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COMO VIVIO PAKISTAN LAS PRIMERAS HORAS DEL ATAQUE ANGLONORTEAMERICANO
“Los afganos son nuestros hermanos”

Página/12 estuvo en el bazar central de Peshawar. Las palabras de los paquistaníes fueron de pesar y de dolor. Al avanzar la charla, estalló la ira contra Estados Unidos. Pero los partidos islámicos radicales, celosamente vigilados por el gobierno de Pervez Musharraf, aún no salieron a las calles para manifestar su indignación.

Página/12
en Pakistán
Por Eduardo Febbro
Desde Peshawar

Peshawar pasó una noche tranquila. A nadie se le ocurrió manifestar ante el Consulado de Estados Unidos y en la maraña de calles que atraviesan el bazar de la ciudad no había más movimiento que otras noches. Sólo la presencia masiva de varios destacamentos de policía en las inmediaciones de las sedes de los partidos islamistas radicales mostraba que algo había ocurrido. Muchos de los paquistaníes y afganos que trabajan en el bazar en horario nocturno ni siquiera estaban al corriente de que Estados Unidos y Gran Bretaña habían lanzado sus operativos militares punitivos. En uno de los escasos bares abiertos un grupo de hombres tenía los ojos pegados a la televisión. Un anciano de barba roja decía: “Me da vergüenza, es como si la misma imagen se repitiera siempre: una pantalla verde y un montón de luces que se disparan hacia el cielo. Me recuerda el primer bombardeo contra Bagdad y luego los siguientes. Me recuerda los bombardeos contra Sarajevo. Cada vez que veo una pantalla verde con esas luces me digo: están castigando de nuevo a un país musulmán”.
Hassad no podía contener la emoción. Este doctor afgano refugiado en Pakistán desde hace algunos años miraba la pantalla como si estuviera ante un abismo. “Me duele en el alma –decía tocándose el corazón–. Me da mucha lástima por todas esas personas inocentes que van a sufrir. Me duele pensar que quienes antes defendieron a los afganos son los que ahora los castigan. Yo soy afgano, peleé contra los rusos para echar al invasor de mi tierra y ahora veo desde aquí las bombas caer sobre mi país. Creo que no hacía falta llegar a este punto. No hacía falta sacrificar a un pueblo y las ya pocas estructuras existentes de un país. Afganistán necesitaba ayuda y no bombas. Todo esto me recuerda la muerte de mi hermano, fallecido cuando los soviéticos entraron en Afganistán.” Más adelante, subiendo la calle, un grupito de jóvenes había formado una ronda para discutir sobre la situación. Ahmed decía “no valía la pena atacar a Afganistán para lastimar a la gente que es totalmente inocente. Antes de lanzar las bombas, deberían haber aportado pruebas sobre la culpabilidad de Bin Ladeny, en caso de que fueran veraces, juzgarlo a él y no aplastar a todo un pueblo”. Un joven más excitado que los demás se puso a gritar “Crash America” pero no consiguió que nadie lo siguiera. Cuando se calmó dijo “los afganos son nuestros hermanos y golpearlos a ellos es como pegarnos a nosotros en el corazón. Ahora todos los musulmanes tenemos que oír el llamado de Bin Laden y lanzarnos en la guerra santa contra Estados Unidos y contra los países que colaboran con él”. En pocos minutos la ronda creció de golpe y un montón de gente se puso a opinar.“Estamos hartos de la arrogancia de Norteamérica, viva Bin Laden”, dijo un joven adolescente y toda la gente se puso a gritar: “Bin Laden, Bin Laden, Bin Laden”.
La policía que montaba guardia en la esquina de un partido islamista calcula que la jornada de hoy será “densa, sobre todo al mediodía y a las cinco de la tarde, cuando terminan las dos plegarias más importantes del día. “El gobierno paquistaní debió prever con anticipación el inicio de los ataques. El domingo por la mañana detuvo en arresto domiciliario al mullah Fazlur Rehman, líder político y religioso a la cabeza del partido islámico más potente de Pakistán, el Jamaat-i-Islamia. Rehman había pedido la víspera a todos los musulmanes que “derribaran los aviones norteamericanos que surcaran el cielo paquistaní”. Las autoridades paquistaníes temen la reacción de los sectores religiosos más radicalizados. Aunque minoritarios, éstos poseen una gran capacidad desestabilizadora y son capaces de movilizar un sector de la opinión pública tan militante como aguerrido. Por el momento, el gobierno dePervez Musharraf llamó al régimen talibán a tomar conciencia de la gravedad de la situación y a preservar la seguridad de su pueblo.

Ultimátum en Indonesia
El grupo islamista radical en Indonesia, el Frente de Defensores del Islam, dio un ultimátum de 72 horas al gobierno de su país para que rompa relaciones diplomáticas con Estados Unidos o atacarán intereses y ciudadanos estadounidenses. Como reacción a los primeros ataques de Estados Unidos contra Afganistán de ayer, el líder del grupo extremista Habib Muhammed Riziq Shirab manifestó que “son terroristas que deben ser expulsados del territorio indonesio”, refiriéndose a los norteamericanos en su país.

SAMI UL-HAQ, DEL PARTIDO JAMAAT-I-ISLAMIA
“Bush nos obligó a la jihad”

Por E. F.
Desde Akora Khattak

El escupitajo sonó como un látigo contra la puerta del auto. Un joven alto, delgado y con mirada lívida miró con odio y escupió lo más fuerte que pudo cuando vio el auto de Página/12 estacionado en un patio interior de la escuela coránica de Akora Khatak. La cita con el director de la escuela había sido fijada a las 10 de la mañana, pero el director nunca vino. En su lugar apareció uno de los líderes religiosos más radicales de Pakistán: el mullah Sami ul-Haq, jefe del partido islamista Jamaat-i-Islamia. Según dicen los entendidos, Sami ul-Haq es el hombre que mueve bajo las cuerdas a los activistas islámicos que siembran el desorden y encabezan las manifestaciones de los fundamentalistas. Tiene más aspecto de militar que de religioso. Habla como si siempre estuviese dando órdenes y mira igual que un águila. Ayer parecía apurado. En medio de la entrevista se levantó de golpe, salió dando grandes pasos y se metió en un auto japonés todo terreno sin siquiera despedirse. Tal vez supo que lo estaban buscando. Como a los demás líderes “pesados” del país, el gobierno quería “aislarlos” un momento antes de la ofensiva norteamericana. A pesar de que se fue de golpe, antes de desaparecer rodeado por su séquito el mullah Sami ul-Haq tuvo tiempo de manifestarle a Página/12 su idea de la crisis actual y lo que pensaba hacer luego de las primeras bombas norteamericanas.
–Estamos en una escuela coránica en un contexto muy delicado de la historia de la región. ¿Cómo cree usted que van a reaccionar los alumnos de esta escuela de donde, se dice, salieron muchos dirigentes del régimen de Kabul?
–Los estudiantes que están aquí en Pakistán vienen de muchos países: Argelia, Bangladesh, India, Afganistán. Al final de los cursos los estudiantes volverán a su casa pero eso no quiere decir, por ejemplo, que los estudiantes afganos van a participar así porque sí en la guerra santa. Pero si hay estudiantes afganos que vuelven a su país para participar en la guerra santa, nosotros no les decimos nada porque están luchando para defender su país. En Pakistán, no existe ninguna institución que autorice a los estudiantes de las escuelas coránicas a participar en la guerra santa. Nosotros podemos luchar por nosotros mismos.
–Usted, como dirigente político, se opuso de manera virulenta a la política de cooperación con Washington del presidente Pervez Musharraf.
–Nosotros condenamos estrictamente la política del gobierno. No queríamos que nuestras bases aéreas y nuestro espacio aéreo fuesen utilizados por los norteamericanos para atacar Afganistán. Como vecinos de Afganistán siempre condenamos esa política. No queremos estar implicados en ninguna acción contra nuestros vecinos. Si el gobierno va muy lejos, la situación pakistaní podría tornarse incluso mucho más crítica que en Afganistán. Las condiciones políticas serían tan malas que el gobierno tendría que retroceder.
–¿Qué ocurre entonces con el hecho consumado de las represalias estadounidenses?
–Al atacar Afganistán, Norteamérica nos obliga a hacer lo que hicimos contra Rusia cuando Moscú ocupó Afganistán. Tenemos que aplicar la ley islámica que dice: cuando un país musulmán es agredido, los musulmanes deben aportar su ayuda al país agredido y lanzar la guerra santa. Todos los habitantes de Pakistán participarán en la guerra santa. No se trata únicamente de las instituciones islamistas sino de todo el pueblo pakistaní. Eso es lo que se llama la jihad, es decir, el combate de los musulmanes. Por ejemplo, si Alemania invadiera su país la gente se defendería. En ese caso se hablaría de batalla. La batalla de la guerrasanta es lo mismo. Aquí no hay dos opciones sino una sola: estar al lado de Afganistán.

 

 

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