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ALEJANDRO SANZ GRABO UN UNPLUGGED
“Se puede pedir castigo, pero antes está la paz”

En una ciudad alterada por el estado social posatentados, el artista español ofreció un show superproducido, que abrió con una canción andaluza que pide �buscar la paz y odiar la guerra�. Fue un buen intento del músico para despegarse del molde de fábrica de los cantantes románticos latinos.

Sorpresa: Sanz dio lo mejor
de sí: cantó y tocó la guitarra con acierto, y sorprendió �en uno de los buenos momentos del show� con un comienzo ciento por
ciento andaluz.

Por Esteban Pintos
Desde Miami

Este país no es lo que era, ni esta ciudad es lo que era, ahí nomás en el tiempo, antes del 11 de setiembre. Miami luce casi desierta, casi sin turistas ni actividad comercial en “escala Miami”: los autos circulan con sus banderitas estadounidenses flameando sobre el techo y los comercios lucen en sus vidrieras arengas patrióticas de toda clase. Se venden remeras con leyendas del tipo “Se fueron, pero no las olvidamos” (por las Torres Gemelas) o “El contraataque de América” con la figura amenazante de un cazabombardero F-16 como emblema, por cinco dólares. También un cd con Whitney Houston cantando el “Star Spangled Banner”, tres dólares la unidad. Pocas cosas suceden por aquí, más allá de estos rasgos de pintoresquismo aun en la tragedia que sólo este país-Disneylandia puede ofrecer. Ahora bien, el Unplugged que Alejandro Sanz grabó para la señal MTV Latino tuvo la significación de un acontecimiento, por el artista involucrado y por el momento particular de la ciudad y el país.
Fue una de las pocas cosas que suceden o sucederán en el rubro musical (el 26 Britney Spears abre su gira mundial en esta ciudad; el lunes se presentó el actual número uno del ranking de Estados Unidos, el rapper Jay Z; Shakira está promocionando su nuevo disco). El show, grabado en el Gusman Center for the Performing Arts de la calle Flager, será emitido para Latinoamérica en noviembre y luego será difundido en las señales de España, Brasil y Estados Unidos en español. También será un cd (se editará a mediados del mes próximo), video y DVD. Sanz es muy grande en el mundo hispanoparlante y esta superproducción, que cierra la etapa del multivendedor El alma al aire –tres millones de copias en todo el mundo–, confirmó por si hacía falta su status de gran hombre de la industria del espectáculo. Como tal, este paso en su carrera se hacía inevitable y así lo cumplió.
El set constó de trece canciones –con cuatro repeticiones para mejorar el nivel de la grabación–, interpretadas por la estrella española y una multinacional banda de acompañamiento, en la que se destacaba por el peso de su nombre el veterano baterista Vinnie Colaiutta. Pero además, Sanz alineó una sección de vientos, un octeto de cuerdas de la Miami Symphonic Orchestra, tres guitarristas, tres pianistas, tres coristas, un bajista, baterista y percusionista. El típico despliegue ampuloso de todo artista pop-rock puesto a grabar bajo este formato que, supuestamente y vaya ahí una paradoja, busca “simplificar” las canciones y encontrar su raíz compositiva. “Desenchufado” sería, según esta concepción, buscar y encontrar el esqueleto básico de la canción, el artista en estado (casi) puro. Pensar en ejemplos del tipo Nirvana, o R.E.M. más recientemente, comprobaría esta teoría. No fue el caso de Sanz, precisamente. De hecho, sus canciones en vivo “enchufadas” incluyen, músicos más músicos menos, el mismo tipo de ornamentación sonora y arreglos. A veces eso juega a favor, y otras en contra. Esto es: las canciones, si son buenas, soportan cualquier peso. Si no lo son tanto, terminan sobrecargadas y empalagan: esos coros a la Luis Miguel que aparecieron a lo largo de todo el show, por ejemplo, conspiraron contra el resultado final de la performance. El agregado de cuerdas y vientos, en cambio, les dieron color a las melodías, tanto como los tres muy buenos guitarristas, el brasileño Heitor Pereira, el francés Kamil Rustam y el peruano Ramón Stagnaro. Su rendimiento enalteció la calidad del show.
Sanz, distendido, locuaz en los inevitables intervalos de toda grabación televisiva, casi siempre chispeante en sus diálogos con una platea devota (la que aparece en cámara, no casualmente), dio lo mejor de sí: cantó y tocó la guitarra con acierto, y sorprendió –en uno de los buenos momentos del show– con un comienzo ciento por ciento andaluz. Una bulería del dúo sevillano Lole y Manuel sobre el sinsentido de la guerra y la muerte provocada, que pide “Buscar la paz, Señor, y odiar la guerra”, fue su elección para iniciar el recital. En este país que no es el mismo después del 11 de setiembre, sonó contundente y emotivo. Más tarde, luego del show, él mismo reforzó el concepto: “Se puede pedir castigo a los culpables de semejante horror, pero la paz debe estar por encima de cualquier castigo”, remarcó.
Aunque integra el dudoso lote de superestrellas de ese híbrido dado en llamar “canción romántica latina” en el que se amontonan Ricardo Arjona, Luis Miguel y otros por el estilo, Sanz tiene un plus de prestigio que tiene que ver con la calidad de alguna de sus canciones (el hit “Corazón partío” lo es, sin dudas), su raíz artístico-familiar, una interpretación vocal deudora de la tradición del flamenco –en un momento del show mencionó y homenajeó con su mención al gran Camarón de la Isla–, mucho carisma y una cara bonita. En resumen: Sanz resulta más atractivo y menos cursi que varios de sus colegas, que también venden millones como él, pero que nunca tendrán aunque más no sea un escueto certificado de prestigio.
Es madrileño, tiene 33 años y acaba de convertirse en padre de familia (estrenó una canción, “Sólo se me ocurre amarte” para su hija). Tiene un pasado como estudiante de administración de empresas y jugador de tenis federado. Grabó su primer disco bajo el seudónimo “Alejandro Magno” –un pastiche de euro-tecno-pop titulado Los chulos son pa’ cuidarlos– y goza de los privilegios, pero también lidia con las exigencias, de una verdadera estrella de la canción. Pero también tiene ese valor agregado que algunos persiguen y nunca encuentran, y otros ni se preocupan (no les hace falta, en verdad) en buscar. Eso no quita que muchas de sus canciones parezcan la misma (siempre una intro del tipo “La isla bonita”, siempre esos coros melosos), ni que a veces brinde pistas sobre lo que realmente piensa y siente. ¿Será posible alguna vez descubrir esto públicamente, metido como está en la industria del entretenimiento para masas?
Como al pasar, luego de grabar su Unplugged, y en medio de preguntas sobre su corte de pelo, la cantidad de pañales que le cambió a su hija desde que ella nació y cosas por el estilo –aquello que, suponen algunos medios latinos, le importa a la gente, sus fans–, el artista conocido como Alejandro Sanz dijo: “No consigo decir lo que quiero, sino lo que queda bien”. Por ahora, se lo puede comprobar fácilmente escuchando cualquiera de sus discos y este show convertido en especial de televisión, disco, video y DVD no será la excepción. Escribe y canta lo que queda bien. Habrá que esperar para saber si alguna vez puede, o quiere, escribir y cantar lo que verdaderamente quiere.

 

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