llevar dinero a su hogar. “Muchos creen que es un trabajo fácil. Pero estar en la ruta es muy duro”, dice una. La recesión también las está afectando. “En la calle no hay plata y hay mucha competencia.” Un año atrás sacaban entre 70 y 80 pesos por día. Ahora arañan con suerte 50. “Cuando me sobran 10 pesos, no salgo”, dice Mirta.

 

Un estudio en la Ciudad
Por M. C.

Un relevamiento entre trabajadoras sexuales “callejeras” de la Ciudad de Buenos Aires encontró que alrededor del 3 por ciento de ellas está infectada con el VIH. El estudio fue realizado entre unas quinientas mujeres que paran en zonas de Constitución, Flores y Villa del Parque, entre otros barrios, en el marco de un proyecto financiado por el Centro Nacional de Referencia para Sida de la Facultad de Medicina de la UBA, y apoyado por la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar). El dato tiene distintas interpretaciones: “Teniendo en cuenta el tipo de actividad que realizan, no es una prevalencia tan alta. Se puede pensar que el resultado responde a la tarea de prevención en VIH/sida que viene haciendo Ammar. Pero también que aquellas trabajadoras sexuales que saben o sospechan que tienen el virus no hayan aceptado realizarse el test”, analizó María Mercedes Avila, investigadora del Conicet y subdirectora del Centro de Referencia.
Los análisis fueron efectuados entre marzo de 2000 y marzo de 2001. Las trabajadoras, contactadas por Ammar, se practicaron el test en forma voluntaria. “En otros países de Latinoamérica como Ecuador, Perú y Chile, la prevalencia detectada en relevamientos entre trabajadoras sexuales de la calle no llega al 1 por ciento. Pero en Honduras, por ejemplo, alcanza al 15 por ciento”, comparó Avila.
Ammar viene realizando campañas focalizadas hacia prostitutas desde 1998, financiadas por Lusida. “Empezamos haciendo prevención entre pares en los mismos bares en los que ellas paran. La experiencia nos ha dado muy buenos resultados. Ahora logramos extender la práctica a otras ciudades del interior. En La Plata estamos haciendo talleres en los mismos cabarets. En Salta conseguimos que un consultorio ginecológico móvil del gobierno provincial llegue periódicamente hasta el barrio San Antonio, donde hay varias casas de trabajo y más de un centenar de trabajadoras sexuales”, contó a Página/12 Elena Reinaga, titular de Ammar.

 

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