Por Silvina Friera
El hombre que entregó su vida por la liberación de Latinoamérica adquiere con el paso del tiempo una belleza épica insoslayable, con una apariencia tan salvaje como romántica y revolucionaria. Al menos eso plantea, a 34 años de su asesinato, la obra Mataron al Che, que con libro y dirección de Gerardo Pensavalle volvió en el teatro Golden Shopping (Acoyte 52). La pieza, estrenada en 1997, integra una línea dramatúrgica vinculada con la investigación y el análisis de los mitos argentinos. �Teníamos la necesidad de trabajar sobre un vacío donde se mezclaba la historia, la política y los referentes nacionales�, explica Pensavalle a
Página/12. Después de montar una versión de Juan Moreira y de Ruggierito, caudillo muy popular en los años �30 en Avellaneda, apareció la imagen del revolucionario argentino. �Los tres fueron emergentes de una cultura popular enfrentada a una hegemonía primermundista�, reflexiona el director.
Creador en 1994 de la agrupación Memoria, Pensavalle sostiene que su teatro, lejos de ser panfletario, es claramente político. �Los artistas tendrían que denunciar las injusticias que suceden cotidianamente, sostener la cultura a la que pertenecen y ser reflejo de aquellos a los que no se les deja hablar, escribir o los que no son escuchados�, subraya. El autor y director considera que personajes como Juan Moreira, Ruggierito y el Che �se terminan haciendo cargo individualmente de la violencia social�. Durante 1996, Pensavalle se devoró todo el material de archivo que pudo conseguir. Pero el disparador de la trama fue el material fotográfico sobre la muerte del Che, las fotos tomadas por el ejército boliviano para señalar que habían �eliminado� al enemigo del capitalismo.
�La famosa imagen del Che muerto fue un cimbronazo para toda una generación que sostenía que lo habían matado en combate. Hace tiempo que esta discusión fue zanjada�, apunta el director. �Escribí la obra para sostener el mito de un revolucionario que sigue siendo recordado y teniendo un enorme valor sobre mucha gente que todavía cree que es posible liberar a los explotados y construir una sociedad más justa�, afirma Pensavalle. Mataron al Che cuenta con la asistencia de dirección de Hugo Lazarides y las actuaciones de Pedro Ferraro (el Che) Lucila Benigni, Matías David González, Edgardo Garay, Néstor Miguel Novellino, Agustín Rosso y Manuel Emiliano González.
�¿Cómo encaró el tema de la violencia?
�En el Che es completamente consciente, aspecto que es inconsciente en otros caudillos como Juan Moreira, un perseguido que por defender su vida debe volcarse a las armas. El Che decide enfrentar un orden mundial que le parece injusto, claro que el problema para muchos sectores, que también cuestionan las injusticias, es que el Che era violento. La violencia es algo terrible, pero está instaurada. Hoy hay gente presa porque lucha por obtener un plan Trabajar. Si se está de acuerdo con ciertas cuestiones sobre la justicia, no hay límites para esas cuestiones. Lo que sí existe es un límite para aceptar las imposiciones de cualquier Estado con respecto a su pueblo y más cuando se tortura, se mata y se apresa. La clase media se sensibiliza cuando ve que en Africa están matando a los niños, pero no le pasa lo mismo cuando es un argentino el que lucha por mejorar su vida. En general, la clase media intelectualizada condena a personas o grupos que caracteriza como violentos pero parece aceptar, o al menos no cuestiona, la violencia del sistema. Aquí nunca se ve al Che combatiendo, y no hace falta. Guevara persigue una lucha armada, pero jamás es comparable su imagen con la de un asesino. Muestro un Che humano, que si es necesario usa la violencia para contrarrestar otra violencia, como haría cualquier revolucionario.
Un casting extraño
Gerardo Pensavalle hizo un casting para formar el elenco de Mataron al Che, obra auspiciada por la Casa Joven del Gobierno de la Ciudad y FM La Tribu. Entre los actores que se presentaron había un puñado de personas que pertenecían a las Fuerzas Armadas o, al menos, parecían policías. �Tenían caras de milicos y canas, hacían preguntas extrañas y, casualidades del azar, todos habían estudiado con Agustín Alezzo�, recuerda Pensavalle. Esto sucedió en Mayo, dos días después que se dieron a conocer las torturas que recibió la hija de Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo. |
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