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EL FESTIVAL DEL MERCOSUR, UN ENCUENTRO CON VARIOS PUNTOS ALTOS
Un buen escenario contra la crisis

El encuentro cordobés generó una respuesta que superó los cálculos, con varias obras de nivel: ya se estudia una edición para 2002.
“Torero Portero”, una atípica puesta teatral del director alemán Stefan Kaegi presente en el festival.

Por Cecilia Hopkins
Desde Córdoba

En el final de la segunda edición del Festival Internacional Mercosur, sus organizadores ya han ratificado, al menos extraoficialmente, que a pesar de la crisis el encuentro se repetirá el año próximo. Es que la cantidad de público que respondió a la invitación superó incluso los cálculos más optimistas. La muestra, que abrió el 24 de setiembre con la actuación del grupo santafesino Puja –un conjunto de artistas que concretaron su colorida “intervención al Puente Suquía” con acrobacias aéreas y fuegos artificiales–, siguió convocando en los días siguientes a un público muy numeroso que abona entre 5 y 8 pesos la entrada, según la capacidad de cada sala. Pensados sólo para 200 espectadores, los tres espectáculos del Odin Teatret de Dinamarca (Mithos, Itsi Bitsi y Oda al progreso) fueron los que más aglomeraciones produjeron y hasta algún escandalete por parte de quienes quedaron afuera.
También los españoles de Atalaya despertaron fuertes expectativas, pero entre los más comentados siguió al frente el iconoclasta actor italiano Leo Bassi, el único que debió agregar una función de su espectáculo Instintos ocultos, ante la demanda de quienes no habían alcanzado a verlo. Menos entusiastas fueron las opiniones que mereció el trabajo de la canadiense Isabelle Choiniere, cuyo montaje multimedia La transmutación del ángel –que incluía la proyección de imágenes por Internet superpuestas a las evoluciones de una bailarina en escena– para algunos estuvo por debajo de las expectativas que generaron las explicaciones de la directora durante su participación en el foro de dirección teatral. De los nacionales, los espectáculos más convocantes fueron Zooedipous del Periférico de Objetos, Cachetazo de campo de Federico León y Cinco Puertas, del Grupo Teatro Libre de Omar Pacheco.
Hasta el cierre, el espectáculo que más polémicas suscitó fue La noche continúa, el montaje del alemán Roland Brus sobre el fenómeno del cuarteto cordobés. Con la participación de artistas y bailarines del género, la obra describió su ambiente característico entre borracheras, confusas riñas y exaltaciones místicas dedicadas a la Mona Jiménez, el personaje que todos esperan y que sólo llega hacia el final mediante una comunicación telefónica (grabada). Los reparos no solamente se originaron en la excesiva duración del espectáculo y sus baches de ritmo, sino también en el hecho de haber presentado al bailantero como un personaje impermeable a la crisis social, que también aparecía reflejada en escena. Solamente preocupados por la ausencia de su ídolo y sus ganas de reventar la noche, los adoradores del cuarteto hacían oídos sordos a los piqueteros y a cualquier otra expresión de protesta que otros personajes protagonizaron a su alrededor.
Otra de las coproducciones del Instituto Goethe de Córdoba fue Torero Portero, escrito y dirigido por el alemán Stefan Kaegi, quien suele llevar a escena piezas o eventos interpretados por “no actores”. En este caso realizó un casting entre porteros de edificios, para seleccionar a los tres protagonistas de este atípico evento que ya tiene prevista una gira por Alemania. El público fue ubicado en una sala directamente orientada hacia la calle, donde tenía lugar la acción. Mediante micrófonos inalámbricos, los porteros contaron experiencias y anécdotas ligadas a su trabajo entre juegos y algún paso de baile, ante el asombro de los desprevenidos transeúntes.
Coproducida entre el ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana) y el Teatro San Martín, Umbral se destacó por su excelente nivel interpretativo y la cuidada dirección de Fernando Piernas. Escrita por el valenciano Paco Zarsozo, la pieza presenta a cinco parejas que se relacionan en breves historias de amor que no se concretan porque ninguno de los personajes se anima a trasponer el umbral, la distancia ínfima que lo separa del otro. La obra, que seguirá ofreciéndose en Buenos Aires en el Teatro del Sur, cuenta con las destacadas actuaciones de Ricardo Merkin, Beatriz Spelzini y Silvina Fernández. Por su parte, dirigidos por el croata Vladimir Plavevski, el elenco de Macedonia concretó en División un espectáculo muy potente, basado en las imágenes de guerra que sueña una mujer encerrada en un neuropsiquiátrico. A pesar de los inconvenientes que planteó el idioma, la imprevista irrupción de los personajes –algunos de ellos, representantes del Pentágono y la KGB, retratados con un humor cercano a lo bizarro– consiguió transmitir un clima de pesadilla y alineación que dejó percibir una “metáfora sobre la vida en los Balcanes, un melodrama del horror”, según definió la crítica macedonia.
Como ya es costumbre en los festivales cordobeses, aparte de las giras de espectáculos por localidades del interior de la provincia, hubo funciones en hospitales pediátricos y neuropsiquiátricos, así como en la unidad penitenciaria para mujeres El Buen Pastor (allí se presentó ¿Podés silbar?, del grupo neuquino Atacados por el Arte) y en las cárceles Potrero del Estado y San Martín. En estos establecimientos, el grupo Gungu de Mozambique ofreció funciones de Lo que el agua se llevó, una obra de corte popular que trató con ironía y desparpajo los temas de la explotación, la dependencia económica y los desastres climáticos. En ambas presentaciones, se tuvo la precaución de abreviar un tanto los cuadros danzados por las pulposas morenas del elenco, mientras que en el Teatro Real pudieron verse en su formato original.

El italiano Luis Bassi fue uno de los personajes más llamativos.
“Umbral”, de Fernando Piernas.

 

 

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