Para Julio Nogués, ex director ejecutivo del Banco Mundial y hasta hace poco subsecretario de Comercio Exterior, el país siempre entrega mucho más de lo que recibe en las negociaciones. Una razón es que carece de datos sobre el daño que cada concesión les ocasiona a las empresas nacionales. Advierte que esto podrá seguir ocurriendo. |
Por
Julio Nudler --Usted
ha dicho que la Argentina no sabe negociar y entrega mucho más de lo que
recibe...
--Este problema no es exclusivo de la Argentina. Lo sufren todos
los países en desarrollo, incluido Brasil. Las causas son históricas.
Estos países no participaron activamente en ninguna de las siete
primeras ruedas de negociaciones comerciales auspiciadas por el viejo GATT
a partir de 1947. Por lo tanto, cuando por primera vez decidieron
participar, y esto fue en la Ronda Uruguay (1986 a 1993), no tenían
experiencia. Carecían de toda base institucional montada. --¿El gran desnivel de
poder económico entre el Sur y el Norte no impide una negociación
equilibrada?
--Hay poderosas razones que determinan un desequilibrio casi
imposible de superar. Las siete primeras rondas multilaterales se basaron
en un principio simple y poderoso: reciprocidad y beneficios mutuos. Así,
incluso cuando Estados Unidos negociaba con países pequeños como Bélgica,
regía ese principio. Por eso, no existe entre los especialistas la idea
de que Washington haya abusado de su poder de negociación en la
posguerra. Pero el mundo cambió mucho en los últimos 20 años, con un
enorme crecimiento de lobbies muy poderosos. El de la industria farmacéutica
pudo colocar la cuestión de la propiedad intelectual en la mesa
negociadora de la Ronda Uruguay. Los lobbies siderúrgicos norteamericano
y europeo se negaron a negociar sobre los mecanismos antidumping. Ahora el
lobby sindicalista quiere imponer reglas para el comercio y el trabajo.
Este es un mundo multilateral totalmente distinto. La agenda está sesgada
a favor de los países industriales. Aunque tuviéramos los mejores
negociadores, un país en desarrollo hoy es casi imposible que se levante
de la mesa sin que le hayan quitado los pantalones y los calzoncillos.
--¿Esto significa que nos conviene el Mercosur, porque en éste
negociamos con iguales, y no el ALCA o un acuerdo con la Unión Europea?
--El Mercosur fue, efectivamente, una negociación entre iguales.
En el ALCA hay una agenda, en gran parte dictada por los intereses económicos
de los Estados Unidos, pero no está escrito que debamos aceptar negociar
cualquier concesión en cualquiera de las áreas. Por ahora sólo se están
definiendo las formas bajo las cuales empezaremos a negociar dentro de
seis meses. Podría ser una negociación útil, pero, viendo cómo está
planteada la agenda, si damos concesiones en todos los elementos, como
pretenden los estadounidenses, volverán a fumarnos en pipa. --¿Cuáles son los
puntos álgidos?
--Uno es el mecanismo antidumping de Estados Unidos. Es muy
proteccionista, sumamente complejo y perjudicial para América latina.
Nuestras víctimas más recientes son los exportadores de miel. Otro punto
es propiedad intelectual, donde tienen un lobby muy potente. La posición
de Norteamérica es que les demos todo lo que no les dimos en la Ronda
Uruguay. --¿Qué faltaría
entregar?
--Para la Argentina lo más costoso fue drogas farmacéuticas. Nos
arrancaron concesiones a la fuerza, con la amenaza de represalias si no
respetábamos las leyes estadounidenses de propiedad intelectual. Esa
transferencia por patentes nos llegará a costar, a los precios de hoy,
unos 500 millones de dólares anuales. Ahora, por ejemplo, Estados
Unidos quiere que los 20 años de vigencia de una patente se cuenten a
partir del momento en que el país la otorga, y no desde que se planteó
la solicitud. --¿Y con los servicios?
--Tanto Estados Unidos como Europa pretenden todo nuestro mercado
de servicios. Esto abarca una lista de unos 120 rubros. Ahora, ¿qué les
podemos ofrecer? Una concesión muy importante para un país exportador de
capital es asegurarle presencia comercial en el mercado local. Esa expresión,
"presencia comercial", significa reglas de juego (aranceles,
incentivos, etc.) que no pueden ser alteradas. Y si se las modifica, hay
que conceder compensaciones. --¿El compre nacional en
las licitaciones públicas también entraría en la negociación?
--Sin ninguna duda. Me preocupa porque no hay una idea clara de cuál
puede ser el efecto potencial de esta negociación. Negociar las compras públicas
implica que las empresas de otros países puedan intervenir en
igualdad de condiciones con las nacionales en las licitaciones. Estas
tienen en todas partes un fuerte sesgo hacia las compañías locales. Pero
mi sensación, en nuestro caso, es que la ventaja comparativa, en compras
públicas, la tienen los extranjeros. Siemens puede rápidamente armar su
presentación en la Argentina si se licita la confección de DNI, pero es
muy difícil que una empresa argentina pueda hacer lo propio en Alemania.
Francia puede venderle lápices al Estado argentino, pero no a la recíproca.
Por eso, para negociar necesitamos conocer bien qué estamos negociando.
Necesitamos análisis, estudios. En todo caso, si aun a sabiendas la
Argentina otorga su mercado de compras públicas, a cambio tiene todo el
derecho de exigir una compensación, por ejemplo en el mercado agrícola
francés.
--¿Cuando concede algo, la Argentina no sabe qué pedir a
cambio?
--No, no sabe. Hay bases analíticas muy generales sobre estas
cosas. El Banco Mundial o el BID tienen estudios, pero no específicos
para la Argentina. Acá necesitamos saber, por ejemplo, qué empresas le
venden al Estado y cuál es su perfil, y si damos este mercado de las
compras públicas, cómo perjudicaremos a esas empresas, cuánto sufrirán
las pymes, cuánto las grandes constructoras. Necesitamos esa respuesta
para poder negociar. Y no la tenemos. --¿Por qué no se
elabora esa información?
--No tengo una idea clara del porqué. Creo que ahora hay una leve
reacción. Bastaría que el Gobierno invirtiera en total cien mil dólares
en diez, quince estudios para tener listos de manera urgente para
mediados de 2002, cuando estaremos negociando intensamente con la Unión
Europea y empezando a negociar el ALCA. --¿Negociamos igual de
mal con estadounidenses y europeos?
--Hay una distinción. Las negociaciones del ALCA no se hacen
precipitadamente. Hay un tiempo para discutir cada tema. Pero la Unión
Europea está presionando mucho con sus lobbies para que el Mercosur le
presente una contraoferta negociadora. Esas presiones tienen que acabarse.
Ningún país industrial puede pedirle a un país en desarrollo que se
apure, sabiendo que no tiene los recursos ni la experiencia. A ellos también
les llevó mucho tiempo armar sus acuerdos. --¿Y el 4 + 1?
--Nadie sabe muy bien qué es eso. Hasta donde sé es un pedido del
Mercosur para avanzar un poco más rápidamente que el ALCA, pero Estados
Unidos no se ha comprometido de una manera clara. Ellos tratan de dar señales
positivas, porque negarse hubiese sido poco diplomático. Todavía no le
veo ninguna solidez. --¿Qué concesiones
debería buscar la Argentina en mercados ricos?
--El punto central es el agrícola. El proteccionismo europeo es
una infamia. Se manifiesta de maneras muy retorcidas. Tomemos el caso de
la pera. Ellos tienen un arancel ad valorem diferente para cada mes. Después,
según los precios de exportación, hay un arancel en términos absolutos
más alto o más bajo, inversamente al precio. Calculo que de este modo
hay unos 120 niveles diferentes de protección. Algo similar existe, más
o menos, para cada uno de los muchos productos agropecuarios y
agroindustriales. Pienso que la Argentina debería retirarse de cualquier
mesa negociadora en que no figure este tema. Si Europa no abre esos
mercados no hay ninguna posibilidad de que una negociación no nos sea
perjudicial. --¿No se puede recurrir
ante la OMC?
--La Argentina no puede hacer hada respecto del proteccionismo agrícola
europeo, salvo pescándolos en algún desfasaje. La razón de esto es que
en la Ronda Uruguay se negoció un mal acuerdo agrícola, cerrado a último
momento, cuando ya todos estaban hartos después de siete años de
tratativas. El grave error fue firmar para sacarse un foto y poder decir
que se había alcanzado un acuerdo.
--¿Y el sector privado
argentino hace lo necesario?
--La Ronda Uruguay sorprendió a las empresas nacionales en plena
restructuración frente a la apertura, y se mantuvieron al margen. Las
extranjeras sí miraban bien qué obtener de la Argentina. Ahora, en los
últimos meses, todo se desató de golpe. Los problemas del Mercosur se
acentuaron, comenzaron las negociaciones con Europa, se avanza hacia la
negociación del ALCA, queremos el 4 + 1... Hay como una ebullición, pero
el empresariado nacional no está preparado para esto. Lo urgente es armar
un mecanismo de consulta recíproco entre el Gobierno y el sector privado.
Este es un gran trabajo. --¿Se lo ha comenzado?
--Se están haciendo esfuerzos, hablando con las cámaras
empresarias, pero llevará mucho tiempo. Y no hay que precipitarse. --¿Cómo negocia el país
si dentro de sus mercados las multinacionales tienen un peso decisivo?
--La extranjerización de la economía avanzó mucho en los 90,
pero queda un empresariado nacional en la industria, en las economías
regionales, y hay que cuidarle sus intereses. Es cierto que no podemos
preguntarle al sector bancario cuáles son sus intereses porque son los de
la banca extranjera. Pasa lo mismo con los servicios públicos.
--Los economistas más
liberales afirman que la Argentina sigue siendo una economía cerrada...
--Si bien acepto que una economía más abierta puede ganar en
eficiencia y crecer más, la apertura no se puede forzar. Creo que si la
Argentina tiene un bajo coeficiente de comercio en relación a su PBI, no
se debe a que mantengamos aranceles altos sino a la sobrevaluación del
peso y a que enfrentamos un proteccionismo muy feroz. Importamos poco
porque exportamos poco, y exportamos poco en gran parte porque no nos
dejan exportar más.
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