Por Eduardo Febbro
Desde Peshawar
Parece que tuviera vergüenza
de estar ahí sentado con el mismo sombrero pakoul que hizo célebre
al comandante Massud. Tiene los ojos llenos de una tristeza nueva que
no sabe cómo esconder. Es un recién llegado al mundo de
los sin tierra. Hace apenas unas horas que atravesó la frontera
paquistaní proveniente de la ciudad afgana de Jalalabad, uno de
los tres puntos más bombardeados desde el domingo por los Estados
Unidos. No hay que ponerle nombre, porque tiene miedo por él y
por su familia, pero es el primer testigo que puede contar dónde
cayeron las bombas, quiénes y cuántas son las redes de Bin
Laden en Afganistán.
Su relato está empapado con lo que pasa adentro de ese país
al que es tan difícil entrar pero del cual los afganos salen por
decenas de miles atravesando a pie o a lomo de mula los caminos de montaña
que conducen a Pakistán. El refugiado afgano que ingresó
ayer a Peshawar no es un mujaidín, ni un opositor, ni un líder
político o religioso opuesto al régimen talibán.
Es un comerciante con el suficiente dinero como para poder salir del país.
Su relato de lo que pasó en Jalalabad en las últimas horas
es neutro, exacto, casi quirúrgico en la acumulación de
detalles. En esta entrevista con Página/12, el primer hombre que
vio caer el diluvio norteamericano y pudo salir del país para contarlo
revela algunos entretelones desconocidos de una guerra poco
convencional.
¿Cuándo y cómo llegó a Peshawar?
Llegué este martes a Peshawar. En la ruta hacia aquí
éramos unos 550 autos llenos de mujeres, ancianos y niños.
Permanecimos al menos tres horas en la frontera esperando el mejor momento.
Al fin cruzamos por las montaña. Primero pasamos a pie y luego
a lomo de mula. Hay profesionales que se encargan de hacer que la gente
atraviese la frontera sin ser vista.
¿Cuál es la situación de la ciudad de Jalalabad?
La gente en Jalalabad está muy preocupada, los negocios están
cerrados en un ochenta por ciento y todo el mundo intenta abandonar la
ciudad por cualquier medio posible, hacia el campo o hacia la frontera
de Pakistán. La gente que se quedó en la ciudad es muy pobre,
no puede pagar para salir. En Jalalabad no hay trabajo ni gran cosa para
comer.
Usted tiene una idea precisa de los lugares en donde cayeron las
primeras bombas norteamericanas.
El primer bombardeo se produjo a las ocho menos cuarto de la noche.
Las bombas cayeron sobre el aeropuerto. La segunda fase de bombardeos
intervino a la media noche y alcanzó el depósito de carburante
de la ciudad. No hubo víctimas civiles. Luego hubo bombardeos suplementarios
que alcanzaron el campo de los terroristas situado en Turkham.
¿A Qué se refiere usted cuando habla de campo
de terroristas?.
Turkham es un campo de terroristas donde se encuentran los combatientes
de Osama bin Laden y los talibanes. Se refugiaron allí con víveres
y todo lo necesario para vivir en la montaña. Ellos dicen que van
a combatir hasta la última gota de sangre.
¿Quiénes y cuántos son esos terroristas?
El grupo está compuesto por los talibanes afganos, por combatientes
de Osama bin Laden, árabes y de otras nacionalidades. Calculo que
deben ser entre siete y nueve mil personas. Pero no están únicamente
en Turkham. También se encuentran escondidos en las otras montañas
que están en los alrededores de Jalalabad.
¿Se escondieron ahí antes o después de las
represalias norteamericanas?
Una semana antes de que comenzaran los bombardeos retiraron a sus
combatientes de la ciudad de Jalalabad y los desplazaron hacia las montañas.
En cuanto a los talibanes, estos abandonan la ciudad por la noche y regresan
a la mañana.
¿Usted encontró a muchos refugiados afganos esperando
pasar la frontera con Pakistán?
Sí, hay muchos afganos que están esperando la apertura
de las fronteras con la idea de entrar en Afganistán. Había
alrededor de 600 personas.
Eso quiere decir que, a diferencia de lo que se dice, no hay miles
y miles de afganos que esperan pasar del otro lado.
Una semana antes de que empezaran las operaciones militares miles
y miles de afganos ingresaron a Pakistán, pero no por la frontera
¿Para qué iban a intentarlo si sabían que estaba
cerrada? Pasaron por las montañas y los caminos ocultos gracias
a los contrabandistas, que cobran por ese trabajo. De todas manera, si
abren la frontera van a venir legalmente y si siguen cerradas van a entrar
por la montaña.
Otro espía
de talibanes
Por E. F.
El periodista francés detenido ayer por los talibanes en
territorio afgano residía en el mismo hotel que el enviado
especial de Página/12 a Peshawar. Desde hace casi dos semanas,
cada mañana y a la última hora del día, Michel
compartía con los demás colegas un momento de amistad.
Inigualable narrador de anécdotas, solidario, corajudo y
discreto como se debe, el periodista de París-Match es lo
que se llama dentro del oficio un gran reportero, es
decir, esa categoría de profesionales que recorren el mundo
cubriendo los conflictos más peligrosos.
De Nicaragua a Sarajevo, de Chechenia a Pakistán y ahora
a una cárcel afgana, el enviado especial del semanario francés
no tiene nada de un espía, de lo que lo acusaron los talibanes.
Al ingresar ilegalmente a Afganistán quería
cumplir con la misión del gran reportero que
consiste en ser testigo de lo que ocurre sin importar el precio
ni el riesgo. Los talibanes lo acusaron de espionaje, y anunciaron
que no tendrán contemplaciones con este segundo periodista,
después de una británica del Sunday Express, que cruzó
la frontera con Pakistán.
Siempre en primera línea, el periodista francés era
uno de esos raros profesionales que nunca se creen héroes
de la historia que están viviendo.
|
COMO
VE SU AVANCE IMPARABLE LA ALIANZA DEL NORTE
Diez días que estremecerán Afganistán
Por E. F.
Según cuentan en Peshawar
algunos miembros de la Alianza del Norte, el régimen talibán
dista de ser un bloque tan resistente como se asegura. El hueso más
duro de roer lo constituyen los entre 12 y 15 mil combatientes extranjeros
que en los últimos años se aunaron a las filas del régimen
para defender el Islam de las agresiones de Occidente. Es entre esos combatientes
donde se encuentran los más fieles servidores de Osama bin Laden.
Esos hombres, que componen la estructura más combativa de su red,
provienen de Chechenia, Bosnia-Herzegovina, Egipto, Argelia o Marruecos
y forman una especie de ejército híper fanatizado
capaz de darnos mucho trabajo. La Alianza estima que en muchas ciudades
del país los talibanes están ya dispuestos a bajar
la bandera talibana y colgar la nuestra.
En lo que a calendario se refiere, los círculos más optimistas
estiman que en menos de diez días se va a producir una estampida
general en el seno del régimen pero que una buena parte de
los grupos de combatientes extranjeros aún permanecerán
activos. Eso explica la lentitud de los ataques de EE.UU. Voceros de la
Alianza destacaron que estamos esperando el visto bueno para hacer
más presión militar. La caída del gobierno y la toma
de Kabul no representan en sí demasiadas complicaciones. El problema
está más bien en el tiempo que le hace falta a EE.UU. para
limpiar el territorio de las bases de bin Laden y su red. Una vez que
Kabul caiga, eso no se podrá volver a hacer más. La gente
empezará a moverse por todas partes y ya no será tan fácil
bombardear con precisión los puntos claves del territorio.
Pese a las protestas de Pakistán y a su advertencia dirigida a
la Alianza del Norte para que no se aproveche de sus conquistas
militares para tomar el poder en Kabul, el pacto entre EE. UU. y la Alianza
parece muy claro: a los norteamericanos e ingleses el cielo y la alta
tecnología militar, a los mujaidines de la Alianza del Norte la
tierra y las madrigueras montañosas. La gran incógnita radica
en ese detalle: cómo desalojar de las montañas
a los talibán y sus aliados a fin de evitar en el futuro
una guerra de guerrillas capaz de desestabilizar a cualquier gobierno
que se instale en Kabul. Esa tarea nos incumbe a nosotros reconoce
un mujaidín afgano. Por más entrenadas que estén,
las tropas norteamericanas tienen pocas chances de sobrevivir en las montañas
con los talibán escondidos. Nosotros tenemos que ir a buscar al
gato a su escondite. Por asombroso que resulte, varios analistas
y mujaidines repiten que las cosas están hoy más maduras
de lo que se supone. Un comandante de la Alianza decía a
Página/12 que los talibanes no son tontos. Ellos saben que
tienen los días contados y nosotros que la guerra en las montañas
será dura. Hay muchísimos comandantes talibán que,
por plata y a cambio de su seguridad, están dispuestos a izar nuestra
bandera. De todas maneras no les queda otra opción.
|