Por
Richard Norton-Taylor y Julian Borger
Desde Londres y Washington
La ofensiva aérea sobre Afganistán que se inició
anoche es la primera respuesta militar directa a los atentados del 11
de setiembre contra Estados Unidos en lo que Washington y Londres describen
como una larga guerra contra el terrorismo que debe ser librada
en varios frentes y en más de un país. El presidente Bush
calificó los ataques como con blancos cuidadosamente seleccionados.
Kabul, la capital afgana, fue uno de ellos, como la base de comando del
aeropuerto de Kandahar, hogar espiritual de los talibanes en el sur de
Afganistán. La ofensiva también se dirigió contra
los campos de entrenamiento de Bin Laden, incluyendo los que están
cerca de Jalalabad en Pakistán oriental, y bases talibanas.
En los ataques se usaron misiles de crucero disparados desde submarinos
británicos. También participaron de la ofensiva los aviones
norteamericanos que tienen sus bases en los portaaviones en el Golfo Pérsico
y en el mar de Arabia. Los buques de guerra británicos Triumph
y Trafalgar, ahora en el mar de Arabia, integran el masivo despliegue
de poderío militar con el que se rodea Afganistán.
Sólo una pequeña parte de toda esta maquinaria de guerra
fue usada en los ataques del ayer por la noche. La finalidad inmediata
de la ofensiva es clara: Estados Unidos y Gran Bretaña esperan
que lleve al colapso del régimen talibán, y a la captura
o muerte de Osama bin Laden y su círculo más
inmediato en el corazón de la red Al-Qaeda.
Los ataques de anoche son los primeros en lo que podría ser un
asalto sostenido contra lo que queda de la infraestructura militar de
los talibanes, que incluyen bases aéreas y sistemas de defensa
antiaérea. La campaña de bombardeos, insistieron repetidas
veces los funcionarios de Defensa, debía ser tan precisa como fuera
posible.
Al bombardeo desde el aire dirigido contra los campos de entrenamiento
de Bin Laden y contra las fuerzas talibanas es muy probable que
siga la entrada en acción de tropas aerotransportadas, lo que incluirá
fuerzas especiales británicas y norteamericanas. Esto si no es
que las fuerzas no están ya en el terreno. Las fuerzas especiales
van a proveer inteligencia en el terreno para el comando militar: acerca
de las posiciones de los talibanes y de Bin Laden, la extensión
de las deserciones y el progreso de las fuerzas de la Alianza del Norte
que combaten a los talibanes.
El presidente Bush tiene a su disposición el mayor conjunto de
poder militar jamás enviado a la región desde la Guerra
del Golfo de 1991. Pero esto, según insisten los funcionarios de
Defensa británicos y norteamericanos, será un conflicto
de una naturaleza muy diferente. Insistieron en que los ataques aéreos
deben ser efectivos y deben producir resultados, como dijeron
ellos. Pero el impacto militar de la ofensiva aérea no quedará
en claro por algún tiempo. Y esta vez, a diferencia de las guerras
del Golfo y de Kosovo, Estados Unidos está luchando contra un enemigo
elusivo que al final sólo puede ser derrotado desde el terreno.
La presencia de las flotas norte americanas y de la mayor fuerza naval
británica desde la guerra de las Malvinas casualmente, en
la costa de Omán (uno de los Estados del Golfo Pérsico)
fue concebida en parte para aumentar la presión psicológica
sobre los talibanes, según confiaron fuentes de Defensa. Un funcionario
de alto rango dijo la semana pasada: El mensaje es simple: entreguen
a bin Laden. Tenemos un vasto poder militar. Tal vez no hagamos mucho,
pero ahí está. Ustedes saquen las conclusiones que quieran.
Hay razones militares prácticas para tener tantos sistemas de armamentos
y tantas plataformas para la acción como sea posible. Esto da a
los estrategas militares mayores opciones y flexibilidad, especialmente
porque fueron privados de bases terrestres en el Golfo. Los portaaviones
le dan a Estados Unidos la flexibilidad que necesitan en sus relaciones
con los aliados desconfiables en la región. Como Arabia Saudita
y Omán dijeron que no van a permitir que sus bases sean usadas
para lanzar ataques contra Afganistán, los metros cuadrados de
territorio soberano norteamericano transportado a bordo de los portaaviones
son mucho más valiosos. Permiten lanzar asaltos de fuerzas especiales,
de los marines, así como aviones y misiles crucero.
Los portaviones Enterprise y Carl Vinson ya están en el golfo junto
con el británico Illustrious, que había estado participando
desde hace tiempo en un ejercicio en Omán. El portaaviones Theodore
Roosevelt está en camino y la semana pasada el Kitty Hawk dejó
Japón en su camino hacia el Golfo. Significativamente, el Kitty
Hawk se fue sin su complemento de 70 aviones. Los funcionarios norteamericanos
dijeron que una opción considerada era estacionarlo en el océano
Indico y usarlo como una base flotante para los helicópteros y
las tropas aerotransportadas y las fuerzas especiales.
Submarinos y barcos norteamericanos en el área están equipados
con misiles crucero. El envío de bombarderos B-52 a la isla Diego
García en el océano Indico, por ejemplo, le da al Pentágono
la opción de usar grandes cantidades de bombas, como para eliminar
todas las huellas de vida en cualquier valle donde se sospeche que se
estén escondiendo Osama y sus seguidores. El Pentágono podría
desempolvar un arma no vista desde Vietnam, una superbomba de 6800 kilos
que la Fuerza Aérea norteamericana solía arrojar como manera
de limpiar importantes extensiones de selva para usar después el
terreno así aclarado para aeródromos.
En conflictos recientes, Estados Unidos evitó armas tan brutales
e indiscriminadas, pero los estrategas del Pentágono podrían
decir que las montañas afganas están tan poco pobladas que
el riesgo de matar civiles inocentes es mucho menor que en los Balcanes
o en Irak. Funcionarios norteamericanos dijeron que pequeños grupos
de fuerzas especiales están operando ya dentro de Afganistán
en misiones de reconocimiento. Y tanto Washington como Londres ya dejaron
en claro que las fuerzas especiales desempeñarán un rol
esencial.
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